Invitación rechazada

El pasado 4 de febrero el diputado de la Asamblea de Madrid por Podemos y portavoz de la formación magenta en el Senado, Ramón Espinar, publicó en las redes sociales dos fotografías: una, la invitación del Real Madrid para asistir al palco de honor del Santiago Bernabéu en el Real Madrid - RCD Espanyol, y otra, la carta que el joven político (30 años) remitió al club madrileño.

“Combatir los privilegios de la clase política (es) uno de los motores que me impulsa a participar en Podemos. Soy madridista y cuando asista al Santiago Bernabéu a animar a mi equipo, lo haré pagando en taquilla mi entrada como cualquier otro ciudadano”, argumentaba.

Dicho sea de paso, según cuenta en su misiva, Espinar recibió con retraso la carta del Real Madrid por lo que aunque hubiera querido ir al palco tampoco habría podido. Y eso que no lleva rastas.

El sueño continúa

Si hace unos días el Leicester sometía al Liverpool con dos golazos de su delantero Vardy (el primero figurará a buen seguro entre los mejores goles de la temporada), el sábado, apenas cuatro días más tarde, se llevaba la victoria por 1-3 en el Eithad Stadium, campo de otro de los aspirantes a conquistar la liga inglesa, el Manchester City.

Hace casi ya dos meses publicamos un análisis del sorprendente líder de la Premier League. Por entonces pugnaba con el Arsenal por el liderato, que parece haber perdido fuelle últimamente. La distancia sobre sus perseguidores es ahora mismo de cinco puntos. El sueño continúa, para delirio de sus aficionados.

La gente del Leicester hoy en el Etihad. Felicidad total. pic.twitter.com/8WJacDoq9P

— Panenka (@proyectopanenka) febrero 6, 2016

La afición sí que importa… aunque a los clubes les dé igual

Sin salirnos de Inglaterra, la afición del Liverpool, una de las más reconocidas en todo el planeta, protestó de una forma muy particular el pasado fin de semana. Los locales vencían al Sunderland por 2-0 cuando en el minuto 77 miles de aficionados abandonaron al estadio al grito de ‘Greedy bastards, enough is enough!’ ('Tacaños cabrones, ¡ya es suficiente!'). Protestaban por los precios de las entradas. Para ese partido el precio medio de la entrada era de 77 libras y esa misma semana se había anunciado que el abono de la temporada ascenderá hasta las mil libras.

Los cánticos, antes de que unos diez mil aficionados abandonaran el estadio, fueron aplaudidos por todo el estadio, aficionados del Sunderland incluidos. Ya desde el inicio aficionados de Kop, la mítica grada de Anfield, habían ondeado banderas negras en lugar de las habituales con los colores del club.

No es la primera vez que los aficionados consideran que los clubes desatienden los intereses de los aficionados que acuden a animar a los estadios (en España, además de los precios, también es notorio el descontento con los horarios de los partidos o la escasa antelación con la que se anuncian las fechas). Lo curioso es que el equipo se resintió al abandonarle prácticamente una quinta parte de su afición. En apenas doce minutos el Liverpool encajó dos goles quedándose así no solo sin la totalidad de su hinchada, sino también sin victoria.

El orgullo de un barrio obrero y los piratas de Vallecas

Imposible no pensar en el Rayo Vallecano y sus bukaneros al leer la noticia anterior. Este grupo de aficionados ha llegado incluso a estar en huelga durante las últimas semanas y sus reivindicaciones y su manera de entender el fútbol son ampliamente conocidas.

El muy interesante y recomendable blog Copa90, que ya publicó un reportaje sobre el Athletic de Bilbao --”el último club romántico”-- visita Vallecas y deja este maravilloso vídeo, además de una entrada con fotografías sobre los alrededores del estadio, la huella de Bukaneros en Vallecas. Nueve minutos para entender que el Rayo es un equipo diferente y que su valor trasciende a lo puramente deportivo.

“El futbolista, como un ciudadano cualquiera, tiene que tener conciencia política”

Siempre merece la pena leer y escuchar a Ángel Cappa. La sección de Deportes de Público ha iniciado una serie de entrevistas en profundidad con personalidades y, francamente, es difícil encontrar a una persona del deporte que pueda dar tanta profundidad a una conversación.

El odio pudre el fútbol italiano

La semana pasada Massimiliano Irrati, árbitro italiano suspendía durante cuatro minutos el partido que enfrentaba a la Lazio y al Nápoles, líder de la Serie A. Confiaba así que buena parte de la afición laziale, cuyos ultras fascistas y racistas son reconocidos como los más radicales de toda Italia, dejaran de increpar a los napolitanos --“Vesubio lávalos con el fuego”, gritaban-- y de proferir abucheos racistas cada vez que el defensa rival Kalidou Koulibaly tocaba el balón.

Esa misma noche publicábamos un artículo de Julio Ocampo desde la propia Roma en el que hablaba precisamente de este problema en el fútbol italiano. No solo respecto al racismo. En ella se recogen dos sonoros incidentes de homofobia y gitanofobia que retratan a la perfección la cínica y tibia manera de enfrentar el odio que late en los estadios italianos. “El estadio, y la vida, sigue siendo un campo minado para gais y negros”, concluye Ocampo.

Días después, la afición napolitana mostraba su apoyo a Koulibaly, alzando una fotografía con el rostro del jugador francés minutos antes de que diera comienzo el partido frente al Carpi en San Paolo.

Las bolsas de sangre sobre las que depende la credibilidad del deporte español

Más de doscientas bolsas de sangre, requisadas durante la Operación Puerto --la mayor operación contra el dopaje realizada en nuestro país, hace ya diez años-- esperan a la decisión de la Audiencia Provincial de Madrid. La sentencia, en junio de 2013, ordenaba la destrucción de las bolsas.

En una entrevista al diario El Mundo, el director de la Agencia Española Antidopaje, Enrique Gómez Bastida --el guardia civil que dirigió la operación--, reconoce que el deporte español se juega su credibilidad en esa decisión. Si se entregaran, dice, sería un éxito. No obstante, para poder identificar a los deportistas clientes de Eufemiano Fuentes sería necesario cotejar con muestras de ADN de los implicados, no obligados a cederlas.