José Andrés Torres Mora / Candidato del PSOE por Málaga
"La nueva política se parece bastante a la vieja antipolítica"
Antonio García Maldonado 23/06/2016
José Andrés Torres Mora.
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No debe de ser fácil, siendo sociólogo, transitar cotidianamente entre la teoría del profesor y la práctica del parlamento, entre el argumento y el argumentario. El diputado socialista por Málaga y candidato José Andrés Torres Mora (Yunquera, Málaga, 1960), que fue jefe de Gabinete del presidente Zapatero entre 2000 y 2004, ha combinado estos años la política en el Congreso con el pensamiento en pildorazos en los diarios Sur y El Correo.
Ahora publica El día que el triunfo alcancemos (Turpial), un libro que glosa ese corpus disperso, repasa su propia trayectoria personal y política –y la relación entre ambas– y unifica un mensaje doble, coincidente con el de su labor de teórico y de político: por un lado es una crítica a la acción política conservadora de estos años, aunque también una enmienda a los postulados de lo que el autor denomina “una incierta izquierda”, en referencia en España a Podemos y sus confluencias, pero que extrapola al debate europeo entre la izquierda socialdemócrata clásica y la más reciente de autoproclamada raíz populista. Y por otro es una defensa del gradualismo socialdemócrata y la democracia representativa en un momento de crisis institucional en el que ambos consensos (social y político) se cuestionan. Una defensa del republicanismo en tiempos de electorados de vuelta en el romanticismo político.
Alerta sobre el peligro que suponen los distintos populismos para la democracia representativa, sobre todo en tiempos de crisis. ¿Cree que hay riesgo de involución? ¿No cree que, quizá, este discurso se lleva demasiado lejos?
Las ideologías son muy resistentes. Cuando Pericles estableció una compensación económica para los políticos de la democracia ateniense (el misthos), los del partido oligárquico pusieron el grito en el cielo. En nuestro tiempo los de Podemos hablan de la casta, los de Ciudadanos de la burbuja política, y los del PP, durante la pasada legislatura, intentaron suprimir a varios miles de concejales, a sus concejalías quiero decir, no a ellos afortunadamente. Hasta que descubrieron que la mayor parte de los concejales son voluntarios cívicos que no cobran nada y aportan mucho a su comunidad. Los del partido oligárquico de la antigua Atenas querían debilitar la democracia, los de aquí también, aunque no todos lo sepan. En realidad la nueva política se parece bastante a la vieja antipolítica.
¿Qué ha hecho mal, a su juicio, la socialdemocracia europea para tener un pronóstico general tan malo? ¿Languidece de éxito, o por haber fracasado?
En realidad lo que ha ocurrido es que ha cambiado el ecosistema en el que la socialdemocracia se desarrolló y se hizo fuerte. La fuerza de la socialdemocracia está ligada al fordismo como modelo de producción. Fábricas grandes, con miles de trabajadores concentrados en ellas para ser explotados, pero también para defenderse mejor. Todo ese ecosistema mutó en los años setenta y ochenta, las empresas empezaron a externalizar parte de sus actividades a contratas y subcontratas, los trabajadores unidos y organizados por la fábrica ahora son (falsos) autónomos. En todo caso el fordismo no va a volver, así que tendremos que ir pensando en cómo hacemos fuerte a la socialdemocracia en este sistema.
¿Y qué pasa con los sindicatos?
Por otro lado, la prensa se ha cebado con los sindicatos porque decían que los sindicalistas comían cigalas. Ya está garantizada su virtud, ya no comen cigalas, pero los sindicatos están muy debilitados, precisamente cuando tanto los necesitamos. No sabemos qué comen los dueños de los grandes medios de comunicación y el capital financiero. Del poder, del verdadero poder, nunca sabemos nada.
La prensa se ha cebado con los sindicatos porque decían que los sindicalistas comían cigalas (...) No sabemos qué comen los dueños de los grandes medios de comunicación y el capital financiero
¿No debe la socialdemocracia ser más pedagógica? ¿No ha alimentado ella a veces esa sensación de que gobernar es fácil, y que si no se resuelven los problemas es por perversidad moral del gobernante?
