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Laszlo Rajk
©visir.is, Anton Brink /Cedida por Laszlo RajkEn CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Laszlo Rajk (Budapest, 1949) es hijo de la víctima más famosa de los procesos públicos estalinistas en Hungría. Su padre, Laszlo Rajk (1909-1949), pasó de ser un héroe de las Brigadas Internacionales y de la resistencia contra los nazis a un “traidor” de la causa comunista, de ser ministro del Interior entre 1946 y 1948 y ministro de Asuntos Exteriores entre 1948 y 1949 en el gobierno comunista húngaro a un “titista” condenado a muerte y ahorcado.
Rajk hijo, exitoso arquitecto y diseñador de decorados de cine, nos recibe en su casa en el antiguo barrio judío de la capital húngara. La mayoría de sus habitantes, y de los judíos de Hungría, perecieron en el campo de concentración nazi de Auschwitz. Rajk les ha rendido homenaje. Tanto en el cine, con los decorados de la aclamada El hijo de Saúl (2015), Palma de Oro en Cannes y Oscar a la mejor película de lengua no inglesa, como con la arquitectura al diseñar la decoración del pabellón húngaro del museo instalado en Auschwitz, escenario del exterminio de 400.000 judíos húngaros.
Destacado activista y disidente pro derechos humanos y contra el poder comunista durante su juventud, Rajk pertenece al reducido grupo de intelectuales activamente opuestos al Gobierno de Viktor Orbán en su país, el segundo en corrupción en la Unión Europea. Para su desesperación, y la de muchos demócratas, el partido ultraderechista Fidesz, que arrasó en las elecciones legislativas de 2014 con un 44,5% de los votos, no cuenta actualmente con ningún rival político. Rajk defiende que parte de las razones del éxito de este populismo ultranacionalista y xenófobo hay que buscarlas en el pasado, en una “ausencia de memoria colectiva” que hace que los húngaros estén “totalmente indefensos ante el populismo”. También acusa a la “posmodernidad” y a su relativismo, bajo el que poco a poco fueron cayendo desacreditados todos los “héroes” de la lucha contra las dictaduras comunistas de los países del Este. “Hemos arruinado a todos nuestros héroes. Sin excepciones. No hay héroes. Y de esas ruinas, sale un líder impoluto; es así cómo ganan los populistas. Ahora ya no tenemos a ninguna figura, nombre o héroe capaz de contrarrestar a Orbán”, se lamenta.
Está usted preparando una exposición para el Open Society Archive de Budapest, ¿de qué va?
La exposición revela la historia, casi desconocida, de la Olimpiada Popular de 1936, organizada en Barcelona en oposición a la Olimpiada nazi de Berlín, conocida mundialmente, gracias a Leni Riefenstahl. La de Barcelona estaba organizada como protesta contra la nazi por sindicatos y partidos socialistas y comunistas. Había un himno, carteles, folletos, y logos. Pau Casals era el encargado de dirigir la orquesta durante la ceremonia de apertura. Pero el día antes de la inauguración, Franco dio el golpe de Estado. Así que fue cancelada. La mitad de los deportistas obreros que habían acudido se reorganizaron, o más bien fundaron las Brigadas Internacionales. Hay fotografías de las luchas en Barcelona con los carteles de la Olimpiada aún esparcidos por todas partes. La exposición está intentando presentar las dos caras de aquellas olimpiadas. Además, en un giro casi surrealista de la historia, la villa olímpica de Berlín fue utilizada como barracones de la Legión Cóndor, la que bombardearía Gernika y objetivos civiles en Barcelona. Después de la Segunda Guerra Mundial, fue utilizada como sede deportiva del Ejército Rojo.
Su padre, Laszlo Rajk, fue un dirigente muy importante de las Brigadas internacionales. Su trágico destino es conocido en España por los libros de Jorge Semprún.
La historia de mi padre es bastante común: la de un hombre joven que se compromete con los movimientos de izquierda y se alista en las Brigadas Internacionales para luchar por la República española. No provenía del lado “organizado” de las Brigadas, el que estaba bajo los soviéticos. Hay controversia sobre el papel desempeñado por estos en la Guerra Civil. Mi padre fue un verdadero voluntario. Había sido expulsado de la universidad húngara por su militancia comunista y trabajaba como obrero de la construcción, incluso había sido arrestado por organizar una importante huelga. Su misión en España fue, en parte, una manera de evitar la prisión.
