No apueste contra el Atleti
Emilio Muñoz 19/10/2015
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Si se diera el caso poco probable de que a ustedes les sobrara el dinero y anduvieran pensando en invertirlo, no lo hagan apostando contra el Atleti. No preguntaré por la procedencia de ese fajo de billetes que pretenden quemar. No me pararé a investigar si cayó a sus bolsillos llovido de un supuesto cielo en el que ahora descansa una tiíta solterona que se acordó de sus lejanísimos sobrinos en uno de sus últimos arrebatos de lucidez o si proviene de la recalificación de un terrenito rústico hábilmente gestionado por un cuñado que hizo carrera en este o aquel partido. Mi consejo no abraza objetivos morales sino prácticos. Si la mejor estrategia que han encontrado para hacer que sus ahorros crezcan y se multipliquen es la de pensar que los rojiblancos no van a dar que hablar este año, olvídenlo. Busquen ustedes otras acciones con las que dilapidar sus rentas, háganse ese favor.
Tal vez las jornadas iniciales de calendario rocoso hayan podido mellar la confianza de algún creyente no practicante. Tampoco ayudan a rememorar si las botellas lucen medio llenas o no esos coitus interruptus tan exasperantemente abundantes que en forma de parones de selecciones sufrimos los adictos al fútbol de clubes. Pudiera llegar a admitir que si echáramos un rápido vistazo al balance del Atleti en lo que llevamos de temporada, refleja éste, quizás, más sombras que luces. Que el equipo parece menos engrasado, domesticado incluso, en ciertos lances del juego. Podría invocar, y justo sería, los necesarios tiempos de ensamblaje, respetar los tiempos de cocción para que las lecciones del catecismo del partido a partido ganen en untuosidad. Comprendería, puestos a ceder terreno, a quienes pretendieran devaluar el bono a muy corto plazo de una plantilla todavía inmersa en forjar su propia identidad pero, eso sí, no consintiendo colocar las expectativas de un equipo recién echado a rodar a la altura de cualquier bono basura: de ese tipo de urgencias y rentabilidades cortas de miras saben bien en otras orillas, no en la nuestra. Les advierto además que si persisten en su actitud y no pliegan velas, les envío a mis padrinos, bien sea para acordar lugar, hora y armas a utilizar, bien para administrarles de manera terapéutica un soplamocos si la cosa se enquistara más allá de lo caballeroso.
Sí debatiría detenidamente sobre el justo equilibrio entre intensidad y buen trato del balón que los nombres del plantel aconsejan mantener e incluso no me extrañaría que los mercados mostraran una pizca de desconfianza ante esa nueva imagen del Mono Burgos trajeado. Ya desde el pasado verano, estando aún el equipo en versión borrador, fueron muchas las voces que se alzaron exigiendo el escurridizo objetivo de jugar mejor. Vaya por adelantado que puestos a elegir bando entre resultadismo y preciosismo rococó, a servidor de ustedes lo encontrarán parapetado tras la trinchera de los que quieren ganar, ganar y ganar, como decía el Sabio. Confesaré sin reparos que, llegados a este punto, la estética quedó olvidada en el fondo de alguna maleta ajada por el uso, será cosa de los años o de no acabar de aguantar esa pose de los que se emboscan en la bandera del guardiolismo más militante, ese que desprecia el fin para regodearse hasta el sopor en los medios a base de toque fútil. Reconozco que el Atleti que me levanta del asiento es el de la intensidad, el de llegar una décima de segundo antes a los balones divididos, el de comerse al adversario por una pata, preferiblemente la de apoyo.
Uno, que es un nostálgico además de un redicho, piensa que si un equipo de eminentes científicos descifrara el genoma rojiblanco, esos valores estarían ahí presentes entre proteína y proteína. Esa debe ser la base, el sofrito del guiso. El esfuerzo no negociable sobre el que construir el edificio que esperamos ver relucir a finales de curso. Entiendo no obstante que sobre esos cimientos debieran surgir conexiones y automatismos, amabilidad con el cuero si se tercia. Si tras esa evolución sin traicionar las raíces el resultado es además fácil de ver, mejor que mejor. No crean que no disfruto cuando feroces balones con alma de saltimbanquis son domados por Óliver. Las gambetas de Correa y esas carreras desbocadas de Griezmann que dejan en evidencia la velocidad de los centrales rivales provocan en mí ataques agudos de síndrome de Stendhal. Me solazo como el que más cuando Koke encuentra ese resquicio en forma de último pase que desmorona las defensas numantinas y alabo la pulcritud de Tiago sacando el balón de atrás. Espero mucho de Vietto cuando olvide los apéndices, de Carrasco en las batallas a campo abierto y de Jackson cuando decida dejar de vivir sin vivir en sí, pero sobre todo espero de ellos que sean capaces de asumir que la intensidad y el compromiso tienen más razón de ser en el escudo del club que el oso y el madroño. Ahora que tan de moda está el concepto, mi patria es ese Atleti indómito y salvaje al que nos hemos bien acostumbrado en los últimos años.
Si con todo lo anterior todavía siguen pensando en tirar sus ahorros no reconociendo al caballo ganador, permítanme añadir un último argumento. Uno irrefutable. Miren al banquillo. Fíjense en ese señor que normalmente viste de oscuro, el que lleva unos cuantos años obrando el milagro de los panes y los peces con cada pitido inicial. El valor más seguro maneja el timón de la nave. Les pido que observen la evolución de la cotización de las acciones de todo lo que su mano ha tocado en los últimos tiempos y les vuelvo a conminar a no malvender sus títulos y a no escuchar a los interesados brókeres afines a medios del régimen, siempre tan en su papel de agencias de calificación de lo balompédico dispuestas a ignorar e incluso despedazar todo aquello que pretenda salirse de los pérfidos renglones del bipartidismo al que sirven. Este Atleti volverá a enamorar, se lo aseguro. Diría más: lo mismo el Mono Burgos vuelve a embutirse en su sempiterno chándal y se cuelga de nuevo el cronómetro al cuello. Todo se andará…
Si se diera el caso poco probable de que a ustedes les sobrara el dinero y anduvieran pensando en invertirlo, no lo hagan apostando contra el Atleti. No preguntaré por la procedencia de ese fajo de billetes que pretenden quemar. No me pararé a investigar si cayó a sus bolsillos llovido de un supuesto cielo en el...
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