Es verdad, los comunistas pasan sus horas muertas criticando a la socialdemocracia, pero siguen sin enterarse de lo que pasa. Marx nos enseñó algunas cosas importantes que algunos comunistas parecen haber olvidado en beneficio de un análisis moral bastante farisaico. Me pregunto: ¿qué unía a jóvenes profesores comunistas con profesores, algo menos jóvenes, de escuelas de negocios, más de derechas que doña Urraca, en el 15M? ¿Qué sostenía aquella transversalidad? Y la única respuesta que se me ocurre son sus intereses de clase. Debajo de su impugnación de la representación parlamentaria, late la demanda de un gobierno meritocrático.
¿No le gusta esa demanda de meritocracia?
Cuando las democracias tienen problemas siempre hay quien reivindica que le demos el poder a los generales, a los listos o a los puros. Ahora los generales no se atreven, porque no saben cómo dar empleo a cuatro millones setecientos mil parados. Pero todos los listos del país están convencidos de que ellos deben gobernar. Recuerdo un artículo de Luis Garicano en el que sostenía la necesidad de un gobierno de técnicos. Eso sí, respaldado por el Parlamento. En realidad es como volver a la democracia censitaria, sólo que en lugar permitir la participación política a partir de un nivel de ingresos, ellos sostienen que a partir de un doctorado. De los puros, mejor no hablar. Todavía me acuerdo de cuando Aznar decía que su partido era incompatible con la corrupción.
Cuando las democracias tienen problemas siempre hay quien reivindica que le demos el poder a los generales, a los listos o a los puros
Se echa en falta un diagnóstico de la crisis global, al menos europeo, que pondere el papel de las nuevas tecnologías. Al final, un diagnóstico incompleto genera expectativas irrealizables. Pienso en los erizos y los zorros de Isaiah Berlin. ¿No cree que la socialdemocracia ha abusado de ser demasiado erizo en la oposición para ser tan zorro en el gobierno?
Sí, estoy de acuerdo. Aunque más que un problema de diagnóstico, la dificultad está en la terapia. Esa incierta izquierda que quiere ocupar el lugar de la socialdemocracia, de la vieja socialdemocracia dicen ellos, recupera la retórica del nacionalismo, de la soberanía, como hizo Tsipras, y gana. Luego empiezan a gobernar y pasa lo que pasa, se somete de la manera más sumisa a los dictados de la Troika. Pero cuando los comunistas se someten es fruto de las circunstancias, de la lógica material, es casi un imperativo moral. Cuando los socialistas recortamos cinco mil millones de euros en 2010 los comunistas lo leen como un problema de decadencia moral. Luego vino el PP y recortó en sesenta y cinco mil millones en julio de 2012, y un mes más tarde treinta y siete mil millones más.
Cuando los socialistas recortamos cinco mil millones de euros en 2010 los comunistas lo leen como un problema de decadencia moral. Luego vino el PP y recortó en sesenta y cinco mil millones en julio de 2012, y un mes más tarde treinta y siete mil millones más.
Giovanni Sartori defiende que se genera ideología desde la élite, y que no hay tantos movimientos políticos desde abajo. Contrasta con su defensa de la necesidad de la reforma territorial en España porque era “una demanda”, pero este tema ha hecho desaparecer como partido gobernante al PSOE en las nacionalidades históricas sin que ello le genere ningún beneficio en el resto de España. ¿No calculó mal el PSOE?
Entiendo lo que dice Sartori, pero en la práctica da un poco igual de dónde haya partido la demanda, lo importante es si tiene respaldo social. Sin duda Marx no era un obrero en la fábrica de Engels, pero supo ver lo que pasaba. Aznar pensó que para consolidar al PP en el gobierno de manera estable tenía que buscar un asunto que fragmentara a nuestro electorado y lo encontró con la ayuda de los nacionalismos periféricos.
¿No tiene entonces Zapatero responsabilidad en este asunto?
Cuando discutimos el Estatuto de Cataluña en el Congreso la derecha hizo una gran campaña diciendo que todo lo había creado el presidente Zapatero por una frase en un mitin. Tiene gracia, cuando, en 1932, se discutía el Estatuto de Cataluña en el Congreso, Ortega y Gasset dice textualmente: “Cuando oigáis que el problema catalán es en su raíz ficticio, pensad que eso sí que es una ficción”. Es difícil calcular eso.