La situación era tan dura que la mayoría de los países intentaban liberar a sus ciudadanos. Pero no Hungría
Huyó a través de Checoslovaquia y cruzó los Pirineos, en una ruta muy común para muchos jóvenes centroeuropeos. Estuvo, sobre todo, en el frente del Ebro. Fue herido, pero se recuperó. En España tuvo sus primeros enfrentamientos con el Partido Comunista; al parecer fue cuestionado por el Comité Central de los brigadistas húngaros. No está claro si llegó a ser expulsado o no. Cuando las Brigadas estaban retrocediendo hacia Francia, mi padre se ofreció como voluntario para proteger a los civiles. Estaba en la última línea para poder proteger las columnas. Tenía esperanzas de poder continuar en el Frente Popular en Francia, pero todos los brigadistas fueron arrestados y deportados a Vernet, un campo que se hizo célebre por ser especialmente duro. No sé cuánto tiempo pasó allí. La situación era tan dura que la mayoría de los países intentaban liberar a sus ciudadanos. Pero no Hungría.
Hungría tenía un gobierno colaboracionista con los nazis, del Partido de la Cruz Flechada.
Sí, era un gobierno aliado de Hitler. Estaban encantados con que los húngaros comunistas estuvieran en aquel campo. Gracias a la ayuda del Partido Comunista Francés, mi padre pudo al final escapar del campo.
¿Quería volver a Budapest para poder luchar contra los nazis?
Sí, él quería continuar en el Frente Popular húngaro. Esa era la estrategia no sólo de los movimientos de izquierda, sino de diferentes movimientos de resistencia. Mi padre fue, sin embargo, casi inmediatamente arrestado por el gobierno.
¿Es así como conoce a su madre?
No, se conocieron antes. Mi madre era militante comunista y había estado en Francia durante tres o cuatro años. Allí es donde se conocen. Cuando mi padre se escapa de la prisión de Budapest, se convierte en un líder de la resistencia antinazi. En 1944 el Frente Popular se hace tan fuerte que está a punto de organizar un levantamiento contra los nazis que habían invadido Hungría en marzo de 1944. Pero todos son arrestados en diciembre; no sólo los comunistas, también nacionalistas, miembros de la resistencia católica, etc. Es justo antes de las navidades, el Ejército Rojo estaba ya casi rodeando Budapest.
Hubo muchas sospechas antisemitas contra los moscovitas. Muchos de aquellos emigrados comunistas eran judíos
El gobierno impone la ley marcial y todos los compañeros de mi padre son ejecutados. Él se salva de la horca sólo por la intervención de su hermano mayor, Endré, que no solo era fascista, sino también un nazi húngaro, un importante líder del Partido de la Cruz Flechada. Más tarde todos los prisioneros son liberados por los estadounidenses y mi padre se convierte en el secretario del Partido Comunista Húngaro en Budapest.
¿Cómo era ese partido comunista tras la guerra?
Había dos grupos en el partido. Uno constituido por la emigración política de los años veinte, los húngaros que se fueron a Rusia y que regresaron entonces con el Ejército Rojo, los moscovitas. El otro grupo, sin ningún poder, eran los comunistas nacionales, que, a diferencia de los primeros, habían participado muy activamente en la resistencia. Mi padre se convierte en una figura muy importante de ese segundo grupo. Esos líderes nacionales eran muy relevantes para los moscovitas, para poder mostrar que los húngaros estaban a favor del poder soviético. Y también porque hubo muchas sospechas antisemitas contra los moscovitas. Muchos de aquellos emigrados comunistas eran judíos.
Su padre no era judío.
No, no. Mi padre era originario de Transilvania, otro elemento de “la gloria” nacional. También era un hombre alto y guapo, lo que continúa siendo un factor importante incluso hoy en día en la política. Y era un gran orador.
Y llegó a ser ministro del Interior entre 1946 y 1948.
Sí, fue inusual que un hombre tan joven, de solo 36 años, fuera ministro del Interior, un cargo de gran relevancia para el sistema. Hay mucha ambigüedad sobre ese periodo y sobre su papel. No puedo definir si mi padre fue un héroe o un antihéroe. Como ministro del Interior fue responsable de muchos actos de violación de los derechos humanos.
¿De violencia política?
