Relato
Dirección prohibida
Ayax Merino 14/10/2015
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Viene la Trini desbocada por la calle Real viento en popa a toda vela a bordo de su silla de ruedas a motor lanzada a todo trapo y el personal que ya sabe a qué atenerse se aparta prudentemente con temor, menos un madrileño despistado que no conoce el paño y al que la Trini está en un tris de llevarse por delante.
-¡Aparta, pasmao, qué voy!
El veraneante asustado pega un brinco y de milagro esquiva el bólido que pasa rozándole a puntito de atropellarle, que es que estos domingueros no se enteran de nada.
-¿Aaaande vas?
Berrido que rasga el aire cuando la Trini emboca la plaza y ante cuyo reclamo frena su máquina de golpe haciendo que las ruedas chirríen al patinar sobre la acera levantando una nube de polvo.
-¡Ieeeeh! ¡Juaaaaani!
Las dos mujeres comadrean a gusto en medio de la plaza, ¿te has enterado de lo de la Paca?, si, hija, sí, ¡qué cosas!, amos, qué, chismorreando sin tasa y contándose las cosas de la vida, el marido enfermo en el hospital, el sobrino descastado al que ve el pelo de pascuas a ramos, el precio de la compra que es que no hay dinero que alcance, ¡dónde vamos a ir a parar!, pintan bastos que la vida anda muy achuchada, esas menudencias tan importantes del día a día.
-¡Ale, a seguir bien!
-¡Hasta otra, chata!
La Trini arranca de nuevo y al abandonar la plaza se encuentra un obstáculo insalvable en su camino pues algún malasombra ha tenido a bien plantar el coche encima del paso de cebra por el que pretende cruzar.
-¡Eeeeeeeeeeehhhhh! ¡Eeeeeeeeehhhhhhhh! ¿Pero esto qué es? ¡Leñes! ¡Eeeeeehhhh!
La Trini encolerizada aporrea sañuda la puerta del coche mientras sigue desgañitándose.
-¿Qué pasa? ¿Qué pasa? ¿Ya no hay educación? ¿Eh? ¿Ande estás, pillo?
Un menda sale apresurado del despacho de loterías de la esquina corriendo desalado hacia el coche de marras y de inmediato la Trini se encara con él esgrimiendo un puño amenazante que alza cuanto puede.
-¡Ah! ¿Ahí estabas, eh? ¡Golfo! ¡Sinvergüenza!
-¡Señora, sin faltar! Que sólo ha sido un segundo.
-¿Un segundo? ¿Un segundo? ¡Ni un segundo ni dos! ¿Qué segundo ni que leches? ¡Contra! ¡Te daba así en el hocico!
Corrido ante semejante chaparrón el andoba azorado se cuela visto y no visto en el coche y sale de estampida quemando goma raudo y veloz huyendo como alma que lleva el diablo.
-¡Eso, lárgate! ¡Maula, que eres un maula!
La Trini, por ver de calmarse, se atusa el pelo teñido de rubio brillante con sus gordezuelos dedos cuajados de anillos y suelta un profundo y prolongado suspiro. Y repuesta ya de su sofocón entra festiva y bullanguera en el súper repartiendo voces a diestro y siniestro.
-¡Muchachaaaa, guárdame una pistola!
La panadera asiente sonriente mientras la Trini sin detenerse sigue su rumbo pilotando con destreza por los pasillos flanqueados por altos estantes para sortear con ágiles maniobras a los viandantes con los que se encuentra en su loca singladura.
-¡Ponme un filete tiernecito, majete!
Y el carnicero asiente sonriente mientras la Trini sin aminorar galopa aguijando sin piedad a su montura.
-¡Dame un platanito bueno, corazón! ¡Y un tomate madurito!
Y el frutero asiente sonriente mientras la Trini, rayo que no cesa, despendolada sigue su vertiginosa carrera hasta que llega a la caja, donde por fin se para.
Mientras aguarda la Trini pega la hebra sin prisas con la cajera, ¿qué tal siguen los críos? bien, bien ¿y tú, Trini, cómo estás hoy? ¡uy, de maravilla, yo estoy de maravilla, hija! ¡mírame, si parezco un pincel!, de palique hasta que llega el chico del carnicero con el pedido, o sea, el filetito, el plátano y el tomate. Y la barra de pan, que le alcanza servicial el chaval.
