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Entender cómo utiliza Trump el lenguaje

Hay que mantenerse alerta, y no creerse al candidato republicano, que elige muy cuidadosamente sus palabras. Es vital que los medios y los votantes aprendan a reconocer sus técnicas

George Lakoff (Social Europe) 8/09/2016

Malagón

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Nota: Este artículo es la continuación de este otro. Por favor, léalo antes.

El problema del periodista responsable

Los periodistas responsables de los medios de comunicación normalmente transcriben los discursos políticos para poder reproducirlos lo más fielmente posible. Sin embargo, el estilo oratorio de Donald Trump ha dejado perplejos a un buen número de periodistas. Dan Libit, el excelente analista de la cadena de televisión CNBC es uno de ellos. Libit escribe:

Su espontánea forma de hablar, con una espasmódica estructura sintáctica que se autointerrumpe, cada vez abruma más a los cerebros humanos y grabadoras que tratan de citarlo.

Trump es, sencillamente, la peor pesadilla de un transcriptor: tremendamente ininteligible, y, no obstante, extraordinariamente importante entenderlo.

Si tenemos en cuenta hasta qué punto las recientes encuestas han girado en torno a sus controvertidas declaraciones públicas, no es exagerado afirmar que el propio destino de la nación, ciertamente el de la civilización humana, parece predestinado a depender del uso que un solo hombre hace del idioma inglés —y a la comprensión del mismo por parte de los ciudadanos. Ha transformado el trabajo memorístico de transcribir en un oficio de alto riesgo.

Los crímenes de Trump contra la claridad son variopintos: a menudo habla de carrerilla, con frases largas y frecuentes comentarios al margen. Hace pausas tras las oraciones subordinadas. Frecuentemente cita a gente diciendo cosas que no son textuales. Y repite palabras y expresiones, a veces con pequeñas variaciones, en la misma frase.

Algunos medios (The Washington Post, Salon, Slate, Think Progress, etc.) han calificado los discursos de Trump de “ensalada de palabras”. Algunos comentaristas incluso han atribuido su uso del lenguaje a un “principio de alzhéimer” alegando “un comportamiento errático” y “poco respeto a las convenciones sociales”. Yo no lo creo.

Algunos medios han calificado los discursos de Trump de “ensalada de palabras”. Algunos comentaristas incluso han atribuido su uso del lenguaje a un “principio de alzhéimer". Yo no lo creo

En repetidas ocasiones me han preguntado en entrevistas con los medios sobre el uso que hace Trump del lenguaje. Por lo que yo sé, simplemente está utilizando unos eficaces mecanismos discursivos para comunicar lo que quiere comunicar a su público. He descubierto que es muy cuidadoso y estratégico en su uso del lenguaje. El único modo que conozco de demostrarlo es analizar los pormenores a través de la lingüística y la ciencia cognitiva.

Empecemos con las frases fragmentadas. En Nueva York, en las conversaciones habituales entre amigos, es una costumbre natural acabar las frases de los demás. Y, en todo el país, si no dices en voz alta el resto de la frase de un amigo, hay sin embargo un momento en el que puedes acabarla en tu mente. Cuando esto ocurre en un diálogo cooperativo, puede mostrar empatía y complicidad con un amigo, que conoces el contexto de la narración, y que comprendes y aceptas el ámbito de la situación de tu amigo tan bien que incluso puedes terminar lo que ha empezado a decir.

Por supuesto, alguien puede aburrirte, o puedes no estar de acuerdo con esa persona, y ser capaz de acabar sus frases con todo menos con empatía y complicidad. Sin embargo, Trump prefiere dirigirse a una multitud cordial.

Trump a menudo empieza una frase y la interrumpe donde sus seguidores pueden terminar en sus mentes lo que ha comenzado a decir. Es decir, por lo común sienten empatía y complicidad, aprueban lo que se está diciendo, y sienten afecto hacia el orador. Se trata de una reacción automática e inconsciente, especialmente cuando las palabras vuelan rápidas. Para Trump es un instrumento para conectar con su público.

