En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
-IV-
El sol de la siesta te hace pensar cosas raras. Me he despertado pensando que las parejas son una prolongación exagerada de un momento concreto de tu vida. Te topas con un tipo al que no conocías, y alguna razón te hace torcer una esquina, empeñarte en él, darle demasiada importancia. En tu vida hay cientos de parejas posibles, y cada una es fruto de un azar que se produce en un momento. Todo se conjura para aproximarte a él, algo te hace pensar que merece la pena, te sientes feliz con una cita que sale bien, te interesa todo lo que te dice, le hablas de ti, de tu trabajo, de tu familia, y él está interesado, y lo que más te importa de la película que has ido a ver con él es eso, haber ido con él al cine y luego tomar un vino y mirarse a la cara y desear su boca. Luego las citas se repiten, y el plan de quedar en una esquina y pasar unas horas en la calle empieza a saberte a poco, y decidís hacer un viaje. Qué maravilla, ese primer viaje con un chico. Con Vincent fue apasionante. Yo me sentía afortunada al lado de ese hombre interesante, me volvía loca ese momento, después de cenar, mientras volvíamos al hotel y nos parábamos en cada esquina para besarnos, con ese delicioso vértigo que da la certidumbre de que los besos seguirían dentro de la habitación del hotel, dos deseos jugando y avanzando uno hacia el otro con todas las puertas abiertas, dos cuerpos que tienen urgencia por conocerse. En mi caso fue Vincent, como pudo ser otro en cualquier otro momento de mi vida. Pero fue Vincent, y todo lo que recorrimos juntos mereció la pena.
Ha sido un pensamiento extraño. Vincent y yo, una prolongación de aquella primavera de los 26 que se produjo por pura casualidad. ¿Cómo habría sido mi vida sin Vincent? ¿Qué estaría haciendo ahora? Pude no cruzarme con él y seguir por la misma calle hacia otras esquinas y desviaciones posibles. Vincent no es mi media naranja: simplemente lo quiero, me quiere, y ahora nos aburrimos en Nerja, y yo no sé si debo reaccionar con resignación porque las cosas son así, o si debería sacudirme la pereza y decirle que es un idiota, para que se pregunte por qué.
La luz y el color aplastan los sonidos de la playa. Cierro los ojos, el sol calienta mi cuerpo. Los párpados son una leve cortina que apenas me separan de esa inmensa luminosidad que proviene de ese círculo hacia el que me oriento para recibir frente a frente sus rayos. Desde niña me encanta lo que veo cuando cierro los ojos mirando al sol: puntos de colores que van proliferando hasta que de repente se desvanecen, lombrices y filamentos que juguetean de un lado a otro y que ahora pienso si no serán cadenas de ADN o bacterias bondadosas que cuidan mi retícula. Vincent duerme a mi lado, tumbado boca abajo, quemándose la espalda. Esta noche se arrepentirá y me pedirá que le embadurne la espalda de crema, pero ya será tarde. Tiene el pelo lleno de arena y con las manos parece querer agarrar puñados de arena. Me gusta su espalda, me gustan sus piernas. Él me habría gustado cada vez que lo hubiese conocido, aunque no fuese la primavera de los 26. Pienso en cuántas mujeres querrían pasar con él unos días en la playa, vivir con él un invierno entero, tomar un vino y coleccionar con él canciones en secreto, saber cuánto le gusta que le besen el pecho, ser abrazadas por él por detrás y notar sus besos en la nuca, encerrarse con él en una isla compartida de confines definidos. Miro a otras parejas que toman el sol en la playa y aunque hoy preferiría estar charlando con tres amigas y salir esta noche a bailar y a ligar, me digo que Vincent es mi hombre y que no puedo permitir que pierda su pasión por las cosas, que no puedo ser culpable de convertirlo en un tipo vulgar, porque no lo es.
-IV-
El sol de la siesta te hace pensar cosas raras. Me he despertado pensando que las parejas son una prolongación exagerada de un momento concreto de tu vida. Te topas con un tipo al que no conocías, y alguna razón te hace torcer una esquina, empeñarte en él, darle demasiada...
Autor >
Miguel Pasquau Liaño
(Úbeda, 1959) Es magistrado, profesor de Derecho y novelista. Jurista de oficio y escritor por afición, ha firmado más de un centenar de artículos de prensa y es autor del blog 'Es peligroso asomarse'. http://www.migueldeesponera.blogspot.com/
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí