El ser o no ser del eterno pretendiente
Carlos Castellanos 17/02/2016
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Esta temporada el fútbol inglés se ha empeñado en demostrarnos que nada puede darse por seguro en la Premier League, con el histórico desvanecimiento del actual campeón, el Chelsea, la resistencia tozuda del Leicester City en cabeza de la clasificación, y los brillantes chispazos de modestos como Watford, Crystal Palace y Stoke.
No son estos los únicos ejemplos del impredecible presente de este campeonato. Existe otro hecho igual de sorprendente e inesperado que los anteriormente mencionados pero que fuera de las Islas Británicas parece pasar desapercibido: el asalto del Tottenham Hotspur al título de liga.
Si hay un equipo en Inglaterra que tanto los aficionados como los expertos jamás tienen en cuenta para ganar la Premier, ése es el Tottenham. Es más, si en alguna ocasión el equipo del norte de Londres disfruta de un buen inicio de temporada, la pregunta más común que se escucha en los medios es ¿cuándo pincharán los Spurs? E indefectiblemente los Spurs no defraudan a los agoreros con pinchazos que disuelven su temporada como un azucarillo y la dejan en nada más que una reflexión de lo que pudo ser.
El Tottenham, quizás el sexto grande del país, no gana la liga desde 1961, temporada en la que logró el primer doblete del siglo XX. Desde entonces, los más potentes de Inglaterra han sido campeones: Liverpool, Everton, Manchester United, Aston Villa y Arsenal. Además, equipos de la clase media como Chelsea, Manchester City y Leeds United han logrado el título, al igual que los modestos Ipswich Town, Nottingham Forest, Derby County y Blackburn Rovers (un gigante del siglo XIX que gracias a fuertes inversiones revivió sus mejores momentos durante algunas temporadas en los años 90). En ese lapso de tiempo, los Spurs ha conseguido 5 FA Cups, 4 Copas de la Liga, 1 Recopa y dos Copas de la UEFA. Su gran déficit ha sido siempre en el torneo de la regularidad, a pesar de un segundo lugar y un puñado de terceras posiciones.
La imagen del Tottenham es siempre la misma: un equipo que juega bien, con futbolistas de talento pero sin la constancia y fortaleza mental para ganar ligas. La camiseta blanca del equipo londinense la han vestido fenomenales jugadores como Jimmy Greaves, Glenn Hoddle, Osvaldo Ardiles, Ricardo Villa, Chris Waddle, Paul Gascoigne, Jurgen Klinsmann y David Ginola. Todos ellos adornaron el terreno de White Hart Lane con jugadas de ensueño y crearon memorias imborrables para los amantes del fútbol pero fueron incapaces de devolver el título de liga a los Spurs.
En 2013, Tottenham vendió a Gareth Bale al Real Madrid por aproximadamente 100 millones de euros y pareció despilfarrar ese dinero en fichajes poco convincentes y de escaso rendimiento, pero al final de la temporada 2013/14 el club dio un paso clave en su evolución reciente cuando contrató al entrenador argentino Mauricio Pochettino.
Pochettino llegó al club procedente del Southampton, donde en su única temporada completa acabó en octava posición y convirtió al equipo de la costa sur de Inglaterra en un rival difícil y con un estilo de juego atractivo. El reto ahora era dotar al Tottenham de una mayor solidez y una mejor regularidad, sin descuidar el buen juego que históricamente practican los Spurs.
El desafío no sería sencillo por la presencia en la plantilla de varios jugadores habilidosos pero, en opinión de muchos, sin el carácter necesario para pelear por una liga tan dura como la Premier. En definitiva, típicos jugadores del Tottenham de toda la vida: Moussa Dembélé, Erik Lamela, Christian Eriksen y Nacer Chadli. Todos ellos centrocampistas ofensivos capaces de ser brillantes pero lastrados por una frustrante irregularidad.
Su primera temporada finalizó con un quinto puesto, quizás algo decepcionante por las altas expectativas generadas en algunas fases de la campaña. Así, el Tottenham cumplió con la tradición de incumplir lo que prometía, cayendo y por amplia diferencia en algunos de los partidos más importantes contra el Manchester City, Chelsea, Manchester United y Liverpool.
La temporada 2015-16 comenzó con la previsión de más de lo mismo, el coqueteo con puestos que dan acceso a la Liga de Campeones para finalmente quedarse corto. Sin embargo, a mitad de febrero el equipo ha dado unas señales de resiliencia poco habituales en el Tottenham y ha sacado adelante partidos que antaño se le hubieran atragantado. El domingo 14 de febrero, los Spurs enamoraron a su público con un triunfo por 2-1 en campo del Manchester City que los elevó a la segunda posición de la tabla a solo dos puntos del líder, el Leicester City.
Pochettino ha inculcado un espíritu combativo en sus hombres y una ética de trabajo basada en el esfuerzo, la disciplina y la solidaridad. Jugadores que antes perdían la pelota y reaccionaban con pasividad ahora entienden la necesidad de recuperar la posesión lo más rápido posible. Para lograrlo, Pochettino no ha tenido que renunciar a sus jugadores más habilidosos. Simplemente ha transformado la mentalidad, con lo que consigue una fusión ideal de capacidades. El principio es sencillo: puedes conseguir que el talentoso corra pero difícilmente lograrás que el sacrificado y menos mañoso tenga brotes de inspiración.
