PERFIL
Montebourg, el proteccionista que amenaza a Hollande
El exministro luchó en vano contra los recortes en el Gobierno de Ayrault. Ahora se presenta como alternativa para cambiar la República francesa y Europa
Antonio Rodríguez París , 24/08/2016
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Ha sido un apoyo determinante de François Hollande. Ahora es su principal adversario. El que amenaza con tumbar definitivamente sus ya reducidas esperanzas de reelección el año que viene. El exministro de Economía, el socialista Arnaud Montebourg, anunció el domingo su candidatura a la presidencia francesa. Se presentó como una alternativa a lo que denomina como el “sarkhollandisme”, la política económica aplicada desde el inicio de la crisis tanto por la derecha como por los socialistas. A su juicio, no hay diferencia.
“Hemos votado a la izquierda en 2012 y lo que tenemos es la política de la derecha alemana”, lamentó el candidato que había logrado el 17% de los votos en las primarias de 2011. Un resultado mejor de lo esperado, gracias a una campaña intensa basada en el tema de la "desmundializacion". Un lema que sedujo a los electores de izquierda, tanto como su patriotismo y su defensa de la industria francesa.
En la segunda vuelta de las primarias, tenía dos opciones: respaldar a Martine Aubry, que se posicionaba como él a la izquierda del partido, o brindar su apoyo a Hollande, con el que tuvo varios desencuentros en el pasado. En 2007, cuando Segolene Royal se presentó al Elíseo, llegó a decir que su principal “defecto” era su pareja, o sea Hollande.
Para mayor sorpresa de los socialistas y quizás del propio Hollande, Montebourg decidió apoyar al candidato más alejado de sus convicciones políticas. “Con Hollande, teníamos a un claro ganador. En cambio, con Aubry habríamos tenido un resultado más estrecho de 47-53 y el partido se hubiera fracturado antes de enfrentar a Sarkozy en las presidenciales”, se justificó cuando le pregunté que me aclarara el porqué de su decisión. A corto plazo, ha acertado. Hollande acabó venciendo a Sarkozy. A largo plazo, cometió su primer error al creer que el futuro presidente aplicaría su propio programa.
El “adversario de la finanza”
Durante la campaña, Montebourg pensó haber ganado la partida. Sobre todo cuando Hollande dijo que la finanza era su “adversario” en un mitin multitudinario a las afueras de París. Ese discurso lo podría haber pronunciado el propio Montebourg. De hecho, cuando recuerda lo que dijo Hollande, recita el texto como si fuera suyo.
Durante su etapa en el gabinete socialista, Montebourg no dejó de despotricar contra Angela Merkel y los “talibanes” de Bruselas
Apenas dos meses después de la llegada de los socialistas al poder, Montebourg se dio cuenta de que la política económica no era la prometida por el candidato Hollande: fuertes aumentos de impuestos para la clase media y recortes drásticos de las inversiones del Estado. Durante el verano de 2012, alertó a su presidente sobre el riesgo de un fracaso rotundo. "Con esta política económica, el desempleo va a seguir aumentando, el Frente Nacional va a seguir creciendo y la izquierda va a quedar hecha añicos".
Cuatro años más tarde, la profecía se ha cumplido. Hollande está atrapado en su laberinto y no logra levantar cabeza en las encuestas. Y Montebourg está determinado a hundirlo definitivamente. "Me resulta imposible apoyar a Hollande", espetó en su discurso de este domingo 21 de agosto, llamando directamente a su excompañero de ruta a apartarse del camino. Sin rodeos, le pidió que no volviera a presentarse "por el interés superior de la República". Nada más y nada menos. Como si Montebourg tratara ahora de vengarse de un presidente que traicionó su programa, como si se tratara de un ajuste de cuentas entre socialistas. Entre los que explican a diario que no hay alternativa y los que no se reconocen en las políticas del gobierno y que salieron a la calle en protesta contra la reciente reforma laboral, aprobada por decreto a falta de una mayoría socialista para aprobarla.
Un ministro incontrolable
Hollande nunca logró controlar a su turbulento ministro. El encontronazo más violento se produjo tras sólo seis meses de gobierno socialista. Montebourg, a cargo entonces de la industria, con el título pomposo de ministro de la Recuperación Productiva, había lanzado un plan de nacionalización de los altos hornos de Florange, los últimos en actividad en Lorraine, una de las regiones más afectadas por la desindustrialización. La multinacional ArcelorMittal quería cerrarlos y el ministro se opuso con virulencia y presentó un plan para expropiarlos y nacionalizarlos al estilo de Obama con General Motors. Hollande le dejó amenazar públicamente a ArcelorMittal y preparar su plan. Montebourg sólo se dio cuenta dos meses después de que su presidente no tenía la más mínima intención de nacionalizar los altos hornos, cuando el primer ministro Jean-Marc Ayrault descartó públicamente por la tele el plan de su ministro. Unos 600 empleados se quedaron sin trabajo, a pesar de las promesas de Montebourg y del propio Hollande de salvar los altos hornos. La crisis interna fue terrible. El ministro insultó a Ayrault y llegó a redactar su carta de dimisión. El presidente la rechazó. Al final, se quedó en el gobierno, pero la fractura era irreversible.
