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"Orgulloso de un equipo que da la vida ante cualquier dificultad. Más contento que nunca de ser el entrenador del Atlético de Madrid y de estos jugadores, que no se quedan en discursos, sino en realidades". Simeone, que trabaja para levantar títulos y no para engordar egos, fue lapidario después del partido del Camp Nou. Ante la adversidad, compromiso. Contra los obstáculos del destino, coraje. Frente a la desigualdad, corazón. Fe, pertenencia y tribu. Esos son los atributos que definen un Atlético que preparara a conciencia su particular partido de vuelta ante el Barça, con la esperanza de convertir el Calderón en Vietnam. Nada ni nadie por encima del equipo. Da igual quien juegue. Once hombres, una camiseta, un grupo preparado para cualquier guerra y un objetivo, perseguir un sueño con intensidad, hasta alcanzarlo. El Atleti no es el equipo más vistoso de Europa, pero sí el que destila más garra y carácter. Para muestra, un botón: Lucas Hernández. Un niño de apenas 20 años, zurdo, que tiene sangre en el ojo, que juega con el descaro de un veterano y tiene una personalidad arrolladora. En un equipo capaz de defender con éxito El Álamo o el mismísimo Abismo de Helm con la vida, la consigna es clara: rendirse, jamás.
Fieles exponentes de una caja fuerte humana contra la que pocos encuentran combinación, aparecen Godín --el mejor central clásico del mundo--, Giménez –un soldado imperial--, Juanfran –un rayo de compromiso--, Savic –buen conocedor del oficio--, o Filipe –clase y zancada--. Entre todos ellos, impulsado por la confianza de Simeone y por la baja digna de Expediente X de Savic, ahora emerge Lucas Hernández. Imberbe pero decidido, joven pero sobradamente preparado, Lucas impartió un clínic defensivo en el escenario gigantesco, el Camp Nou. Elegido en el once ideal de la Champions tras su homérica actuación, el canterano dejó una estela de grandes momentos cuando el Atlético sufría un bombardeo incesante, por tierra, mar y aire. Lucas dejó estampas inolvidables: apariciones como antiaéreo, un par de quites a ras de suelo y varias anticipaciones sobre Messi. Potente, concentrado y rápido, el chaval del Atlético se permitió incluso el lujo de mantener un duelo formidable con Suárez, con y sin balón, donde,lejos de arrugarse, se agrandó. Y de propina, dejó una demostración palpable de su enorme personalidad, llegando a abroncar a Oblak o Godín en un par de jugadas en las que la defensa no había estado bien ubicada. Lucas es puro ADN atlético. Coraje y corazón. El chico es intenso, agresivo, directo y comprometido. Así los quiere Simeone.
El hijo de Jean-François Hernández, excentral de Atlético y Rayo Vallecano entre otros, llegó al club rojiblanco con apenas 12 años, para jugar en el alevín. Desde entonces hasta ahora ha ido trepando por las categorías inferiores del Atleti con aplomo, seguridad y liderazgo. Debutó en Copa frente al Hospitalet, pero su imparable progresión llegó cuando el Cholo decidió darle la alternativa frente al Real Madrid. Aquel día Lucas fue titular y el Atlético, con los menos habituales, se impuso 2-0. Y Lucas, un dechado de garra, tapó su banda con maestría y gran seguridad. Secó a Bale, pudo con James y hasta logró frustrar a Cristiano. Hace unos meses tenía varios equipos haciendo cola para conseguir su cesión, pero una decisión personal de Simeone alteró los planes. El Cholo le quería dentro del grupo, para seguir creciendo y fomentar la competencia interna, y Lucas se quedó. Hace unos días su hermano Theo, que tiene un año menos que él y apunta grandes cosas, entró en la convocatoria del Cholo. Genes familiares de pedigrí, futuro dorado y presente firme. Los Hernández.
En el Camp Nou, frente a Messi, Neymar, Suárez y compañía, Lucas acabó de certificar todas y cada una de las condiciones que se le adivinaban. Ya no es una promesa. Es una realidad. Tiene contrato hasta 2019, el club espera grandes cosas de él y el chico, internacional Sub-21 por Francia, no para de crecer. Hace 15 años, en 2001, Fernando Torres era la estrella de la cantera del Atlético, inmerso en los años de plomo. Cuando El Niño marcó su primer gol como rojiblanco en Albacete (0-1), el central de aquel equipo era Jean-François Hernández, el padre de Lucas. Hoy, Torres y Lucas son compañeros. El primero vivió las dos caras del fútbol, la bendición (el gol) y la maldición (la expulsión). Y Lucas Hernández, fiel exponente de esa garra que Simeone ha inoculado en vena al Atlético, demostró ser un central como la copa de un pino y tres abetos. Es un mariscal de 20 años. Un central con cara de niño, ardor guerrero y ambición desmedida. Siempre cumple, nunca defrauda y jamás se esconde. Es el último ejemplo guerrero del Cholo. Y la afición del Atlético se siente orgullosa de un chaval de la cantera, enamorado del escudo que defiende y de la camiseta que honra. Es de esos jugadores que no se quedan en discursos, sino en realidades. Su nombre es Lucas.
"Orgulloso de un equipo que da la vida ante cualquier dificultad. Más contento que nunca de ser el entrenador del Atlético de Madrid y de estos jugadores, que no se quedan en discursos, sino en realidades". Simeone, que trabaja para levantar títulos y no para engordar egos, fue lapidario después del partido del...
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Rubén Uría
Periodista. Articulista de CTXT y Eurosport, colaborador en BeIN Sports y contertulio en TVE, Teledeporte y Canal 24 Horas. Autor de los libros 'Hombres que pudieron reinar' y 'Atlético: de muerto a campeón'. Su perfil en Twitter alcanza los 100.000 seguidores.
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