Orbán, el dictador que abochorna a la UE
Aunque en el Partido Popular Europeo hay una masa crítica que no comparte el mensaje del primer ministro húngaro, esta división solo salió a la luz cuando este traspasó todas las líneas rojas con una declaración a favor de restaurar la pena de muerte
Ekaitz Cancela Bruselas , 30/09/2015
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Viktor Orbán es el nombre de moda en Bruselas. Un personaje pintoresco que lo mismo bromea con el presidente de la Comisión Europea que condena la solidaridad de sus ciudadanos y da más poder al Ejército para frenar a los refugiados en la frontera. Los hay que hablan de él como un niño consentido al que los encargados de educarle le permitieron campar a sus anchas por los pasillos de la Unión desde que Hungría entró en ella en 2004. Otros le definen como un tipo al que los medios europeos han contribuido a criminalizar.
No le rodea un halo de luz como a los ángeles, pero tampoco deberíamos “demonizarlo”, señaló públicamente Horst Seehofer, presidente de la CSU, el partido alemán que forma colación con la CDU de Angela Merkel, hace unas semanas. Lo cierto es que más allá del juego de declaraciones extraoficiales, Orbán es el responsable de que los compromisos que se toman con los derechos humanos sean más negociables que la política monetaria.
Los hay que hablan de él como un niño consentido al que los encargados de educarle le permitieron campar a sus anchas por los pasillos de la Unión desde que Hungría entró en ella en 2004
Los representantes electos del pueblo húngaro autorizaron en el Parlamento al Ejército a “emplear armas para proteger la frontera con Serbia”. La ley permite a los soldados el uso de material antidisturbios como pelotas de goma y gas lacrimógeno. Solo podrán utilizar las armas de fuego si “su vida corre peligro”. Basta la defensa propia como excusa para acabar con la vida de personas inocentes.
Las veleidades autoritarias y xenófobas de Orbán no son nuevas. Las asociaciones de derechos humanos llevan años denunciando sus coqueteos con la extrema derecha de Jobbik, su aliado en el Parlamento, y su permisividad hacia las expediciones punitivas contra los gitanos y los judíos.
Viktor Orbán, presidente del partido Fidesz (Unión Cívica Húngara), “adelanta por la derecha a la extrema derecha”, señala en Bruselas una fuente de la Izquierda Unitaria europea consultada por CTXT días después de que el paquete de leyes húngaras entrara en vigor. Entre las maniobras para “destruir el orden democrático”, valora ese fuente, el Parlamento húngaro ha previsto penas de hasta tres años de cárcel por cruzar de forma irregular su frontera, y de hasta cinco años, si el migrante va armado o daña las vallas erigidas para frenar la entrada de migrantes.
Las autoridades húngaras han interceptado en lo que va de año a más de 220.000 refugiados provenientes de países en conflicto de Oriente Próximo. “Yo hubiera sido prisionera en la década de 1990 por aceptar a los refugiados de los Balcanes”, reflexionaba la eurodiputada sueca Cecilia Wikström en una rueda de prensa el 23 de septiembre.
Las autoridades húngaras han interceptado en lo que va de año a más de 220.000 refugiados provenientes de países en conflicto de Oriente Próximo
Su grupo parlamentario, la Alianza de los Demócratas y Liberales por Europa, es uno de los más activos a la hora de intentar que la Unión haga uso del artículo 7 de su Tratado, el cual permite suspender algunos de los derechos de Hungría como Estado miembro, entre ellos el voto, si el Parlamento Europeo determina que existe “un riesgo claro de violación grave de los valores de la UE”.
Es una solución que la Unión solo ha impuesto una vez. Hace 15 años, cuando aprobó aislar diplomáticamente a Austria y a su canciller Wolfgang Schüssel si el líder ultraderechista Jörg Haider era incluido en el Gobierno. Preguntada al respecto por este medio, la portavoz del presidente Jean-Claude Juncker, Natasha Bertaud, señaló que si no queda otra opción para preservar los valores de la Unión Europea, “por supuesto que se aplicará el citado artículo”. Aquello fue en abril. Entre los grupos del Parlamento, la propuesta de los liberales no ha calado. No hay unión entre los socialistas para llevarla a cabo y los populares, por supuesto, se oponen.
