Halvorsen y Harder: dos estrellas que unió el fútbol y separó una dictadura
Dos futbolistas con ideologías contrapuestas. La historia de dos amigos y de una guerra
Toni Cruz 23/12/2015
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Esta es la historia de dos futbolistas. Esta es la historia de dos personas con ideologías contrapuestas. Esta es la historia de dos amigos y de una guerra: Asbjorn Halvorsen --al que apodaron Assi-- y Otto Fritz Harder --conocido como Tull--.
Asbjorn Halvorsen tal vez no tuviera un plan, pero lo cumplió. Halvorsen nació en pleno invierno de 1898 en Sapsborg, una pequeña localidad noruega casi en la frontera con Suecia. No eran tiempos fáciles en su país, que debatía sobre la conveniencia o no de seguir ligado a la corona sueca (finalmente en 1905 los noruegos se separaron tras un referéndum y subieron al trono a Haakon VII). La familia de Asbjorn no era rica. Su padre Christian era el orgulloso poseedor de una panadería, en la que el joven Halvorsen debía ayudar cuando no estaba golpeando un trozo de cuero por las calles.
A Asbjorn se le daba bien aquel juego. El Sapsborg se fijó en él y pronto se convirtió en su máxima estrella. Se desempeñaba de mediocentro, como cerebro del equipo. Con su criterio, el equipo de su localidad se alzó con el primer título de su historia. Pronto se convirtió también en un jugador importante para su selección, que fue capaz de ganarle al combinado del Reino Unido en los Juegos Olímpicos de 1920 en Amberes. Llegó a jugar diecinueve partidos con Noruega a lo largo de toda su carrera.
Otto Fritz Harder vio la luz seis años antes en la sajona Braunschweig, ciudad aristocrática y capital del ducado homónimo. Otto empezó a pelotear en la Leonhardtsplatz con otros chicos de familias burguesas. Todos soñaban con ser como Richard Queck, el delantero de moda de aquella época en Alemania. Jugaba Queck en el Eintracht de Braunschweig, como acabó haciéndolo muy pronto --16 años tenía-- Otto. Lo hizo contra la voluntad de su padre, de nombre Fritz, que le antepuso el ‘Otto’ por considerarlo un nombre imperial. Pronto el fútbol le rebautizaría con el apodo Tull, que era el nombre de un delantero centro inglés muy famoso que jugaba en los Hotspurs. Un jugador que falleció en una acción bélica durante la I Guerra Mundial. Y que era de color, un dato importante para la historia que seguirá.
Tull Harder se hizo un nombre. Su partida desde Braunschweig hacia Hamburgo supuso un drama para sus hinchas, que trataron de impedirlo a toda costa, obligando al futbolista a tomar el tren a más de veinte kilómetros de distancia. Era 1913. Un año más tarde dio comienzo la Primera Guerra Mundial, para la que Otto se alistó como voluntario, logrando en la contienda la Gran Cruz de Hierro de Primera y Segunda. Ello no impidió que dejara el fútbol pues para no perder la forma jugó algunos partidos con la camiseta del equipo de Stettin (hoy Sczescin, Polonia).
A Halvorsen no le afectó el conflicto, más allá de que siguiera con interés las manifestaciones obreras de 1917 en Cristiania. A pesar de ser en su país una estrella en ciernes, al noruego no se le olvidaban las manchas de harina en el delantal de su padre. Se sentía de izquierdas cuando aquello era un concepto pesado en determinados ámbitos. Se marchó a Hamburgo en 1921 a trabajar en la naviera Sloman y un año más tarde Otto Schwabe, un directivo de esa naviera y del conjunto más poderoso de Altona, el Hamburger SV, se fijó en él y le ofreció su primer contrato profesional como futbolista. Era hora de dejar los muelles y vestirse de corto.
Justo en ese momento se cruzaron las vidas de Halvorsen y Harder. Ambos formaron parte del equipo que alzó los dos primeros títulos de los Rothosen ('pantalones rojos', como se conocía al club). Uno pensaba y dirigía a sus compañeros con mucha educación y el otro ejecutaba sin piedad (387 goles en 211 partidos anotó Harder).
Uno se sentía cómodo y tranquilo cumpliendo en el campo y con su mujer y el otro prefería explotar su fama con todas las mujeres que pudiera en los tugurios de Saint Pauli bebiendo champán y cantando la canción que a él le habían dedicado --Wenn spielt der Harder Tull, dann heißt es drei zu null: si juega Harder Tull, entonces tres a cero--. Uno cobraba y callaba, el otro llegó a inspirar una marca de cigarrillos y hasta a protagonizar una película --Der König der Mittelstürmer, su papel lo desempeñó el célebre Paul Richter--. Uno era todo lo socialista que podía ser el hijo de un panadero noruego y el otro se afilió a un partido que no dejaba de crecer por aquellos años, el partido Nacionalsocialista. Y se llevaban y se entendían perfectamente dentro y fuera del campo.
Hitler llegó al poder en 1933, el mismo año que Assi --que ya era el capitán y manager del Hamburgo-- tenía previsto retirarse. Su último partido (un 14-0 al Schwerin) fue todo un acontecimiento en Alemania. Al finalizar el encuentro todos los jugadores alzaron su brazo derecho al cielo con la palma extendida. Salvo Assi. Su gesto le señaló e hizo que le ‘invitaran’ a marcharse del país y volver a Noruega. En la estación de tren de Hamburgo el andén estaba atestado. Entre la multitud sobresalía la figura de Tull Harder --se había retirado dos años antes--, que casi llega tarde a despedir a su amigo y compañero porque pensaba que se marcharía en barco. Ambos se saludaron con efusividad y se desearon buena suerte. Nunca más, o al menos que se sepa, se volverían a ver.
