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La globalización y la deslocalización son conceptos grandilocuentes y difusos. Se han convertido en palabros populares y mediáticos pero pocas veces tenemos la oportunidad de tocarlos con las manos y entender su potencia. Bajé al super a por unos espárragos en conserva para comerlos como primer plato de un almuerzo rápido y tópico: espárragos blancos con mayonesa y filete a la plancha, que no todo va a ser “puturú de fuá” o fast food guarripé.
En el lineal había unas latas y frascos de cristal con espárragos de mediano tamaño y longitud similar pero me quedé perplejo ante la oferta disponible. Tres conservas casi iguales con parecido número de espárragos y similar grosor pero con tres precios bien distintos: 7, 4 y 2 euros ¿Dónde estaba el truco, la trampa, el trile, el engaño, la causa de semejante diferencia? Unos valían más del triple y otros el doble de los más baratos pero los espárragos eran ¿los mismos? Estudié las etiquetas, la única diferencia era su origen. Adivina adivinanza, ejercicio de agudeza geoeconómica, ¿cuál era el lugar donde crecieron los espárragos según su precio? Acierta usted, los de 7 euros eran de Navarra, los de 4 euros de Perú y los de 2 euros de China. Globalización: a pesar de que Navarra dista de mi super 300 kilómetros, Perú de España 9.000 kilómetros y China 8.800 kilómetros, el transporte importa poco en el precio. ¿Qué importa entonces? Los salarios de un agricultor chino o peruano no superan los 200 euros al mes pero a un agricultor navarro apenas le pagan 2 euros el kilo de espárragos de máximo grosor y calidad. Por otra parte la agricultura europea está subsidiada y si no fuera así los agricultores serían una rara especie cuyos últimos ejemplares se mostrarían disecados o dentro de una jaula en un museo o un zoo. Por tanto algo olía a podrido en la Dinamarca de mi supermercado, así que volvamos a mi almuerzo, Hamlet, ser o no ser ¿Cuál comprar?
Cometido el pecado nefando me aseguré de que al menos la mayonesa de bote fuera española. Me garantizó el carnicero que el filete era de ternera gallega aborigen cien por cien. Al llegar a casa abrí el frasco de espárragos con prevención. Aquellos cilindros peniformes de color marfileño habían atravesado medio mundo para acabar en mi plato y aun así habían costado apenas dos euros. Me dispuse a saborearlos como lo que eran, una exotiquísima vianda del Lejano Oriente. Le corté la cabeza con el cuchillo con malísima conciencia, sentía que no muy lejos, en Navarra, yo era el responsable del asesinato de un espárrago de allí. La próxima vez los compraría peruanos, todo por la patria, aunque fuera una madre patria difusa y colonialista.
La globalización y la deslocalización es esto, una conserva de espárragos, un par de calcetines, una blusa de moda, una sartén para hacer ese filete autóctono que me voy a comer. ¿Una sartén? ¿Un trozo de hierro redondo? Seguro que también es made in China. Pero no, te equivocas lector, porque los alemanes, que son muy cucos, me han sabido vender una supersartén de superacero super maravillosa, una sartén de altísima calidad que me garantizan además por 25 años de cualquier desperfecto para que pueda comprobar que no sólo de marketing falso vive el hombre, hasta puedo dejársela en herencia a mis hijos. Costó siete veces más que una made in China pero… puedo decir la marca, claro, Woll, y a pesar de tener un uso intensivísimo desde hace cuatro años está como nueva. La globalización también es esto, que un consumidor español se decida a comprar un hierro alemán hecho por un amigo de Angela Merkel a pesar de la enorme oferta de hierros chinos. Si una sartén puede ser también un producto de alta tecnología ¿por qué no un espárrago? ¿un calcetín? ¿unas bragas?
Llamé a un amigo agricultor cooperativista navarro y le conté mi traición. No se enfadó, entendió mi oscura conducta e intentó venderme sus joyas. Espárragos ecológicos, casi tan gordos como el pene de Nacho Vidal, cuidados con mimo exquisito, sin pesticidas ni mierdas, bueno, con mierda sí, pero orgánica. En España tenemos ya casi dos millones de hectáreas de agricultura ecológica, somos los primeros de la Unión Europea por área cultivada con agricultura ecológica. Su sabor es inigualable. Olvida el símil de Nacho Vidal que sé que eres hetero. Haz la prueba en ciego de los chinos y los nuestros y luego me dices. Además yo vivo de esto, y vivo bien, no pago a mis recolectores doscientos euros al mes. Fíjate que la mayoría de mi cosecha se la vendo a los alemanes. Ellos sí que saben y no nosotros, ¿te he contado lo de una inmensa partida de guisantes chinos que venían coloreados de verde?, ¿te comerías un jamón ibérico made in china? (…). Y así siguió mi amigo echando flores a sus espárragos, construyendo un consistente storytelling que me gustaría haber conocido antes.
Aún me da pudor reivindicar mi patrioterismo gastró, pero lo hago. Utilizo también todo el asunto ese de la huella de carbono y el cambio climático, la cantidad de combustible que se gasta, lo mucho que contamina traer una espárrago desde China, pero el único argumento que me vale de verdad, para la sartén alemana o el espárrago navarro, es que está buenísimo, hice la prueba en ciego y resultó. Eso sí, no he podido olvidar el símil que me puso mi amigo sobre Nacho Vidal. Tendré que ir al terapeuta.
La globalización y la deslocalización son conceptos grandilocuentes y difusos. Se han convertido en palabros populares y mediáticos pero pocas veces tenemos la oportunidad de tocarlos con las manos y entender su potencia. Bajé al super a por unos espárragos en conserva para comerlos como primer...
Autor >
Ramón J. Soria
Sociólogo y antropólogo experto en alimentación; sobre todo, curioso, nómada y escritor de novelas. Busquen “los dientes del corazón” y muerdan.
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