TRIBUNA
El Lexit que nunca fue
La izquierda británica ha mostrado el peligro de dejar la narrativa anti-UE en manos de la derecha xenófoba. Sus homólogos en el resto de Europa deberían tomar nota
Kate Shea Baird 20/06/2016
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Este referéndum presenta una elección binaria: el Remain o el Leave. La izquierda o la derecha. Bien o mal. ¿O no es así? A pesar de su brevedad, una papeleta no es siempre fácil de leer. Las palabras se tienen que dotar de sentido. El contexto importa. En efecto, ¿qué es una campaña de referéndum si no una batalla para definir las opciones en juego?
En el caso del referéndum sobre el llamado Brexit, no hay ninguna duda de que son las fuerzas conservadoras, desde los ministros del Gobierno tory, hasta UKIP y la extrema derecha, las que están escribiendo la narrativa del Leave. En gran parte de la imaginación británica, y de la europea, un voto para el Leave es un voto para las fronteras y en contra de la inmigración. Es un voto para el Estado nación y en contra de la cooperación transnacional. Es un voto para el interés propio y en contra de la solidaridad. ¿Pero esto es cierto? Y, si es así, ¿cómo hemos acabado aquí?
Flashback a julio del año pasado. #ThisIsACoup es tendencia global en Twitter. La izquierda europea está unida en la indignación por la rapidez y la fuerza con las que la Troika ha machacado los esfuerzos del Gobierno de Syriza de resistirse a sus demandas. Muchas personas que habían considerado la UE poco democrática, pero benévola, empiezan a verla como antidemocrática y peligrosa.
Pocos días después, Owen Jones publica un artículo en The Guardian sobre el argumento radical para una salida de la Unión Europea, en el que acuña el término Lexit (de Left y Brexit). En el texto, Jones se suma al creciente número de voces progresistas que cuestionan la pertenencia del Reino Unido a la UE, señalando a Grecia y el TTIP como algunas de las causas del ‘renacimiento’ del euroescepticismo de izquierdas. Asimismo, con perspicacia, alerta de los peligros de dejar la lucha contra la UE en manos de UKIP.
Al mismo tiempo, Jeremy Corbyn, que encabeza la carrera para liderar el Partido Laborista contra todo pronóstico, declara que se plantearía hacer campaña para el Leave en el referéndum sobre la UE. Corbyn fue uno de los pocos diputados socialistas del partido que votó en contra de la permanencia del Reino Unido en la CEE en 1975, y fue elegido diputado en 1983, cuando salir de ella todavía estaba en el programa laborista. Incluso después de que el partido cambiase su posicionamiento oficial en relación a la UE, Corbyn se rebeló, votando en contra del Tratado de Maastricht en 1993 y del Tratado de Lisboa en 2008.
Luego llegño el verano de migraciones; el ritmo diario de cadáveres cayéndose de camiones y varados en las playas, esas imágenes desoladoras del pequeño Aylan Kurdi, boca abajo en la arena. Parece que el precio de la libertad de movimientos dentro de Europa es la muerte en sus puertas. La UE está en crisis y el significado de Leave se está disputando entre la izquierda y la derecha.
Sin embargo, ahora, a pocos días del referéndum, la mayoría de la izquierda británica se ha alineado con el Remain, abandonando los intentos iniciales de resignificar el Brexit y recuperar el Leave de la derecha. ¿Cuáles son los motivos para este cambio de rumbo tan rápido? E, igual de importante, ¿cuáles son sus consecuencias?
Cuando, en febrero, se confirmó la convocatoria del referéndum, Corbyn anunció que votaría Remain. Después de todo, habría sido casi imposible que Corbyn hiciera campaña para el Brexit a la vez que lideraba a unos diputados laboristas en el Parlamento que estaban, en su gran mayoría, a favor de quedarse en la UE (y buscando cualquier excusa para echarlo de su cargo). Al final, solo 10 de los 258 diputados laboristas se han declarado a favor del Leave.
A falta de un liderazgo fuerte del Lexit desde el Parlamento, muchas de las figuras más importantes de la izquierda más allá de las instituciones, entre ellas Owen Jones, cambiaron al Remain por miedo a que una victoria del Leave abriría la puerta a que el anterior alcalde de Londres, Boris Johnson, se convirtiera en primer ministro, llevando el país a una deriva aún más derechista. Este era el caso del periodista y autor de Post-Capitalismo, Paul Mason. Era evidente que le costara decidirse, pero al final publicó un artículo sobre el argumento izquierdista para el Brexit ‘un día’ en el que concluye que ahora no es el momento adecuado.
Parece que a la izquierda le han preocupado más las oportunidades que el Brexit podría dar a la derecha a corto plazo que los límites que el Remain impondría sobre una Administración corbynista en un futuro. Este pesimismo es entendible. Debido a los años sucesivos de gobiernos blairistas y tory, el Reino Unido jamás ha vivido las implicaciones de estos límites de primera mano. Aun así, el hecho es que las leyes europeas prohibirían que un gobierno británico de izquierdas renacionalizara las compañías ferroviarias, que introdujera políticas de estímulo fiscal keynesianas, o que rescatara industrias en dificultades, por mucho que la ciudadanía apoyara tales medidas.
