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No soy pediatra ni médico nutricionista pero no es ninguna novedad afirmar que hay toneladas de investigaciones y estudios científicos demostrando las enormes ventajas y bondades de la leche materna tanto para el bebé como para la madre. El calostro tiene anticuerpos que activan el sistema inmune del bebé, la lactancia materna reduce significativamente infecciones, alergias, obesidades, enfermedades autoinmunes y futuros problemas de salud de todo tipo.
No digo nada que no hayamos escuchado y leído mil veces. Todas las madres lo saben. Todos los pediatras no se cansan de explicarlo. Sin embargo la duración de la lactancia materna sigue siendo cada vez más corta en los países desarrollados. La tetina de silicona del biberón y las leches industriales siguen ganando el terreno a la teta y al pezón de piel.
En el Reino Unido sólo el 1% de las madres da el pecho a sus bebés a los seis meses del nacimiento, en EEUU son algo más del 18% y en España poco más del 11%. La incorporación al trabajo es el principal obstáculo que encuentran para continuar con este tipo de alimentación. Está claro que la legislación laboral española no ayuda.
Cualquier madre que quiera dar el pecho a su bebé lo tiene complicado, deberá hacer virguerías con los horarios y las tomas, vivir en una ciudad pequeña y utilizar el sacaleches para dejar en la nevera raciones suficientes. Sólo hay que recordar el barrunto mediático micromachista (o macro) que desencadenó Carolina Bescansa cuando llevó su hijo al congreso porque le tenía que dar el pecho.
Pero tampoco está demás traer aquí los millones de euros que durante décadas se han gastado los laboratorios fabricantes de las leches industriales, llamadas “de fórmula”, para convencer a las madres de que su leche es “igual” o “casi igual” que la leche materna, o la tendencia social a considerar la lactancia materna poco moderna, el tópico de que “estropea el pecho”, o “es una molestia” o “algo anticuado”.
Asombra además que en muchos países occidentales se persiga o condicione a las madres lactantes y no se las permita que den el pecho en cualquier lugar porque se considera ¿obsceno?, ¿vulgar?, ¿incómodo? O que colgar una foto de una madre lactante en ciertas redes sociales se considere igualmente ¿pornográfico?, ¿vulgar? ¿agresivo? Hace unos días, en un parque de Dartford, Inglaterra, una madre lactante fue increpada por otra mujer para que se fuera a amamantar a su bebé a otro lugar porque, además, “distraía” a su marido. La madre se defendió rociando de leche a la intrusa. Dar la teta se ha convertido en el siglo XXI en una forma de militancia, una reivindicación de la maternidad, de la alimentación natural y de otra forma de vivir nuestro tiempo, la crianza, la educación de los hijos y las hijas.
Una hora de ausencia del trabajo durante los nueve primeros meses es insuficiente y ridículo
Algunos somos antropólogos a la inversa. Los que fuimos niños de pueblo luego hemos podido mirar la modernidad de los entornos y los comportamientos urbanos como quién mira a un exótico y raro aborigen. En los pueblos de España de hace cuarenta años, a pesar del puritanismo católico trentista y los tabúes sexuales de todo tipo, las mujeres se sacaban la teta en cualquier lugar o circunstancia para dar de mamar al bebé y no había en la estampa mayor rareza o militancia lactante, sólo un gesto “natural” integrado en la vida cotidiana.
Las madres no tenían que esconderse, disimular o avergonzarse. Tampoco las miradas ajenas contemplaban el acto con ninguna intencionalidad parafílica más allá de la belleza que siempre supone la estampa, tantas veces reproducida por los pintores clásicos. Sin embargo es aquí, en las modernas sociedades urbanas donde la teta y la lactancia, el pezón y sus fantasías, están cargadas de turbias significaciones: políticos mirando con horror las tetas de las Femen, juicio a los pechos militantes de una estudiante que hace tiempo protestó contra cierta capilla universitaria, tetas lactantes censuradas en Internet por los Zuckerberg Boys.
Pero es que ya desde hace décadas, antes incluso que de existiese el Photoshop, los pechos de las modelos de los anuncios se retocaban y retocan para que tengan el volumen y la altura adecuada, y sobre todo se borran los pezones que suelen marcarse debajo de la ropa o los bikinis. ¿qué toxicidad, violencia o maldad hay detrás de un pezón cuya función biológica es darnos con comodidad el primer plato de nuestra existencia?
¿Por qué les damos leche de polvo? ¿Le gustaría a usted un entrecot a la pimienta de polvo? ¿O un cocido madrileño de polvo?
