Plomo en la sangre de los niños de Taranto
La decadencia de una ciudad intoxicada por una fábrica de acero en el sur de Italia
María Torres-Solanot Taranto , 11/11/2015
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Un polvo brillante y rojo mancha las lápidas de mármol blanco del cementerio de Taranto, una ciudad de 200.000 habitantes situada en la región de Puglia, el tacón de la bota de Italia. Es el resto del óxido que deja la lluvia de mineral, partículas de polvo que día a día caen sobre esta localidad del sur de Italia. Lluvia de polvo rojo oscuro que no cesa. No cae del cielo.Viene desde Ilva, la fábrica de acero que lleva varias décadas contaminando la población.
Son las doce del mediodía, hay un silencio total, y nadie visita el cementerio. Las siluetas de las tumbas y retratos enmarcados de los difuntos perfilan el cielo de la ciudad. Algunas de las imágenes de los ausentes se han difuminado. El polvo de hierro las ha erosionado. Al fondo, la visión de las chimeneas humeantes de Ilva, la mayor acería de Europa.
A la salida del cementerio se encuentra el barrio de Tamburi, donde viven unas 18.000 personas. El polvo de mineral lo cubre todo: hogares, balcones con ropa tendida y parques infantiles, donde las cintas que los rodean recuerdan que está prohibido jugar, ya que el suelo está contaminado con plomo, PCB, berilio, mercurio, níquel y cadmio.
La escritora tarantina Beatrice Ruscio, autora del libro Legami di Ferro, explica que este veneno en forma de mineral es una de las razones por las que durante un tiempo no se pudo enterrar y desenterrar a los muertos del cementerio, debido a las condiciones del suelo altamente tóxicas. También relata que la fábrica cuenta con campos de mineral --montañas de polvo de hierro al aire libre-- con una superficie equivalente a noventa campos de fútbol, y que está tan solo a 170 metros de la zona residencial.
La chimenea más alta del complejo siderúrgico es considerada la principal responsable de la liberación en la atmósfera de la mayor parte de los contaminantes, pero también escapan por otros lados de la planta Ilva emisiones no canalizadas a través de las chimeneas. Estas no están, por lo tanto, sujetas a ningún filtro.
Hay datos de una mortalidad infantil un 21% superior a la media del país. Datos elevados de leucemia, cáncer cerebral y linfomas
Los análisis encargados por la organización ecologista italiana Peacelink y su presidente, el profesor Alessandro Marescotti, han documentado la presencia de plomo en la sangre de los niños. Hay datos de una mortalidad infantil un 21% superior a la media del país. Datos elevados de leucemia, cáncer cerebral y linfomas.
Hace algunos años se encontraron restos de varios químicos en la ganadería de la zona y el pastoreo está prohibido en 20 kilómetros alrededor de la zona de Ilva. Los ambientalistas locales alertan también de esta contaminación en la carne, los vegetales e incluso en la leche materna.
Antes de establecerse la fábrica, esta zona de Italia bañada por dos mares era famosa por la calidad de sus ostras. Ahora los mejillones --también contaminados-- los venden en pescaderías y restaurantes de todo Taranto. La siderúrgica Ilva, con una superficie más de dos veces mayor que la de la ciudad, extrae agua del Mar Piccolo, con la que refrigera las instalaciones de la fábrica, para luego volver a echarla al Mar Grande. Las posibilidades turísticas de un lugar histórico, y situado en un enclave privilegiado en Europa, han sido sacrificadas por una política municipal enfocada solo en la producción de acero, gas y combustible. La acería y todas sus empresas satélite han ganado. Los turistas tienen miedo de ir a un destino tan contaminado. Hasta las guías para viajeros alertan de ello.
Ilva, que nació hace casi un siglo, y comenzó su producción en Taranto en los años sesenta, emite sin control otro veneno al aire: las dioxinas y benzopirenos, causantes de una gran cantidad de enfermedades cardiovasculares y diversos tipos de cáncer.
Los vecinos del barrio de Tamburi --los trabajadores de la fábrica y sus familias-- se resisten a hablar. Un silencio que grita, pues unas 12.000 personas han fallecido en los últimos diez años por problemas de salud relacionados con las enfermedades que provocan estas sustancias cancerígenas.
”El agua del grifo sale negra, y los días de viento se ve cómo vuela el polvo de mineral, pero no voy a decir nada más, ni me haga una foto. Mi marido y mi cuñado trabajan allí”, dice una vecina que se asoma por la ventana de su casa situada cerca de una de las entradas de la fábrica. Una de las estrategias que tiene la fábrica es contratar a familias enteras. Así logra su estabilidad social, y la dependencia de su personal.
“Atención!!! Ciudad contaminada”, es un grito que se lee en varias paredes del barrio de Tamburi, junto con el dibujo de una cara cubierta por una máscara. En Taranto, todos tienen un amigo o familiar víctima de la contaminación de la fábrica de acero. Trabajo y cáncer o desempleo y pobreza. Los trabajadores de la fábrica prefieren mantener sus puestos, aunque desde 1991 Taranto está calificada como "zona de alto riesgo ambiental".
En la Vía Lisippo, la calle de viviendas más cercana a la siderurgia, hay una placa en la fachada de la casa donde vivió Giuseppe Corisi, trabajador de la fábrica ya fallecido: “Enésimo fallecido por neoplasia pulmonar. Tamburi (Taranto). 8 de marzo de 2012”.
Mientras, al otro lado de la ciudad, el antiguo distrito, la que fue bella citta vechia se derrumba, olvidada, decadente, y abandonada por las autoridades. Un bellísimo lugar donde las paredes color ocre de las antiguas casas, erosionadas por el tiempo y sin rehabilitar, se asemejan al color del polvo de óxido envenenado, presente en la hierba de los parques, las tumbas del cementerio, las aceras, las paredes y muros de las casas teñidos de ese rojo oscuro en el barrio de Tamburi.
“Los trabajadores viven bajo presión, económica y social. Han preferido el trabajo a la salud. La ciudad ha sido sacrificada durante sesenta años, no hay universidad, no hay teatro, no hay nada. Se llevaron todo. Como el aire se lleva el polvo desde la fábrica a las casas. Ese polvo de oxido y muerte”, resume Marco, vecino de Taranto y activista medioambiental.
Un polvo brillante y rojo mancha las lápidas de mármol blanco del cementerio de Taranto, una ciudad de 200.000 habitantes situada en la región de Puglia, el tacón de la bota de Italia. Es el resto del óxido que deja la lluvia de mineral, partículas de polvo que día a día caen sobre esta...
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María Torres-Solanot
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