El incidente de la Segunda Enmienda

Un caso clásico es el incidente de la Segunda Enmienda. Lo que hay que tener en cuenta es que Trump elige cuidadosamente sus palabras. Pasan muy rápido cuando la gente las escucha. Sin embargo, son los circuitos neurológicos los que las procesan en primer lugar —y las neuronas funcionan en una escala de tiempo de una milésima de segundo. Tus circuitos neurológicos tienen mucho tiempo para establecer complejas formas de entendimiento, basadas en tus conocimientos previos.

Trump a menudo empieza una frase y la interrumpe donde sus seguidores pueden terminar en sus mentes lo que ha comenzado a decir

Trump empieza diciendo: “Hillary quiere abolir, abolir esencialmente, la Segunda Enmienda”. Primero solo dice “abolir”, y después matiza añadiendo “abolir esencialmente”. Pero al decir “abolir” dos veces, ha transmitido el mensaje de que Hillary quiere, y puede, cambiar la Constitución de ese modo.

Ahora bien, en la época en que se redactó la Segunda Enmienda, las “armas” en “portar armas” eran largos rifles que disparaban una bala cada vez. La “milicia bien regulada” era un grupo local, como una unidad contemporánea de Guardia Nacional, regulada por un gobierno local con una estructura de mando militar. Protegían las libertades de los americanos contra los británicos.

Los ultraconservadores contemporáneos han reinterpretado la Segunda Enmienda como el derecho de los ciudadanos particulares a llevar armas contemporáneas (por ej., un AK-47), tanto para proteger a sus familias contra los invasores como para cambiar un gobierno a través de la rebelión armada, si dicho gobierno amenaza lo que ellos consideran sus libertades.

El término “Segunda Enmienda” activa esta interpretación contemporánea de los ultraconservadores. Es una alusión en código, algo que entienden así muchos conservadores.

Ahora bien, ningún presidente ni ningún Tribunal Supremo podrían abolir literalmente una enmienda constitucional por su cuenta. Pero un Tribunal Supremo podría juzgar que ciertas leyes sobre posesión de armas pueden ser inconstitucionales. A eso es a lo que Trump se refería con “abolir esencialmente”.

De este modo, la elección de Hillary Clinton es una amenaza para los defensores contemporáneos de la “Segunda Enmienda”.

Trump prosigue:

“Por cierto, y si ella llega a elegir [fuertes abucheos] —y si ella llega a elegir a sus jueces, no hay nada que hacer, amigos. Aunque, defensores de la Segunda Enmienda, tal vez lo haya, no lo sé”.

La elección de Hillary Clinton es una amenaza para los defensores contemporáneos de la “Segunda Enmienda”.

Estos son los pormenores.

“Por cierto”, señala un enunciado paralelo, que no deriva linealmente de lo que se acaba de decir, pero que tiene información relevante sobre lo que se acaba de decir.

“Y” aquí señala una información que deriva de lo que se acaba de decir.

“Si ella llega a elegir…” Cuando lo dice por primera vez, inmediatamente le siguen fuertes abucheos. El público podría haber acabado la frase condicional por sí mismo, ya que la palabra “elegir” en contexto solo puede entenderse como una Hillary que escoge jueces liberales. Trump prosigue y lo menciona explícitamente: “si llega a elegir a sus jueces…”

“Llega a” es importante. La metáfora con “a” es que “Lograr un Propósito es Alcanzar un Objetivo” con el objeto “a” que señala la elección. El “llega” en “llega a” deriva de una metáfora relacionada, a saber, que Lograr un Propósito es Obtener un Objeto Deseado. En ambas metáforas sobre el Propósito, el Logro del Propósito puede ser impedido por un adversario. El “si” indica que el logro del propósito es todavía incierto, lo que plantea la cuestión de si puede ser detenido.

