Estatua de Carmen Martín Gaite, en la salmantina plaza de los Bandos.
ZaratemanEn CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Con los diminutivos hay que tener cuidado, porque algunos tienen (tenemos) el derecho a usarlos, pero otros, no. Porque, como buenos diminutivos, disminuyen. Doña Carmen Martín Gaite era para sus amigos (y la verdad es que para todo el mundillo literario, próximo, del momento) Carmiña. Pero es curioso que lo que es cariñoso y normal, en la familia y la pandilla, se generaliza, se hace público, más que nada cuando se trata de mujeres. Carmiña fue una de las (y ¡los!) novelistas importantísimas de la generación del 50, la de los niños de la guerra.
Y es poeta estimable, que no está en las antologías canónicas de su generación, y también una ensayista aguda: sus trabajos sobre los “usos amorosos”, en el siglo XVIII y en la posguerra española, nos enseñaron a muchas a entender qué pasa con esto del amor. Y cuánto hay de costumbre, de ideología, de presión social, incluso, en el propio sentimiento, no digamos en las maneras en que cada cual lo lleva adelante. Y en sus novelas (que tenían que ver, claro, con su manera de ver la relación entre lo individual, lo cotidiano y la propia sociedad) muestran cómo lo privado e individual es político. Vale decir, social.
Resulta que Martín Gaite, con Josefina Aldecoa, que acuñó el término generacional de los niños de la guerra (los que eran críos cuando el 36-39), y con Carmen Laforet, Ana María Matute y algunas más, se salen de las listas académicas. Están en las fotos, con ellos, los novelistos, cómo no van a estar si eran sus maridos, amigos, editores y, de una en una, las conocemos. De hecho, Carmen Martín Gaite ha sido muchas veces bestseller, y ha recibido importantes premios (no el Cervantes, por ejemplo). Pero, como me decía Tània Balló, la pertenencia de las escritoras a una “generación literaria”, la suya, la de cada una y cada grupo, las contextualiza y permite entender mucho mejor la época misma. Y el no estar, el haber sido excluidas, aparte de falsear la Historia, las minimiza. Les roba su participación activa, y muchas veces crucial, en los cambios ideológicos, formales, y de moral y costumbres, de su momento. Vamos, que como si no hubieran estado.
Lo que es cariñoso y normal, en la familia y la pandilla, se hace público cuando se trata de mujeres.
Tània Balló, con Serrana Torres y Manuel Jiménez Núñez, han realizado el documental Las Sinsombrero, que pasó el pasado fin de semana Televisión Española, y que está disponible online, en el programa Imprescindibles. Y en él cuenta la historia de algunas de las mujeres que se quedaron fuera de la Generación del 27. Confieso que antes he extrapolado su argumento, que se refería a ellas, a Rosa Chacel, Ernestina de Champourcín, María Zambrano, Maruja Mallo, Concha Méndez, María Teresa León, Margarita Manso, Josefina de la Torre y Marga Gil Roësset, cuya obra recuperó, en el año 2000, mi amiga Ana Serrano, en una memorable exposición en el Círculo de Bellas Artes. No están todas en el documental, claro, pero sí en el estupendo, modernísimo y sorprendente proyecto del que el documental forma parte.
Lo que Tània Balló y Jorge Carrasco pusieron en marcha hacia 2007 es un proyecto cultural de amplio espectro, que ahora es trending topic en las redes sociales, con las que cuenta y en las que se apoya. Además de su web, la campaña en Facebook visibiliza decenas de historias de mujeres, que se centran en el 27 y en la Guerra Civil, pero que a veces los bordean. Muchas, conmovedoras. Otras, inesperadas. Siempre, poniendo cara, ojos y nombre a estas historias fuera de la Historia. En Wikipedia, un proyecto convoca a hacer visibles a estas mujeres del 27 que son (lo pueden comprobar ustedes, como yo lo he hecho) casi invisibles. En el terreno de la educación, se acuerda que entren en el curriculum escolar (esta semana el Parlamento ha aprobado una proposición no de ley en este sentido, a propuesta de Izquierda Unida). Que hay que cambiar los libros de texto, porque la Historia, sin ellas, no es verdadera. Y, por fin, el papel: en enero aparecerá un libro de la propia Balló, del que daremos cumplida noticia. ¿No es formidable?
Hay que cambiar los libros de texto, porque la historia, sin ellas, no es verdadera.
Obviamente, como me dice Tània Balló, había trabajos académicos sobre estas y otras mujeres. El asunto es llevarlos al saber cotidiano, a la educación básica, al bachillerato, a los medios de comunicación, a las redes sociales: al saber común. Y es lo que están haciendo.
Si el trabajo de las mujeres, si su contribución a todas las ramas del saber y también de la acción social, no son visibles, no vamos a terminar nunca con la acendrada (aunque últimamente inconfesada) idea de nuestra supuesta inferioridad, en la que se enraíza el machismo. Que es una cosa muy seria. Que mata. Y no hay más que ver los datos escalofriantes de estos últimos días.
De Carmiña estaban enamorados todos los escritores jóvenes cuando yo llegué a Madrid. Los que entonces eran (como yo) muy jóvenes (y ahora ya no). Carmiña no iba sin sombrero, al contrario, llevaba unas gorritas muy parisinas, sobre su melena rizada, gris natural cuando se le puso gris natural. Y tenía un glorioso genio, agudo, de ironía y gracia, contra la solemnidad. Releo esto y me parece que voy a oírla: “¡Pereda, no te pongas Dostoievski!”. “Bueno”, digo, un poco acoquinada. Y doy un sorbo a mi gintonic.
Con los diminutivos hay que tener cuidado, porque algunos tienen (tenemos) el derecho a usarlos, pero otros, no. Porque, como buenos diminutivos, disminuyen. Doña Carmen Martín Gaite era para sus amigos (y la verdad es que para todo el mundillo literario, próximo, del momento) Carmiña....
Autor >
Rosa Pereda
Es escritora, feminista y roja. Ha desempeñado muchos oficios, siempre con la cultura, y ha publicado una novela y un manojo de libros más. Pero lo que se siente de verdad es periodista.
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí