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Pessoa, el poeta de los ‘souvenirs’

Como en otros países con Joyce, Kafka, Austen o las hermanas Brontë, una fiebre de ‘merchandising’ sobre el escritor recorre Portugal

Raquel C. Pico 6/04/2016

<p>Estatua a Fernando Pessoa, en Oeiras.</p>

Estatua a Fernando Pessoa, en Oeiras.

STARRY NIGHT

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Todas as cartas de amor são ridículas. La sentencia es una de las declaraciones favoritas del gran público en lo que a Fernando Pessoa se refiere. Es también posiblemente el texto del escritor portugués que se puede encontrar en más y más neveras de medio mundo, puesto que es la declaración que protagoniza la mayoría de imanes temáticos que se pueden encontrar en los puestos de recuerdos de medio Portugal. Nadie hace estadísticas sobre los souvenirs más vendidos, así que es imposible saber en cuántas cocinas se puede leer la frase de Pessoa. No es difícil imaginar, teniendo en cuenta que cada año visitan Portugal millones de personas, que el número de neveras en las que se puede encontrar esta máxima son cientos.

Pessoa, el escritor del que durante años, como recuerda en su biografía Ángel Crespo, se ha dicho que no tuvo biografía, o que se puede definir como “el hombre que no existió” (aunque esto, claramente, no fue así, o no se tendrían 400 páginas por delante de lectura en el texto de Crespo sobre su vida y obra), se ha convertido en los últimos años en una especie de fenómeno, en el protagonista de cada vez más cosas, más variadas y más mainstream.

No hay más que echar un vistazo a las noticias de los últimos años para encontrar ejemplos de la presencia de Pessoa en prácticamente cualquier cosa, desde la librería escandinava en la que solo se vendían ejemplares del Libro del desasosiego hasta las muchas acciones que ha protagonizado en Portugal, desde actividades de promoción literaria hasta campañas de street art para promocionar la llegada del último modelo de la tablet Surface. Por supuesto, los recorridos turísticos y las visitas a lugares ligados a la vida del autor son ya uno de esos must a los que debe abonarse cualquier turista que visite Lisboa. Y de hecho el turista que haya visitado Lisboa varias veces en los últimos años habrá notado cómo la variedad de espacios y destinos para hacer turismo literario ligados al poeta ha ido en aumento.

No es lo único que ha ido creciendo en los últimos tiempos. Pessoa se ha convertido, además del protagonista de todas estas cosas, en el rey del souvenir. No es necesario pasear por Lisboa para verlo. Cualquiera que se adentre por las calles turísticas de Oporto, de Coimbra o de posiblemente cualquier ciudad portuguesa se encontrará cada vez con más productos de merchandising protagonizado por el escritor lisboeta.

Pessoa está en tabletas de chocolate, marcapáginas, imanes, gallos de porcelana, bolsos, postales, camisetas y figuritas

Los imanes desdeñando las cartas de amor fueron uno de los primeros en hacer irrupción, o al menos fueron los primeros que –si se echa la vista atrás– se recuerda en los stands de souvenirs. Sin embargo, ahora mismo son uno más de una amplia oferta, que convive ya no solo en las tiendas cool de recuerditos con jabones vintage y latas de conserva de diseños retro sino también en las tiendas más populacheras, entre postales, banderas y los ubicuos productos de corcho.

Hacer inventario de todos los productos que Pessoa protagoniza y que los turistas pueden comprar puede llevar a entregarse durante horas a una especie de maratón de visitas a tiendas de lo más variopintas. Durante la pasada Semana Santa, y solo en Coimbra, se podían encontrar tabletas de chocolate pessoanas, marcapáginas, los consabidos imanes, gallos de Barcelos de porcelana con citas de Pessoa escritas en las plumas, bolsos vintage de los de cierre de boquilla con retratos del escritor, sardinas de porcelana con citas de Pessoa, postales, camisetas o figuritas.

También había una colección de productos, como tazas y bandoleras, que resultaban atractivos para niños y que habían hecho, como explicaba una vendedora al ver el interés mostrado hacia ellos, ilustradores portugueses. En la ilustración que protagoniza la colección, Pessoa aparece tirado en la hierba que más o menos lo abraza, disfrutando del aire libre. Como comentaba cuando lo vio una lectora reciente del Libro del desasosiego, parecía una versión demasiado color de rosa del autor.

El efecto fan

Pessoa no es el primero –y no será el último– de los escritores que se convierte en una suerte de fenómeno de masas y en material para prácticamente cualquier cosa que se pueda imaginar y cualquier producto que se pueda crear y vender en una tienda de recuerdos. Quien haya paseado alguna ver por Bath (o simplemente se haya adentrado en los productos literarios que se venden en Etsy) se habrá encontrado con prácticamente cualquier cosa protagonizada por Jane Austen y los personajes de sus novelas. Sobre Austen, como sobre Pessoa, por cierto, también se dijo alguna vez que no tenía biografía.

De Austen se pueden encontrar tazas de té de porcelana inglesa o bálsamo de labios para proclamar que se ama al señor Darcy, que son en realidad la punta del iceberg de todas las cosas que se pueden comprar inspiradas en la autora y su obra. En el caso de Austen es bastante más fácil encontrar el punto de partida para toda esta fiebre, ya que el éxito de masas de la autora y su obra está muy marcado por ciertos de elementos que se pueden fechar de forma cronológica y que dejan bastante claras cuáles son las reglas del juego para convertirse en un éxito mainstream en lo literario.

