Javier Bauluz / Fotógrafo y director de 'Periodismo Humano'
“La única política europea que ha defendido la legalidad ha sido Merkel”
Carmela Negrete 23/03/2016
Javier Bauluz.
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En nuestras fronteras tiene lugar una tragedia humanitaria como no conocía Europa desde la Segunda Guerra Mundial. El fotoperiodista Javier Bauluz (Oviedo, 1960) es testigo desde allá. En los últimos meses, cuando se ha agravado la situación, y también desde hace más de dos décadas. Veinte años en los que ha documentado los crímenes contra los refugiados que tratan de llegar a Europa desde que en los noventa se construyesen las vallas de Ceuta y Melilla.
La mirada de este humilde premio Pulitzer de periodismo (1995), que se ha pasado casi dos meses caminando junto a los refugiados con una manta, un saco de dormir y su cámara al hombro es esclarecedora. Fuera de la alharaca mediática, sabe poner a cada uno de los actores de esta situación en su sitio, independientemente de su orientación política. Escucharle es hacer un repaso histórico que nos sitúa fuera de los tópicos, desde por qué los refugiados se empeñan en lo que parece un imposible, hasta cómo la detención de los periodistas la semana pasada en Macedonia puede ser en realidad algo casi anecdótico.
Bauluz se interesa por los refugiados como personas. Trata de transmitir con sus fotografías cómo las próximas víctimas podrían ser esos mismos ciudadanos europeos, cuya visión él ve empañada a menudo con cierta superioridad. Un intento por desbanalizar el mal que nos acosa en estos días: la indolencia.
¿Por qué están los refugiados en el campamento improvisado en Idomeni? En Grecia hay campos de refugiados que no están en estas condiciones...
Están ahí porque tienen esperanza de que la frontera se abra. La esperanza es lo último que se pierde. Esta gente está pegada a la valla, esperando a que se abra la puerta milagrosamente. Tampoco tienen la mejor información del mundo, igual que tampoco nosotros los periodistas la tenemos. Ya ha sucedido varias veces que han cerrado esta valla y la han vuelto a abrir. Si has llegado hasta aquí, sin duda te quedas junto a la entrada esperando a ver si se abre. En todo caso, los últimos días parece que la gente ya estaba perdiendo la esperanza, sobre todo por las condiciones de vida que imperan aquí. La marcha de miles de personas que a través del río y la montaña cruzaron la frontera hace unos días era su última esperanza e intento de pasar. Lo peor es que pasaron y fueron devueltos, con lo cual han llegado muy mal, no solo físicamente sino también psicológicamente. Piensan: hemos entrado y aunque tenemos derecho a pedir asilo, nos han devuelto. Una práctica que conocemos muy bien en España, ya que se lleva a cabo en Melilla. Las llamadas “devoluciones en caliente”. Esto es algo completamente ilegal. El gobierno de cualquier país tiene la obligación según las leyes internacionales de tramitar el asilo de quienquiera que lo solicite. Y lo peor es que Grecia los ha aceptado de vuelta.
Macedonia, que es un país en proceso de formar parte de la UE, no parece muy democrático cuando vemos cómo su ejército detiene a 80 periodistas y les multa. ¿Qué piensa al respecto?
Muy democráticos no son. E incluso habiendo sido yo mismo una de las víctimas técnicamente nosotros pasamos la frontera. No sabíamos dónde estaba, porque no había un cartel ni nada anunciándolo, pero lo cierto es que entramos en Macedonia de forma ilegal. Nos han puesto una multa. Y tuvimos que pasar trece horas por todo el proceso burocrático, pero no nos agredieron. Íbamos andando por el campo y de repente a unos tres metros en un recodo del camino vimos un grupo de militares armados y no nos dio tiempo a reaccionar ni nada. Nos fueron deteniendo a todos los periodistas y voluntarios separados de los refugiados. Nos trataron con malos modos y nos dijeron que no podíamos hablar, que pusiéramos las cámaras en el suelo... Pero del grupo con el que íbamos no nos pegaron a nadie. Y de hecho, nos lo tomamos a broma todo y ellos estaban enfadados por eso, ya que era muy surrealista porque éramos todos los periodistas y voluntarios internacionales que estábamos en el campamento, y pensamos qué nos iban a hacer. ¿Fusilarnos? Claro que no... Pero sí fue agotador. Llevaba dos semanas durmiendo cuatro horas o menos y ahí pasamos once horas detenidos. Nos pusieron una multa de 280 euros y nos han prohibido volver al país los próximos seis meses. Si no aceptábamos la multa, habríamos pasado la noche allí y nos habrían llevado a los tribunales acusados de un delito. Cuando llegamos a la estación de policía me di cuenta de que esta era la cuarta vez que me detenían en este lugar, ya que en agosto habíamos pasado por allí mi compañera sentimental y periodista Patricia Simón y yo.
