Tribuna
El Congreso de los Diputados, el baile de máscaras y la investidura
Unidos Podemos y PSOE tienen que ser valientes y desenmascarar las verdaderas intenciones del PP y de Ciudadanos
Juan José Ruiz Blázquez 21/09/2016
Malabarismo político.
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De una parte acá tengo un sueño que se repite cada vez con más insistencia. El Congreso de los Diputados se ha convertido en un gran salón de baile, los políticos y las políticas se han convertido en bailarines y la Mesa del Congreso ha sido ocupada por una orquesta, con un faldón que cuelga del frente de la mesa con el rótulo Empresa de Espectáculos IBEX. En las partes altas del hemiciclo parlamentario, el pueblo soberano disfrutando, o mejor dicho, alucinando del espectáculo. Los escaños han desaparecido y han dejado a la vista la tarima donde los políticos mueven sus pies al son de una extraña música de trompetas y cornetas prestos a ser llamados a rebato en cuanto acabe el baile. Es un baile con máscaras, al estilo veneciano, en el que ninguno de los líderes de las formaciones políticas principales quiere ser reconocido, verse retratado en lo que hacen y no hacen, pues ninguno quiere ser acusado de favorecer tal o cual investidura o ser los responsables de que no la haya.
Por eso sus señorías bailan sin cesar, con la única finalidad de que pase el tiempo y, mientras tanto, cambiando de pareja a la mínima ocasión que se presenta. Sea cual sea el resultado final, incluida la convocatoria de terceras elecciones, todo habrá sido una gran mascarada. Quién quite la máscara a quién, y de qué manera, será la medida del retrato de cada uno: para los desenmascarados, el fracaso; para los que sigan con la máscara, el triunfo. El baile consiste en eso, en no ser vistos, y donde hoy estoy contigo mañana estoy con otro/a, y si existe desconfianza en cuanto a las intenciones de cada uno/a, no importa: se añaden los puntos que sean necesarios a la cláusula de la relación, y si hay que romperla junto con la adenda adjunta no pasa nada, porque todos los grupos políticos se han convertido en pretendientes que se rondan y cortejan fuera de los focos, en silencio, también para no ser escuchados. Lo que prima en este espectáculo es la pura farsa y la pura estrategia de pasar desapercibidos. ¡Todos y todas a danzar en la tarima del hemiciclo del Congreso! Y el que no quiera ser partícipe de este baile porque no sabe o no quiera bailar, no importa, tiene la obligación de seguir bailando porque, si no, será el culpable de que no haya gobierno.
Lo que estamos viendo en el Parlamento desde las elecciones del 26J, y antes con las del 20D, no es sino el simulacro que siempre representa cualquier actuación del Poder con mayúsculas. El Poder como cosa concreta opera en la sombra, baila en sus espacios privados. Pero en público, como es el caso del baile que tiene lugar en el Congreso de los Diputados, se presenta como algo abstracto, como una entidad sin rostro, o mejor dicho, como un no-rostro, pues para que sea tal Poder tiene que revestirse de otra cosa, tiene que aparentar ser la encarnación misma de la legitimidad democrática que confiere la existencia de elecciones, libres y competitivas, de la misma manera que lo son los valores que animan su pretensión de dominio. La uniformidad y la homogeneidad política-cultural posmoderna ha colocado y sigue colocando la cuestión social en los márgenes de la política, sobreestimando por encima de todo el consenso, signo de la urgencia con la que el sistema quiere eliminar toda causación política del conflicto social. De esta manera, la democracia liberal representativa, y su expresión incuestionada, las elecciones, se convierten en el no-rostro de quien no es ella misma, la no-cara del Sistema-Poder. De ahí la constancia y el machaque repetitivo de Mariano Rajoy y el PP han ganado las elecciones.
