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Atendiendo al ideario editorial de CTXT, el director de la revista, Miguel Mora, me pide que responda a las quejas de algunos lectores respecto a la entrevista publicada el sábado 2 de abril con el historiador Pablo Sánchez León, investigador en la Universidad del País Vasco. Esos lectores consideran que el texto mezcla una serie de ataques contra prácticamente toda una generación de historiadores españoles, la universidad, la transición y los intelectuales “del 78”, un "batiburrillo" que finalmente se personaliza en la figura de Santos Juliá.
Reproduzco, en parte, la carta de uno de esos lectores, el historiador Felipe Nieto: “Mi impresión es que el entrevistador y el entrevistado han aprovechado su conversación, no para exponer su visión razonada del panorama intelectual, universitario y del campo de la historia, sino para arremeter contra ese mundo heterogéneo y complejo que el entrevistado ha construido para su propio uso, consumo y ataque”. “Sus respuestas”, prosigue, “son una descalificación general de todo lo que entra en ese esquema de la intelectualidad académica historiográfica. En su opinión, se rige por la insolvencia intelectual o profesional –la obra es irrelevante porque no consta en el texto y su legado será el erial–, el oportunismo político –siempre a lado del poder, con el poder, en el poder– y la prepotencia para marginar o rechazar a quienes no han podido acceder a su mesa. Y no solo eso, los integrantes de esta amalgama de poderosos intelectuales carecen de “virtud” y ninguno de ellos ha tenido un compromiso serio con la renovación de la política en España”.
Como miembro del consejo editorial de CTXT, no es mi propósito entrar en polémica con el señor Sánchez León, sino examinar la protesta del señor Nieto a la luz de las normas profesionales de la publicación. Santos Juliá no necesita de mí, ni de CTXT, para ocupar un lugar muy destacado entre los mejores historiadores españoles ni para defender la falta de sectarismo o poca complacencia con el poder de sus artículos, que están en las hemerotecas para cualquier lector interesado. Tampoco para defender la calidad de su magisterio, del que da crédito un gran número de historiadores españoles.
La entrevista ha abierto un amplio debate en el consejo editorial de CTXT: unos consideran que no debió publicarse, otros creen que los ataques personales debieron ser editados o eliminados, y otros, entre ellos el director, defienden su publicación íntegra. Mora invoca la necesidad de que la revista “abra sus páginas al debate sobre el papel que juegan y han jugado los intelectuales y los medios en la construcción totémica e idealizada de la Transición”, y añade que "la obligación de un medio libre es dar espacio a voces heterodoxas, radicales y críticas con el poder”. El director entiende que el texto “contiene alguna afirmación chocante, agresiva o dicha a la ligera. Aunque CTXT no las comparta, se trata de una entrevista, no de una tribuna, y en ese contexto, no percibo esas frases como un ataque o una acusación literal o infundada que hiciera falta suprimir o justificar con datos concretos. Todo es opinable, pero creo que esos pasajes encajan con el tono iconoclasta y libre de una conversación entre dos profesores universitarios, y por eso preferí respetarlos".
Por su parte, el autor de la entrevista, el hispanista Sebastiaan Faber, explica lo siguiente: “Mi propósito era aportar otra perspectiva al debate sobre la intelectualidad en España, no impedirlo; y siento que la entrevista se pueda leer en ese sentido. Es verdad que el diagnóstico esbozado en ella, que a mí me parece original e incisivo, sin ánimo de ataque personal, es de carácter general, y que seguramente permite muchos matices. Por otro lado, creo que una entrevista no es un ensayo académico con aparato crítico”.
A mi juicio, no se trata de discutir si CTXT da espacio a la crítica, sino de que si da espacio a una voz que incluye, no críticas, sino descalificaciones y que recurre a ataques tan indiscriminados que no se pueden contradecir sin entrar en el mismo campo del leñazo y tentetieso. Las críticas que se publican se deben formular sobre trabajos, frases o comportamientos concretos que son observables por los demás, a fin de que puedan ser analizadas, compartidas o rechazadas. Las descalificaciones personales genéricas no tienen respuesta posible y por eso no deben tener cabida.
Los periodistas, los editores, no son responsables de las opiniones de quienes entrevistan, por supuesto, pero sí de los hechos que se atribuyen en ellas a terceras personas. Como mínimo, son responsables de intentar contrastar esos hechos o, por lo menos, de interrogar con mucho más cuidado a las fuentes de las acusaciones. Seguramente, la gran mayoría de los periodistas reacciona de esa manera cuando su entrevistado atribuye un delito a otra persona que se identifica. No sucede, sin embargo, lo mismo cuando el entrevistado lo que atribuye a una tercera persona es una deshonestidad intelectual, un plagio o censura. El editor se siente muchas veces liberado de su propia responsabilidad como entrevistador y no busca precisión ni detalle. ¿Ha censurado? ¿Cuándo? ¿A usted mismo? ¿A quién? ¿Tuvo usted constancia personal o se lo contaron? ¿Puede usted precisar, detallar, documentar?
Desde mi punto de vista, el texto debía haber sido editado y corregido. Creo que censurar un texto periodístico es algo terrible, pero que eso no tiene nada que ver con editarlo o corregirlo de acuerdo con determinadas reglas profesionales. Las publicaciones que, como CTXT, buscan la excelencia en el periodismo, deben intentar cumplir con esa tarea siempre, lo mejor que puedan. Cuánto más se esfuercen, mejor servicio darán a la sociedad.
Atendiendo al ideario editorial de CTXT, el director de la revista, Miguel Mora, me pide que responda a las quejas de algunos lectores respecto a la entrevista publicada el sábado 2 de abril con el historiador Pablo Sánchez León,...
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Soledad Gallego-Díaz
Madrileña, hija de andaluz y de cubana. Ejerce el periodismo desde los 18 años, casi siempre como informadora, cronista política y corresponsal. La mayor parte de su carrera la hizo en El País. Cree que el suyo es un gran oficio; basta algo de humildad y decencia.
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