¿Por qué les detuvieron este verano?
Bueno, esta fue la primera historia que se publicó al menos en España. Estábamos en Kosovo, vimos que estaba pasando algo raro en Macedonia y nos fuimos allí con un coche alquilado. Cuando llegamos vimos que había cientos de personas viajando en el interior de unos trenes antiguos en malísimas condiciones. A primera vista recordaban a los trenes de los nazis. Personas abandonadas, sin ningún tipo de atención, intentando subir a los trenes. La gente cruzaba el Egeo por las islas, iba a Atenas, llegaba a Idomeni, entraba caminando por las vías hasta Macedonia. Donde están los trenes, la policía les hacía los papeles y se subían a dichos trenes apelotonados como ovejas.
Javier, usted ha recorrido el camino de los refugiados con ellos a pie este verano, ¿cómo era este viaje?
Recuerdo ir de pie. Caminando, con los trenes, con una mochila y una manta. Me pasé mes y medio de viaje. Ese tren iba directamente hasta la frontera con Serbia. De ahí se caminaba otros cuantos kilómetros y así sucesivamente dependiendo de las condiciones. Después este camino cambió porque Hungría cerró la frontera. He caminado junto a carpinteros, mecánicos, ingenieros, médicos, con todo tipo de profesiones... mujeres con sus hijos, jueces... Están sencillamente haciendo lo que muchos en España tuvieron que hacer durante la Guerra Civil, que es lo que hemos hecho todos los humanos cuando ha llegado la guerra a nuestra casa y hemos tenido que salir con la maleta corriendo para buscar un sitio donde refugiar a nuestros hijos. Es tan básico como eso, no tiene más misterio. Toda la perversión que se hace desde la prensa metiendo miedo es una de las cosas más antiguas. El 99% de esta gente es tan buena si no más que la mayoría de los europeos. Son más hospitalarios, humanos, simpáticos... Me sorprende la facilidad de conexión personal que puedes tener con los sirios por ejemplo. Como si fueran tu familia. Y de hecho, yo me he sentido adoptado. En una de las etapas del camino se me rompieron los zapatos y un chico estaba empeñado en darme los suyos. En mi trabajo me estoy centrando en las familias con hijos, porque creo que así es más fácil quitarnos la mirada europea que muchas veces tenemos cargada de superioridad moral e incluso racismo y para poder verlos como iguales.
¿Qué opina de la actuación de las autoridades griegas en relación al campamento de Idomeni?
Lo podían hacer peor en el sentido de que al menos permiten a las personas hacer lo que ellos quieren. Han tenido que aguantar de forma estoica el ser la puerta de entrada durante todo este tiempo. Digamos que no han puesto muchos medios para la atención de los refugiados pero tampoco los ha puesto Europa. En las islas quienes han hecho todo ese trabajo han sido los voluntarios. No les han molestado, no les han tratado mal, pero tampoco les han proporcionado ningún tipo de lujos cuando han llegado. El gobierno anterior a Tsipras les metía en campos de concentración cerrados y les trataba fatal. Una de las primeras cosas que hicieron cuando llegaron al poder fue ir a visitar esos centros donde la gente estaba enrejada. Syriza declaró esto como inhumano.
Es una persona que ha visto muchos conflictos y campos de refugiados, por eso me gustaría que nos contara su impresión sobre esta crisis de Europa.
