Como pasó con la candidatura de Ahora Madrid y Manuela Carmena en las municipales, mucha gente ha decidido que la fiesta de la democracia es algo más que votar y se ha autoinvitado de otra manera al sarao. Cientos de ilustraciones, de gifs, de vídeos, de canciones están moviéndose por las redes; un montón de personas agrupadas bajo el nombre de Purple Rain 20D están poniendo morados sus muros, sus timelines y a sus contactos para transmitir ganas de cambio. Uno de ellos es Juanjo Sáez, un ilustrador de Barcelona y de postín que ha dibujado y colgado en sus redes una serie muy chula de carteles con distintos personajes (una señora mayor, un heavy, una chica rubia, un muchacho pelirrojo) y un lema: “Vótate a ti, vota a Podemos”.

Mientras esto ocurre en la vida misma, en Distopía siguen a lo suyo. Debates entre candidatos holograma, promesas déjà vu, puñetazos imbéciles. Y mucho tópico que de tanto repetirse acabamos tomando como axioma. Por ejemplo, el que dice que los chavales jóvenes y airados que adelantan por la izquierda han diagnosticado bien los síntomas del problema pero no están para traer las soluciones necesarias, que para la gestión hace falta gente con experiencia, políticos como dios manda, que diría uno de esos gestores expertos.

Manda huevos, que diría otro. Cada día tenemos decenas de noticias que son ejemplo de pésima gestión (que a veces rima con corrupción) de lo público por parte de los de siempre. Pero el tópico sigue siendo axioma. De hecho, también tenemos ya noticias que son ejemplo de lo contrario: los que gobiernan ahora en Barcelona, Madrid y Valencia han reducido muy mucho la deuda que habían creado los que llevaban gobernando toda la vida. Pero, nada, no hay forma de que la realidad se imponga a la ficción.

Y la realidad, al menos la que tengo yo más cercana, es que hay un montón de buenos profesionales en todas esas nuevas formaciones construidas desde abajo. Personalmente, y sé que está feo tratar de hacer estadística de la experiencia de uno pero también creo que en este caso puede ser común, conozco a muy pocas personas que trabajen en cualquier puesto o, siquiera, militen en los partidos tradicionales. Sin embargo, conozco a bastantes, muchas personas que están de alguna forma en Equo, Compromís, Anova, Barcelona en Comú, Ahora Madrid y Podemos. Gente que viene del activismo social y medioambiental pero también profesionales de la comunicación, de la economía, de la cultura, de la energía, de todo un poco. Gente que curra mucho y que curra bien en empresas o por su cuenta. Gente de fiar que sabe gestionar porque lo hace cada día y teniendo que asumir los errores, no como otros.

Hay más. Por alguna razón, porque conviene a Distopía supongo pero también porque somos de ojo vago, en las campañas sólo vemos a los líderes. Las caras, los gestos, los nombres de los candidatos a presidente son el (único) mensaje. Nos olvidamos de los que hay detrás y de lo que hay detrás. De las personas, del programa. Nos movemos por simpatías y antipatías, armamos nuestra intención de voto con las emociones —con las emociones creadas no sólo a partir de lo que los candidatos dicen y hacen, sino también de cómo nos cuentan otros lo que dicen y hacen—, no tanto con la razón.

Yo no soy especial. A mí me pasa igual. A mí a estas alturas Pablo Iglesias me da una pereza que me mata. Como a muchos, supongo. Y creo que él y otros que gobiernan su partido han ido haciendo cosas equivocadas que lo han ido alejando un poco de lo surgido del 15M, tan importante en su propio origen, tan esencial en los cambios que han ido sucediendo en nuestra política.

Por eso no le voy a votar a él. Como dice Juanjo Sáez en sus ilustraciones con mensaje, voy votar a todas las personas que conozco que llevan años trabajando y trabajando bien. Voy a votar a toda la gente que se ha currado un programa construido, además, por la participación y la ilusión de mucha otra gente. Me voy a votar a mí.