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"Cayastá, un pueblo que te atrapa" es el nuevo eslogan —a la vez irónico y pintoresco— de una pequeña localidad de la provincia de Santa Fe, a unas cinco horas en coche de la ciudad de Buenos Aires, donde viven 4.500 habitantes. El pueblo crece 10.000 almas en época estival y agrandó su incidencia en el mapa de la Argentina cuando recapturaron allí esta semana a los tres prófugos más buscados del país: los hermanos Martín y Cristian Lanatta y Víctor Schillaci.
Su fuga y persecución bien podrían venderse como el argumento de una serie televisiva en la estela narco de Breaking Bad, pero lejos de cualquier ficción, para Mauricio Macri, que acaba de cumplir un mes en la presidencia, fue una pesadilla muy real y el primer enfrentamiento cuerpo a cuerpo con poderosas mafias enquistadas en la burocracia estatal. Entiéndase el contexto envenenado: según cifras oficiales conocidas esta semana, desde 2013 se fuga, por lo menos, un preso por día. A quienes "en estos años ni siquiera han buscado", denunciaba el mandatario el martes, en su primera conferencia de prensa formal en la Casa Rosada.
La trama, en apretada síntesis, va como sigue. Tres presos recluidos en una cárcel de máxima seguridad de la provincia de Buenos Aires por un triple homicidio vinculado al narcotráfico se escaparon el 27 de diciembre. ¿Cómo? Por la puerta principal de la institución y usando para ello una pistola de juguete, indicios que alimentan las sospechas de que hubo connivencia del servicio penitenciario. Hay un detalle de color adicional que un buen guionista quitaría por inverosímil, pero que es cierto: el guardia encargado de impedirles la salida no usaba armas porque es testigo de Jehová y su religión se lo prohíbe.
Martín y Cristian Lanatta y Víctor Schillaci iniciaron así una fuga por varias provincias y paisajes rurales que duró 13 días e incluyó robo de vehículos, visitas a parientes y amigos en busca de dinero, tiroteos con policías y gendarmes, secuestro de lugareños y pistas de contar con el amparo de parte de las fuerzas de seguridad encargadas de apresarlos e infiltradas por el dinero de la droga (escuchas telefónicas difundidas tras su recaptura así lo prueban).
Por dos semanas, en los cafés, en las peluquerías, en las paradas de ómnibus y en las playas (enero aquí es como agosto en la península), la gente no habló de otra cosa. Ante la falta de resultados, se montaron tinglados informativos impresionantes que difundieron durante las 24 horas pseudonoticias que pecaron muchas veces de meras expectativas o especulaciones. Las emisoras de tevé trasladaron sus cámaras al último yuyal por el que se presumía habían pasado los prófugos, replicaron grabaciones de cámaras de vídeo de puestos camineros por donde se los veía pasar y multiplicaron tertulias infinitas. Aunque no se ponía en duda la buena fe de los ministros de seguridad nacional y de la provincia de Buenos Aires, las idas y vueltas de los procedimientos denotaban, cuando menos, dificultades reales para controlar el territorio.
Finalmente, los atraparon en Cayastá, provincia de Santa Fe, no sin desinteligencias y esquirlas, entre ellas, congratulaciones oficiales viralizadas por Twitter dando por cierta la captura de los tres cuando habían dado con uno solo: Martín Lanatta, apresado hace una semana "por un bache" (socavón), herido y librado a su suerte ante el vuelco del coche en el que huían, según un insidioso tuit de Aníbal Fernández, exministro del Interior del Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, involucrado en declaraciones periodísticas y judiciales por Lanatta en el entramado del redituable negocio del tráfico de efedrina, que rodea el triple crimen que lo llevó a la cárcel. Los dos restantes fueron recapturados el lunes, muy cerca del lugar de la primera detención, en un molino arrocero.
"En esta década que pasó, el narcotráfico avanzó como nunca antes en la historia, por la inacción, la incapacidad y la complicidad del gobierno anterior", sostuvo Macri al evaluar la situación tras la recaptura. "Tan valioso como que hayan vuelto a estar presos es aprender de estos trece días todo lo que tengamos que aprender para mejorar. Los errores que hemos cometido van en la línea de lo que siempre les he dicho. No nos sentimos infalibles. Somos gente que aprendemos en el hacer, en la acción. Aprendemos de nuestros errores", sostuvo con autocrítica ante lo que la oposición no dudó en tildar de "papelón".
Las remezones del caso recién empiezan. El miércoles la gobernadora de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, pasó a "retiro voluntario obligatorio" (sic) a siete comisarios generales de la policía bonaerense, que se suman a dos más pasados a "disponibilidad" y ya se anuncia un plan de reforma del sistema penitenciario que se presentaría esta semana. En ese proceso, que se enlaza con uno de los tres pilares de su propuesta electoral —erradicar el narcotráfico—, además de una férrea decisión, será indispensable para el macrismo abandonar toda inocencia y no menospreciar al enemigo.
En la base de estos movimientos se halla la convicción (que un sumario interno está nutriendo de pruebas) de que la búsqueda de los fugados demandó tantos días porque contaron con zonas liberadas y ayuda directa o indirecta de algunos policías que debían atraparlos. Hay analistas políticos que van más allá, incluso. El jueves, Carlos Pagni decía en el diario La Nación: "Los pactos escabrosos sobre los que se sostuvo el gobierno anterior en Buenos Aires obligan a reexaminar la selección de Aníbal Fernández como candidato a gobernador. Cada vez queda menos claro si fue un error político o un compromiso mafioso."
La necesidad de mayor seguridad, al tope de las preocupaciones de los argentinos, fue uno de los reclamos sociales que Cambiemos supo interpretar y que llevaron al frente a ganar el gobierno. La recaptura de los prófugos le dio aire a la gestión. Pero el camino será arduo y en subida.
"Estamos muy lejos del profesionalismo que debemos tener para encarar estos temas", reconoció Macri, para quien el sistema de seguridad heredado está "parcialmente podrido". 1.198 presos se fugaron en los últimos tres años de alcaidías y cárceles del Servicio Penitenciario Bonaerense; el cálculo arroja algo así como un prófugo por día desde 2013. El presidente anunció, como consecuencia de esta recaptura, la creación de "un área específica para buscar a cada uno de ellos".
Mientras esas reformas de fondo avanzan, en el colmo de la creatividad, Cayastá promociona su miniturismo perfilando la oferta de excursiones para que incluyan la ruta de los prófugos y sus vecinos dan entrevistas radiales y televisivas, cambiando el miedo que sentían al saber que los criminales andaban en la zona por el orgullo de haber contribuido a su recaptura. En esta tierra bendita, todavía, tiras un carozo al suelo y te devuelve un duraznero. Netflix ya debe estar contratando guionistas.
"Cayastá, un pueblo que te atrapa" es el nuevo eslogan —a la vez irónico y pintoresco— de una pequeña localidad de la provincia de Santa Fe, a unas cinco horas en coche de la ciudad de Buenos Aires, donde viven 4.500 habitantes. El pueblo crece 10.000 almas en época estival y agrandó su incidencia en el mapa de...
Autor >
Raquel Garzón
Raquel Garzón es poeta y periodista. Se especializa en cultura y opinión desde 1995 y ha publicado, entre otros libros de poemas, 'Monstruos privados' y 'Riesgos de la noche'. Actualmente es Editora Jefa de la Revista Ñ de diario Clarín (Buenos Aires) y Subdirectora de De Las Palabras, un centro de formación e investigación en periodismo, escritura creativa y humanidades.
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