Estoy fascinado. Llevo cubriendo inmigración desde hace dos décadas. En el 1996 leí en el periódico El País sobre “impermeabilización de la frontera en Ceuta” y me pregunté ¿pero esto qué es? Era un eufemismo, claro. Entonces fui a la frontera y estaban comenzando a construir la valla de Melilla. En ese momento llegaban subsaharianos que pasaban caminando tranquilamente la frontera. Desde ahí sobre todo en España he acompañado todo el proceso. Después de construir las vallas, todo se volvió más peligroso porque la gente tuvo que comenzar a cruzar en pateras, después se vigilaba el estrecho, por lo que lo intentaron a través del Sáhara y las Canarias, con lo cual morían más. Se hizo un acuerdo con Marruecos que consistía en lo mismo que se ha hecho con Turquía: básicamente se le pagó pasta para que hiciese de portero de discoteca. Una gente muy preparada en derechos humanos (ironía off). Entonces cerramos también la ruta desde Marruecos a Fuerteventura, por lo que las personas se desplazaban hasta Mauritania y así aumentó todavía más el número de víctimas. Comenzaron a salir de Senegal y morían muchísimos ahogados. Después comenzaron a intentar saltar la valla de Ceuta y Melilla. Y por último fueron a través de Túnez y Libia. También le dieron dinero a Gadafi para que no vinieran. Pero tantos refugiados como están viniendo ahora no venían. Es curioso que habiendo cinco millones de refugiados sólo de Siria, atascados en Líbano y Turquía, nadie se diera cuenta de que se no se iban a quedar ahí. Cuando estas personas han visto que son menos las posibilidades de que se acabe la guerra y de que sus hijos tengan una vida y un futuro, han comenzado a hacer esta ruta, que ya en enero del año pasado estaba funcionando. En agosto eran unas mil personas diarias, pero se ha llegado a tres mil al día.
La mayoría van a Alemania y a Suecia.
Muchos no saben ni dónde quieren ir, pero si les preguntas te dicen estos países sencillamente porque les parecen uno de los mejores lugares donde van a estar más protegidos y pueden tener un futuro y una vida. Irse a España para que el Ministerio del Interior te haga la vida imposible no tiene mucho sentido. Y además no hay trabajo. Por supuesto también hay que tener en cuenta que la única política europea que ha tenido el valor de defender la legalidad y el derecho de los refugiados como dicen las leyes internacionales y la humanidad que hay que hacerlo ha sido Angela Merkel. Se podrá estar de acuerdo en sus políticas económicas más o menos, pero es la única que ha dado la cara y en cierto modo sigue manteniendo esa línea. Ahora le están dando palos todos, desde dentro y desde fuera. La llaman incluso “mamá Merkel”, porque es la única que les ha dado la bienvenida hasta ahora. En cuanto a los problemas en Alemania, también cuando los refugiados llegaban a España después de un durísimo viaje, cuando llevaban unos meses y las expectativas no eran las esperadas también pensaban volverse a casa. Y entiendo que no es fácil alojar, organizar y poner a funcionar en tan poco tiempo a un millón de personas. Sobre todo cuando no lo has previsto. Yo aún no he estado, pero es mi próxima estación: voy a Alemania a ver en qué condiciones están allí, pero voy con la idea de que los alemanes están haciendo un gran esfuerzo.
¿Cómo valora la actuación de Europa en esta crisis?
