Análisis
Privatizar y luego rescatar: 'modus operandi' del capitalismo olímpico
Escaparate de las políticas neoliberales, las privatizaciones en los Juegos acaban saliendo caras al contribuyente. Si en Londres el Ejército tuvo que auxiliar a la empresa encargada de la seguridad, cuatro años después pasará lo mismo en Río
Andy Robinson Río de Janeiro , 2/08/2016
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Coca Cola y Juegos Olímpicos
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Tuve a oportunidad de visitar el estadio de Maracaná modernizado para los dos mega eventos deportivos, que han coincidido con un golpe de estado parlamentario en Brasilia, la quiebra del Estado de Río, y la peor recesión de la historia en Brasil, dejando en entredicho todos esos informes de KPMG o PWC sobre el impacto económico del Mundial y los Juegos Olímpicos, aunque nadie pedirá que sus autores devuelvan el dinero.
Mas que modernizado, el Maracaná ha sido “elitizado”, dicen los brasileños, ya que se ha bajado el aforo de mas de 100.000 a 70.000 y se ha cargado las famosas gradas populares de la Geral , donde las entradas solo costaban uno o dos reales. El mítico estado parece ya un nave especial de una película de Spielberg. Solo los Rolling Stones emocionan al publico como antes lo hacían Sócrates y Jairzinho. No esperen mucho ambiente en los partidos olímipcos. Nadie se imaginaría hoy que en ese mismo campo en 1950, ante 200.000 espectadores, el optimismo desarrollista de la era de Getulio Vargas se desvanecería al entrar aquel gol del uruguayo Alcides Ghiggia, convirtiendo en papel mojado las portadas de los diario brasileños que ya anunciaban la victoria de su selección en el Mundial de fútbol. Mojada literalmente, ya que un cartel colgado en los lavabos del Hotel Paysandu, en el centro de Río, llegó a rezar ‘¡Pisar y orinar sobre el diario!’, en referencia a los ejemplares tirados al suelo del diario O Mundo, que se había atrevido a titular en la víspera de la final ‘¡Estos son los campeones del mundo!’.
Paradójicamente, la catastrófica derrota de 1950 sería el inicio del auge de la selección brasileña hacia las cotas má altas del fútbol mundial y, mientras yo esperaba en la cola, pensé en otra paradoja: la victoria de Inglaterra en la final del Mundial de 1966 habia simbolizado el inicio del declive el futbol inglés, cuya ultima humillación fue la derrota contra Islandia en la Eurocopa el pasado mes de junio.
Ya en plena reflexión sobre la historia deportiva de Brasil e Inglaterra, me di cuenta de que los Juegos Olímpicos de Londres 2012 y Río 2016 tienen algo en común aparte de que solo puedes comer Big Mac y beber Coca Cola para aguantar las colas. Ambos Juegos Olímpicos pretendían ser un escaparate para las políticas de outsourcing (externalización) de sus respectivos gobiernos privatizadores, en una nueva fase de la agenda neoliberal (FMI dixit) . En esta fase, el Gobierno subvenciona directamente al sector privado para que preste servicios a entes públicos, dando la impresión de ahorrar el dinero del contribuyente. La operación salió fatal en Londres 2012, al menos para el citado contribuyente. El gobierno contrató por mas de 500 millones de euros a la empresa de seguridad privada mas grande del mundo, G4S, para operar las máquinas rayos x, detectores de metal y registrar las bolsas en las entradas de los estadios. Dos semanas antes del inicio de los Juegos, G4S reconoció que no había logrado contratar a los 10.000 personas necesarias, quizás porque solo pagaba 10 euros la hora. El gobierno conservador tuvo que llamar al Ejército.
Pese a esa oportunidad de aprender del benchmarking olímpico, el gobierno de Michel Temer quiso hacer lo mismo y externalizar las operaciones de la seguridad de Río 2016, contratando a empresas privadas con mucho afán de lucro. ¿Por que no aprendió la lección? Pues porque, tras quitar de en medio a la presidenta Dilma Rousseff en un golpe blando, Michel Temer quiere seguir los pasos de Margaret Thatcher y de David Cameron mediante políticas de terceirizaçao (externalización), diseñadas para desmantelar el poder de los sindicatos en el sector público y desregular el mercado de trabajo aun más en Brasil.
Esto hará mas competitiva a Brasil, sostiene, y reducirá el nefasto custo Brasil . Los irresponsables petistas de Lula y Dilma –sostienen los asesores de Temer-- insistían en que hacía falta formalizar a los informales. Pero el secreto de la competitividad para Temer y el modelo Río 2016 es informalizar al sector formal, tal y como aconsejaban en su día Fernando de Soto y Mario Vargas Llosa .
Así que el gobierno federal contrató a una empresa, Altel Recursos Humanos, para hacer el mismo trabajo que hizo G4S en 2012 en Londres. Y pasó exactamente lo mismo. Pocos brasileños respondieron a los anuncios, quizás porque Altel solo pagaba nueve euros (no por hora sino por día), sin gastos de desplazamiento. La semana pasada se tuvo que llamar al Ejército y a la policía militar para sacar las castañas del fuego.
“Es una tendencia en el capitalismo olímpico: el estado rescata a las empresas privadas cuando éstas se colapsan bajo la presión”, resume Jules Boykoff, autor del nuevo libro sobre los Juegos Olímpicos Power games. El modelo olímpico de iniciativa público-privada del alcalde de Río, Eduardo Paes, parece ser algo peor para el contribuyente que el modelo alternativo privado/privado de Atlanta 1996. A fin de cuentas, Paes, pretende que mas de la mitad del coste de los Juegos --10.000 millones de euros-- lo asuma al sector privado. ¿Cómo? Fácil. Ofreciendo exenciones tributarias a todos los sponsors corporativos, como si eso no fuera un gasto para el estado. Luego, regalando terrenos públicos a los inmobiliarios y las constructoras. Ellos pagan el campo de golf que luego revalorizan sus apartamentos.
Boykoff sostiene que los Juegos Olímpicos son el microcosmos de una fase del modelo liberal que califica como Celebration capitalism, en el cual, los mega eventos son el pretexto para forjar una nueva relación entre el estado y las grandes empresas privadas, socios globales de los cinco anillos cuyas marcas han invadido la hermosa ciudad de Río esta semana. “Un maratón de besos”, anuncia Coca Cola en Río mientras los recicladores llenan enormes bolsas de botes de sus propias bebidas tirados al suelo – Cola Cero, Fanta o las botellas de agua también de Coca Cola-- para venderlos por 10 reales la bolsa latón, o 5 reales la bolsa llena de plástico.
Tuve a oportunidad de visitar el estadio de Maracaná modernizado para los dos mega eventos deportivos, que han coincidido con un golpe de estado parlamentario en Brasilia, la quiebra del Estado de Río, y la peor recesión de la historia en Brasil, dejando en entredicho todos esos informes de KPMG o PWC sobre...
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Andy Robinson
Es corresponsal volante de ‘La Vanguardia’ y colaborador de Ctxt desde su fundación. Además, pertenece al Consejo Editorial de este medio. Su último libro es ‘Oro, petróleo y aguacates: Las nuevas venas abiertas de América Latina’ (Arpa 2020)
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