Berlusconi: el Trump italiano prefiere a Hillary
GUIDO MOLTEDO (Ytali.com) / Traducción Adriana M. Andrade 1/06/2016
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Il Cavaliere todavía recuerda con cierto orgullo las palabras que dijo Hillary Clinton hace seis años: “No tenemos un amigo mejor. Nadie apoya a la administración americana con la misma coherencia con la que la que estos años Berlusconi ha apoyado a las administraciones de Bush, Clinton y Obama”. “Es una declaración de estima profunda la que la Secretaria de Estado, Hillary Clinton, reserva al primer ministro italiano, después de una reunión de más de media hora en la cumbre de la OSCE en Astana, Kazajastán”, comentó entonces Il Corriere della Sera.
Era el primer encuentro entre el líder italiano y un alto representante de la administración Obama tras la difusión de los 3.012 cables enviados desde sedes diplomáticas estadounidenses al Departamento de Estado revelada por Wikileaks. Silvio Berlusconi, escribía en uno de los cables la encargada de negocios de la embajada americana en Roma, Elizabeth Dibble, “es un líder física y políticamente débil”, cuyas “frecuentes noches largas y su inclinación a las fiestas implican que no descansa lo suficiente”. Fuentes cercanas al entonces Cavaliere minimizaron el alcance: “Berlusconi se echó unas risas”.
En realidad, cuando Berlusconi se vio con Hillary en la cumbre de Astana ni se divirtió ni minimizó. “Estaba muy agitado”, contó poco después Clinton. “¿Por qué decís esas cosas sobre mí?´, me decía, Estados Unidos no tiene un aliado mejor, y yo te conozco, conozco a tu familia”. La ex secretaria de Estado recuerda que Berlusconi “se lanzó a relatar cómo su padre le llevaba a visitar los cementerios de los soldados americanos que se habían sacrificado por Italia. A pesar de sus manías, amaba de verdad a Estados Unidos, era un aliado clave e hizo de todo para restablecer la confianza y el respeto, incluso con disculpas públicas”.
Este es uno de los motivos por los que el magnate italiano convertido en político es uno de los protagonistas de Hard Choices (2014), el libro de Clinton que recoge los recuerdos de su experiencia como jefa de la diplomacia estadounidense entre 2009 y 2013. Entre ellos, la historia de Wikileaks y el tenso encontronazo entre Berlusconi y Sarkozy sobre la crisis libia.
¿Y hoy? Si Berlusconi fuese norteamericano, apoyaría a Hillary. Y le votaría en noviembre. A pesar de la amplia literatura periodística que le une a Donald Trump.
Para empezar, en muchos aspectos son como dos gotas de agua. Se podría escribir un capítulo moderno de Vidas Paralelas sobre ellos. Y aún así, el Berlusconi real aparta de un manotazo cualquier cercanía a su imitación americana. A Silvio no le gusta el “Berlusconi americano”. No siente ningún tipo de feeling hacia él.
Por un lado se complace del éxito que arrastra su alter ego al otro lado del océano. De alguna manera considera “suyo” el éxito de Trump. Se siente pionero de un fenómeno ya planetario. Sobre todo si pensamos en la repercusión más allá del Atlántico de sus vivencias libertinas y jurídico-sexuales, en el estruendo planetario del “bunga bunga”, en las tomaduras de pelo, en sus sonrisas sarcásticas sobre los Jefes de Estado y de Gobierno. ¿Y ahora Estados Unidos podría tener un Berlusconi como presidente? Sí, para Silvio el éxito de The Donald es una especie de renacimiento de la narrativa que lo destruyó.
Por otro lado, el constructor de Arcore no consigue verse reflejado en el constructor de Manhattan. No se identifica con la vulgar misoginia característica prevalente en el candidato republicano. Su lenguaje. Su estilo. Su manera de ser macho. Fascistoide --en efecto, observan los amigos de Berlusconi, a [Matteo] Salvini [el líder de la Liga del Norte] le gusta Trump--.
Sí, el gran cortejador de modelos y chicas atractivas, el pluriprocesado por delitos de índole sexual, el de los chistes tipo “tendríamos que tener tantos soldados como chicas guapas”, para contrarrestar el aumento de las violaciones, o “es mejor ser un apasionado de las chicas guapas que ser gay” se considera un fascinante latin lover que seduce a las mujeres que no se podrían permitir insultarlo --naturalmente olvidándose de bromas como “la señora [Rosy] Bindi [dirigente del Partido Democrático] es más guapa que inteligente--”. Se cree lo opuesto al rude cowboy de Nueva York. Virilidad contra masculinidad.
Además, el ex primer ministro está asqueado por los golpes bajos contra “mis amigos Bill y Hillary”, y las continuas insinuaciones sobre el caso Lewinski. Escucha el eco de algo muy “personal” en esos ataques que entran en la intimidad de la vida de los demás. Esta campaña le recuerda a aquella que lo arrolló a él y que, procesalmente, sigue todavía en pie.
Berlusconi sigue de cerca los acontecimientos americanos. Se considera competente en la materia. Intercambia información y opiniones con algunos amigos y confidentes, como el ex embajador italiano en Washington, Gianni Castellaneta, y los parlamentarios Lucio Malan y Augusto Minzolini. Al principio de la carrera hacia la presidencia, Berlusconi iba con Jeb [Bush]. También en virtud de viejos vínculos. Il Cavaliere preveía un duelo entre dinastías, entre los Bush y los Clinton.
Cuando George W. Bush lo retrató y expuso la pintura junto a las de otros 24 líderes mundiales conocidos durante su experiencia presidencial, en la exposición “The Art of Leadership: A President’s Personal Diplomacy”, Berlusconi se sintió particularmente halagado. La idea de otro Bush en la Casa Blanca, después de años del antipático Obama, era la perspectiva que más esperanzas le daba al rey de Arcore.
Por lo tanto Silvio y The Donald tienen mucho en común. Sobre todo, ninguno de los dos son, y se enorgullecen de ello, profesionales de la política. Los dos se han topado con tiempos de antipolítica donde se tiene éxito evitando a los partidos y dirigiéndose directamente a la gente. Sin embargo, después de más de dos decenios en la arena política, Berlusconi se considera un político consumado. Una pieza clave del establishment. Raramente habla de sí mismo, como hacía en sus principios, como un emprendedor. Paradójicamente, siente un desasosiego y sospecha de uno que era como él en sus primeros tiempos. Y ve con creciente preocupación, también él, la aparición de un clon berlusconiano en la Casa Blanca.
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Este artículo se publicó originalmente el 27 de Mayo de 2016 en la revista YTALI.
Il Cavaliere todavía recuerda con cierto orgullo las palabras que dijo Hillary Clinton hace seis años: “No tenemos un amigo mejor. Nadie apoya a la administración americana con la misma coherencia con la que la que estos años Berlusconi ha apoyado a las administraciones de Bush,...
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