Sí. La cuestión clave es cómo un hombre así, con aquella vida, empezó a supeditar ciertas leyes no escritas muy importantes al interés del partido. Esa es la cuestión clave. No conozco las razones, pero lo hizo. Esa es la gran tragedia de su vida. Básicamente contradijo toda su vida anterior con ese servicio durante aquellos dos años. Luego fue nombrado ministro de Asuntos Exteriores, una especie de castigo porque un cargo así no tenía ninguna relevancia en aquel momento. Finalmente, fue arrestado en marzo de 1949.
Durante su periodo como ministro del Interior devuelve el favor a su hermano por haberle salvado la vida.
Sí, en efecto. Cuando los comunistas se hacen con el poder, Endré es capturado y encarcelado por el Ejército estadounidense. Mi padre intercede por su hermano dentro de un proceso conducido por el gobierno húngaro. Probablemente tacha su nombre de la lista de los altos cargos, con lo que escapa de ser juzgado. Luego Endré emigra a Alemania donde viviría toda su vida.
¿Cómo fue el arresto de su padre?
Muchos elementos no están claros. Todo comenzó como una histeria de la guerra fría, muy típica de la URSS, y también de los EE.UU. de McCarthy. Todo el mundo era sospechoso de ser un espía. Incluso quienes ayudaban a los refugiados durante la Segunda Guerra Mundial y, por tanto, tenían contactos con los aliados. Después, cuando Tito declara su neutralidad, ese es el pretexto para que mi padre sea declarado “titista”, condenado a muerte y ahorcado. Era octubre de 1949.
Le condena su mejor amigo, Janos Kadar.
Sì, él realiza el interrogatorio. Era otro comunista húngaro y habían combatido juntos contra los nazis. Kadar también reemplazó a mi padre como ministro del Interior. Era mi padrino. Mi padre fue torturado, como testificó el único testigo ocular, Béla Szász, que luego escribío Volunteers for the Gallows. Fue un juicio público, con periodistas internacionales, el más famoso de cuantos se realizaron.
¿Por qué se declara culpable?
No sabemos qué pasó. Son solo hipótesis. Hubo torturas, pero no sabemos los factores psicológicos detrás de ese tipo de confesiones, cómo se adopta el papel de “traidor”. Pero hay una cosa curiosa. Al principio del juicio, mi padre dice equivocadamente su fecha de nacimiento. No podía ser un error. Se trata de un mensaje deliberado. Es como un indicio de que cuanto va a decir a continuación es igualmente falso. Durante el juicio, mi padre se declara “titista”.
¿Qué es lo que ocurrió con su madre?
Primero nos ponen en arresto domiciliario a mi madre, y a mí, con tres meses, y a mi abuela materna. Dos semanas después de llevarse a mi padre, vienen a arrestar a mi madre y a mí me secuestran y me ingresan en un orfanato.
De hecho, nadie sabe qué pasó con usted.
Sí, simplemente me secuestran. Me entregan a un orfanato con un nombre totalmente distinto, para que no puedan localizarme. Y también para empezar a borrar el nombre de mi padre de la historia de Hungría. Mi madre pasa cinco años en la cárcel, tras otro juicio rápido. Ella y sus compañeras de prisión están seguras de que jamás saldrán, y más después de la muerte de mi padre. Mientras mi madre está en la cárcel, mi tía moviliza todos sus contactos y al final es capaz de encontrarme y me adopta. Entonces llega 1953 y la muerte de Stalin. En Hungría comienza la desestalinización. Su líder es Imre Nagy, que luego se convierte en el líder de la Revolución húngara de 1956. Allí empieza la rehabilitación de muchos condenados, y, finalmente, mi madre es liberada en 1954. Conozco a mi madre cuando tengo cinco años.
Su madre es considerada un símbolo, como viuda de un condenado por el estalinismo, pero también de ciertos valores que representó el comunismo.
Sí, en 1956 tiene lugar el famoso congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética con Jruschov y en Hungría se produce una desestalinización. Muy pronto, sin embargo, todo se vuelve a congelar, y le imponen a Nagy el estatus de persona non grata. Al mismo tiempo, la generación joven, los que tienen veinte años a comienzos de los cincuenta y que son entusiastas del movimiento comunista, de valores como la igualdad económica, poco a poco se dan cuenta de que, de alguna manera, han sido colaboradores de la era estalinista, de que tienen una parte de responsabilidad con las víctimas de la dictadura. Es un periodo de confesiones, de “autos de fe”, pero también de grandes esperanzas, de pensar que se podía construir una democracia dentro de aquel sistema, manteniendo los ideales comunistas. Era un sueño que fue la base del sector más activo de la Revolución del 56 en Hungría. Aquella movilización era, otra vez, una especie de Frente Popular, con la gente de izquierda asumiendo roles destacados, pero también gente común, la Iglesia, los socialdemócratas, los democristianos, etc. Era una revolución por la independencia.