“No es un problema de personas sino de ideas”, escribe. Sin embargo, cabría oponer que de nada vale una buena idea sin que alguien sepa persuadir de su necesidad o pertinencia. No ayuda aquí una estructura federal, horizontal y polifónica como la del PSOE frente a tres partidos retóricamente abiertos pero en la práctica fuertemente jerarquizados.
Soy un republicano, en el sentido de la tradición de la libertad como no dominación, por eso me no me gusta que el poder esté concentrado en pocas manos. Es bueno que el poder, además de dividido, esté disperso. El republicanismo es federalista, dice, con razón, Pettit. El PSOE tiene una cultura democrática y federal. Nosotros lo entendemos bien, pero desde otras latitudes ideológicas no se entiende tan bien. Cuando Iglesias le dice a Sánchez que no manda en su partido, está hablando desde una tradición que no es la del PSOE. De hecho, cuando un líder socialista, en cualquier nivel, trata de “mandar”, suele generar bastantes problemas. Por otro lado, la prensa ha instalado la idea de la existencia de “barones” en el PSOE.
¿No es así?
No es un nombre inocente. Insinúa la existencia de una oligarquía hereditaria y autocrática que estaría disputando el poder a un poder central democrático y modernizador. Pero nada más lejos de la verdad, en realidad, los llamados “barones”, son secretarios generales de federaciones elegidos democráticamente y que han de responder ante órganos de control político democráticos. Está mal confundir disciplina y lealtad con sometimiento.
Y, siguiendo este razonamiento, ¿tiene el liderazgo necesario? Uno echa la vista atrás y concluye que, en toda Europa, la socialdemocracia gobernante y exitosa nunca dejó de lado el componente carismático. No había pericia técnica sin líder aglutinador. Mitterrand, Palme, Brandt, Soares, González.
El carisma, en el sentido de Weber, tiene que ver con la idea de reencantar un mundo desencantado por la lógica racional de la burocracia. El problema del carisma es que no se puede fabricar, como no se fabrican la confianza, ni el amor. Son subproductos, como el sueño o el olvido, que no se alcanzan a voluntad, como comprobamos las noches de insomnio, o cuando estamos al volante. Queremos sin querer, queremos a personas que no nos convendría querer, que nos hacen sufrir. No controlamos nuestros sentimientos, ellos nos controlan a nosotros. No podemos fabricar el liderazgo, y menos aún el carisma. Me contaban la anécdota de un taxista peruano que llevaba la radio puesta y de pronto sale hablando Alan García, el hombre apaga inmediatamente la radio y le dice a su cliente: es que si lo escucho me convence, y no quiero confiar en él.
Algo así sucedía con Felipe González a mucha gente incluso franquista
En efecto, confiamos y desconfiamos de las personas a pesar de nuestra propia racionalidad. Los publicistas tratan de fabricar la confianza, el liderazgo y hasta el carisma, pero lo que les sale es inauténtico, porque es fabricado, y en cuanto sacas a los líderes prefabricados a la intemperie se estropean. En cuanto a los líderes del pasado, muchas veces nos pasa con ellos como con el tobogán de nuestra infancia, que lo recordamos mucho más grande de lo que era. Con esto del liderazgo siempre recuerdo aquel dicho de un poeta inglés: “señor, no nos mandes más gigantes, eleva la raza”.
¿No cree que la socialdemocracia, al mantener un discurso más o menos idealista frente a una gestión posibilista, ha predispuesto a sus votantes a irse con partidos más románticos en su puesta en escena al primer apuro serio que tuviera que afrontar?
En cierto modo esta sería la demanda contraria a lo que acabamos de hablar. Por un lado se echa en falta el carisma y por otro la racionalidad más pragmática. Lo curioso es que, en general, a la socialdemocracia se le han ido los sectores más obreros al populismo y los sectores de clase media a los partidos de centro y de derecha. En España, en esta crisis, no ha ocurrido así, los sectores de clase media se han ido a un populismo de izquierda, y los obreros se han mantenido fieles al PSOE. Por cierto, cuando digo populismo estoy hablando en términos de Laclau, tan querido para los dirigentes de Podemos. Creo que ellos mismos deberían reflexionar sobre lo que representan, deberían pensar qué significa el apoyo de los sectores meritocráticos de la clase media a un proyecto populista. También el PSOE debería reflexionar sobre eso, por cierto.
