UN DÍA DE CAMPAÑA
Pedro Sánchez: a un escaño de La Moncloa, el futuro y la razón
Al candidato socialista no hay manera de hacerle hablar de coaliciones y pactos postelectorales. Y no hay muchas personas que crean que va a ser el próximo presidente del Gobierno, pero el líder del PSOE tiene una característica curiosa: él sí se lo cree
Soledad Gallego-Díaz 22/06/2016
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En los carteles de la campaña electoral de 1979 se dijo que a Felipe González le habían pintado unas pocas canas en las sienes para hacerle parecer más presidenciable. A Pedro Sánchez le han salido al natural. El candidato socialista lleva a las espaldas dos campañas electorales, una fracasada negociación para formar gobierno, un discurso de investidura, dos votaciones frustradas en el Congreso y tres batallas internas en el PSOE en menos de un año, lo que si no le da un toque presidencial sí, desde luego, le hace parecer un adulto reflexivo. Seguramente no hay muchas personas que crean hoy que va a ser el próximo presidente del Gobierno, pero Sánchez tiene una característica curiosa: él sí se lo cree. Creyó sinceramente que Pablo Iglesias terminaría apoyando su pacto con Ciudadanos y cree que una carambola le permitirá obtener el 26J un escaño más que Unidos Podemos. Ese único escaño de más le daría La Moncloa, el futuro y la razón.
Para la nueva campaña, Sánchez ha renunciado a grandes mítines. El nuevo formato, reuniones relativamente pequeñas en infinidad de lugares distintos, supone una agradable ventaja: no tiene que hacerse acompañar por otros líderes socialistas. Bastan los alcaldes y candidatos locales, que son menos imprudentes a la hora de hablar y más cariñosos. Debe ser un alivio. Cada cual hace la campaña coordinados, pero por su cuenta: Susana Díaz en Andalucía, Eduardo Madina en Aragón o Castilla, Ximo Puig en Valencia…
Sánchez recorre agotadoramente decenas de pequeños lugares donde ese escaño salvador puede estar bailando. La verdad es que Pedro Sánchez empezó a recorrer pequeños lugares de España hace bastantes más años de lo que algunos de sus compañeros creen. Empezó a pensar que quería ser secretario general del PSOE y presidente del Gobierno bastante antes de que algunos compis socialistas se dieran cuenta y eso debe haber dejado a más de uno molesto. Sánchez es discreto, quizás demasiado a gusto de sus compañeros, y terco. Tan discreto que no se molestó en contar que tiene una cuñada negra con la que comparte fiestas y fines de semana ni cuando le acusaron de racista. Tan terco que algunos miembros de la ejecutiva federal se hacen cruces.
Al candidato socialista no hay manera de hacerle hablar de coaliciones y pactos postelectorales. Los politólogos dicen que hace bien, que es más inteligente callar, que tal y como están las cosas es mejor que los electores echen sus propios cálculos. Pero si se hace caso, por ejemplo, a muchos de los asistentes al encuentro con jóvenes socialistas que celebró Sánchez el pasado martes en Fuenlabrada, las cosas no son tan confusas: la negociación tendrá que ser, necesariamente, con Podemos.
Le guste o no a la ejecutiva federal, Unidos Podemos es el socio natural, el socio en la izquierda, con el que habrá que hablar si los números cuadran y dan una mayoría suficiente. Otra cosa es que la negociación sea a cara de perro y que se pueda llegar, o no, a acuerdos sobre Cataluña, la Unión Europea y el plazo mínimo de estabilidad. Negociación, la habrá, sea de una manera o de otra y la dirija por parte del PSOE quien la dirija. Lo que no es seguro es que haya acuerdo.
“En esta ocasión, habrá que tener en cuenta también que Pedro Sánchez está mucho más dolido de lo que algunos piensan con Iglesias”, comenta uno de los concejales traídos de toda España para asistir al acto. A su lado, otro joven (ser joven ahora no significa tener menos de 25 años, como ocurría el siglo pasado, sino que se es joven con 35 o incluso con más) resulta ser psicólogo y se apresura a aconsejar: cuando te sientes dolido con alguien no debes regodearte en ese sentimiento. Es decir, guárdalo, archívalo, sigue adelante y espera. No se sabe si es una sugerencia o una advertencia.
Fuenlabrada es un lugar estupendo para apreciar lo que le ocurre al PSOE. Es una ciudad dormitorio, a 36 kilómetros de Madrid, que pasó de tener unos 73.000 habitantes a finales de los años 70 a unos 200.000 hoy día. Todo ese recorrido se ha hecho con alcaldes socialistas que invariablemente han ganado las elecciones, al principio aplastantemente y ahora, así así.
Fuenla tiene metro, hospital y un centro cultural (se llama Tomás y Valiente) que es una belleza y donde se celebran el mejor festival de flamenco de la Comunidad y actos de todo tipo. Tiene avenidas amplias, plazas con fuentes y flores y urbanizaciones donde se compran pisos de tres dormitorios por 200.000 euros. Por tener, tiene hasta un héroe: el Niño Torres, un futbolista rubio y alto que habla inglés, y que jugó en la selección que ganó un Mundial y dos Eurocopas. También tiene un 15% de paro, por debajo de la media nacional, y un 16% de población inmigrante, sobre todo rumanos y marroquíes, pero también nigerianos. Es una ciudad llena de vida, que podría considerarse de izquierdas desde siempre. Es verdad que en 2011 ganó las elecciones generales el Partido Popular, con el 42% de los votos, frente al 31,6% del PSOE. Pero eso fue porque los fuenlabreños estaban muy enfadados con Rodríguez Zapatero. En cuanto se les pasó la furia, volvieron a la izquierda pero, eso sí, con un resultado bomba, la demostración plástica más brillante de que el bipartidismo había quedado hecho añicos. El 20D, el PSOE obtuvo el 25% de los votos; Podemos, el 24%; el PP, el 22,8% y Ciudadanos, el 18,7%. Un mosaico que les dejó a ellos mismos maravillados. En Fuenlabrada hilan fino.
“¿Ve usted por qué no queda más remedio que pactar entre socialistas y Unidos Podemos?”, comenta por lo bajo una enfermera que escucha bastante convencida a Sánchez. “El problema”, confiesa sin reparo, “es que no me gusta nada Pablo Iglesias. ¿Cree usted que quiere destruir el PSOE?”.
En los carteles de la campaña electoral de 1979 se dijo que a Felipe González le habían pintado unas pocas canas en las sienes para hacerle parecer más presidenciable. A Pedro Sánchez le han salido al natural. El candidato socialista lleva a las espaldas dos campañas electorales, una fracasada...
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Soledad Gallego-Díaz
Madrileña, hija de andaluz y de cubana. Ejerce el periodismo desde los 18 años, casi siempre como informadora, cronista política y corresponsal. La mayor parte de su carrera la hizo en El País. Cree que el suyo es un gran oficio; basta algo de humildad y decencia.
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