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El comportamiento de Podemos en las negociaciones con En Marea –y anteriormente con otras confluencias– ha sido paradójico: criticaba el ‘Régimen del 78’ por haber supuesto un pacto entre élites. Sin duda, ciertas permanencias desmesuradas en el poder político y económico, las así llamadas puertas giratorias y la corrupción –catalizados por la crisis económica como problemas urgentes– han ayudado a que prendiera ese discurso.
Sin embargo, la negociación tortuosa para fijar los términos de la coalición con la que se presentarán a las elecciones gallegas de septiembre no ha sido más que eso. Al menos en lo que a Podemos se refiere. Pablo Echenique y Carolina Bescansa, secretario de Organización y secretaria de Análisis Político y Social respectivamente, han llevado personalmente en Galicia las riendas de estas conversaciones que acabaron en escenificación mediática de ruptura. Poco después, vía Twitter, Pablo Iglesias aceptaba las condiciones –“sea cual sea la fórmula”– para cerrar esa coalición. El líder ejercía de tal y tenía la última palabra. Algo habitual en Podemos, aunque incomprensiblemente ignorada por los militantes y votantes que apelan a los círculos y la horizontalidad.
Es la primera paradoja de Podemos en este proceso: es un pacto de élites políticas, e incluso de líder político, acuciados ante la necesidad de obtener un buen resultado en Galicia tras la decepción del 26J. Lo que aquí se justifica porque “nos jugamos el cambio” es, más bien, la urgencia de que el proyecto político de Podemos y su cúpula no se derrumbe. Es un voto en clave de poder y partidista. Lo que fue en su relato la Transición, el así llamado ‘Régimen del 78’. No juzgo aquí si esta estrategia es legítima en términos morales o no. Políticamente es comprensible, y con eso basta. Las elecciones gallegas y vascas son una tabla de salvación que Podemos no va a desaprovechar, por más amagos que se escenifiquen.
La cuestión es si esta estrategia política de corto plazo es beneficiosa para el proyecto de cambio que Podemos quiere encarnar. Volviendo a los precedentes en el ‘Régimen del 78’, mientras el PSOE de Felipe González declinó en el 77 ninguna coalición electoral que no supusiera la integración de la otra organización en el partido, Adolfo Suárez, acuciado por las urgencias, aceptó pactos en la improvisada UCD sin prestar tanta atención a la coherencia ideológica o a las fusiones orgánicas. Retener el poder era la prioridad, y lo consiguió, al precio de desaparecer del mapa político cinco años después.
Esa es la segunda paradoja de Podemos en esta negociación: su comportamiento es calcado al de Suárez, padre de ese “pacto entre élites”. Frente a una estrategia más a largo plazo, de consolidación del partido, de homogenización orgánica y de coherencia del discurso –que fue lo que hizo González–, Podemos ha optado por salvar los muebles a corto plazo.
Esa política explícita de Errejón –que por otro lado defiende la coherencia del discurso– de “tensión permanente” obliga a éxitos electorales permanentes. Una carrera contra la realidad. A corto plazo les irá bien, como a Suárez, que ese año ganó las elecciones y volvería a ganarlas en el 79. Parece, sin embargo, que Podemos tiene demasiada prisa en alcanzar un poder central que, demostrado está, sirve de poco sin un partido fuerte y cohesionado, por diversas razones de nuestro sistema parlamentario y del electorado español. Esta decisión puede ayudarle en su lucha por la hegemonía de la izquierda, pero no lo hará en su lucha por el poder real.
Podemos acumula demasiadas paradojas como para que la estructura interna no implosione o para que el electorado que hace ganar elecciones no desista de apoyarles por ver en ellos, más que a defensores de la pluralidad o la plurinacionalidad, a un partido incoherente y cortoplacista que solo transmite ansias e incertidumbre.
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Antonio García Maldonado es analista y editor @MaldonadoAg
El comportamiento de Podemos en las negociaciones con En Marea –y anteriormente con otras confluencias– ha sido paradójico: criticaba el ‘Régimen del 78’ por haber supuesto un pacto entre élites. Sin duda, ciertas permanencias desmesuradas en el poder político y económico, las así llamadas puertas...
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Antonio García Maldonado
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