Además de la defensa enérgica y diaria de la industria francesa, Montebourg se dedicó con fuerza a la lucha contra la austeridad. No dejó de despotricar contra Angela Merkel y los “talibanes” de Bruselas. No pasaba una semana sin que se metiera con José Manuel Durao Barroso. Acusó al presidente de la Comisión Europea de "ser el carburante que alimenta el Frente Nacional" y de haber "llevado a la UE al borde de la destrucción”. Joaquín Almunia tampoco salió ileso de sus constantes ataques contra Bruselas. “El peor comisario” de la historia, llegó a decirme de su compañero socialista en nuestra entrevistas.
En su lucha contra la austeridad, su mayor éxito pasó desapercibido. Ocurrió en junio de 2014 en la planta de Airbus en Toulouse. Ese día, Montebourg y el vicecanciller alemán, el socialdemócrata Sigmar Gabriel, cuestionaron el pacto de estabilidad en una rueda de prensa conjunta. Los ministros de Economía de las dos mayores economías de la zona euro pusieron así en tela de juicio el intocable 3% de déficit. En menos de una hora, la cancillería alemana reiteraba que no se cambiaba un ápice del pacto. Pero quedó patente que Montebourg disponía de un aliado en el corazón del Gobierno alemán. No tuvo tiempo para más. Dos meses después, Manuel Valls anunciaba su brutal salida del gobierno.
Una de las hipótesis que presento en mi libro es que las constantes críticas de Montebourg contra Merkel acabaron con la paciencia de Hollande. Lo que sí quedó claro es que en el seno del gobierno francés se produjo durante dos años una lucha interna que pudo haber cambiado la suerte de los países europeos sometidos a la austeridad. Si Montebourg hubiese ganado la partida a Hollande, quizás los países del sur habrían podido influir con más fuerza sobre Bruselas y Berlín.
La segunda equivocación
El ministro francés pensaba haber ganado la batalla contra los liberales del gobierno cuando logró deshacerse del primer ministro Jean-Marc Ayrault en marzo de 2014. Después del fracaso de los socialistas en las elecciones municipales, cogió su pluma y escribió al presidente para plantearle dos condiciones sí o sí. “O cambias de jefe de gobierno y de política económica, o me voy”. En aquellos momentos, Montebourg gozaba todavía de la fuerza del 17% de los votos en las primarias. Hollande lo escuchó. No sólo nombró a Manuel Valls como primer ministro, sino que puso a Montebourg al frente del ministerio de Economía. El ministro pensó que podría llevar a cabo por fin la política económica que deseaba. Fue su segunda equivocación.
Seis meses más tarde, desde su feudo en Borgoña, Montebourg se propuso enviar al presidente una botella de vino para su propia "recuperación productiva". Fue la gota que colmó el vaso. Al día siguiente, Valls anunció su salida del gobierno. A partir de ahí, el ejecutivo adoptó las reformas más polémicas por decreto, por falta de apoyo de la izquierda. La ruptura entre socialistas se ha ido agrandando.
Mientras tanto, Montebourg desapareció del mapa político. Renunció a todos sus cargos políticos y se dedicó a trabajar en el sector privado, en un esfuerzo por demostrar que no formaba parte de la casta política y que podía y debía ganarse la vida como cualquier francés. El domingo reapareció con fuerza en un evento muy mediatizado en Borgoña. Ahora, su primer objetivo es deshacerse cuanto antes de Hollande, incluso presentándose sin acudir a las primarias socialistas. Su programa ambicioso es “refundar” la República francesa y la UE. Mucho para un solo hombre que debe buscar apoyos para lograrlo.
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Antonio Rodríguez es autor del ensayo L’alternative Arnaud Montebourg, publicado por la editorial Le Cherche Midi (Planeta).
Ha sido un apoyo determinante de François Hollande. Ahora es su principal adversario. El que amenaza con tumbar definitivamente sus ya reducidas esperanzas de reelección el año que viene. El exministro de Economía, el socialista Arnaud Montebourg, anunció el domingo su candidatura a la presidencia francesa. Se...
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