Futboñistán
Dioses imputados
Lorenzo Silva 5/04/2016
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Aconseja el gran Emmanuel Carrère dejar siempre claro “desde dónde” escribe uno. Cumplimento sin demora el trámite: tras haber disfrutado jugando al fútbol en mi infancia, y tras un brevísimo episodio como defensa de los alevines del Atlético Aviación, en el que no coseché gloria alguna y diría que comenzó mi distanciamiento del deporte rey, mi interés actual por él es prácticamente nulo. No sigo las clasificaciones, ni siento los colores de ningún equipo (en tiempos fui del Atleti, y conserva mis simpatías, pero no estoy pendiente de sus triunfos ni me duelen sus tropiezos, así que no me pretenderé seguidor). Si ocupa mi atención, en la mínima medida posible, es por dos razones poderosas: tengo un hijo muy madridista (ya ven, qué jugarreta del destino) y vivo en un país al que muy bien podríamos llamar Futboñistán, por el protagonismo y la omnipresencia insoslayable que en él tiene este invento del once contra once.
Añádanle que resido en un barrio que de vez en cuando se bloquea por la presencia de un campo de primera división que los vecinos costeamos y le cedemos al club que lo utiliza, y que de cada euro que gano Hacienda se lleva cerca de medio, sin ser yo millonario, mientras alguna estrella del balón que sí lo es ha estado pagando la mitad, ora recurriendo a beneficios fiscales legislados expresamente para ellas, ora eludiendo las leyes que los demás acatamos. Por no mencionar la deuda endémica de los clubes con el fisco y la Seguridad Social, tan comprensivamente aplazada, o los 1.000 millones de euros de recursos públicos transferidos al fútbol profesional vía recalificaciones urbanísticas según el reciente informe de Transparencia Internacional.
Quizá sobre lo anterior comprendan que esta tarde, cuando salte al césped del Camp Nou, un servidor no va a ver en Leo Messi a ese semidiós (o dios y medio) que ve el aficionado culé. Antes bien veo a un imputado por evasión fiscal que gracias a un valeroso juez de Gavà deberá sentarse en el banquillo en mayo, y que ahora descubrimos, por añadidura, que tenía una sociedad opaca en Panamá. Que dicen sus representantes que estaba inactiva, y que ya veremos si la había declarado, como tenía obligación, a la Hacienda española. No espere en cualquier caso mi solidaridad, y menos aún mi embeleso. Yo no tengo sociedades en Panamá, ni alcanzo a imaginar un propósito loable que justifique la molestia de montarme una tan lejos de donde vivo. Habrá, empero, quien le compre la excusa. Es lo que tiene la fe.
Aconseja el gran Emmanuel Carrère dejar siempre claro “desde dónde” escribe uno. Cumplimento sin demora el trámite: tras haber disfrutado jugando al fútbol en mi infancia, y tras un brevísimo episodio como defensa de los alevines del Atlético Aviación, en el que no coseché gloria alguna y diría que comenzó mi...
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Lorenzo Silva
1966. Escritor. Nada mejor que ser y sentirse un poco extranjero doquiera que uno va.
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