El matrimonio Rajk la víspera de Año Nuevo en el Teatro Nacional hungaro en 1948 con János Kádár, Tamás Major, Olga Siklós, Magda Olthy y Frigyes Marton.
Su madre, en colaboración con el grupo asociado a Nagy, luchó en ese momento muy activamente por la rehabilitación de su padre.
Sí, en aquel contexto la rehabilitación de mi padre se convierte en un asunto crucial. Nadie hablaba entonces de cuál había sido su papel como ministro del Interior; era simplemente un símbolo de la injusticia, víctima de un proceso amañado y de la opresión estalinista. En Checoslovaquia hubo un caso parecido con Slansky, y en Polonia estaba Gomulka. Pero quizá la figura más emblemática era mi padre en su calidad de resistente contra los nazis durante la Segunda Guerra Mundial.
A los funerales de Estado para el (re)entierro de su padre asisten 250.000 personas. Fue un momento de dar salida pública a las emociones reprimidas.
Sí, fue mérito, una lucha personal, de mi madre que fuese un funeral público. Supongo que las razones por las que tanta gente participó fueron la simpatía hacia mi madre o hacia un comunista en cierta manera heroico, o el rechazo al régimen, una mezcla de todo. Dos semanas después estalla la Revolución húngara. El primer día hubo muchas banderas polacas en solidaridad con los obreros que habían organizado las huelgas en Poznan. Cada vez se hace más fuerte esa manifestación de estudiantes y obreros; crece espontáneamente en solidaridad con la democratización polaca.
En España tenemos todavía el debate sobre las fosas de la Guerra Civil. Hay una ley, pero parece que no hay suficiente voluntad política.
Los ritos funerarios han cambiado mucho. En los años cincuenta, la Iglesia jamás aceptaría que se incinerara a la gente. Ahora es normal. El problema está relacionado con los derechos humanos. Con la exhumación de las tumbas, lo que hay que hacer es identificar las prácticas seguras para todos. Si no tienes maneras prácticas de resolver estos problemas, tienes un conflicto. Tengo el miedo, basado en mi experiencia en mis tiempos de opositor, de que estas cosas se pueden instrumentalizar políticamente.
¿Qué hacemos si hay familiares que tienen expectativas diferentes, contradictorias, sobre esos muertos?
Si no tienes instituciones que sean capaces de institucionalizar un asunto tan sensible, tan controvertido, entonces hay un problema. Y no hablo solo de lo práctico, sino también del derecho que pueden tener las familias de las víctimas a no remover los cuerpos, debido a la cuestión de lo sagrado. Si hay una tumba masiva, donde hay cinco niveles, ¿qué hacemos si hay familiares que tienen expectativas diferentes, contradictorias, sobre esos muertos? Por ejemplo, algunos pueden decir que no quieren que se remueva el cuerpo de su padre o abuelo o que se cave absolutamente nada.
Se lo pregunto porque su madre fue comparada con Antígona, con el símbolo de una mujer que se empeña en dar un digno entierro a su ser querido.
Probablemente, si soy tan emocional con este tema es porque mi padre, una vez rehabilitado, fue enterrado en un memorial comunista. Cuando hubo transformaciones democráticas, lo saqué de allí. También se retiró el nombre de mi padre de una calle en 1991.
¿Por qué?
Porque fue un comunista, pero yo había odiado cuando le pusieron el nombre de mi padre a una calle.
¿Por?
Porque es estúpido.
¿Pero no cree que su padre se merecía una conmemoración pública?
Bueno, lo que creo es que es una manera equivocada de conmemorar. Totalmente errónea. La decisión fue volver a dar a las calles sus nombres históricos.
Pero, ¿es como borrar el pasado?
Sí, pero también cambian la historia cuando dan nombre a una calle. Piensa en todos esos debates cuando, por ejemplo, quitan el nombre de alguien en la Librería de Princeton porque era racista, pero también era un gran benefactor durante la Primera Guerra Mundial.
Laszlo Rajk, con 7 años, junto a su madre, Júlia Rajk, en el reentierro público de su padre en octubre de 1956.
En España tenemos aún muchas calles con nombres de generales fascistas.