A la socialdemocracia se le han ido los sectores más obreros al populismo y los sectores de clase media a los partidos de centro y de derecha
“Desaparecido el viejo orden, la gente necesita encontrar sentido. En muchos lugares las casas del pueblo han sido sustituidas por iglesias protestantes”. Este me parece el talón de Aquiles del liberalismo político de la socialdemocracia occidental, su falta de generación de sentimiento de comunidad, algo contrario a conductas antropológicas muy básicas.
Sí. La libertad del liberalismo es fría, está pensada para Robinson en su isla. Es una libertad para consumidores. Y conste que prefiero esa libertad a ninguna. De hecho ese ha sido el éxito del neoliberalismo en los últimos treinta y cinco o cuarenta años. Lo cuenta bien Tony Judt cuando habla de la homogeneidad de las casas y los barrios obreros en Polonia, en Gran Bretaña y en la barriada de los Planetas de Málaga en los años cincuenta y sesenta. Daba igual qué régimen político tuvieras, los tecnócratas decidían por ti. El sesenta y ocho es una rebelión contra la alienación de una sociedad materialmente satisfecha. Porque no sólo de seiscientos vive el hombre, no sólo de pisos colmena. El capitalismo leyó esa demanda y nos dio la posibilidad de elegir, eso sí, de elegir los complementos del coche. Esa es la libertad de los consumidores. La de cada uno en su piso, con su televisor, su mando a distancia y su tarjeta de crédito.
¿Y a qué libertad aspira la socialdemocracia?
La libertad de los ciudadanos es otra cosa. La libertad republicana es una libertad para ejercerla en presencia de otros, no en ausencia de otros, como la de Robinson. Esa libertad nos lleva a hacer algo más que elegir entre lo dado, nos lleva a crear lo que no existe, como hicimos con la ley de la Dependencia o con el matrimonio para las personas del mismo sexo. O como hicieron antes que nosotros con el Estado del Bienestar. Necesitamos, efectivamente, constituir comunidad, porque ha sido destruida, las plazas en las que la gente se reúne y protesta han sido sustituidas por avenidas por las que la gente circula deprisa. Es el ecosistema el que ha cambiado, creo que no podemos pensar que eso lo va a resolver un liderazgo, por muy potente que sea.
Hay quien dice que el destino de cualquier partido socialdemócrata posibilista es el del PASOK griego. Otros, en cambio, recuerdan que Jospin quedó tercero en unas presidenciales y hoy el PS gobierna en Francia. ¿Qué recomendaría usted a un líder socialdemócrata europeo?
Me pregunto cuál es la alternativa a la democracia representativa y deliberativa, y al gradualismo. No sé si sería deseable un sistema de democracia directa o de cambios revolucionarios, pero desde luego no lo veo practicable en unas sociedades tan grandes y complejas como las nuestras. Siempre hemos estado abiertos a pensar en otros modelos de sociedad, en otras vías al socialismo, pero nunca en modelos y vías que no fueran democráticos, pluralistas y con todas las garantías de respeto a los derechos humanos. Esa es la esencia irrenunciable del socialismo democrático. Uno puede defender un sistema de renta básica, o de democracia en el seno de las empresas, un sistema de cogestión o de autogestión, puede defender y probar diferentes modelos de organización social, pero hay algo intocable, que es la dignidad y la libertad humanas. No creo que haya habido nunca, y dudo que aparezca otro, un proyecto político más práctico y, a la par, más elevado, que el socialismo democrático. Por eso debemos preservarlo y fortalecerlo. Le diría a cualquier compañero o compañera, líder o no, que la salida para los socialistas no se encuentra a la derecha o a la izquierda, sino en la autenticidad. En no olvidar quiénes somos.
No debe de ser fácil, siendo sociólogo, transitar cotidianamente entre la teoría del profesor y la práctica del parlamento, entre el argumento y el argumentario. El diputado socialista por Málaga y candidato José Andrés Torres Mora (Yunquera, Málaga, 1960), que fue jefe de Gabinete del presidente...
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Antonio García Maldonado
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