Lo que el Gobierno alemán y muchos de nosotros pensábamos, y que sería lo lógico, es que se repartieran los refugiados por Europa y ahí nos hemos encontrado con la absoluta insolidaridad de los países europeos. España se ha comprometido a recolocar a 16.000 y ha traído tan solo a 18 refugiados. Es una cifra que no supone prácticamente nada. Patricia Simón en agosto se volvió a Asturias y estuvo trabajando para montar una red de acogida y en unas pocas semanas ya tenían unas 1.400 familias dispuestas a acoger a refugiados, además de tantos otros dispuestos a colaborar. Y eso solo en Asturias, que somos un millón de personas. Esto se repitió por toda España. En Barcelona, Madrid, Galicia... en todas partes. Pero el gobierno no los deja entrar. El nuevo gobierno de Valencia tenía preparado un barco para ir a recoger a Grecia a más de un millar de personas, pero el Gobierno no lo permitió alegando que se trata de un “proceso europeo”. Además, también el Gobierno húngaro cerró la frontera y trata muy mal a los refugiados y a la prensa, solo por el hecho de no ser húngaros. Veo que lo que hay en Europa ahora mismo es empatía y xenofobia. Cuando en la marcha llegamos a Austria, el cambio fue brutal y me emocioné de verdad porque después de ver lo mal que eran tratados en Grecia, Macedonia, Serbia y Hungría, de repente por fin al cruzar a Austria era todo lo contrario y estaban incluso asustados del buen recibimiento. Les daban de todo: comida, ropa limpia, agua. Fue muy emocionante. Era como pasar de la xenofobia y el maltrato continuado a la empatía. Era como llegar a la Europa que muchos queremos.
¿Cómo es el trabajo que están haciendo las ONG en Idomeni?
Las condiciones de los 4.000 niños que hay aquí son infrahumanas. Las ONG no dan abasto. Están en medio del barro. Las ONG grandes han brillado por su ausencia. Médicos sin Fronteras sí ha estado desde el principio y ha hecho cosas que no le corresponden, como dar de comer a 15.000 personas, aparte de la ayuda médica. El resto, como por ejemplo Acnur, ha hecho poco sobre el terreno. En Lesbos también. Lo que están funcionando son pequeños grupos de personas que han visto que frente a la puerta de su casa estaba pasando todo esto y han salido a ayudar, se fueron organizando. Pero la sensación era de abandono absoluto durante meses y meses. Ahora hay más ayuda.
Las autoridades griegas han dicho que los voluntarios habrían podido organizar la marcha que tuvo lugar atravesando el río y que repartieron papeles para explicarles la ruta que debían tomar, lo cual podría tener consecuencias legales.
Yo llevaba cinco días antes de que sucediera esa marcha esperando a que ocurriese. Y no es que sea adivino. Pero si yo te encierro en tu casa, y solo dejo la puerta del desván abierta, cuando ya ves que no puedes permanecer más en la casa, acabas encontrando esa puerta para salir por ella. Pues eso es lo que pasaba aquí. Además fui testigo de la experiencia en Hungría cuando el gobierno dejó atascadas a miles de personas en la estación de Budapest-Keleti, cerraron los trenes y no les dejaban salir. Una mañana un hombre sirio que encontré por casualidad comenzó a ir por grupos a las personas que estaban en las tiendas con una gran energía gritando: ¡pues si no nos dejan ir en tren, iremos andando a Alemania!. En dos horas tenían un ejército de dos mil personas con niños, con mujeres, con abuelas, con sillas de ruedas... y empezaron a caminar. Andamos desde las doce de la mañana hasta que ya no pudieron más. Y entonces sucedió lo que parecía imposible que pasara. De repente aparecieron cien autobuses para llevarse a todos los de la marcha y a los que se habían quedado en la estación. Es una cuestión de voluntad política. Estoy seguro, aunque está por demostrar, que Merkel llamó a Orbán y le dijo que pusiera autobuses para los refugiados. Esta marcha en Idomeni era lo mismo. Cuando la gente vio que no tenía esperanza de atravesar por aquí, pensaron en buscar otro agujero por el que pasar. Además es un insulto a los sirios, porque pensar que gente preparada, que ha llegado hasta aquí con su smartphone, no va a saber dónde está la frontera es ponerlos por tontos. Si los activistas les han ayudado imprimiendo un papel es solo eso, una ayuda, pero ellos lo habrían encontrado de todas formas.
En nuestras fronteras tiene lugar una tragedia humanitaria como no conocía Europa desde la Segunda Guerra Mundial. El fotoperiodista Javier Bauluz (Oviedo, 1960) es testigo desde allá. En los últimos meses, cuando se ha agravado la situación, y también desde hace más de dos décadas. Veinte años en los que ha...
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