Amancio Ortega, símbolo de un país sin filántropos
El creador de Zara, segunda fortuna mundial, se ha gastado 150 millones en proyectos solidarios. La Fundación Bill y Melinda Gates ha donado más de 37.000 millones.
Natalia Hernández Rojo Madrid , 4/05/2016
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A menos de cinco minutos de la Torre de Londres, el señor Thomas Guy dispone de un hueco en el callejero. No por ser un exitoso vendedor de Biblias en el siglo XVIII. Tampoco por su habilidad especuladora o, al menos, no del todo. Este librero aprovechó, como pocos, el recién estrenado capitalismo accionarial. Esquivó el derrumbe de la “Burbuja de los Mares del Sur”, en la que se arruinaron miles de familias, al vender los títulos que poseía cuando más alto era su precio en el mercado. Y en seis semanas multiplicó su inversión inicial, lo que le aseguró una inmensa fortuna. Pero Guy ha perdurado en la memoria colectiva por su mayor obra de filantropía: la construcción del Guy´s Hospital. Después de amasar miles de libras gracias a la especulación en una compañía que extraía beneficio del traslado de esclavos al Nuevo Continente donó, casi de forma íntegra, su patrimonio para edificar un hospital para acoger a enfermos crónicos y ciudadanos con bajos ingresos.
Este “amor a la humanidad” de los grandes millonarios no es nuevo. La filantropía acompaña a los más pudientes desde la Antigua Grecia. Pero ¿qué hacen hoy los más ricos del planeta para ayudar a la sociedad?
Bill Gates, el hombre que ha permanecido en el primer puesto de la lista Forbes de milmillonarios por más tiempo, 17 años, ha entregado casi al completo su tiempo, experiencia y, sobre todo, buena parte de su fortuna (que alcanza los 65.000 millones de euros) a la filantropía. El segundo de la lista, el español Amancio Ortega, creador del imperio Inditex y con un tesoro personal valorado en 58.300 millones, anda buscando traje de filántropo de su talla.
Entre ambos hay grandes diferencias, planes estratégicos, ámbito de actuación, dedicación... Sin duda, la divergencia más vistosa es la material. Según los datos que manejan los analistas de Wealth-X, la Fundación Bill y Melinda Gates ha invertido más de 37.000 millones de euros desde su creación. Amancio Ortega, a través de la institución sin ánimo de lucro que lleva su nombre, ha donado hasta ahora una cifra bastante más modesta, 150 millones de euros.
Muchos no están dispuestos a criticar la labor filantrópica del señor Ortega, alegando que es un empresario de reconocido prestigio internacional. Los defensores de la figura del creador de Zara y máximo accionista de Inditex alegan que tras su éxito hay un rédito social y una creación de valor que muchas veces se olvida. Es cierto, Amancio Ortega da trabajo en España a más de 42.000 personas, y pagará sus impuestos religiosamente, eso parece innegable. Además, desde la salida a bolsa de la compañía ha creado valor para sus accionistas de forma constante. Pero a este experimentado empresario, al que hace poco se ha visto rodeado de sus trabajadores celebrando entre lágrimas su 80 cumpleaños, aún le quedan algunas tareas pendientes en el voluntariado a gran escala.
El matrimonio Gates, gran referente
El primer contacto de los Gates con la filantropía tuvo lugar en la década de los noventa. Entonces centraron su actividad en llevar Internet a las bibliotecas públicas de EE.UU; tras un viaje a África, la pareja comprendió que millones de niños necesitaban tratamientos médicos simples para sobrevivir. En el año 2000, crearon la Fundación Bill & Melinda Gates, con una inversión inicial de 16.000 millones de dólares. Su ámbito de actuación en los países en desarrollo se centra en la actualidad en mejorar la salud y paliar la extrema pobreza. En Estados Unidos, apoyan programas relacionados con la educación. “Nuestras familias creen que si la vida te sonríe, hay que usar esos beneficios de la mejor y más sabia manera que se pueda”, recoge la página oficial de la institución.
El matrimonio Gates ha renovado y dado impulso a la nueva edad de oro de la filantropía. Ricos de todo el mundo sienten que después de sus victorias empresariales poseen los recursos y los conocimientos estratégicos para ayudar a mejorar el mundo en el que viven. “Y creen que pueden hacerlo mejor que sus predecesores”, explican los escritores Matthew Bishop y Michael Green en su libro Cómo los ricos pueden cambiar el mundo.