En los primeros seis meses de 2015, Orbán ha propuesto reintroducir la pena de muerte y la creación de “campos de trabajo” para los refugiados y migrantes, ha afirmado que las democracias liberales no son “competitivas” en el mundo actual, ha lanzado a su policía contra los refugiados y ha permitido que se les interne en condiciones infrahumanas y se les trate como a animales, tal y como demostraba un vídeo grabado por una activista austriaca.
El artículo 7 del Tratado de la UE permite llegar a suspender algunos de los derechos de Hungría como Estado miembro si el Parlamento Europeo determina que existe “un riesgo claro de violación grave de los valores de la UE”
El 15 de septiembre, Budapest cerró su frontera con Serbia, donde ha levantado una alambrada de cuchillas y una valla de malla a lo largo de 175 kilómetros. A 46 euros cada 10 metros, según European Security Fencing / Mora Salazar, la empresa de Málaga que tiene el monopolio europeo del ramo.
El Gobierno húngaro tiene otras dos vallas en construcción en las lindes con Croacia y Rumanía y otra en el borde con Eslovenia, país que junto con Hungria forma parte del Espacio Schengen.
El Partido Popular Europeo (PPE), el grupo que acoge al partido de Orbán, define en petit comité que lo que hace el primer ministro húngaro “no es ilegal”, así que no se puede emprender ninguna acción. El presidente del PPE, Joseph Daul, llegó a declarar en una entrevista a la web EurActiv que Orbán era el niño malo de la familia, pero que le quería. “Lo que él hace es poner los problemas con firmeza sobre la mesa. Por ejemplo, ¿cuántos islamistas hay entre los migrantes que llegan? Es un asunto complicado, pero ¿por qué no deberíamos empezar a pensar en ello?”, subrayó Daul, para quien a Orbán simplemente le gusta “provocar”.
El partido de Orbán, el Fidesz, tiene 12 diputados en el Parlamento Europeo. Un número decisivo para mantener la mayoría popular ante la oposición de los socialistas, a los que solo aventajan 29 escaños. “Tan sólo es una cuestión de poder”, señalan europarlamentarios húngaros que coinciden en resaltar el nombre de Manfred Weber, eurodiputado bávaro del PPE, para explicar la posición del partido con Orbán. “Apoyar al primer ministro húngaro es una mezcla entre afinidad ideológica de Webber y necesidad política”, puntualiza un miembro socialista del Europarlamento con el que el alemán del PPE ha tenido algún que otro rifirrafe en los plenos.
"La gente de Orbán me quiera encarcelar. Siempre llevo el documento [de identidad] a mano por si acaso”, cuenta Tibor Szanyi, eurodiputado de los socialistas por Hungría, para ejemplificar lo que ocurre en su país con los que van en contra del “régimen”
Para explicar por qué ningún europarlamentario popular húngaro se mueve un milímetro de la línea que marca el Fidesz, algunas fuentes recurren a una comparación histórica con Hitler. Salvando las diferencias y a riesgo de que la comparación sea tendenciosa, sugieren que en la Alemania nazi nadie del partido del Führer se atrevía a poner sus políticas en tela de juicio por miedo. “Yo sí lo hago. Y por eso la gente de Orbán me quiera encarcelar. Siempre llevo el documento [de identidad] a mano por si acaso”, cuenta sin ningún temor Tibor Szanyi, eurodiputado de los socialistas por Hungría, para resumir lo que ocurre en su país con quienes van en contra del “régimen”.
Aunque en el Partido Popular Europeo hay una masa crítica que no comparte el mensaje de Orbán, esta división solo salió a la luz cuando el primer ministro húngaro traspasó todas las líneas rojas con una declaración sobre la posible restauración de la pena de muerte. El grupo reconoció entonces que se enfrentaba a una pugna interna y que estaba tratando de suavizar sus diferencias. "Haremos todo lo posible por no mostrarnos divididos entre nosotros", dijo Antonio Tajani, vicepresidente del Parlamento Europeo y figura de alto nivel en el partido.
