ARTE URBANO
Un grafitero granadino a la conquista del mundo
Mientras en España los dibujos con aerosoles se siguen asociando al vandalismo, los murales de Raúl Ruiz, el Niño de las Pinturas, llegan hasta Nueva York
Manuel Gare 2/03/2016
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Raúl Ruiz es grafitero, aunque todo el mundo lo conoce por El Niño de las Pinturas o SEX, su otro apodo. Es un artista que lleva más de veinte años dejando su huella en Granada. No hay turista que no quede, como mínimo, sorprendido, al pasear por el barrio granadino del Realejo y ver sus obras plasmadas en la pared: basta googlear un poco para encontrar una enorme colección de fotografías en la Red que dan buena cuenta de su reconocimiento nacional e internacional.
No son pocos, además, los que contratan sus servicios para decorar las fachadas de sus viviendas y negocios, lo cual no es tan fácil como parece. El Ayuntamiento de la ciudad lleva años torpedeando sus creaciones, multándolo y denunciándolo ante situaciones en las que la voluntad de los propietarios se daba de bruces con distintas ordenanzas municipales. ¿Se ha sentido El Niño de las Pinturas perseguido por el consistorio? “Les hubiese gustado, pero no”, responde. Raúl cree que el problema cultural en Granada va más allá. “¿Hay realmente algún tipo de conexión entre este ayuntamiento y sus vecinos?”, se pregunta.
Cuando aparece el debate sobre la legitimidad o no en la persecución que se hace hacia algunos artistas, habla del reciente caso de los titiriteros y cómo el hecho de estar en el “lugar inadecuado” les ha llevado a prisión, mientras el “político corrupto ladrón del pueblo” está en libertad. “Me parece muy ridícula la fuerza y el ímpetu que a veces ponen en ciertas cosas mientras otras mucho más importantes y que les atañen directamente les pasan desapercibidas”, comenta sobre la clase política.
El Niño, que define el grafiti como una forma de vida, es uno de esos artistas en los que la conciencia social hacia su barrio y su ciudad se reflejan directamente en su obra —en 2014, por ejemplo, dedicaba un mural a Amelia del Realejo, vecina fallecida muy querida en el barrio—. Entre otros, sus homenajes gráficos se dedican a figuras como Morente o Paco de Lucía. “La sensibilidad y el respeto hacia mi trabajo es para mí lo único importante”, explica refiriéndose a la implicación y el apoyo recibido desde Granada hacia su obra.
Además de las numerosas pintadas que hay por Granada, El Niño de las Pinturas ha desarrollado varios trabajos en el extranjero. Probablemente el caso más sonado fuera el de Nueva York; entre otras cosas, llevó a Federico García Lorca a la fachada de un hotel del Soho. “Fue una experiencia diferente, como era de esperar. Aun así, en esencia, para mí siempre es lo mismo. Un muro, pintura. Cambian las personas y su actitud, pero no dependiendo del lugar, sino de ellos mismos”, explica.
¿Valora España a sus artistas o seguimos anclados en la idea de garabatos en la pared? “En algunos países es así, en otros todo lo contrario. En España hay mucha gente que valora lo que hacemos, otros simplemente se quedan en repetir siempre los mismos prejuicios”, dice Raúl, a quien algunos llaman el Banksy español: “No me gustan nada las comparaciones ni las etiquetas. Es un señor al que respeto mucho”.
Bajo una defensa de las pintadas en zonas históricas, para lo que saca a relucir los grafitis antiguos que hay en la catedral de Granada hechos con sangre de toro, El Niño de las Pinturas sigue luchando: la última batalla fue en uno de los barrios de la ciudad, donde sus vecinos contemplaron atónitos como la jirafa del Realejo, “una parte más del paisaje”, decían, era borrada de la pared.
A pesar de la falta de conciencia cultural que existe en España, y precisamente porque no le gustan las etiquetas, asegura que “no pondría ninguna a ningún pueblo, ni siquiera al que pertenezco y conozco mejor”. Eso sí, añade que “está claro que todos tenemos que revisar nuestros principios y raíces profundamente”.
Raúl Ruiz es grafitero, aunque todo el mundo lo conoce por El Niño de las Pinturas o SEX, su otro apodo. Es un artista que lleva más de veinte años dejando su huella en Granada. No hay turista que no quede, como mínimo, sorprendido, al pasear por el barrio granadino del Realejo y ver sus obras...
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Manuel Gare
Escribano veinteañero.
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