La historia del dueño de Zara es mucho menos reveladora. Creó la Fundación Amancio Ortega en 2001, justo después de la salida a bolsa de la textil, por “el deseo de su fundador de contribuir a la construcción de una sociedad mejor”. Desde entonces su actividad responde más al modelo tradicional de institución caritativa. Diego Hidalgo, empresario y filántropo reconocido, recuerda: “Desde el año 2000 he intentado embarcar en esta mejora del mundo a los españoles más acaudalados, con poco éxito, probablemente porque prefieren conservar la inmensa mayoría de su patrimonio para ellos y sus hijos”.
Pero el fundador de Inditex actúa con más prudencia. Sus proyectos se centran en la educación y en políticas asistenciales y, mayoritariamente, actúan en Galicia. Su fundación invierte en todo aquello que consideran “práctico, inmediato y transversal”. El propósito para los próximos años es, por un lado, ampliar su ámbito geográfico de actuación y, por otro, extender en 73 millones de euros la inversión en los próximos tres años.
La distribución de este incremento se reparte en la construcción de escuelas infantiles para la red pública gallega, con una donación estimada de 20 millones de euros; la renovación del equipo tecnológico de los servicios de diagnóstico y radioterapia oncológica del Servicio Gallego de Salud, y en dotar con 29 millones de euros el programa de becas en Estados Unidos y Canadá, un proyecto del que están especialmente orgullosos porque da oportunidades educativas a los chavales que lo necesitan.
Una de las becadas, Marta Casáis González, que cursaba 4º de la ESO cuando le dieron la oportunidad de estudiar en un pueblo de Colorado, Idaho Springs, cuenta: “Era uno de mis sueños y decidí presentarme. Venía de un instituto público y más bien pequeño donde no se ofrecían este tipo de oportunidades. Por no hablar de que suponía un desembolso económico bastante grande”.
Historias tras unos datos nada despreciables, pero no equiparables a los de Gates u otros compañeros de la liga de los súper ricos. Esos 200 millones de euros, entre invertido y proyectado, representan menos del 0,3% del total de la fortuna calculada de Ortega. Desde Pontegadea, la cabecera que reúne su actividad empresarial y la sociedad propietaria de sus acciones en Inditex, insisten en que “el patrimonio estimado de Amancio Ortega es, en un 90%, el que corresponde a la valoración en Bolsa de su participación en Inditex, y por tanto no deja de ser una expectativa y no un valor real”.
Acciones, no dinero
Es decir, algo así como que Ortega no cuenta con esos 67.000 millones en metálico; sus portavoces advierten que "hacer efectivo ese valor implicaría vender la compañía, con todas las implicaciones que eso tendría tanto para el propio valor de las acciones como para el futuro de un proyecto empresarial”. Con lo que sí cuenta Amancio Ortega es con el dividendo que aún le proporciona su participación mayoritaria en Inditex. En concreto, esta semana ha ingresado en cuenta más de 550 millones de euros, pero parece que, aún así, el capital de la organización continuará con la donación prevista.
Pero miremos más allá de las aportaciones monetarias. Porque uno de los errores marcados en rojo por los expertos en la materia es que existe una tendencia a querer resolver demasiados problemas, en vez de poner el foco de atención en algo concreto. Rafael Vilasanjuan, director de Análisis y Desarrollo Global del Instituto de Salud Global de Barcelona, cree que “hay que hacer entender a los filántropos que tienen que incorporar elementos estratégicos a su forma de dar" ya que sin planificación, no hay resultado. Y de nuevo en esto, los Gates son alumnos aventajados.
Las estrategias de la Fundación de Bill Gates se desarrollan siempre con un patrón similar. Trabajan en colaboración con asociados que pueden contribuir a generar cambios a nivel mundial. Todas sus estrategias, que ya suman más de una veintena, han tomado forma a partir de este proceso: primero qué quieren lograr y examinar dónde pueden ejercer la mayor influencia posible. Para después definir los objetivos principales y el procedimiento concreto para poder cumplirlos. Si no hay posibilidad de alcanzar los retos identificados, no mueven la maquinaria.