Es una cuestión muy compleja. Cuando mis amigos me preguntan qué es lo que deberían ser sus hijos, yo siempre les digo: cartógrafos. [Rajk se ríe] El mundo cambia, así que hay un trabajo constante. En Hungría en ese momento hubo un motivo para devolver los nombres antiguos, pero sigue habiendo una universidad bastante importante que lleva el nombre de mi padre.
Hay quienes, contra toda evidencia histórica, defienden que hubo una incitación fascista en la Revolución húngara.
[Rajk sonríe melancólicamente] Hay muchas interpretaciones sobre lo que fue la Revolución húngara. Una, que ya he mencionado, asume que se trataba de un levantamiento por la independencia; otra, bastante extrema, la califica como una revolución obrera, porque uno de los elementos clave fue un consejo obrero y la mayor parte de los manifestantes armados que lucharon contra el Ejército soviético eran obreros. Sin embargo, hubo diferentes elementos, obreros, pero también religiosos, nacionalistas, exponentes de las corrientes proindependencia.
En la revolución húngara hubo elementos obreros, pero también religiosos, nacionalistas, de las corrientes por la independencia
Cuando el Ejército soviético invade Hungría, Imre Nagy y otros líderes de la revolución se refugian en la Embajada yugoslava, pero de ahí son literalmente secuestrados. Mi madre forma parte de ese grupo y todos acaban desterrados a Rumanía, donde son mantenidos en arresto domiciliario. A los hombres se les devuelve a Hungría; en Rumanía solo se quedan las mujeres y los niños. Yo era uno de los mayores, tenía siete años. El más pequeño nació allí. Mientras tanto, tratan de convencer a Nagy de que se retracte, pero él persiste en declararse, durante el juicio, como el único primer ministro legal de Hungría. Le condenan a la muerte y es enviado a la horca en 1958, al igual que sus compañeros.
Y usted, ¿cómo fue su disidencia?
En el bloque socialista hubo bastantes diferencias entre los países, aunque todos eran dictatoriales. En Polonia, por ejemplo, las artes eran bastante liberales. La Unión Soviética representaba una opresión completa, cultural y política. Hungría tenía su “comunismo goulash” y en Checoslovaquia, con Dubcek, intentaron construir un “socialismo de rostro humano”. Sin embargo, después de la invasión de 1968 viene el fin de las esperanzas de un posible cambio democrático dentro de aquel sistema. El experimento checo de construir un socialismo más democrático es barrido de la faz de la tierra por el Ejército del Pacto de Varsovia. Los estudiantes y los obreros van a la cárcel. Es la prueba final de que no hay esperanzas, de que es una vía muerta. Ahí es donde comienza la lucha de una nueva generación, la mía, que tiene que labrar una nueva estrategia de actividad política, una manera de resistir completamente nueva. Diría que todos aquellos movimientos de resistencia posteriores a 1968 siguieron el modelo polaco. Las principales ideas y elementos de la estrategia venían, sobre todo, de Adam Michnik.
Los estudiantes y los obreros van a la cárcel. Es la prueba final de que no hay esperanzas, de que es una vía muerta
¿Las ideas socialistas liberales que luego confluyeron en Solidaridad?
Se trataba de una ideología basada en valores como el liberalismo y la solidaridad, o la justicia, que para mí era importante. Yo no estaba comprometido políticamente. Era un miembro muy activo del movimiento artístico de vanguardias y un hombre de teatro. Tenía contacto en Polonia con Grotowski, que era otro modelo para nosotros. Los teatros independientes en Hungría se orientan cada vez hacia la política, funcionan como reductos de la libertad. Y el arte también se hace reivindicativo.
Así que el papel de la cultura fue crucial en su lucha.
Sí, uno de los caminos para organizar la oposición democrática viene del arte. El otro, de la nueva generación de izquierdas, que organiza la huelga en los setenta de los obreros de Ursus, en 1976, en Polonia. Tras la represión de la misma, se dan cuenta de que se ha llegado al límite del sistema, que este representaba un callejón sin salida. Esa joven generación, los filósofos, los artistas, pero también los sociólogos que pretenden sacar a la luz la gran cantidad de gente pobre que vive en el campo húngaro --y cuya existencia es negada por el Régimen--, ya no va a ceder. Otro asunto muy relevante era el tema de los derechos de la minoría gitana.
¿En qué se basaba su disidencia?