“Sus jueces” indica que los jueces no son tus jueces, de lo que se desprende que no van a fallar como tú quieres, a saber, para mantener la tenencia de armas. De este modo, la frase condicional tiene una consecuencia: a menos que se evite que Hillary se convierta en presidenta, “sus jueces” cambiarán las leyes para quitarte las armas y tu derecho constitucional de llevarlas.

Esto sería una violación gubernativa de tu libertad, que justificaría la intervención armada de los ultraconservadores, lo que Joni Ernst en Nevada ha llamado la “solución de la Segunda Enmienda”. En resumen, hay mucho en juego —en poco tiempo para la escala de tiempo humana, pero con mucho tiempo para la escala de tiempo neuronal.

Hay mucho en juego —en poco tiempo para la escala de tiempo humana, pero con mucho tiempo para la escala de tiempo neuronal.

Una vez establecido todo esto, Trump continúa con “No hay nada que hacer, amigos”. Se trata de una versión abreviada de la cotidiana expresión coloquial “No se podrá hacer nada, amigos”. Es decir, si permites que Hillary sea elegida, serás tan débil que no podrás detenerla. El “amigos” sugiere que él y los miembros del público pertenecen al mismo grupo social —a diferencia de un distante multimillonario con agenda propia.

Inmediatamente después de “nada que hacer”, Trump prosigue: “Aunque, defensores de la Segunda Enmienda, tal vez lo haya”.

“Aunque” es una palabra que se emplea para contrastar un posible curso de los acontecimientos con una posibilidad contraria. Trump acaba de presentar un posible curso de los acontecimientos que amenaza a los defensores ultraconservadores de la Segunda Enmienda. “Aunque, defensores de la Segunda Enmienda,” muestra la alternativa a los que actuarían violentamente para proteger su derecho a la Segunda Enmienda.

“Tal vez” conlleva una sugerencia. “Tal vez lo haya” sugiere que los “Defensores de la Segunda Enmienda” pueden hacer algo para evitar que Hillary sea elegida y nombre jueces liberales que les quitarían lo que ven como sus derechos constitucionales.

“No lo sé” pretende exculpar a Trump de toda responsabilidad. Sin embargo, inconscientemente funciona del modo contrario. Es como el título del libro que escribí: No pienses en un elefante. El cerebro funciona de modo que negar que hay un marco activa ese marco. El marco relevante de “defensores de la Segunda Enmienda” es el uso de las armas para proteger sus derechos contra un gobierno que amenaza con quitárselos. Se trata del derecho a disparar, no del derecho a votar. El discurso conservador sobre la Segunda Enmienda trata de disparar, no de votar.

Lo importante aquí es que el uso que hace Trump del lenguaje es cualquier cosa excepto una “ensalada de palabras”. Su empleo de las palabras y la gramática están cuidadosamente escogidas, y han sido reunidas de un modo ingenioso, automático y veloz.

Trump nunca ha empleado abiertamente la palabra “asesinar”. Dice que solo estaba sugiriendo a los defensores de la Segunda Enmienda que voten, y que estaba siendo sarcástico. Una llamada sarcástica al voto habría sonado de forma muy diferente. Una llamada sarcástica al voto habría sido: “Los americanos cambian las cosas a través del voto. Pero tal vez te importa tanto poder disparar, que no podrás organizarte para votar”.

No ha dicho nada parecido. Y ha escogido sus palabras con sumo cuidado.

El uso que hace Trump del lenguaje es cualquier cosa excepto una “ensalada de palabras”.