Es lo que han hecho, por ejemplo, con la malaria, una de sus principales prioridades. La enfermedad provoca alrededor de 627.000 muertes en África subsahariana y el sur de Asia, de los que el 77% son niños menores de 5 años. Convencidos de que para combatirla es necesario desarrollar nuevas vacunas, invierten en herramientas de diagnóstico y trabajan para asegurar que la enfermedad tenga un lugar prominente en la agenda global. ¿Los resultados? Entre el año 2000 y 2012, con mayor inversión en diagnosis y prevención, han conseguido que las muertes por esta enfermedad se reduzcan en un 42% en todo el mundo.
En la Fundación Amancio Ortega el método es diferente.
Enmarcan sus actuaciones dentro de dos áreas de actuación: educativa y social, aunque “la inversión se decide de forma independiente y sin que exista una determinación presupuestaria previa respecto a cada línea concreta de actuación”, afirman. En la Fundación añaden que “la decisión de asignar fondos a un proyecto determinado se toma tras realizar un análisis profundo que garantiza que los objetivos del proyecto se adecuan a las líneas estratégicas”, los expertos consulados no lo tienen tan claro y creen que se actúa más por impulsos. Además, en el área asistencial, la Fundación lleva a cabo tanto acciones de gestión propia como colaboraciones con instituciones externas.
La filantropía estratégica supone una alta dedicación personal. Eso lo entendió desde el principio Bill Gates. En julio de 2006 anunció su intención de dejar Microsoft, la compañía que había creado él mismo en 1975. Se marcó entonces un plazo de dos años para abandonar sus funciones. Había decidido que se dedicaría a pleno rendimiento y a jornada completa a su organización caritativa. Con 52 años y una vez conocidas las mieles del éxito empresarial se marcaba un nuevo reto: devolver a la sociedad lo que había ganado a través de los métodos del capitalismo.
Filantrocapitalistas
Es necesario entregarse en cuerpo y alma al proyecto para dirigir la fundación y conseguir así los objetivos fijados, insisten los expertos. De igual manera que no imaginamos al consejero delgado de una gran empresa dedicando unas pocas horas del día a su trabajo tampoco se entiende que un filántropo de altura no se dedique full-time a su organización caritativa. "El modo de funcionar de la filantropía estratégica es parecido al de los negocios”, destacan desde Zohar Consultoría. Gates decidió abandonar su actividad corporativa; Ortega es un empresario, en presente, que sigue al frente trabajando cada día en Inditex y con un proyecto inmobiliario en marcha.
Ricard Valls, presidente de Zohar Consultoría, especialista en ayudar al sector a captar fondos, explica que esta nueva forma de actuar se conoce como filantropía estratégica. Se trata de “escoger el objetivo al que va a aportar sus fondos de manera que dicha aportación genere impacto, que cambie realmente las cosas” a diferencia que la tradicional. Este método de actuación pretende copiar el modelo empresarial, de inversión y de riesgo. “Están acostumbrados a alcanzar el éxito a gran escala y si esa máxima funciona en los negocios para hacer dinero, por qué no lo iba a ser igual para cambiar las cosas” destacan Bishop y Green. Los nuevos filántropos aplican a sus donaciones “los secretos del éxito de hacer dinero”. Son filantrocapitalistas.
Diego Hidalgo apunta que “los españoles dedican una ínfima parte a fundaciones nominativas, porque a diferencia de los americanos atribuyen al Estado la responsabilidad total de garantizar el bienestar social, y sobre todo, porque sus valores son diferentes”. El Estado y la Iglesia han sustituido en España la labor filantrópica hasta hoy, y quizá por eso no se percibía una reclamación social al sector privado. Hasta que llegó la crisis el Estado siempre había estado ahí para cubrir servicios, ya sea de manera directa o indirecta a través de ayudas y subvenciones. Gonzalo Fanjul, experto en pobreza y desarrollo y fundador de porCausa, describe la filantropía en España como “muy poco desarrollada, primitiva y reactiva”, aunque cada vez más necesaria tras los recortes en el Estado de Bienestar a consecuencia de la crisis.