Era una disidencia mediante el arte. El comienzo de la oposición húngara fue una protesta en solidaridad con Havel, en 1977, que fue radiada y difundida en la prensa internacional. Fue el comienzo también de la Radio Europa Libre. Nuestra generación estaba empecinada en construir algo más sólido y nuestra base ideológica era el Acuerdo de Helsinki; el intercambio libre de información y la libertad de expresión en el arte, además de, por supuesto, los derechos humanos. En la Europa del Este, pero también en otras partes del mundo, los derechos humanos se convierten en la base para la oposición.
¿Es verdad que llegó a usar para la actividad opositora la imprenta de un cementerio?
Sí, en Hungría teníamos un enorme mercado negro de publicaciones, el samizdat; un mercado clandestino, pero con conexiones y distribución por todo el país. Nuestros amigos polacos nos ayudaban a conseguir las imprentas. Lo inusual fue que el primer volumen de nuestra colección fue un tomo de poesías. Publicábamos además una revista en húngaro, con noticias y análisis políticos y con agenda cultural e internacional. Tradujimos muchísimos materiales de Polonia, a los autores prohibidos en Hungría, a muchos representantes de la vanguardia.
En la Europa del Este, pero también en otras partes del mundo, los derechos humanos se convierten en la base para la oposición
La Radio Europa Libre prestaba atención a nuestra actividad; había un programa diario sobre el samizdat, que nos ayudó a hacer popular nuestra actividad. Todo aquello comenzó a ir en una dirección, y esa dirección fue la memoria colectiva de 1956. En 1986 celebramos el treinta aniversario con varias conferencias organizadas de manera clandestina. Publicamos libros con diferentes interpretaciones de la Revolución de 1956. Los exiliados húngaros consiguieron que el entonces alcalde de París, Jacques Chirac, donase una tumba simbólica para Imre Nagy en esa ciudad. Yo diseñé la placa y el memorial construido en 1988. Mientras tanto, en Hungría había muchas manifestaciones. La gente, mis amigos, clamaban por saber dónde estaban enterrados Nagy y sus compañeros ejecutados. Entre 1988 y 1989 se organizaron comités especiales para identificar a los ejecutados y hubo cada vez más presión sobre el Gobierno. Era, en esencia, el mismo proceso que ya ocurrió cuando la rehabilitación de mi padre.
Y su madre se implicó también.
Mi madre, a través de mí, empezó a colaborar con la oposición muy rápido, en la segunda parte de los setenta. Hubo un proceso contra el escritor Miklós Haraszti y ella sola organizó el que estuvieran presentes otras dos viudas muy conocidas, Madame Karolyi, la “condesa roja”, viuda de Michael Karolyi, primer presidente de Hungría en 1918, muy respetada por el régimen, e Ilona Duczynska, la mujer del famoso economista Karl Polanyi. Ilona era una persona muy radical, de izquierdas, la primera mujer que obtuvo un diploma de matemáticas en Hungría. Además, formó parte en Inglaterra del laboratorio que inventó los motores jet durante la Segunda Guerra Mundial, y siempre fue comunista. “Las tres gracias”, como las llamaron, se sentaron en la primera fila del proceso. Su mera presencia hizo posponer el juicio y que retiraran luego la mayor parte de los cargos.
Su madre ayudó además a los disidentes en la cárcel.
Sí. Me alegro de que ella no viviera hasta la caída del comunismo cuando la palabra comunista se convirtió casi en un insulto. Su manera de escapar era manteniendo los valores y la conexión con la ideología comunista, a la vez que se daba cuenta de que aquello representaba un camino sin salida. Como muchos otros, ella se consideraba una comunista pura, muy diferente a quienes gobernaban su país. Pienso que esto en el fondo significa no encarar del todo los errores de los movimientos de izquierda radical, no confrontar los hechos. Se zanja con que eran soñadores...
¿Quizá su generación no tuvo la experiencia de luchar contra el nazismo?
Sí, pero nuestra generación, la de 1968, no tenía piedad en hacer preguntas difíciles. Creo que teníamos razón al entender las razones de su adscripción comunista, pero no justificarlas. Conozco todas las explicaciones, que si eran jóvenes y creían en algo. Es muy bonito, muy romántico, pero para el futuro, y porque no debe repetirse nada de esto, debemos tener la firmeza de no aceptarlas. No debe aceptarse esa manera de dar explicaciones vagas, a medias, cuando no se entra en lo profundo de cuáles eran los errores. Al final, en beneficio de la historia y de la futura realidad, hay que decir que no constituyen una justificación, solo una explicación personal de un error.