Finalmente, el español Esteban González Pons salió al paso y zanjó la discusión con una afirmación rotunda. “El PPE siempre ha sido firme en su oposición a la pena de muerte”.
Tras estas fatídicas declaraciones de Orbán, el Parlamento Europeo pidió el 10 de junio a la Comisión que afrontara la situación en Hungría y estableciera un mecanismo de control para vigilar que no se vulneren la ley y los derechos humanos en la Unión. La resolución fue aprobada por 362 votos, 247 en contra y con 88 abstenciones. Aún se está a la espera de que esta instancia evalúe la posibilidad de ponerlo en marcha.
La Comisión Europea ha de velar por el cumplimiento de los tratados, pero con Hungría “parece hacer una excepción”, señala un eurodiputado socialista. Sobre los porqués, hay enormes contradicciones. El presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, es de la misma familia política que el primer ministro húngaro. En un acto público en Letonia, le saludó con un “Hola, dictador”. “Hola, Gran duque,” respondió Orban en referencia al origen del presidente europeo. Juncker nació en Luxemburgo, uno de los países más pequeños del mundo y cuyo nombre oficial es Gran Ducado de Luxemburgo.
En los círculos de la Izquierda Unitaria se atribuye el saludo de Juncker a su conocida afición a la bebida. Una portavoz de los liberales va más allá y habla de una suma entre la estrecha relación política de ambos y la necesidad geoestratégica de defender las fronteras exteriores. Para el socialista Tibor Szany, “si alguien como Juncker llama dictador a Orbán delante de los medios es porque trata de decirle a la gente lo que piensa de una forma en la que les llegue”. La relación entre ambos es complicada desde que el primer ministro de húngaro votara en contra del nombramiento de Juncker como presidente de la Comisión hace un año.
Muy crítico con el Gobierno húngaro, Szany va incluso más allá y afirma que el dinero que destina Europa en materia de cooperación con Hungría acaba en manos de la élite y no en la de los refugiados
La filosofía de la Comisión Europea suele ser la de cooperar con los países aunque estos no quieran. Esto se refleja en sus continuos intentos por incluir en el plan de reparto de los refugiados a países díscolos como Hungría. “Si fueran lo suficientemente valientes, le cortarían un poco el grifo,” critica Szanyi, para quien la cuestión económica es clave en un país “tan corrupto”. Según el eurodiputado, Orbán “no se mueve por consideraciones ideológicas ni políticas, sino por los millones”.
El ejemplo que retrata esta situación --para Szanyi-- es que una compañía presidida por el padre del ministro de Asuntos Exteriores lleva años obteniendo todas las licitaciones de obras públicas. Muy crítico con el Gobierno húngaro, este socialista afirma que el dinero que destina Europa en materia de cooperación con Hungría acaba en manos de la élite y no en la de los refugiados.
Otras voces críticas señalan que el primer ministro lleva meses invirtiendo en publicidad contra los extranjeros. “Ahora, cuando los refugiados llegan, la gente ya ha aprendido a odiarles”, relata un asistente húngaro recién llegado al Parlamento. Y esto ocurre, según él, en un clima de cooptación del Estado. “Los medios de comunicación y las voces críticas están controlados; y la policía campa a sus anchas, sin que el Estado permita que se investigue su corrupción”.
Todos los grupos políticos europeos --hasta las fuentes más críticas del EPP-- mantienen que la deriva autoritaria de Hungría no se puede afrontar como un juego, ya que impulsa la de otros miembros. Pero de momento nadie se atreve a poner coto a los desmanes del "dictador" Orbán.
Viktor Orbán es el nombre de moda en Bruselas. Un personaje pintoresco que lo mismo bromea con el presidente de la Comisión Europea que condena la solidaridad de sus ciudadanos y da más poder al Ejército para frenar a los refugiados en la frontera. Los hay que hablan de él como un niño consentido al que...
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Ekaitz Cancela
Escribo sobre política europea desde Bruselas. Especial interés en la influencia de los 'lobbies' corporativos en la toma de decisiones, los Derechos Humanos, la desigualdad y el TTIP.
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