¡Creedme! Hay quien dice…

Profesionales de los medios de comunicación me han preguntado por el empleo que hace Trump de las expresiones “¡Creedme!” y “Mucha gente dice” seguidas de afirmaciones que no son verdad, pero que quiere que el público se crea. ¿Por qué emplea tales expresiones y cómo funcionan en el discurso? Para entenderlo es necesario analizar el concepto de mentir. La mayoría de la gente dirá que una mentira es una afirmación falsa. Sin embargo, un estudio realizado por los lingüistas Linda Coleman y Paul Kay señalaba, hace más de 30 años, que la situación es más compleja.

Si una afirmación resulta ser falsa, pero sinceramente crees que es verdad, al exponerla no estás mintiendo. El mentir implica una jerarquía de condiciones que definen mentiras cada vez peores. Esta es la jerarquía:

1) No crees lo que dices.

2) Estás intentando engañar.

3) Estás intentando obtener ventaja.

4) Estás intentando hacer daño.

A medida que se añaden condiciones en la jerarquía, las mentiras van de mal en peor.

Aunque esta es la jerarquía habitual de las mentiras, hay variaciones: una mentira piadosa resulta inofensiva. En una mentira social el engaño es de utilidad general, como en: “Tía Susie, la gelatina que has hecho estaba deliciosa”. Entre otras variaciones cabe destacar la exageración, la adulación, las bromas, etc.

Mentir es una forma de discurso poco cooperativo. Sin embargo, la mayoría de los discursos son cooperativos, y las normas que los rigen fueron denominadas “máximas” por el filósofo Paul Grice en las Conferencias de Harvard de 1967. Grice observó que los discursos poco cooperativos surgen cuando no se cumplen las máximas. Eve Sweetser llevó las máximas de Grice hasta la década de 1970 en un artículo sobre la mentira.

Sweetser presupuso una Máxima de Utilidad:

En el Discurso Cooperativo, la gente trata de ayudarse mutuamente.

Después observó que en la comunicación útil se empleaban dos modelos.

I. La Comunicación Ordinaria

Si la gente dice algo está tratando de ayudar, siempre y cuando crea en lo que dice.

La gente trata de engañar siempre y cuando no trata de ayudar.

II. La Creencia Justificada

Gente que tiene razones motivadas por sus creencias.

Lo que la gente cree por razones motivadas es cierto.

Cuando dice “¡Creedme!” está utilizando el principio de Creencia Justificada al sugerir que tiene la experiencia necesaria para creer que es cierto.

Aunque este modelo no abarca todas las situaciones (por ej., bromear), son modelos que prácticamente todo el mundo usa inconscientemente todo el día, cada día. Si le digo a mi mujer que he visto a mi primo esta mañana, no hay motivo para engañar, de modo que me lo creo (Comunicación Ordinaria). Y puesto que conozco bien a mi primo, si creo que le he visto, entonces le he visto (Creencia Justificada). Estos principios forman parte de nuestros sistemas neuronales, que funcionan inconscientemente. Actúan automáticamente, a menos que se vuelvan conscientes y podamos prestarles atención y controlarlos.

Trump emplea estos modelos de comunicación que están en nuestro cerebro. Cuando dice “¡Creedme!” está utilizando el principio de Creencia Justificada al sugerir que tiene la experiencia necesaria para creer que es cierto. Cuando el público de Trump oye “¡Creedme!”, la mayoría lo entenderán automáticamente e, inconscientemente y por medio de la Creencia Justificada, lo tomarán por cierto.

Cuando Trump dice: “Mucha gente dice que…” ambos principios se activan inconscientemente. Si mucha gente lo dice, es improbable que todos o la mayoría estén engañados, lo que significa que lo creen, y por la Creencia Justificada se toma por cierto.

Hay que mantenerse alerta, escuchar con atención y estar preparado para no creerse a Trump, evitar el uso de estos mecanismos cognitivos ordinarios en tu cerebro que Trump usa para lograr sus propósitos.

¿Se “ciñe al tema”?

Los periodistas especializados en política están acostumbrados a escuchar discursos con partes significativas centradas en una cuestión política única. Trump a menudo pasa de una política a otra y a otra en una sola frase. ¿Se sale de los temas?