La palabra comunismo se ha reducido solo a sus connotaciones negativas. Tal vez deberíamos inventar otra
Pero existe otro problema: la desprovista de un contexto histórico.
No se pueden mezclar las historias personales, de una familia concreta, con la realidad histórica. Ese apego emocional a ciertos ideales también atañe a los nazis. Esto es lo que yo no acepto. Llegado un momento, tenemos que ser puramente críticos, y ser claros y llamar a las cosas por su nombre. Lo que he aprendido de mis veinte años de oposición, y estando en la cárcel, es que no existe algo así como el momento presente, siempre tenemos que ir un poco hacia el futuro. No podemos explicar algo solo desde el momento presente, porque la mirada desde el presente hacia el pasado siempre va a influir en ese pasado. No quiero caer en la trampa de que el pasado es de una manera hoy y de otra manera mañana.
Asistimos a un nuevo revisionismo de derechas en toda la Europa central y del Este.
Desafortunadamente, la palabra comunismo ahora se ha reducido solo a las connotaciones negativas. Tal vez deberíamos inventar otra.
Quizá deberíamos hacerla plural.
No lo sé. Afortunada o desafortunadamente esa palabra cambió completamente en el lapso de solo un par de años, de 1988 a 1990. Es un hecho. No creo que debamos luchar y reivindicar los aspectos positivos del comunismo. Si consideramos el compromiso personal, acepto lo que me dice, pero tenemos que separar el compromiso personal de los hechos históricos. Lo más difícil y duro es reconocer que se estaba equivocado. Es muy duro. Primero reconocer el error, luego reconocer la responsabilidad de uno en todo lo malo que está pasando, y el tercer punto, actuar contra ello. La mayor parte de la gente que eran comunistas, idealistas, etcétera, jamás reconoció que estaba equivocada. Los 8.000 miembros del Partido Comunista Húngaro jamás se encararon con las consecuencias de su pertenencia al sistema. Incluso quienes estaban en el partido sólo para mantener el trabajo o los que estaban en el partido cuando eran jóvenes, porque creían en construir los ideales. Los mejores han recorrido esos tres escalones de los que hablamos. Volviendo a mi madre, ella no era un animal político; era una persona muy sensible, con un sexto sentido de actuación política, una sensibilidad especial que hacía que supiera lo que tenía que hacer. Desde el comunismo llegó a los derechos humanos, y si quiere ponerle una etiqueta, al socialismo liberal.
La historia está ausente en nuestra vida cotidiana. No se habla del pasado mientras la familia está sentada alrededor de una mesa
En Europa central del Este, partidos conservadores y antiliberales tratan de pervertir nuestra memoria compartida. ¿Por qué Orbán tiene tantísimo apoyo en Hungría?
Uno de los problemas es el silencio, la falta de lo que podría llamarse historia familiar. En Hungría la historia está totalmente ausente de nuestra vida cotidiana. No se habla del pasado mientras la familia está sentada alrededor de una mesa un domingo. Tu abuelo cuenta cosas diferentes que tu padre o tu madre... Hay un silencio mortífero. Hay un vacío inimaginable para afrontar el odio, el orgullo, los errores, etc. No hay ningún debate abierto. Los húngaros carecen totalmente de preparación para discutir su participación en la Primera Guerra Mundial, el colaboracionismo político durante la Segunda Guerra Mundial, su colaboración en el Holocausto, las leyes antisemitas vigentes en el país desde los años veinte --mucho antes que en ningún otro país--, el papel de los pequeños fascistas que en seguida empezaron a colaborar con el nuevo poder comunista y que se convirtieron en una base sólida del sistema... Nadie habla de los grandes escritores que escriben poemas celebrando que por fin mi padre había sido ejecutado, nadie habla de la conversión de los años 1953-1954 que llevó a la Revolución de 1956, nadie analiza la inmensa popularidad de Kadar, el jefe de Estado durante treinta años... No hay ninguna memoria colectiva.
El poder de Orbán se constituye sobre un vacío.
