Ollanta Humala, el hombre que no quería gobernar
La izquierda lo considera un traidor. La derecha, un blando. El presidente peruano afronta el final de su mandato entre varias investigaciones en marcha y con una pésima valoración en las encuestas
Pablo Pérez Álvarez Lima , 28/10/2015
El actual presidente de la República del Perú, Ollanta Humala.
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Tras poco más de cuatro años en el poder, el presidente de Perú, Ollanta Humala, es uno de los gobernantes peor valorados de América Latina, codo a codo en los últimos puestos en popularidad de la región con la brasileña Dilma Rousseff. Aunque cuando llegó al poder, en julio de 2011, con un programa progresista y respaldado por partidos y movimientos sociales de centro e izquierda, tenía una aprobación de dos tercios de los peruanos, conforme ha ido escorándose a la derecha y olvidando la mayor parte de sus compromisos de campaña, ha ido hundiéndose en las encuestas. Las últimas le daban un apoyo ciudadano de entre el 12 y el 17%.
Acosado por varias investigaciones que de momento sólo afectan a su esposa y más que estrecha colaboradora, Nadine Heredia, por el manejo de fondos de dudosa procedencia durante sus campañas electorales de 2006 y 2011, afronta los últimos meses de su mandato, que termina en julio próximo, enfrentado con casi todo el espectro político, seriamente cuestionado por la prensa y sin apenas iniciativa política. El mandatario ha desarrollado el raro don de no tener contento a nadie. La izquierda lo considera un traidor. La derecha, un blando.
Acosado por varias investigaciones que de momento sólo afectan a su esposa y más que estrecha colaboradora, Nadine Heredia, afronta los últimos meses de su mandato, que termina en julio próximo, enfrentado con casi todo el espectro político
Además, se le acusa de ser un pelele en manos de la primera dama, que para la mayoría de los peruanos es la que realmente toma las decisiones de gobierno. Aunque muchos de los que apoyaron su elección han renegado de él, incluido más de un tercio de su bancada en el Congreso, varios analistas consideran que no ha traicionado ningún principio político porque, en realidad, nunca los ha tenido.
Para el historiador y analista político Antonio Zapata, el presidente “ha demostrado ser una persona que tiene muchos sombreros y que tiene cierta facilidad para cambiárselo”.
El primero, recuerda, fue el sombrero de chavista, con el que acudió a las elecciones de 2006. Humala, un exmilitar que había participado en el año 2000 en una asonada contra el moribundo régimen de Alberto Fujimori (1990-2000), era hasta entonces un desconocido en la escena política. Pasó a la segunda vuelta y los poderes fácticos temían que su victoria colocara Perú en la órbita de la Venezuela de Hugo Chávez. Incluso hay fuertes sospechas de que su campaña recibió fondos de Caracas. Esto le hizo perder en la segunda vuelta ante Alan García.
Para los siguientes comicios, en 2011, moderó su mensaje. Contrató a asesores brasileños que habían trabajado en la campaña del Partido del Trabajo de su país y se presentó como una especie de Lula peruano. Su programa de gobierno era menos radical que cinco años antes, pero todavía prometía un cambio en la estructura económica y social del país así como derogar la Constitución ultraneoliberal aprobada en tiempos de Fujimori. Al pasar de nuevo a la segunda vuelta, tuvo que moderar aún más su programa electoral para ganarse el centro del espectro político, que le terminó dando el triunfo.
El congresista Jaime Delgado, un político independiente proveniente del movimiento de la defensa del consumidor, fue uno de los que lo apoyó. “Todos apostamos por que este fuera un gobierno diferente, que no estuviera comprometido con los grupos económicos de siempre, que no han permitido hacer cambios importantes en el país. Había que modernizar las estructuras de nuestro país”, explica.
Sin embargo, añade, “nada de eso se ha producido”. Lo primero que hizo Humala, incluso antes de ser investido presidente, fue disolver la coalición que lo había llevado al poder. “Eso nos dio mala espina, algo nos empezó a oler mal. Pensamos que quizás quería gobernar solo, que no quería gente que le incomode”, sostiene Delgado.
Entre sus primeras medidas hubo algunos pasos considerados positivos por quienes le apoyaron, como subir el salario mínimo hasta 750 soles al mes (unos 210 euros al cambio actual); aprobar una ley de consulta previa para los pueblos indígenas por la que había que contar con su opinión en aquellas leyes, proyectos e infraestructuras que les afectaran a ellos o a sus territorios, y hacer modificaciones legales que permitían recaudar más de las empresas mineras.
Lo primero que hizo Humala, incluso antes de ser investido presidente, fue disolver la coalición que lo había llevado al poder
Pero todo fue un espejismo porque desde el primer momento puso “los cargos principales del país en el manejo de las políticas económicas en manos de economistas de derecha”, señala Zapata.
“Una vez que llega (al poder) es cooptado por los grupos de poder económico, que le muestran los grandes riesgos que correría el país si es que interrumpe la dinámica abierta por Fujimori de crecimiento económico y apertura liberal. Lo asustaron y decidió seguir el rumbo más fácil”, añade.