Por lo que yo he podido percibir, siempre se ciñe al tema, pero hay que entender cuál es tema que trata. Tal y como advertí en mi artículo “Entender a Trump”, Trump está profunda y personalmente entregado a su versión de la Moralidad del Padre Estricto. Quiere que esta domine el país y el mundo, y quiere ser la máxima autoridad en este autoritario modelo de familia que se aplica en la política conservadora en prácticamente todos los ámbitos.

Trump a menudo pasa de una política a otra y a otra en una sola frase. ¿Se sale de los temas?

Cada cuestión en particular, desde la construcción del muro hasta el empleo de nuestras armas nucleares, la supresión del impuesto de sucesiones (en aquellos que ganen 10,9 millones de dólares o más), la eliminación del salario mínimo —cada asunto es un ejemplo de su versión de la Moralidad del Padre Estricto en todos los aspectos de la vida, con él al mando en última instancia.

A medida que pasa de un tema en particular a otro, en cada uno de ellos activa su versión de la Moralidad del Padre Estricto y la refuerza en las mentes de su público. Por lo que sé, siempre se ciñe al tema —donde este es el tema.

Siempre vendiendo

Durante cinco décadas, Trump ha estado usando todas estas técnicas de venta para intentar llegar a acuerdos a su favor. Parece que el empleo de estos recursos se ha convertido en algo automático para él. Y los utiliza con cuidado y bien. Es un charlatán con talento. Desconcertar es parte de su juego. Al igual que apelar a los mecanismos de pensamiento comunes de la gente a la que se dirige.

Es vital que los medios, y los votantes de a pie, aprendan a reconocer sus técnicas. Cuando los medios no llegan a captar lo que Trump está haciendo, le da ventaja. Cada vez que alguien de los medios declara que su discurso es una “ensalada de palabras”, le ayuda a esconder lo que de verdad está haciendo.

“Disculpa” o excusa

Un día después de que escribiera el texto anterior, Trump hizo una declaración bien publicitada de “disculpa”.

“A veces, en el fragor del debate y hablando de numerosas cuestiones, no se escogen las palabras adecuadas o se dice algo incorrecto. Me ha ocurrido. Y lo crean o no, lo lamento. Y lo lamento de veras, en particular si ha podido ocasionar algún daño personal. Nos jugamos demasiado como para obsesionarnos con estas cuestiones…”

No aportó ningún detalle.

Cuando los medios no llegan a captar lo que Trump está haciendo, le da ventaja.

Lo que acabamos de ver es que escoge sus palabras MUY cuidadosamente.

Y este es un ejemplo.

Empieza con un “a veces”, lo que sugiere que es un hecho poco habitual en ninguna ocasión en particular —un acontecimiento relativamente excepcional. Continúa con un hecho ineludible de ser candidato a la presidencia, a saber, que siempre está “en el fragor del debate y hablando de numerosas cuestiones”. Las palabras “fragor” y “numerosas” sugiere que la atención habitual a los detalles como la elección de las palabras puede no funcionar en la campaña presidencial. En resumen, no es algo de lo que pudiera ser responsable y, en cualquier caso, es un hecho poco habitual.

Entonces emplea el pronombre impersonal “Se”. Esto cambia la perspectiva de él a los miembros del público. Ustedes también, si fueran candidatos a la presidencia, se encontrarían, de forma natural, en una de esas situaciones incontrolables todo el tiempo, cuando “no se escogen las palabras adecuadas o se dice algo incorrecto”. Es una mera cuestión de escoger “las palabras adecuadas”. Esto significa que tenía las ideas correctas, pero que sometido a la tensión natural e inevitable de la atención, ocurre un error inevitable y podría ocurrirle a cualquiera: “se” tienen las ideas correctas, pero no das con las “palabras adecuadas”.