El esquema básico del Tottenham es el 4-2-3-1 y su idea fundamental de juego radica en la paciencia y el buen manejo de pelota en ataque y en una asfixiante presión alta como primer medio de defensa.. En otras palabras, el predominio de una posesión meditada, un alto ritmo defensivo y urgencia por recuperar el balón.
En la portería, Pochettino tiene quizás al mejor guardameta francés de la historia: Hugo Lloris, un jugador codiciado por grandes clubes como el Manchester Unied. Sus laterales son muy ofensivos, Walker o Trippier por la derecha, y Rose por la izquierda. Los centrales más asentados en la posición son los belgas Toby Alderweireld y Jan Vertonghen, una pareja fuerte y compenetrada. Por algo el Tottenham es el equipo menos goleado de la Premier con 20 tantos en contra en 26 partidos. El doble pivote constituye el ancla que evita la zozobra de la embarcación “Liliwhite”. Pochettino cambió en un momento de la campaña a Dele Alli por Moussa Dembélé en la posición de acompañante de Eric Dier, un trueque que permite, por un lado, una mayor presión alta (principio fundamental de los equipos de Pochettino) y, por el otro, un salida veloz y limpia desde posiciones más retrasadas.
Dier sujeta la zona medular con su sentido táctico y es el principal encargado de la contención, gracias a su fortaleza y lectura del juego. El inglés, de 22 años, es un caso atípico en el fútbol de su país. Su familia se trasladó a Portugal cuando tenía 7 años y allí surgió de la cantera del Sporting Club de Portugal, siendo traspasado al Tottenham por 4 millones de libras cuando tenía 20 años. Dier ya ha representado a su selección y seguramente acuda a la Eurocopa de Francia con el equipo de Roy Hodgson.
Dembélé era originalmente un mediapunta con regate, cambios de ritmo y buen juego combinativo. Cuando todavía jugaba en el Fulham, el entrenador Martin Jol lo retrasó a la posición de medio centro. La transición no fue nada fácil para el belga y el Fuham sufrió un serio debilitamiento en la fase defensiva como consecuencia de ello, pero Jol persisitió con la idea y hoy Dembélé es intocable en el centro del campo tras adquirir un correcto posicionamiento, una aceptable recuperación a la vez de mantener todas las cualidades que atesoraba en sus tiempos con el vecino pequeño de Londres.
Por delante de Dier y Dembélé suelen estar Erik Lamela por derecha, Dele Alli por el medio y Christian Eriksen por la izquierda. Lamela y Eriksen se ajustan al clásico perfil de jugador del Tottenham pero Pochettino ha extraído de ellos la cuota de esfuerzo necesaria para cumplir con la máxima del entrenador argentino de que no todos tienen por qué atacar pero todos sí deben defender.
El caso de Dele Alli es completamente diferente a todos los demás por tratarse, posiblemente, de la mayor promesa del fútbol inglés en muchos años. Allí fichó en enero de 2015 del MK Dons, de la tercera categoría de la liga, y fue cedido inmediatamente al mismo equipo. En ésta, su primera temporada con el Tottenham, Alli, de apenas 19 años, ha destacado por su presencia y personalidad, su fuerza, versatilidad y su calidad. El gol que anotó el 23 de enero ante el Crystal Palace en Selhurst Park describe perfectamente el nivel de este jugador.
El único punta en el esquema de Pochettino es otra perla de la cantera inglesa, Harry Kane. Un delantero móvil y participativo que anotó 31 goles en 51 partidos en 2014-15 y lleva 19 en 35 en la presente campaña. El estilo de Kane se parece al del polaco Robert Lewandowski, porque tiene cualidades de armador de juego que aprovecha cuando se aleja del área y además tiene el olfato del goleador para elegir bien el momento de llegar al remate.
Otros jugadores utilizados con asiduidad por Pochettino son el delantero surcoreano Son Heung-min, de notable pasado en el Bayer Leverkusen, el extremo o media punta belga Nacer Chadli y los centrocampistas ingleses Tom Carroll y Ryan Mason.
Pocchetino se ha convertido en el principal promotor de talentos autóctono y sus alineaciones, al contrario de lo que ocurre en los demás equipos de Premier, suelen incluir una buena cantidad de jóvenes valores ingleses. De esta manera, el santafesino se ha ganado el cariño del público y ha echado una importante mano al seleccionador Roy Hodgson, cuyo combinado en la Eurocopa seguramente incluya varios Spurs. Pero por encima de todo, el mérito de Mauricio Pochettino es convertir al eterno pretendiente en firme candidato a ganar la Premier.
Esta temporada el fútbol inglés se ha empeñado en demostrarnos que nada puede darse por seguro en la Premier League, con el histórico desvanecimiento del actual campeón, el Chelsea, la resistencia tozuda del Leicester City en cabeza de la clasificación, y los brillantes chispazos de modestos como Watford, Crystal...
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