Oye chico, ¡que esto es una sección de gastronomía, no de pediatría! Sí, pero me ha pedido Teresa Camps, amiga pediatra, que hable de todo esto desde Gastrología porque, a pesar de las “ligas de la leche” y otros grupos de autoayuda, hoy diría que hasta de autodefensa por lactancia natural, la lactancia materna sigue disminuyendo en España a pasos agigantados. Además mamar no deja de ser otra cosa que comer el primer guiso de nuestra vida. Así que la gastrología y la teta tienen mucho que ver.
No quiero caer aquí en la crítica chusca de cierta parafilia a la que son aficionados no pocos japoneses y anglos adultos que sienten placer sexual lactando tetas. ¡Pobres!, ¿tal vez sus madres nunca les permitieron mamar a gusto y les quedó esa necesidad no satisfecha, ese hambre? Pero no conozco a ningún padre que no haya dejado de probar la leche de la madre de su hijo o hija y no había en ello ninguna intención erótica sino una mera y natural curiosidad gastronómica: ¿a qué sabrá ese primer plato que gusta tanto a mi bebé?
¡Pues por eso!, el mejor alimento del mundo para un bebé recién nacido y durante sus primeros meses de vida es la teta. Lo primero que degusta, saborea, apetece, disfruta una persona, cualquier persona, todas las personas del mundo es la leche de su madre. Somos mamíferos, por si con tanto face, tanto WhatsApp e Instagram lo han olvidado. ¿Por qué les damos entonces leche de polvo?, ¿le gustaría a usted un entrecot a la pimienta de polvo? ¿O un cocido madrileño de polvo? ¿o un revuelto de ajetes y setas de polvo?, ¿de fórmula?
Sabores del mundo
Hoy sabemos que la flora bacteriana intestinal de bebés criados a pecho en España es distinta a la de los bebés criados a pecho en Suecia, que la leche que mama un recién nacido en Francia puede tener sabor a coles de Bruselas o puede que en China tenga sabor a anís estrellado, en la India a curri o en España a ajo. La leche toma el sabor de lo que come la madre y lo cierto es que, a pesar de las generalizadas falsas creencias, al bebé no le importa nada que tenga ese sabor u otro cualquiera siempre que sea de la teta de mamá.
Eso sí, puede que ese saborcillo se nos quede de alguna forma en la memoria y por ahí comience ya la educación de nuestra cultura gustativa. En cambio las leches “de fórmula” saben todas igual así que de alguna forma estamos educando a los bebés del mundo con un mismo, homogéneo y aburrido sabor. Además, en tiempos de crisis, la lactancia materna no sólo es el mejor y más sano sistema de alimentación infantil, sino también el más barato. Y si deseamos que nuestras hijas e hijos sea unos consumidores soberanos, unos gastrónomos críticos y no meros devoradores de donuts y hamburguesas démosle teta y no polvitos de la madre celestina.
Dar la teta al hijo, donde quiera, cuando quiera, sin recato, es una forma de comenzar a luchar por nuestra soberanía
Así que dejémonos de historias o rancios pudores, las tetas son el mejor primer plato de nuestra vida y además son bonitas con pezón incluido, Zuckerberg cuéntanos qué tienes contra los pezones, las tetas, la lactancia. Su uso reivindicativo también me gusta porque se convierte en un arma pacífica contra las ideologías rancias y represoras que aún nos colonizan. Corren rumores de que si escribes “pezón, pezón, pezón” en el face viene la CIA a tu casa a ver si no eres un subversivo peligroso o uno del Daesh con un cuchillo jamonero por infiel o un obispo con un hisopo empapado de agua hirviendo por pecador o el director general de Nestlé con una litrona de leche “de fórmula” para que te la bebas sin respirar. Yo aún no lo he escrito, por si acaso.
Pero no, esto es algo muy serio. Desde Gastrología pedimos por tanto al gobierno (futuro, en funciones, fantasma) una reforma del permiso por lactancia. Una hora de ausencia del trabajo (que se puede dividir en dos medias horas) durante los nueve primeros meses es absolutamente insuficiente y ridículo, como bien saben todas las madres que quieren dar el pecho a sus hijos de forma natural y no a base de biberones con su leche en la nevera. Dar la teta al hijo, donde quiera, cuando quiera, sin recato, es una forma de comenzar a luchar por nuestra soberanía alimentaria y también de educar el paladar y el afecto de las personas. Criemos gastrónomos.
No soy pediatra ni médico nutricionista pero no es ninguna novedad afirmar que hay toneladas de investigaciones y estudios científicos demostrando las enormes ventajas y bondades de la leche materna tanto para el bebé como para la madre. El calostro tiene anticuerpos que activan el sistema inmune del bebé, la...
Autor >
Ramón J. Soria
Sociólogo y antropólogo experto en alimentación; sobre todo, curioso, nómada y escritor de novelas. Busquen “los dientes del corazón” y muerdan.
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