Inmediatamente después de volver a su país de origen, a Halvorsen le ofrecieron la dirección del fútbol noruego y comenzó a preparar a su selección para los Juegos Olímpicos de 1936. Unos Juegos que se iban a disputar en Berlín.
Harder, mientras tanto, siguió haciendo proselitismo para el partido Nazi --afiliado número 1.345.616-- entre la juventud y los deportistas. Su figura, de hecho, fue exprimida por Goebbels y sus adláteres en pro de su causa.
El 7 de agosto de 1936 el destino quiso darle una oportunidad a Assi. La Noruega que él entrenaba había derrotado a Turquía en octavos de final de los Juegos (4-0) y Alemania le había dado una paliza a Luxemburgo (9-0). Así que Noruega y Alemania se iban a enfrentar en cuartos en el Poststadion de Berlín ante la mirada de Hitler, Goering, Goebbels y Hess. Nadie dudaba de que Alemania vencería… pero Noruega ganó 2-0 con dos goles del judío Magnar Isaksen. Fue el primer y último partido de fútbol que vio Hitler en su vida. Noruega se llevó la medalla de bronce al final y Halvorsen vivió probablemente el momento más feliz de su vida.
A partir de ese momento, el drama.
En 1939 el estallido de la Segunda Gran Guerra envió al nazi Otto Harder y a su comando de Waffen-SS a vigilar el campo de concentración de Sachsenhausen. Tull hubiera querido combatir, pero no le dejaron por su edad (tenía 47 años). Durante los seis años del conflicto iría pasando de un campo a otro: Neuengamme, Verwaltung, Stöcken y Ahlem.
Halvorsen también conocería los campos de concentración, pero de otra manera. Alemania invadió Noruega en 1940, pero el irredento Assi se negó desde el principio a obedecer su mandato. Primero impidió que el enviado de Hitler --Josef Tervoben-- se sentara en una final de Copa en el palco destinado a la familia real --en el exilio en aquel momento-- y luego se dedicó a publicar panfletos contra la ocupación hasta su detención por la Gestapo en 1942. Halvorsen sufrió un año de cárcel en su país antes de empezar su particular periplo por el infierno de los KZ, los Konzentrationslager o campos de concentración. En Hatzweiler, su primer destino, un comandante llamado Josef Kramer le dijo que la única forma de salir de allí era a través de la chimenea del crematorio.
Ni Halvorsen ni Harder olvidaron el fútbol ni el fútbol se olvidó de ellos durante aquellos horribles años. Al noruego sus carceleros le reconocieron como la estrella que fue y mitigaron --en parte, nada más-- su sufrimiento. Él quiso compartir su fama en beneficio de sus compañeros repartiendo su ración extra y diciéndoles a los que se encontraban en peores condiciones que debían sobrevivir para que él les invitara a ver el primer partido de la selección después de la Guerra. Harder, por su parte, en mitad de la barbarie que sus compañeros orquestaban y de la que era cómplice, nunca negó a los pocos presos que podían realizar algún tipo de actividad física un cuero para jugar partidos de fútbol los domingos durante su reclusión.
Al final de la guerra, en 1945, ninguno de los dos parecía haber sido futbolista. Halvorsen no pesaba más de cuarenta kilos y se encontraba en la zona destinada a los enfermos terminales del campo de Vaihingen. Tenía tifus, neumonía, reumatismo y desnutrición. Harder fue detenido ese mismo año por los británicos y encarcelado en Iserbrook.
A Halvorsen le devolvieron los honores en Noruega inmediatamente. Harder fue condenado a quince años de cárcel por las atrocidades de la SS a la que estuvo afiliada. En su defensa dijo lo siguiente: “Tengo que reconocer que los testimonios que he podido escuchar en este juicio acerca de lo que sucedía en mi campo me han dejado casi sin palabras. Esas cosas, de ser ciertas, habrían sucedido sin mi consentimiento”.
Halvorsen dirigió la federación noruega de fútbol hasta su muerte, apenas diez años después y debida a las secuelas que le dejaron sus años en los campos de concentración. Tull Harder fue indultado por las autoridades británicas tras haber cumplido apenas cuatro años de condena. Su excarcelación fue celebrada con júbilo por los aficionados del Hamburgo, especialmente cuando acudió de nuevo al campo a ver de nuevo un partido de fútbol en 1952. Murió en 1956.
Se cree que Tull Harder, el nazi número 1.345.616, y Assi Halvorsen, el preso número 4796, se encontraron en un partido internacional clasificatorio para el Mundial de 1954 --de nuevo, el destino fue caprichoso-- que midió en Hamburgo a Alemania y Noruega. Ambos, probablemente compartieran un banquete tras el partido en el que, eso sí se sabe, el técnico alemán Sepp Herberger pidió disculpas a Halvorsen en nombre de todo su país. No hay constancia de que Tull y Assi se dieran un abrazo después de tantos años de sufrimiento. Es muy probable, después de repasar sus historias, que su amor común por el fútbol les obligara a hacerlo.
Esta es la historia de dos futbolistas. Esta es la historia de dos personas con ideologías contrapuestas. Esta es la historia de dos amigos y de una guerra: Asbjorn Halvorsen --al que apodaron Assi-- y Otto Fritz Harder --conocido como Tull--.
Asbjorn Halvorsen tal vez no tuviera un...
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