Que el baile con sus máscaras, las elecciones y el no-rostro del Poder están inextricablemente unidos por una coherencia político-lógica tiene su confirmación en lo que está sucediendo dentro y fuera del alcance de nuestra visión. El Poder financiero-mediático se está recomponiendo de nuevo a cada instante en cada paso de baile y en cada nueva promesa de pacto rota para seguir siendo él mismo. Lo que significa, o bien que está dejando que el baile siga y el tiempo transcurra para potenciar el efecto taumatúrgico de las elecciones, o bien que está esperando otras coreografías, otra música y otros bailarines para seguir manteniendo el control de la pista para que haya un gobierno de centro-derecha sin Rajoy y con Rivera como vicepresidente. Como se ve, el resultado es el mismo. Una vez finalizado el baile, se retirarán como siempre a sus cuarteles al resguardo del escrutinio público. Pero lo que no van a permitir son unas terceras elecciones, y por eso siguen manteniendo y financiando el baile. Unas nuevas elecciones son siempre una incógnita y, además, la brecha entre la política y la gente no debe seguir profundizándose, máxime cuando viene una época de ajuste presupuestario que tiene que contar con cierta aprobación y benevolencia ciudadana, por lo que el Poder empresarial-financiero-mediático no está dispuesto a que se siga profundizando la sima, más allá de unos límites razonables. Por eso la farsa que estamos viendo en el Congreso de los Diputados se sustenta en la presunta legitimidad democrática de quien ha ganado las elecciones, reduciendo la política, entendida como expresión del conflicto social, a mera contabilidad política o política de mercado, ya que todo se dirime en función de quién ha obtenido más o menos votos, y no de cómo esos votos en un sistema parlamentario y en un país plural y diverso como el nuestro no son sino la expresión de intereses diversos y sensibilidades territoriales diferentes siempre a negociar. El consenso contabilista sustituye a la auténtica deliberación democrática, transparente, franca y sincera por un oscuro consenso apolítico al margen del debate ciudadano y parlamentario.
El baile se está convirtiendo en un dejar pasar el tiempo, una forma de no comprometerse con ninguna alternativa imaginativa y viable que no sea el escenario político que todos dan por descontado: el PP terminará gobernando. Pero el verdadero baile, el importante, es el que tiene lugar en el parqué de las Bolsas: el baile de las acciones. Mientras tanto, la compañía principal de festejos IBEX y sus treinta y cinco bailarines sobresalientes danzan a cara descubierta porque nadie los ve. En este baile no hay trampa ni cartón. Aquí se decidirá cuándo finaliza el baile menor del Congreso. ¿Quién será el primero en dejar de bailar y quitarse la máscara? El baile tiene que terminar. Unidos Podemos y PSOE tienen que parar, tienen que quitarse la máscara, tienen que ser valientes y, con su actitud, desenmascarar las verdaderas intenciones del PP y de Ciudadanos, este último muy cómodo con la máscara y el tipo de baile que le han encomendado. PSOE y Unidos Podemos tienen que seguir siendo capaces de hacer aquello que les hace fuertes, es decir, su capacidad de comprender mejor que otras opciones políticas la sociedad en su verdadera naturaleza, en sus conflictos y expectativas. Y comprender y estar con los ciudadanos no es ni una farsa, ni un simulacro, ni un baile. Es algo muy serio. Unidos Podemos y PSOE tienen que quitarse la máscara por el bien del país, para no dejar que el PP siga haciendo posible el baile de la otra escena, la que cuenta.
Juan José Ruiz Blázquez es doctor en Sociología. Miembro fundador del Círculo de Podemos Ecuador y actualmente miembro del Círculo de Podemos Hortaleza de Madrid.
De una parte acá tengo un sueño que se repite cada vez con más insistencia. El Congreso de los Diputados se ha convertido en un gran salón de baile, los políticos y las políticas se han convertido en bailarines y la Mesa del Congreso ha sido ocupada por una orquesta, con un faldón que cuelga del frente de la mesa...
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