Fauna ibérica / Los candidatos
Pedro Sánchez, cuando el argumentario se hace carne
Esteban Ordóñez 15/06/2016
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El PSOE lleva años cincelando el vacío, y cuando uno cincela el vacío al final lo que le sale es Pedro Sánchez. Unos hombros que se bambolean, una americana impoluta y una expresividad robótica y secuenciada.
Su retrato, por obligación, es más físico que el del resto de candidatos porque es el único personaje político lo suficientemente frío y acartonado como para parecer la versión cárnica de un argumentario de partido. Por sus venas corre más celulosa que sangre, y en esto no le ayuda para nada utilizar siempre una sintaxis prestada de algún manual descatalogado.
La apuesta por revitalizar el PSOE pasó por ofrecer una guapura innegable, que impulsaba a mucha gente a agarrar la papeleta del PSOE aunque sólo fuera para abanicarse (entre otras, a Esperanza Aguirre), y pasó también por una capacidad de susurro en la que se volcaban grandes esperanzas.
El susurro sancheziano funcionaba tal que así: clamaba contra el gobierno, gritando y acalorándose, y luego, cuando tocaba prometer una solución, se calmaba y lanzaba una propuesta a media voz, secreteando. La nueva política abogaba por acercarse a la gente y desde el PSOE quisieron compensar, aunque confundieron la cercanía social con una especie de intimidad publicitaria. De todas formas, hubo que terminar con esos arrebatos de ternura porque el candidato enseguida se vició a lo de hablar flojito y perdió los papeles: acabó desgañitándose en las promesas y susurrándole a Rajoy.
Se invertía bastante fe también en sus ojos, muy de Obama español, que son capaces de componer cierta trascendencia y de inventarse horizontes incluso en medio de un plató. Los párpados son los principales responsables de la mirada, y la versatilidad de los de Sánchez abruma. Sabe poner ojitos de protagonista de telenovela. Sabe comprimirlos lo justo, achispando al tiempo los pómulos, para transmitir una impresión de amabilidad socialdemócrata que el resto de la cara puede confirmar o no. Igualmente, su mirada de lástima cumple muy bien lo estipulado, lo cual le resulta útil para hablar de política social y olvidarse del artículo 135.
Sánchez tiene más accesorios que un Playmobil, pero, sin duda, alcanza la excelencia en el manejo de las arrugas de su frente. Hay toda una gramática en ellas. Su opción favorita consiste en contraerlas con aire a la par pensativo y pagado de sí. En ese gesto se resume la soberbia institucional del PSOE: esa cosa como de padre sobrado que cree que los jóvenes dejaron de saber lo que querían después de los 80.
En realidad, podemos analizar por partes la expresividad de Sánchez gracias a su artificialidad. Por ejemplo, en su sonrisa, siempre habilitada, uno puede percibir un mecanismo de engranajes, poleas y cuerdas que acaban, esto hay que reconocerlo, creando una mueca donjuanesca y envidiable.
En Pedro Sánchez hay más marketing que política. Sólo eso explica la sensación de vacío que rodea sus intervenciones. Su voz disfruta del mejor gramaje del panorama político, pero le falta algo, por algún motivo no suena compacta, hay detrás una especie de desolación, como si hablara dentro de una habitación sin muebles… Lo dicho, hay que acudir al marketing para explicarlo. Los anuncios de televisión utilizan músicas de fondo para enriquecer la simpleza de las ideas. Pedro Sánchez, como personaje publicitario, necesita una melodía que aporte las emociones de las que carece su mensaje.
Esta misma cualidad marketiniana le permite vivir en el triunfalismo y el eslogan a pesar de la realidad y las encuestas. Da lástima verlo insistir en argumentos caducados con la picardía de quien acaba de desenmascarar una conspiración. Basta con oírle pronunciar la palabra ‘pinza’.
No obstante, cuanto más se acerca el 26J, se le va subiendo la Susana. Puede intuirse la amenaza de la lideresa andaluza en el hecho de que su barba sea cada vez más persistente y huraña bajo la piel de la barbilla y también en el mechón canoso estilo Urdangarin que le sobrevuela la frente. Susana decidió obsequiarlo con su apoyo y su sonrisa calabresa y, desde ese momento, las cicatrices del acné de Sánchez comenzaron a hacerse más profundas.
El PSOE lleva años cincelando el vacío, y cuando uno cincela el vacío al final lo que le sale es Pedro Sánchez. Unos hombros que se bambolean, una americana impoluta y una expresividad robótica y secuenciada.
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Esteban Ordóñez
Es periodista. Creador del blog Manjar de hormiga. Colabora en El estado mental y Negratinta, entre otros.
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