Libros
La tragicómica patria de Albert Pla
El cantautor extrema el relato de la picaresca en ‘España de mierda’, su primer trabajo literario
Francisco Pastor Madrid , 9/12/2015
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Al cantautor Albert Pla (Sabadell, 1966) le precede la fama de no pensar antes de hablar. Es un deje que hace dos meses le valió una multa de cien euros, tras mencionar que quería “matar a los políticos de Podemos” antes de que se parecieran al resto de dirigentes. Cuando recuerda episodios así desde el bar de un hotel de la Gran Vía madrileña, el músico, ataviado con un chándal gris, de forro amarillo fosforito, sostiene que se le debería juzgar por su obra, no por su conversación: “En mi trabajo sí hay un discurso, una estructura. No respondo ante otros, no hay fragmentos, no hay malentendidos. Hay gente que piensa que odio a España. ¿Pero cómo voy a odiarla, si es el lugar de donde vengo?”. Y también atrás queda el concierto que el Teatro Jovellanos de Gijón decidió desconvocar, en 2013, tras las declaraciones en las que el autor apuntó que le daba asco ser español.
En España de mierda (Roca), su primer libro, un joven músico uruguayo viaja por todo el país guiado por un promotor que le habría pactado varios conciertos; aunque algunas actuaciones quedan frustradas y las que sí se celebran endeudan a los intérpretes. Desde la mirada inocente del extranjero, que se cruza en su camino con Julián Hernández, de Siniestro Total, y con Javier Krahe —en ambos casos, con conocimiento de los implicados, aunque Krahe no viviera para leer el resultado—, descubrimos un país en el que los concejales de Cultura trabajan soñando con acostarse con los intérpretes y en el que los tratos se cierran, o no, después de grandes banquetes y borracheras. Pla hilvana en la peripecia de un viaje aquello que, como cuenta, “no se veía escribiendo en verso” y articula un delirio en el que “la parte más real del relato” yace sobre unos desafortunados músicos.
“El dinero de la industria de la música se lo han gastado cuatro cocainómanos. Yo hago bolos para sobrevivir y me siento, como cantautor, un incordio”, anota el escritor, al pensar en lo que le une a sus personajes. Las “tres veces al año” que el compositor asegura recorrer el país, acompañado de una decena de instrumentistas, devienen en caricaturas extremas en la ficción: una Galicia carcomida por masas de peregrinos, que engullen cuanto queda a su alcance, un Bierzo que busca la independencia a través de las bombas y una Euskadi en la que los viandantes solo pueden huir de las protestas, que desbordan todas las calles hasta chocar unas contra otras. “Cuento lo que imagino, sin una propuesta política. Aunque hay quien montaría un grupo terrorista para que la barandilla de una escalera fuera de piedra y no de madera”, resuelve el cantautor. Pla parodia el poder y los activismos de la calle: ya dio cuenta de ello en su musical Manifestaciones.
Me molestan las fronteras, en cualquier parte del mundo. Que quieran levantar otra, en Cataluña, me parece una tontería supina
La editorial no ha puesto trabas ni ha querido cortar una palabra de un autor que, sospecha, pierde espectadores cuando sus declaraciones a la prensa se relevan escandalosas; solo le pidió un título con gancho y una portada vistosa. “España de mierda es la crítica que yo hago de mi país. No dudo de que cada uno pensará lo mismo del suyo. Me molestan las fronteras, en cualquier parte del mundo. Que quieran levantar otra, en Cataluña, me parece una tontería supina”, revela un autor asociado por la opinión pública al independentismo, habida cuenta de algunas de sus letras. En la obra, su tierra natal aparece devastada por un virus que persigue el catalán e impone el castellano. Es un discurso que el autor dice no conservar en la vida real: “Claro que pienso que mi lengua no corre esa suerte. Imaginé una historia graciosa y la quise contar. En este libro, en muchas ocasiones, no hay más que eso”.
Aunque el escritor estaba convencido de que su trabajo vería la luz en abril, de cara a Sant Jordi, su editorial ha preferido el otoño, cerca de las elecciones generales y mientras el Parlament catalán amaga, de nuevo, con la independencia. Son periplos que quedan lejos de quien recuerda que nunca vota: “Nunca he tenido la vocación de cambiar el mundo, ni de cambiar nada. Yo no tengo las respuestas a los problemas y espero no tenerlas nunca”. Las promesas de la nueva política no han logrado convencer a alguien que, en esta ocasión sí, se reafirma en los discursos por los que más se le reconoce desde hace tiempo. “Nos han engañado quince veces y volvemos a votarles. Quizá el fallo sea nuestro”, cuenta quien se jacta de evitar leer el periódico, no encender la televisión ni estar pendiente de las redes sociales: “Si ocurre algo importante, nos vamos a enterar igual”.
Si me hacen una pregunta y respondo una barbaridad, aquello dura años. Ese no soy yo. Lo que escribo, sí
Sí abundan en el libro las referencias a los recovecos de la geografía, la historia y el arte, aunque siempre deconstruidos: Leonardo da Vinci aparece retratado como un perverso explotador, así como alguien se limpia sus partes bajas, después de una aventura escatológica, con muestras del manuscrito del Quijote original: “Si me hacen una pregunta, respondo, digo una barbaridad y aquello dura años. Ese no soy yo. Lo que escribo, sí. Es natural que los artistas queramos provocar una reacción”. Pla empezó y acabó de escribir esta historia, según cuenta, sin imaginar nunca a un lector al otro lado. Solo una vez terminada, encontró el interés editorial. “Toda mi vida, desde que empecé a componer, ha sido una cuestión de suerte. No es verdad que los músicos tengamos un público”, anota quien celebra más de tres décadas apuntalando discos y que acompaña con actuaciones la publicación de este libro; entre otras, en la Sala Galileo de Madrid y en la Jamboree de Barcelona.
“Azar, y amistades, claro”, recuerda este compositor que también ha trabajado como actor: para Isaki Lacuesta en Murieron por encima de sus posibilidades (2014), para Isabel Coixet en A los que aman (1998) y para Juanma Bajo Ulloa en Airbag (1997) o Rey gitano (2015). La micropoetisa Ajo sería la encargada de presentar su primer ejercicio literario, solo unas horas después de aquella ronda de entrevistas en el corazón de Madrid que Pla despacha en chándal: el mismo con el que acudiría, así las cosas, a la librería y enoteca desde la que este celebraría su primera vez en el mundo editorial. Porque la capital dibujada en esta España de mierda no es la de los bigotes perfumados, las pajaritas y los pantalones de pitillo, sino la de quienes desconocen la gentrificación. “Me duele venir a Madrid sabiendo que no voy a verle”, menciona el autor, refiriéndose a Krahe.
Al cantautor Albert Pla (Sabadell, 1966) le precede la fama de no pensar antes de hablar. Es un deje que hace dos meses le valió una multa de cien euros, tras mencionar que quería
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Francisco Pastor
Publiqué un libro muy, muy aburrido. En la ficción escribí para el 'Crónica' y soñé con Mulholland Drive.
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