Como explica en Jane’s Fame Claire Harman, la culpa del éxito de las últimas décadas de Austen y la explicación para todo el merchandising y los productos de consumo derivados viene marcada por el éxito de las miniseries de la BBC, especialmente la versión de los 90 de Orgullo y prejuicio.

Pessoa en Lisboa es como Joyce en Dublín o Kafka en Praga, porque hay una relación muy fuerte con el lugar, con la ciudad

Austen es un ejemplo del fenómeno fan pero no es el único y, aunque su ejemplo permite comprender cómo funcionan los mecanismos de la popularización fuera de lo literario de los escritores, es posible encontrar otros casos de autores que se han convertido en los reyes del merchandising. Las hermanas Brontë son otras de las autoras que cuentan con una industria de los productos derivados asociados a sus personas.

¿Está Pessoa camino de convertirse en la versión masculina de estas autoras británicas en lo que a potencial industrial se refiere? “Cuando comparamos el fenómeno Pessoa en Lisboa, no solemos utilizar esos ejemplos, sino el de Joyce en Dublín y el de Kafka en Praga, porque sí hay una relación muy fuerte con el lugar, con la ciudad”, explica Teresa Jorge Ferreira, una de las responsables de Tell A Story, una caravana/librería especializada en libros portuguesas que recorre las calles de Lisboa y que es una de esas paradas literarias que hacen los turistas que visitan la ciudad.

Pessoa sería, por tanto, uno de esos autores que se acaban fusionando con la ciudad en la que han vivido y convirtiendo en una parte más del entorno. Su fama literaria y su fama lisboeta se acaban fusionando, por tanto, para convertirlo en un elemento rápidamente reconocible para quienes visitan la ciudad.

Cuando el ‘souvenir’ sustituye al libro

Y, como suele ocurrir con todas estas cosas, el tema invita a reflexionar sobre el efecto que tiene en la cuestión literaria el hecho de que un autor se esté convirtiendo en parte del paisaje ubicuo de los souvenirs. ¿Se acaba banalizando la cultura cuando se convierten sus figuras icónicas en un elemento para hacer tazas, bolsas o imanes para la nevera? ¿O son en realidad estos elementos una cuestión más del juego literario y un guiño más que el lector hace a sus autores y libros favoritos?

En el caso concreto del comprador que se hace con los recuerditos de Pessoa, quizás haya más de amor al autor o de interés por su obra y su figura que simplemente el hecho de hacerse con un icono más que parece popular. Jorge Ferreira tiene una posición bastante destacada para ver cómo se relacionan con Pessoa los turistas que visitan Lisboa, ya que no solo está dentro de ese universo libresco que los potenciales compradores del merchandising de Pessoa pueden frecuentar, sino que también ofrece esos servicios que forman parte del turismo literario que la figura de Pessoa puede catalizar. “Creo que hay gente que compra los souvenirs sin leer, que se hace las fotos junto a la estatua sin saber quién es el personaje, pero no son esos los que nos buscan”, explica.

Quienes van a la captura de Pessoa son, al final, otro tipo de turistas. E incluso aunque no fuese así la avalancha de figuritas, tazas e imanes no tendría por qué ser necesariamente mala. “Me parece posible que la exploración turística de la imagen del poeta sirva como una provocación”, dice Jorge Ferreira. Una manera de hacer que quien se lleva el imán se acabe sintiendo inclinado al acto más literario de conocer al autor y su obra. Teniendo en cuenta que Pessoa hizo sus pinitos en la industria naciente del marketing, quizás no le hubiese parecido tan mal. 

Todas as cartas de amor são ridículas. La sentencia es una de las declaraciones favoritas del gran público en lo que a Fernando Pessoa se refiere. Es también posiblemente el texto del escritor portugués que se puede encontrar en más y más neveras de medio mundo, puesto que es la...

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Raquel C. Pico

Periodista, especializada en tecnología por casualidad, y en literatura por pasión.

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1 comentario(s)

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  1. Lúzbel Guerrero

    Es bastante triste que se venda la imagen de Pessoa como ya se hiciera con el Che Guevara, Marilyn Monroe o Pikachu. Tampoco me parece la frase de los imanes de nevera representativa ni del autor ni de su obra (necesitaban algo cortito para que entrara en la chapa); vender de esta forma a uno de los grandes poetas europeos del siglo veinte, me parece cuanto menos, irrespetuoso. Sé que el afán de lucro no cuenta los muertos ni entiende de respetos literarios ni de ninguna otra índole; pero basta leerle a él o a cualquiera de sus heterónimos para darse cuenta de lo desafortunado de la elección de esas palabras. Estos fenómenos de mercadotecnia, hacen que se banalice al personaje, y no creo que atraiga lectores; aunque supongo que algún caso habrá de quien compre un libro suyo porque conoció su nombre antes de comerse un yogur a medianoche. Recuerdo un chiste que leí en algún lugar (que probablemente provenga de la realidad misma); un cuarentón ve a un veinteañero con una camiseta del Che Guevara y comenta indignado: ¡Sí, mucha camiseta del "Che", pero seguro que nunca fue a un concierto suyo. Por cierto, ¡excelente artículo Raquel!

    Hace 8 años 7 meses

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