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Inglaterra se volvió a citar con la historia y esta, como lleva haciendo los últimos 60 años, le volvió a decir que otra vez será. Ha llegado la pérfida Albión a Francia con psicólogo incluido y yo creo que lo que debería haber llevado es una meiga gallega que acabe, de una vez por todas, con la maldición. Eric Dier, mediocentro del Tottenham de 22 años y autor de un gol de falta con un poco de colaboración del arquero ruso Akinfeev, simbolizaba ayer la decepción de la nueva Inglaterra a la que los fantasmas de la vieja se le aparecieron todos juntos en el minuto 92, momento en el que un accidental cabezazo de Vasili Berezutski volvió a retratar a un portero inglés para acabar aguando la fiesta a los de los chicos de Roy Hodgson. Y van nueve seguidas.
Se presentaba Inglaterra ante Rusia en el partido estrella del Grupo B, donde unas horas antes la Gales del madridista Bale debutaba en una Euro con una trabajada victoria ante Eslovaquia (2-1). Resulta extraña esta Inglaterra en la que nada es lo que era pese a que el pasado que se empeñan en dejar atrás se le sigue apareciendo cuando menos se lo espera. Pretende jugar al balón lo que hasta ahora es más un deseo que una realidad, sobre todo en la segunda parte de ayer. Hasta su otrora ariete Wayne Rooney se ha reconvertido en centrocampista con galones de director. Lo fue a ratos y hasta dispuso de un balón que se fue al palo tras un paradón del cancerbero ruso. No consiguió sin embargo el jugador del United evitar durante algunos instantes en el que pareció deambular perdido como un guiri en la Feria de Abril una sensación trágica en el espectador: la de encontrarse en ese momento de su carrera en el que no sabe si su partido estaba en el campo contra Rusia o por las calles de Marsella contra las hordas de aficionados rusos. La estética sigue traicionando a los grandes peloteros británicos, una estética que se identifica siempre con la ética deleznable que una parte de sus compatriotas saca a relucir en cuanto la dejan salir de la isla.
En realidad el choque entre rusos e ingleses comenzó hace tres días y (salvo continuación en un tercer tiempo infinito) terminó poco antes del pitido final del partido. Justo cuando en la grada de gol defendida por Hart, un puñado de energúmenos rusos se abalanzó contra los seguidores ingleses tratando de emular la temible carga de los cosacos. Y entonces, por unos minutos, el caos de las calles marsellesas se apoderó de un pedazo del Vélodrome en el que se vieron hasta bengalas.
Imposible contener la impotencia y la rabia cuando en algunas imágenes que circularon por la red se veía a padres tratando de defender a sus hijos. Lleva Francia meses en estado casi de excepción por la amenaza terrorista poniendo contra las cuerdas al propio estado de derecho, y nadie ha sido capaz de prever que soltar a hooligans ingleses y nazis rusos en la misma ciudad y sin perímetros de seguridad marcados no era buena idea. Por no repetir lo de las bengalas; bengalas en un estadio en una competición internacional del 2016. Y donde dice bengalas lean lo que quieran. Tranquiliza saber que todo el celo que las autoridades galas han puesto para garantizar la seguridad de los asistentes (normales) a la Euro se ha concentrado en los radicales manifestantes, trabajadores muchos de ellos contrarios a una reforma laboral que cercena sus derechos y, con ellos, el pan de sus hijos.
A este lado del Atlántico llevamos semana y media de Copa América y los únicos incidentes hasta el momento han sido la agresión de Luis Suárez al banquillo por no jugar ante Venezuela y el por qué no te callas de Messi a Maradona: tres goles y recital en 30 minutos ante Panamá, del que, según el Diego, “no tiene personalidad para ser líder”. Allá llevan dos días de Eurocopa y ya hay un tipo en estado crítico. Pero eh, los civilizados somos los europeos.
Si Jane Austen escribiera esta novela la titularía vergüenza y decepción.
Inglaterra se volvió a citar con la historia y esta, como lleva haciendo los últimos 60 años, le volvió a decir que otra vez será. Ha llegado la pérfida Albión a Francia con psicólogo incluido y yo creo que lo que debería haber llevado es una meiga gallega que acabe, de una vez por todas, con la maldición. Eric...
Autor >
Diego E. Barros
Estudió Periodismo y Filología Hispánica. En su currículum pone que tiene un doctorado en Literatura Comparada. Es profesor de Literatura Comparada en Saint Xavier University, Chicago.
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