
Playa de El Sardinero, en Santander.
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Eramos amigas de la infancia, pero de eso hace, bueno, dejémoslo en que algunos meses.
--Ni se te ocurra hablar de años, Rosa. Años y dineros, conversación de cocheros, decía tu abuela, y a mí se me ha quedado. Y eso que sé de cocheros con una estupendísima conversación… nada británica…
La risa de Carmen, que era una cachonda desde pequeña, sigue exactamente igual. Me pregunto si ella me verá tan igual a mí misma como yo a ella.
--Gintonic de Larios, que estamos en crisis.
--Que sean dos.
Hace dos veranos que el Lisboa del Sardinero no existe, y muchos más desde que desapareció del mapa de las mesas terraceras en litigio, pero quedamos un poco por ahí, cómo no quedar en el Sardinero, y pillamos una entoldada mesa en el Caribe. Por si llueve.
--Aquí no veníamos ni de coña, dice Carmen.
--Es que siempre fue un poquito… tradicional, y déjalo ahí.
--Aunque los gintonics y las hamburguesas…..
--Si. Y punto.
Muy de una gente determinada, que ahora está pagando sus culpas, sitiada por los niños gritones de los hoteles y sus tatas ecuatorianas: aparecen al tiempo que los gintonics, a las siete en punto de la tarde, que era la hora preferida para empezar, por la Reina Madre. Inglesa, por supuesto. Y la nuestra, de Carmen y mía, claro. Y empiezan a gritar. Y no paran hasta las doce. La niñera de nuestro turismo nacional es La Cañía. Los guiris se reparten más.
Me imagino a esos veraneantes con niños, en Madrid, o en Valladolid, o en Palencia, con 38 grados a la sombra, comentando el sábado en la cena de despedida de su pandi: no, nosotros nos vamos a la playa. Al Norte, al fresquito.
Al fresquito. Porque lo que es a la playa….
Pero nosotras tenemos mucho de qué hablar, con niños o sin niños. Y Carmen --cuando éramos pequeñas, Mari Carmen, pero yo también era Rosa Mari hasta la universidad-- que mira al cielo color gris marengo y que acaba de llegar de Cádiz, que había hecho derecho en Oviedo y luego Sociología en Madrid, me cuenta que está aquí de paso, ya ves, en la ciudad de mi vida, y tan de paso, me dice. Una cosa profesional, una comisión de servicios. Una asesoría. Como mucho, tres meses.
--Quien nos lo iba a decir, Mari Carmen, con lo que corrimos delante, y ahora tú, asesorando a la pasma.
--Pero no corríamos delante de la brigada de homicidios, Rosa Mari- me fulmina.
Y yo le cuento que en mi revista me piden una serie veraniega, y que se me ocurre hacer una cosa de costumbres, y que estoy pensando cómo encararla. Y que no tengo mucho tiempo.
--Pues si es de verano, puedes hacer algo en plan “Sexo en Nueva York”….
--Ya, sólo que ni yo soy Carrie, ni Santander viene a ser…
--No sabes bien las cosas que pasan en una pequeña ciudad de provincias.
--Claro, para empezar, homicidios….
--Y cuernos, y extorsiones, y robos casi legales, para no hablar de los otros….
--Ya, y corrupción… Creo que nos merecemos otra copa, digo encendiendo un winston classic.
--Bueno, ¡tú también sigues fumando! Invítame, anda. Y después de dar una intensa calada a su pitillo, continúa con voz profesional: Por ejemplo --dice Carmen-- ¿sabes lo que es top trending en este momento, aquí, en tu ciudad de tu alma? El blanqueo.
--¿De dinero? Mujer, eso aquí y en….
--No, el blanqueo anal.
Confieso que me quedo un poco chocada. Pero sigue: y el vaginal.
--Mira, del vaginal no había oído hablar….
--Pues te lo hace cualquier esteticista, en cualquier peluquería, si, las que se especializan en depilaciones con dibujitos…. A la brasileña, y eso.
Y en ese momento, bajo un paraguas transparente y enorme, cruza una pareja ya mayor –mayor que nosotras, lo que viene a ser bastante decir: ella con una burberrys corta sobre un pantalón perfecto, gorrito de gabardina y botines. El, con unos pantalones a la rodilla, de pata ancha y con vuelta, un jersey de cachemir a juego, calcetines negros y botines beiges. Y una petterson, encendida, en la mano. Les miramos un rato.
--¿Ingleses?
--Qué va, dice Carmen. Santanderinos a la inglesa.
Y cuando, después de su corto paseo, vienen a ocupar una mesa próxima en el Caribe, decidimos dejar la nuestra, coger un taxi y bajarnos al centro a cenar en cualquier sitio sin niños. O con pocos niños, vaya.
--Y tú, ¿por qué sabes tanto de lo del blanqueo?
--Ahora me estoy especializando --se ríe como siempre, sonora y cascabelera. El caso en el que estoy trabajando…..Vale. Te contaré lo que se pueda contar.
El cielo ha pasado del panza de burro de todo el día, a una especie de azul sucio, negruzco, pero el aire, que casi se bebe, sabe a limpio y a mar. Y eso, amigos, es impagable.
Eramos amigas de la infancia, pero de eso hace, bueno, dejémoslo en que algunos meses.
--Ni se te ocurra hablar de años, Rosa. Años y dineros, conversación de cocheros, decía tu abuela, y a mí se me ha quedado. Y eso que sé de cocheros con una estupendísima conversación… nada...
Autor >
Rosa Pereda
Es escritora, feminista y roja. Ha desempeñado muchos oficios, siempre con la cultura, y ha publicado una novela y un manojo de libros más. Pero lo que se siente de verdad es periodista.
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