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En las imágenes que abrían los telediarios españoles durante el fin de semana, Bruselas parecía una ciudad atrincherada. Las primeras páginas de los periódicos mostraban militares con escopeta y perros custodiando las calles y los enclaves turísticos de la capital europea. La percepción mediática era de auténtica alerta. Tanto, que muchos turistas han elegido cancelar sus escapadas y moverse a un lugar “menos peligroso”.
En Bruselas los teléfonos de los residentes de la capital belga no han parado de sonar durante los días que ha durado la alerta de nivel 4 y muchos han sentido miedo. “Esto es todo como una horrible pesadilla. El fin de semana ha sido bastante angustioso”, cuenta una funcionaria europea y vecina del barrio de Ixelles, una de las comunas de Bruselas. Las autoridades belgas detuvieron a 21 personas y aunque 17 hayan sido puestas en libertad, se pregunta “cómo van a levantar el estado de alarma”.
El sábado nevó, pero no había niños jugando en la calles. Tampoco el domingo ni el lunes, los más pequeños seguían jugando junto a ventanas cerradas mientras alzaban las cortinas corridas para ver la luz; los colegios estuvieron cerrados hasta el miércoles, al igual que el transporte.
La vida europea, no obstante, debía seguir. La mayoría de las instituciones abrieron y las grandes reuniones, como la del Eurogrupo, se llevaron a cabo tal y como se habían planificado. En la Comisión Europea, en torno al 20% de los funcionarios trabajó desde casa y algunos becarios decidieron marcharse, según aseguran fuentes comunitarias. Al igual que algunos miembros de las oficinas autonómicas españolas. “No aguanto más estar en Bruselas. Volveré cuando todo esté más tranquilo”, dice una trabajadora de la delegación de Castilla y León que ha cogido un avión de ida sin fecha de vuelta.
En la Comisión Europea, en torno al 20% de los funcionarios trabajó desde casa y algunos becarios decidieron marcharse, según aseguran fuentes comunitarias
Algunas embajadas así como algunas firmas de lobbies también abrieron sus puertas mientras duraba el estado de alarma, pero operaron con el personal mínimo. “Si los clientes nos necesitan hoy para solucionar sus problemas, primero tendríamos que arreglar los nuestros”, ironizaba el martes el abogado de una firma jurídica británica que se encarga de gestionar las crisis de conocidas empresas europeas.
Los que realmente vivieron “el caos”, según un cámara belga que retrató la escena, fueron los 3.000 miembros del Parlamento Europeo que llegaron el lunes por la tarde a Bruselas tras haberse marchado el jueves. En su mayoría los eurodiputados y los asistentes se dirigieron a la estación de Gare du Midi para coger un tren que los llevara directamente a Estrasburgo, donde se celebraban las sesiones plenarias mensuales del Parlamento.
Todo ello junto con las medidas de seguridad, los vagones del tren Thalys llenos y los retrasos provocaron lo que algunos denominaron como “hacinamiento”. “Bienvenido a Estrasburgo, di adiós a Schengen”, ironizó en su cuenta de Twitter la eurodiputada liberal de Estonia Kaja Kallas.
El Gobierno belga había recomendado permanecer lejos de lugares públicos y de aquellos en los que se agrupara mucha gente. "Está claro que la situación no se manejó bien y que las autoridades no estaban preparadas en absoluto”, señala una asistenta parlamentaria española que define la situación como surrealista y peligrosa. “Nadie ha tenido en cuenta la gravedad de lo que estaba ocurriendo”.
Falta de coordinación policial
A menos de cuatro kilómetros, en el barrio europeo, paseaban el martes más soldados armados que personas por las calles. Tampoco pasaban desapercibidos los policías de la media docena de departamentos que hay establecidos en una ciudad de 1,2 millones de personas y que se divide en 19 ayuntamientos.
“Bélgica es un estado pequeño que siempre se ha enfrentando a problemas diversos, pero también muy fragmentado”, apunta el periodista de POLITICO Ryan Health
Los alcaldes se resisten a las llamadas que el ministro del Interior belga, Jan Jambon, hace para fusionar los distritos policiales. También el primer ministro socialista de la región de Bruselas, Rudi Vervoort, que sostiene que las autoridades tienen que estar cerca de las comunidades locales. “El problema es que Bruselas carece de una fuerza policial metropolitana coordinada que pueda hacer frente a las principales amenazas, como el terrorismo”, critica Marc Hooghe, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Lovaina y reputado analista belga.
Los partidos flamencos lo saben y quieren unir estas zonas, pero los partidos francófonos, incluyendo el MR del primer ministro belga, Charles Michel, titular del Gobierno Federal de Bélgica, han bloqueado la reestructuración. “Sus posturas chocan cada día”, añade Hooghe.
Al temor provocado por el estado de alerta que se decretó para dar caza al atacante que sobrevivió a la matanza de París, se suma la descoordinación de la coalición en el poder y la falta de cohesión policial. Charles Michel cogió en 2014 las riendas de una unión de partidos que agrupan el centro-derecha con la Nueva Alianza Flamenca (N-VA), a los cristiano demócratas (CD & V) y a los flamencos que se dividen entre liberales (Open VLD) y el Movimiento Reformista (MR).
“Bélgica es un estado pequeño que siempre se ha enfrentando a problemas diversos, pero también muy fragmentado”, apunta el periodista de POLITICO Ryan Health. “La policía local tiene a veces más poder y recursos que los propios sistemas de inteligencia. Pero luego no comparten la información ni la persiguen”, continúa.
A escasos 200 metros del bar donde se gestó el ataque de París hay una enorme comisaría de Policía. “El caos es no ser capaces de ver el peligro delante de tus ojos, coordinar una redada o cerrar el metro”, explica Health, buen conocedor de la capital belga que cada mañana escribe una extensa newsletter sobre lo que ocurre en Bruselas. “Es la combinación entre no ser capaz de lidiar con los problemas y la falta de habilidad para enfrentarse a situaciones de riesgo lo que provoca miedo”.
En las imágenes que abrían los telediarios españoles durante el fin de semana, Bruselas parecía una ciudad atrincherada. Las primeras páginas de los periódicos mostraban militares con escopeta y perros custodiando las calles y los enclaves turísticos de la capital europea. La percepción mediática era de...
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Ekaitz Cancela
Escribo sobre política europea desde Bruselas. Especial interés en la influencia de los 'lobbies' corporativos en la toma de decisiones, los Derechos Humanos, la desigualdad y el TTIP.
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