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Es complicado entender por qué la gente se refiere a Mallorca como “la isla de la calma”. Lo de isla es un hecho, lo de “calma”, una generosa interpretación. Cuando uno llegaba a Palma allá por 2008, una tal María Antonia Munar presidía el Parlament. Todo parecía normal pero la cosa se truncó ante la advertencia de dos periodistas sobre lo que les contaron a ellos cuando aterrizaron aquí: “Mallorca es como Sicilia pero sin muertos en la cuneta”.
Pronto, lo de Urdangarin empezó a encajar con aquella sentencia. La pregunta del diputado socialista Antoni Diéguez al entonces Molt Honorable President Jaume Matas, dos años antes, sobre un foro de la Fundación Nóos había pasado desapercibida en Madrid. Todo el que llegaba a la isla y se enteraba del cotilleo no era capaz de encajarse la mandíbula hasta coger el avión de vuelta. El más real, el que parecía más normal de la familia, el de carne y hueso, acabó creyéndose la mayúscula: se sintió Real.
El resto del culebrón hasta llegar a ver a la infanta con sus posaderas en el banquillo ya les sonará más. Lo de Urdangarin llegó a los medios de la capital. Fue un fiscal anticorrupción quien, con permiso del diputado, lo movió todo. O sus jefes de Madrid. No cabía otra posibilidad. Le bailó el agua un juez de instrucción, un señor de Córdoba con chupa de ante, que pasó de héroe a villano en un santiamén.
Hay quien dice que la infanta se metió en medio de una relación implacable contra la corrupción. Horrach y Castro no estaban solos. El Grupo de Delincuencia Económica de la Brigada de la Policía Judicial, con el comisario Cerdá al frente (el 3 de febrero se jubila) y Raúl Burillo en la Agencia Tributaria se convirtieron en un engranaje modélico contra la corrupción, "eran el paralelismo a Los Intocables de Eliot Ness", cuenta un experto en el tema. Uno de los casos paradigmáticos que lo ejemplifica es la famosa Operación Scala y las latas de colacao rellenas de billetes y enterradas en el jardín. El caso terminó con Cardona, conseller de Comercio de Matas, entre rejas condenado a dieciséis años por desviar millones de euros de fondos públicos. Entre los periodistas era conocido como "el chino Cardona" por sus innumerables viajes a China (también a EE.UU.) para promocionar la sobrasada en lugares donde no se permitía la importación de carne de cerdo. O el Caso Turisme Jove. O el Caso Bitel 2. O el caso de Rodrigo de Santos, teniente de alcalde del Ayuntamiento de Palma y concejal ejemplar que fue sorprendido gastándose dinero público en un club de alterne. Uno de los pocos que devolvió el dinero. Al fiscal Horrach y al juez Castro se les adjudicó una amistad que fue más una relación cordial aunque con escaso recorrido en lo personal. Se respetaban e incluso se admiraban. Hasta ahí.
El caso Nóos es sólo una pieza separada del caso Palma Arena, el famoso velódromo que costó casi 70 millones de euros más de lo presupuestado. A lo grande. El ejemplo surrealista lo encarna la imagen de un ascensor en medio de la nada y que da a un descampado. La madera de la pista por donde se supone que iban a competir ciclistas de allende los mares es otro ejemplo. Los lumbreras que se ocupaban del tema encargaron una de pino siberiano, pero se astillaba porque los listones estaban puestos como no tocaba. La Unión Ciclista Internacional dijo que naranjas de la China, que eso no se homologaba. Así que tuvieron que llamar a Sudáfrica para que les mandasen una madera de ley.
En junio de 2014 Castro decide cerrar la instrucción de Nóos, no va a investigar más. Ya lo tiene. Han sido cuatro años de investigación de un caso que ha viajado de Palma a Valencia y de Valencia a Palma, con escapadas a Cataluña. En “la tierra de las flores, de la luz y del amor” estuvo casi un año parado, pendiente de la imputación de Camps y de Rita Barberá. Castro echó el caldo encima del sofrito de Horrach y tuvo que terminar el guiso a medida que le iban quitando ingredientes. Se jactaba el juez en insistir en que sólo hacía su trabajo.
Adicto en sus años mozos a los juicios de faltas, José Castro no le hizo ascos a intentar resolver alguna causa complicada. Al fin y al cabo él no considera que se haya metido en líos por haber imputado a la ciudadana Cristina de Borbón. Eso dice su gente: “Cuando un médico ve que tiene que abrir, abre, ¿no? Pues Pepe igual. No arriesgó nada imputando a la infanta”.
El martes 9 de febrero se reabre el gran circo. Para entonces ya sabremos si actúan todos los artistas. En la cuerda floja, la estrella principal. Cuentan que el Tribunal está 2 a 1 a que los acusados seguirán siendo dieciocho. Pero eso, de momento, no lo sabe nadie. En cualquier caso, Nóos es mucho más que la infanta Cristina. Con la perspectiva que da el tiempo sabremos analizar mejor lo que supuso para la Justicia, para la Monarquía y para la sociedad española llevar a juicio a la hija del rey cazador y hermana de un rey cazado entre audiencias inéditas que ya mastica el sapo de ejercer como jefe del Estado en todas sus competencias.
Al fiscal Horrach le ahoga más que nunca la presión jerárquica. Ya ni siquiera suple esa angustia condescendiendo con las frivolidades de una esposa ávida de foco cuyo rostro recuerda, cada día más, a la entrañable Corinna.
Al juez Castro ni le ocupa ni le preocupa. Él ya superó la patata caliente que, dicen, nunca le quemó. Sabe mejor que nadie lo que es estar en la picota, en la chunga, y fuentes jurídicas aseguran que siente mucho la situación que debe de estar viviendo su antiguo compañero de trabajo. Solamente hay algo que todavía le atañe, más por prurito que por otra cosa: que le tumben la acusación de la infanta. No sería la primera vez que le echan algo abajo. Mientras, ríe a carcajadas cuando ve a Marhuenda por televisión interpretando su papel.
Raúl Burillo, el de la Agencia Tributaria, fue deportado a Zaragoza. Y la que fue princesa de facto de Mallorca, María Antonia Munar, sigue en la cárcel. Cuentan que una presa le hace el pelo dos veces por semana a cambio de dos paquetes de tabaco. Mallorca también es como Las Vegas, lo que pasa aquí se queda aquí. Salvo algunas cosas.
Es complicado entender por qué la gente se refiere a Mallorca como “la isla de la calma”. Lo de isla es un hecho, lo de “calma”, una generosa interpretación. Cuando uno llegaba a Palma allá por 2008, una tal María Antonia Munar presidía el Parlament. Todo parecía normal pero la cosa se truncó ante la advertencia...
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Raquel Agüeros
Raquel Agüeros. Persona. Periodista. Autónoma. Nació navarra y voló del nido. Lleva 17 años picando, casi siempre en televisión y radio. Escribir es su espina clavada. Vive en Mallorca.
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