¿Quién paga todo esto?
La presentación de CTXT sirvió para debatir sobre los límites y los pecados de un oficio fundamental para la calidad democrática: el periodismo. Y sobre la guerra que en su favor algunos están dispuestos a librar
Braulio García Jaén Madrid , 16/10/2015
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Es famosa la pregunta que el escritor catalán Josep Pla se hizo una noche recién llegado a Nueva York, asomándose a una ciudad resplandeciente de rascacielos iluminados y parpadeantes luces de neón: “¿Y todo esto quién lo paga?” Es la pregunta de un gran periodista, como lo era Pla, que obviamente no se refería a su hotel. Como toda pregunta imprescindible, su necesidad se mantiene en el tiempo y obedece a la mecánica del fluido informativo: cuando los periodistas dejan de hacerla, los propios lectores se la plantean. El reciente informe de Reuters, que sitúa al periodismo español a la cola de la credibilidad en Occidente, sugiere que los ciudadanos se la han hecho demasiadas veces respecto de la información misma: “¿Y ésta quién la paga?”
La presentación de CTXT en Madrid, el pasado miércoles 14 de octubre, sirvió para plantear la posibilidad de que entre la iluminación de Pla y la desconfianza de los españoles, es decir, entre el periodismo pletórico y su fundido a negro, exista un solar urbanizable. El marco era idóneo: un debate sobre El periodismo como servicio público, con el presentador y director de Salvados, Jordi Évole, el cineasta José Luis Cuerda, Soledad Gallego-Díaz, consejera editorial de CTXT, Ángeles Caballero, jefa de Economía de esta revista y su director, Miguel Mora, que hizo de maestro de ceremonias. Enseguida quedó claro que, además de alumbrar una posibilidad, hay que pelear por ella. Con el decreto sobre el autoconsumo y las energías renovables, ya ni siquiera la luz del sol sale gratis.
La Sala de Columnas del Círculo de Bellas Artes, situada en la cuarta planta del edificio y con unos de sus laterales acristalado dando sobre los tejados de la capital, invitaba a afrontar el reto con Pla en la retina. En el centro del escenario estaba además el periodista Jordi Évole, el artista antiguamente conocido como el follonero, ahora presentador y director de Salvados, un programa de referencia que “ha conseguido hacer, en una cadena privada, el periodismo que nosotros pretendemos hacer en CTXT”, según dijo Mora. Por último, entre los alrededor de 500 asistentes, había muchos periodistas y, entre ellos, bastantes de los que han vivido esa época en la que los periódicos dejaron de pagar las habitaciones de sus enviados especiales. El hotel siguió cobrándolas. ¿Quién las pagaba entonces?
Évole, periodista y catalán como Pla, podría haber cortado por derecho y decir que lo pagaban los que querían salir en la foto, esa cuyo pie los periodistas hemos escrito tantas veces sin cambiar el paso. Es decir, como si el lector tuviera que saber que el que pagaba el hotel y el de la foto, eran la misma persona jurídica. Eso es lo que dijo, esencialmente, Ángeles Caballero, con la plusvalía de que en su caso era autocrítica: “Los medios hemos cometido verdaderas atrocidades”, dijo, después de recordar que ella misma había escrito, aunque no firmado, artículos que luego corregían los directores de comunicación de las empresas y no los directores de los periódicos donde trabajaba. No se olvidó tampoco de los directivos que aceptaban ser entrevistados, no sin antes preguntar cuánto le iba a costar el faldón de publicidad que a cambio se insertaría páginas adelante.
A fin de cuentas, la ecuación es tan simple como la pregunta de Pla: la información o la pagan los lectores o la compran las empresas del Ibex. El resto es publicidad
Évole entró al quite también, con una anécdota de última hora sobre la promoción de su programa del próximo domingo, con el que inaugura la temporada y que tendrá a Albert Rivera y Pablo Iglesias de protagonistas estelares. Pero antes había hecho un gesto sutil, a una hora en que fuera ya había anochecido y dentro, la sala iluminada y llena se reflejaba en los cristales. Évole, que cuando el follonero solía levantarse de entre el público para interrumpir al que estaba bajo los focos, importunó esta vez al público, como poniéndolo frente al espejo: “En España hemos olvidado algunas cosas básicas, como pagar por la información”, dijo. A fin de cuentas, la ecuación es tan simple como la pregunta de Pla: la información o la pagan los lectores o la compran las empresas del Ibex. (Incluso, o sobre todo si, como dijo Cuerda: "el mundo está en manos de la gente de la pasta, que son unos pocos; y luego está el mundo de los sin pasta"). El resto es publicidad.
Soledad Gallego-Díaz, consejera editorial de CTXT y colaboradora de El País y la Cadena Ser, fue una de las pocas veteranas que pudo sentarse. Los jóvenes habían llegado 20 minutos antes de que empezara el acto y habían ocupado casi todas las 350 sillas preparadas. Gallego-Díaz se sentaba a la izquierda de Évole, en el escenario, y cerró la primera ronda de intervenciones recogiendo el guante de su compañera Ángeles Caballero: “Es verdad que durante mucho tiempo, durante demasiado tiempo, los periodistas hemos callado sobre lo que estaba pasando en los periódicos”, dijo. Y lo peor: Estábamos por tanto callando sobre cosas que le estaban pasando a la democracia. “Tenemos que empezar a hablar: y tenemos que pelear, porque si no peleamos perderemos una parte fundamental de la democracia”.
El periodismo como servicio público sólo tiene sentido si a los ciudadanos les sirve para estar mejor informados. De ahí que, según Évole, en el fondo también el periodismo dependa de los ciudadanos. “Al final, en lo que coincidimos es en el respaldo de los espectadores y los lectores. A nosotros la audiencia, que a otros les ha dado mucho dinero, nos ha dado sobre todo libertad”, dijo. “La posibilidad de hacer periodismo en una televisión a cuyos jefes, seguramente, nuestro programa no les gusta mucho, pero con los que hemos hecho un matrimonio de conveniencia: ellos nos dejan hacer un programa en prime time, y a cambio, nuestra audiencia les garantiza a ellos tener las tarifa de publicidad más cara de la semana”.
La anécdota que recuperó Évole sirve por una vez de categoría. El próximo domingo, Salvados estrena su temporada con un debate entre Pablo Iglesias y Albert Rivera. Évole contó “alucinado” lo que un par de horas antes le había preguntado una periodista “de un periódico de papel”: ‘Oye, el cara a cara entre Rivera e Iglesias lo intentó Pepa Bueno y no salió: ¿vosotros le habéis pagado a Pablo Iglesias?’ Évole respondió que no, por supuesto. Pero la anécdota le hizo preguntarse, durante el debate, “en qué tipo de vicios habremos caído para que todavía en 2015 nos podamos hacer esa pregunta”.
En verdad, los periodistas podríamos vivir perfectamente, y de hecho muchos viven, con un periodismo al servicio de intereses exclusivamente privados, pero la que no puede sobrevivir en esas condiciones es una ciudadanía informada. La cita de Camus que Miguel Mora recordó durante su presentación, así lo expresa: “Un país vale lo que vale su prensa”. Un valor que casi siempre incluye también un precio, como casi todo. La cantaora Carmen Linares puso un broche flamenco a la velada cantando a capella una toná con versos de Juan Ramón Jiménez, que decía así: “Cuando esté con las raíces, llámame con tu voz; me parecerá que ha entrado temblando la luz del sol”.
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