Tras un conflicto minero en el que hubo varios muertos, a los cuatro meses de asumir el poder, todos los representantes de la izquierda en su gabinete salen del gobierno. Poco a poco Humala fue tomando decisiones que nada tenían que ver con lo que había anticipado en campaña: redujo los controles ambientales a las empresas extractivas, no volvió a tocar el salario mínimo, intentó --sin éxito-- reducir los derechos laborales de los jóvenes e impidió que la petrolera estatal Petroperú volviera a explotar pozos de crudo, actividad privatizada bajo el mandato de Fujimori, entre otras.
Para Zapata, “el problema es que [Humala] no ha hecho nada. Entonces, hay un gran contraste entre lo que prometió y lo que no ha hecho”.
“Eso es porque carece de convicciones, es demasiado influenciable”, lamenta Delgado, que el año pasado se sumó al éxodo de miembros del grupo parlamentario oficialista, que ha pasado de 47 miembros en 2011 a 27 por las renuncias y expulsiones. Una de las últimas bajas ha sido la de la vicepresidenta de Humala, Marisol Espinoza, uno de los pocos referentes de izquierda que quedaban en la bancada. El grupo parlamentario oficialista ha pasado de 47 miembros en 2011 a 27 por las renuncias y expulsiones.
Los analistas le conceden, sin embargo, algún logro, como progresos en educación y la puesta en marcha de programas sociales. Con estos ha buscado presentarse como el gobierno de la “inclusión social”, pero apenas ha logrado reducir la lacerante desigualdad que comparte con sus vecinos de la región y es visto como un gobierno que defiende ante todo los intereses del empresariado.
El año pasado condonó parte de las deudas tributarias de varias grandes empresas, disminuyó las multas por infracciones laborales e intentó reducir las prestaciones laborales de los jóvenes (una medida que fue finalmente tumbada por el Congreso).
Durante su mandato, el crecimiento económico, que llegó al 8,82% en 2010, ha ido bajando hasta el 2,35% de 2014. Pese al descenso, sigue siendo uno de los más altos de América Latina, que se ha visto duramente afectada por la desaceleración china y la consiguiente caída de los precios de las materias primas. De hecho, durante la celebración del la reunión anual de gobernadores del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) a principios de octubre en Lima, Perú fue puesto como ejemplo a seguir por sus vecinos. Se ha hablado incluso de un ‘milagro peruano’.
El año pasado condonó parte de las deudas tributarias de varias grandes empresas, disminuyó las multas por infracciones laborales e intentó reducir las prestaciones laborales de los jóvenes
Sin embargo, este ‘milagro’ contrasta con los altos niveles de desigualdad que perviven, la baja productividad de los trabajadores peruanos y la alta informalidad laboral (que llega al 72,8%). Los críticos destacan que el crecimiento de los últimos años ha estado basado exclusivamente en el aprovechamiento del superciclo de precios altos de materias primas, dado que Perú es uno de los principales productores de minerales. Es el segundo mayor productor del mundo de plata, cobre y zinc y el quinto de oro. Humala, al igual que sus predecesores, no ha hecho nada por diversificar la economía nacional. Más bien al contrario, ha apostado a fondo por el mismo modelo extractivista exportador.
El año pasado promulgó una serie de medidas económicas que minimizaban la ya laxa regulación medioambiental para impulsar la inversión extranjera en el sector minero. Además, no ha aplicado la ley de consulta a los pueblos indígenas para evitar que interfiera con los proyectos mineros.
Aunque prometió que priorizaría la agricultura y los recursos hídricos a los minerales, ha enfrentado con la fuerza varias protestas ciudadanas contra la apertura de minas.
Esto no sólo ha dejado varios muertos por disparos de la policía en diferentes puntos del país, sino que tres grandes proyectos de extracción de oro y cobre que rondaban los 16.000 millones de dólares de inversión han tenido que ser paralizados por la oposición social en las regiones de Cajamarca, Arequipa y Apurímac,.
Zapata subraya que de este modo “ha quedado mal con todos, por eso es que le odia la derecha. Porque a pesar de haberse pasado a ese lado no ha tenido la fuerza suficiente, el atrevimiento, la convicción y el valor de llevar adelante a la bruta las medidas que le exigía”.
El analista e historiador destaca que es “alguien débil, al que la población le dice ‘cosito’, es decir, una cosa chiquita”, y que ha demostrado que “en realidad no conoce mucho el arte de gobernar, no está muy involucrado en los temas, está como que flota... Me da la impresión de que es alguien que a la hora de la verdad descubrió que no estaba muy interesado en gobernar”.
Como consecuencia, “se ha caracterizado por no tener buenas relaciones con nadie: se ha peleado con sus aliados, se ha peleado con sus enemigos (…) y al final (Humala y su esposa) están muy aislados y con grandes riesgos de pasarlo mal cuando termine su gobierno”. “Los van a enjuiciar, los van a tratar de meter presos”, advierte.
Tras poco más de cuatro años en el poder, el presidente de Perú, Ollanta Humala, es uno de los gobernantes peor valorados de América Latina, codo a codo en los últimos puestos en popularidad de la región con la brasileña Dilma Rousseff. Aunque...
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Pablo Pérez Álvarez
Pablo Pérez Álvarez es un periodista de Zaragoza que ha trabajado durante varios años en países de América Latina como México, Colombia, Perú y Argentina, en agencias de noticias internacionales y colaborando con distintas revistas y medios digitales fundamentalmente de España y México.
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