Sí, existe ese vacío. Así que, en última instancia, es mi generación la que pone las preguntas difíciles sobre la mesa. Si el kadarismo fue tan malo, ¿por qué nadie hizo nada contra él durante tanto tiempo? Hay un silencio mortífero. No hay nadie para argumentar, para contrarrestar las mentiras, para luchar contra el populismo. Esa falta de conciencia pública, esa ausencia de memoria colectiva hace que los húngaros estén totalmente indefensos ante el populismo. Están incapacitados mentalmente. Quizá la era de Orbán al final vaya a ser útil, porque, ojalá, la gente se dé cuenta de que votar constituye una responsabilidad y no solo un juego. Hay estudios históricos que prueban que mediante tragedias nacionales, como la que representa el régimen de Orbán, se acaba reforzando una mayor conciencia democrática. Cínicamente, también el hitlerismo fue útil en su día, porque los alemanes son ahora mucho mejores que antes. En cualquier caso, no deseo a nadie que viva en un periodo así de sombrío.
¿Espera que en el futuro la sociedad húngara esté más preparada para confrontar su pasado? ¿Para activar su memoria histórica?
O no. No sé cuánto tiempo va a durar y si no irá a peor. El poder es cada vez más autoritario y los votantes siguen aceptándolo. No sé tampoco cómo cambiará el poder; solo espero que sea un cambio pacífico. La oposición democrática en la Europa del Este creó un nuevo modelo, el de la transformación pacífica de todo un sistema sin una sola gota de sangre. Se trata de una nueva invención, un modelo diferente al de una revolución. Me siento orgulloso de haber participado en aquello. Era inimaginable. Solo espero que este siga siendo el modelo.
Si comparamos a quienes murieron con quienes se salvaron, estos últimos representan una mínima parte de las víctimas
Según el profesor David Ost, los ideales representados por Solidaridad fueron, de alguna manera, traicionados por sus políticas neoliberales.
No pretendo descargar responsabilidades en nadie. Tampoco soy político, no me aproximo a esto desde la política. Solo puedo hacerme preguntas. Me pregunto cuáles fueron nuestra responsabilidad, nuestros errores. Y uno de los elementos importantes que tuvieron la culpa de ese declive fue la posmodernidad. Desde los años noventa, en cuanto tomamos el poder, todo empezó a relativizarse. Es increíble lo que nos hicimos unos a otros. “Sí, este era importante, pero hizo eso y aquello...”. Es difícil de entender. Nadie supo acallar, parar, el suicidio general de aquel grupo. Hablo de gente maravillosa, heroica, que estaban siendo desacreditados de manera sistemática y obstinada por la misma inteligencia liberal. Esta es una enorme razón para el populismo. Hemos arruinado a todos nuestros héroes. Sin excepciones. No hay héroes. Adam Michnik es acusado, Havel, yo mismo... Y de esas ruinas, sale un líder impoluto; es así cómo ganan los populistas. Ahora ya no tenemos a ninguna figura, nombre o héroe capaz de contrarrestar a Orbán.
En la Segunda Guerra Mundial, Hungría perdió un millón de ciudadanos. Es el tercer país más represaliado en Europa, después de la URSS y Polonia. En Auschwitz murieron alrededor de 400.000 judíos húngaros.
Sí, Auschwitz es el mayor cementerio húngaro en el mundo. Una de cada tres víctimas de Auschwitz fue húngara. Auschwitz funcionó durante cinco años y seis meses como campo de trabajo y deportación, 1,2 millones de personas murieron allí. Los húngaros murieron en 56 días. Es un dato asombroso. Es lo que nos revela realmente lo que significó la “solución final de la cuestión judía”.
Trabajó como diseñador del pabellón húngaro en Auschwitz.
Sí, hace doce años. También diseñé los decorados de El hijo de Saúl. Esta película proporciona una visión completamente nueva al ser la primera hecha desde el punto de vista de una víctima. Si nos damos cuenta, toda nuestra memoria colectiva está construida desde el punto de vista de quienes sobrevivieron. Si comparamos a quienes murieron con quienes se salvaron, estos últimos representan una mínima parte de las víctimas. Semprún, Imre Kertész, Lanzmann, todos son supervivientes. De alguna manera nuestra memoria colectiva falla en esto. Esta película está rodada desde la posición de alguien que va a morir; el espectador lo sabe desde el primer momento. Es una película que no deja indiferente a nadie.
Laszlo Rajk (Budapest, 1949) es hijo de la víctima más famosa de los procesos públicos estalinistas en Hungría. Su padre, Laszlo Rajk (1909-1949), pasó de ser un héroe de las Brigadas Internacionales y de la resistencia contra los nazis a un “traidor” de la causa comunista, de ser ministro del Interior entre 1946...
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Olga Glondys
Investigadora postdoctoral especialista en el antifranquismo y la guerra fría cultural. Trabaja en el departamento de Filología de la Universidad Autónoma de Barcelona.
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