-¡Gracias, prenda!
Guarda tras pagarla su frugal compra la Trini en una bolsa de malla verde que cobija en su regazo y abandona la tienda dándole caña a la silla a todo gas por mitad de la calzada sin temor a los coches, fuera miedos que se aparten si quieren y si no que dejen paso.
Coge la tercera bocacalle tomando la curva sin frenar con un brusco viraje que levanta la silla y se topa de morros con un munipa que le da el alto levantando el brazo.
-¡Pare, señora, pare!
Frena la Trini en seco y mira de hito en hito al guindilla.
-¿Qué quieres tú, pipiolo? ¡Quita de en medio, que llevo hambre!
-¿Está usted loca, señora? ¿Adónde iba usted por aquí a esa velocidad?
-¡Anda este! A mi casa.
-¿Pero no ve que se ha metido por dirección prohibida?
-¡Bah! Por aquí vengo siempre porque acorto ¿No querrás que de toda la vuelta, eh?
Casi a ras de suelo la Trini que es un pequeño retaquillo de cortas piernas y escaso tronco del que sale su cabeza sin apenas cuello ha de alzar su mirada para hablar con el espigado municipal en cuya cara se lee a la legua el mosqueo, tal vez no le haya hecho maldita la gracia el pipiolo ni el tono burlón que gasta la mujer que tiene a sus pies, vaya usted a saber.
-Voy a tener que multarla, señora, por circular por dirección prohibida.
-¿Multarme a mí? ¡Pero si voy en silla de ruedas, atontao! ¿Es que no lo ves?
La Trini atónita no sale de su asombro, no consigue salir.
-Usted conduce un vehículo a motor y se ha metido por una calle prohibida. No hay más que hablar.
El pitufo envarado y seco cual espadaña le tiende solemne un papel a la Trini.
-¡Tú estás majara, chiquillo!
La Trini rompe en mil pedazos la multa y los lanza al aire con gesto flamenco de desplante chulapo.
-¡Señora! ¿Qué hace? No puede hacer usted eso.
-Ya lo creo que puedo, mastuerzo ¿O no lo acabas de ver?
-No me insulte que soy un agente de la autoridad.
-¡Me cisco yo en la autoridad! ¡A mí no me multa ni Dios y menos un pánfilo como tú!
-¡Señora, acompáñeme al cuartelillo ahora mismo!
-¿Me vas a detener? ¿A mí? ¿A la Trini? ¡Antes muerta!
Atraído por el escándalo sale de la tasca cercana un paisano sesentón de enjutas carnes muy terne con sus pantalones y gorra de pana verde y blanca camisa que masca un palillo que baila sin cesar en su boca.
-¿Qué pasa aquí, Trini? ¿Es qué ya no se puede jugar tranquilamente al dominó en este pueblo?
-Usted no se meta en esto. Circule.
-Este bribón, Fidel, que me quiere multar y llevar presa.
-¡Señora, deje de insultarme!
El paisano conciliador intenta poner paz.
-Bueno, ya está, aquí no ha pasado nada. Todo arreglado. Trini tira para tu casa a la voz de ya antes de que me enfade.
-¡De eso nada! A esta mujer me la llevo al cuartelillo ahora mismo y a usted con ella si no se larga de inmediato.
El paisano cachazudo sin perder el aplomo con calma y sosiego se gira hacia el guripa rojo de ira al que recorre despaciosamente con la mirada de arriba abajo.
-Tú no eres de aquí, ¿verdad?
-No, yo soy forastero.
-Y eres nuevo, ¿no?
-Empecé anteayer mismo.
-Ya.
Asoma su jeta por la esquina el compañero del bisoño y al descubrir la escena inicia un trotecillo que le bambolea su oronda barriga. Al llegar se cuadra y saluda marcialmente llevándose la diestra a la visera de la gorra.
-A sus órdenes, señor alcalde.
Viene la Trini desbocada por la calle Real viento en popa a toda vela a bordo de su silla de ruedas a motor lanzada a todo trapo y el personal que ya sabe a qué atenerse se aparta prudentemente con temor, menos un madrileño despistado que no conoce el paño y al que la Trini está en un tris de llevarse...
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Ayax Merino
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