Cincuentona y a mucha honra
Besos en tecnicolor
Marta Rañada 21/10/2015
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Estoy hasta las narices de que mis amigos —ellos y ellas— se empeñen en recordarme que, a cierta edad, es ridículo seguir siendo una romántica. “¿Acaso todavía esperas que alguien te mire con ojos derretidos y te dé un beso apasionado?”, me repiten una y otra vez. Yo, que capto rápido la ironía, bajo los ojos avergonzada y callo. ¿Cómo contestar lo que realmente pienso ante ese tonito? Pero hoy lo confieso sin complejos. Sí, soy una romántica. Es más, soy una romántica empedernida.
A mí lo que me gusta de verdad son los besos en tecnicolor. Porque, vamos a ver, donde esté un besazo a lo Clark Gable, Cary Grant —que también lo hacía bien en blanco y negro— o mi amado Gregory Peck que se quite todo lo demás. Mataría por uno así —de los que el viento no se lleva— aun poniendo en riesgo mi salud, porque soy consciente de que, a estas alturas de la vida, un meneo de ese calibre es sinónimo de tendinitis o de contractura muscular. En fin, nada que no arreglen unas cuantas sesiones de fisioterapia —y que te quiten lo bailao.
Ya que estoy de confesiones, os diré que tengo una debilidad: cada vez que veo el final de Cinema Paradiso lloro. No lo puedo evitar. Podéis reíros de mí, pero soy así, lo reconozco; y me temo que ya, a los casi cincuenta, no voy a cambiar. Esos tres minutos gloriosos de besos encadenados, y edulcorados con la música de Ennio Morricone, que Alfredo deja en herencia a Totó, me desarman. Dicho esto, no voy a seguir ocultando que soy golosa. Sostengo que una relación sin azúcar deja un regusto amargo de gastos compartidos, domingos de fútbol y comidas familiares. Y, oye, ¿qué quieres que te diga?, para eso me basto yo solita —y, encima, me ahorro la segunda y reduzco a la mitad la tercera.
En fin, amigos, desde aquí os lo pido, dejad de atormentarme con ese rollo de "las relaciones a cierta edad". Pocas cosas me aburren tanto como la idea de un romance otoñal. No me motivan en absoluto la lentitud, el tono sepia y, mucho menos, la espera paciente de la caída de las hojas. Me niego a aceptar que la madurez sea incompatible con el color de la primavera y con la luz del verano. Bastante aburrida es ya la vida como para no darse un gustazo de vez en cuando —puro chequeo cardiovascular— y pocas cosas sientan mejor que un buen beso en tecnicolor... Y dejémonos de historias.
Estoy hasta las narices de que mis amigos —ellos y ellas— se empeñen en recordarme que, a cierta edad, es ridículo seguir siendo una romántica. “¿Acaso todavía esperas que alguien te mire con ojos derretidos y te dé un beso apasionado?”, me repiten una y otra vez. Yo, que capto rápido la ironía, bajo...
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