De este modo admite que “a veces” comete un error inevitable, natural, no al escoger las ideas correctas, sino al escoger las palabras y, al ponernos en su lugar, “se dice algo incorrecto” —es decir, están pensando correctamente, pero simplemente lo dices de la forma equivocada— “a veces”.

Si fueran candidatos a la presidencia, se encontrarían, en una de esas situaciones, cuando “no se escogen las palabras adecuadas o se dice algo incorrecto”. 

Su confesión es directa —“He hecho esto”— como si acabara de reconocer algo inmoral, pero que ha descrito con mucho cuidado como cualquier cosa menos inmoral.

“Y lo crean o no, lo lamento”. Lo que está comunicando con “y lo crean o no”, es que los miembros del público, pueden pensar que no soy un alma sensible, pero realmente lo soy, como demuestra mi declaración de disculpa. Después hace hincapié en su declaración  de sensibilidad personal: “Y lo lamento de veras, en particular si ha podido ocasionar algún daño personal”. Atención a “si ha podido ocasionar”. No admite que indudablemente OCASIONÓ “algún daño personal”. Y no se aporta ningún detalle. Después de todo, no hace falta aportarlos, porque es algo natural, inevitable, accidental y tan excepcional que no importa. Afirma esto: “Nos jugamos demasiado como para obsesionarnos con estas cuestiones”. En resumen, es un asunto trivial que se puede ignorar —porque es un error natural, inevitable, accidental de las palabras empleadas, no de las ideas, y es tan excepcional que carece de importancia. ¡Todo eso en cinco frases bien hilvanadas!

Atención al cuidado con el que ha escogido sus palabras. Y hay que preguntarse cuál es el efecto pretendido. Estaría disculpado porque una elección inexacta de palabras es tan natural que inevitablemente ocurrirá otra vez, y no se le debería criticar cuando la tensión de la campaña lleva inevitablemente a cometer errores en la elección trivial de palabras.

Sin embargo, hay un efecto más importante. Las palabras tienen significados. Las palabras que emplea cuidadosamente, a menudo una y otra vez, expresan sus valores e ideas, que demasiado a menudo son mentiras o fomentan invocaciones racistas, sexistas y otras implicaciones antiamericanas. Cuando estas tienen un efecto sumamente contraproducente, como con la familia Khan, no es lícito esconderse tras una “disculpa” no específica de que han sido errores excepcionales y accidentales en la elección de palabras, algo demasiado trivial como para que el público se “obsesione”.

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Traducción de Paloma Farré.

Este texto está publicado en Social Europe.

Nota: Este artículo es la continuación de este otro. Por favor, léalo...

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Autor >

George Lakoff (Social Europe)

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1 comentario(s)

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  1. Mentalmente

    Yo creo que no hace nada especialmente diferente al hablar que el resto de personas. Creo que habría que investigar más al resto de políticos, pues la mayoría habla con un cuidado, una correción y un orden antinatural en una conversación, pudiendo interpretárse de miles de maneras diferentes una misma frase, y por tanto hablar sin decir nada en concreto y decir algo diferente a muchas personas. Eso requiere más estudio. En el caso de Trump es más simple, porque no dice cosas múltiplemente interpretables, remarca y remarca una idea tras otra, se asegura de que se entienda la idea que quiere transmitir en múltiples discursos, en múltiples discursos en el que aborda los mismos temas que a él le importan. Eso es lo que haría una persona que está en la política por ideas concretas, que quiere luchar por esas ideas. Sin embargo la mayoría de políticos de éxito no se sabe que ideas claras tienen de futuro, de construcción de sociedad, las difuminan y confunden constantemente con clichés y frases sueltas y malinterpretaciones ligeras. Creo que los lingüistas deberían mirar más a los políticos de siempre, que a los nuevos políticos, los de siempre, los que abundan, son los que actúan de forma rara.

    Hace 8 años 2 meses

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