También le ha dado cosa a la izquierda la idea de marcar la misma casilla que el líder de UKIP, Nigel Farage, aunque fuera por razones muy distintas. Muchos ven en el Remain una manera de expresar su rechazo de la xenofobia de gran parte de la campaña Leave. Desde luego, esto es una especie de profecía autocumplida: cuantos menos supporters del Lexit haya haciendo un argumento alternativo para el Leave, más probable será que UKIP pueda cantar victoria si sale el Brexit.
Esto no es decir que el apoyo del Remain sea unánime en la izquierda. Hay personas abogando por el Leave que dan un destello de lo que una campaña Lexit podría haber sido. La anterior vicealcaldesa de Londres, Jenny Jones, ha hecho un argumento ecologista para el Brexit, acusando a la UE de ser ‘un paraíso para los lobbyists’ que ‘destroza la resiliencia y la autonomía locales’. Giles Fraser, el pastor anglicano radical que dimitió de la Catedral de San Pablo en apoyo a Occupy London, ha condenado los efectos de la política agrícola común sobre los agricultores en los países en vías de desarrollo. La escritora Julie Burchill ha declarado que votará Leave porque la UE ‘necesita una buena patada feminista’. Tariq Ali ha llamado a un voto Leave anticapitalista, basándose en el hecho de que la UE promueve las privatizaciones, los recortes en prestaciones, sueldos bajos, y la erosión de los derechos sindicales. La periodista Suzanne Moore ha sostenido la necesidad de recuperar la soberanía popular y el control democrático de las instituciones europeas.
Pero estas voces son una minoría y, por lo tanto, los votantes de izquierdas que se inclinan hacia el Brexit se encuentran sin representación significativa en el debate público. En general, la derecha ha tenido carta blanca para apropiarse de la bandera antiestablishment y definir qué significa un voto para el Leave. UKIP también ha aprovechado la oportunidad para monopolizar el lenguaje natural de la izquierda de soberanía, democracia y rebelión popular. Vale la pena notar que el apoyo para el Leave está concentrado entre las personas sin formación, las que viven en viviendas sociales, las clases trabajadoras, y la gente que está en el paro. Una izquierda que no consigue comunicarse con estos sectores de la sociedad se está equivocando gravemente en algo.
Llamamientos bien intencionados a quedarse en la UE para reformarla desde dentro, sin ninguna explicación de cómo, ni promesa de cuándo, han contribuido poco a convencer a los que tienen todos los motivos para votar en contra del statu quo. Aún peor, demasiadas personas de la izquierda no solo han ninguneado las preocupaciones de los votantes del Brexit, sino que han ido más allá, tachándolos de ‘Little Englanders’ ignorantes que no saben qué les conviene.
Evidentemente, hay muchas personas de izquierdas que creen que formar parte de la Unión Europea es positivo, y hacen bien en defenderlo. Pero los que están a favor de un modelo radicalmente distinto podrían haber jugado un papel importante en hacer frente a la derecha euroescéptica, disputando el significado del voto para el Leave. Una campaña Lexit podría haber creado una contranarrativa que dirigiera las críticas euroescépticas a los financieros internacionales y los lobbyists empresariales en vez de a los migrantes y refugiados. Podría haber defendido las aportaciones de la inmigración a la vez que reconocer que tiene que haber control democrático de las políticas. Podría haber cuestionado la dicotomía falsa entre la UE y el Estado nación, poniendo perspectivas internacionalistas y localistas sobre la mesa.
Sea el que sea el resultado el jueves, la izquierda en el resto de Europa debería tratar de aprender de la experiencia del referéndum Brexit. La UE no es el antídoto a la extrema derecha, es más, en ausencia de alternativas, puede alimentarla. Los hechos políticos en el Reino Unido durante los últimos meses han demostrado que, si la izquierda calla sus críticas legítimas a la UE, la derecha no tendrá dudas en contar la historia de regeneración democrática en sus propios términos. Con la UE en crisis, es hora de que la izquierda vaya más allá de la retórica de reformas institucionales indeterminadas; le toca empezar a reflexionar sobre la potencia radical de una ruptura democrática y pensar en cómo querría que fuera una Europa sin la UE.
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Kate Shea Baird (Londres, 1985) es licenciada en Filosofía, Política y Economía por la Universidad de Oxford. Vive en Barcelona y escribe sobre la política catalana y española en Roar Magazine, Red Pepper, y Novara Media, entre otros.
Este referéndum presenta una elección binaria: el Remain o el Leave. La izquierda o la derecha. Bien o mal. ¿O no es así? A pesar de su brevedad, una papeleta no es siempre fácil de leer. Las palabras se tienen que dotar de sentido. El contexto importa. En efecto, ¿qué es una campaña...
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