“Los incentivos fiscales son, en general, un instrumento útil a la hora de fomentar la filantropía”, destaca Marta Curto Grau, investigadora de la Universidad de Heidelberg. La donación podría animarse si las ventajas fueran más atractivas, aseguran en la Asociación Española de Fundaciones. En España, se actualizó y mejoró la tributación de las donaciones hace unos años, aunque sin llegar a lo que es hoy la referencia en Europa, Francia. El director general de la Asociación Española de Fundaciones, Silverio Agea, destaca que “es necesaria una reforma más amplia de la Ley de Mecenazgo para adecuar nuestro sistema a los de nuestro entorno”.
No obstante, valoran positivamente los cambios introducidos. Los más importantes: que se haya reconocido la figura del micro mecenazgo, figura planteada por el sector, y se haya introducido una deducción del 75% para los primeros 150 euros donados por personas físicas. A partir de ese importe, las donaciones serán deducibles al 30%, frente al 25% actual, o al 35% si se trata de donaciones periódicas realizadas durante al menos tres años a la misma entidad por un importe igual o superior.
Los cambios también afectan a las sociedades, la deducción actual del 35% se incrementa al 40% para las donaciones realizadas a una misma entidad por el mismo o superior importe durante al menos tres años. Según Ricard Valls, “el potencial de aumento de la filantropía de los ciudadanos será exponencial: el ahorro fiscal de las familias por sus donaciones va a ser de 204 millones de euros en 2015 y llegará los 367 millones en 2016”.
Peccata minuta si las comparamos con EE.UU., donde las desgravaciones son muy ventajosas. No obstante, en el caso particular de España, los expertos dudan de que un aumento de las deducciones fiscales fomente la cultura filantrópica. Los verdaderos motivos de la escasez de grandes filántropos españoles son otras. Pocas personas reflexionan sobre el “merecimiento” de gran patrimonio; lo dan por supuesto y lo defienden con uñas y dientes. A pocos se les ocurre pensar que, hayan obtenido su fortuna por herencia o incluso por haberla ganado partiendo de cero, “deben a la sociedad y a sus reglas el haber llegado a esa posición de privilegio, y tienen el deber ético de devolver a la sociedad al menos una parte”, concluye el filántropo Diego Hidalgo.
En opinión de este empresario, "casi todos se escudan en que tenemos menos incentivos fiscales que los países con grandes filántropos como Estados Unidos pero esta coartada para los filántropos potenciales que no ejercen es falsa. Cuando Bill Gates hace una donación o endowment de decenas de miles de millones a su Fundación, no lo hace para deducir impuestos”.
En nuestro país hay que dar un paso de gigante, los multimillonarios deben aplicar la emprendiduría y la innovación que usaron en su momento para triunfar en el mundo empresarial a las donaciones. Gonzalo Fanjul advierte de que estamos en una encrucijada: “O hacemos filantropía de tercera división y reactiva tanto en los fondos como en el contenido, o cogemos fuerza e intentamos hacer algo similar a las grandes fortunas alemanas, británicas…”
Precisamente para desarrollar y convencer a los más pudientes, como Amancio Ortega, de lo necesarios que son para la sociedad sus iniciativas filantrópicas, Rafael Vilasanjuan ha impulsado Ideas & Filantropía, un grupo de trabajo cuyo principal objetivo es atraer nuevos filántropos y asesorar sus prácticas. Su modelo a seguir, la Rockefeller Philanthropy Advisors. Esta organización sin fines de lucro asesora y gestiona más de 200 millones de dólares en donaciones anuales de individuos, familias, empresas y grandes fundaciones. Su función principal es ayudar a que los donantes hagan una filantropía efectiva en todo el mundo.
Por eso, Amancio Ortega, el segundo hombre más rico del planeta, tiene en su mano transformar la sociedad y mejorar sus condiciones de vida en mayúsculas gracias a su privilegiada (no por ello no trabajada) posición. Vilasanjuan bromea: "Yo siempre les digo a estos grandes empresarios de éxito: 'llénate el bolsillo de monedas y sal a la calle un domingo. Repártelas. Haz lo mismo la semana que viene y la siguiente. ¿Qué ha cambiado? Si has tomado la decisión de transformar la sociedad, necesitas estrategia”.
A menos de cinco minutos de la Torre de Londres, el señor Thomas Guy dispone de un hueco en el callejero. No por ser un exitoso vendedor de Biblias en el siglo XVIII. Tampoco por su habilidad especuladora o, al menos, no del todo. Este librero aprovechó, como pocos, el recién estrenado...
Autor >
Natalia Hernández Rojo
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