Tribuna
Una palabra que nadie se atreve a pronunciar: escisión
Quizás cuarto y mitad del PSOE y medio Podemos podrían construir una alternativa y la otra parte del PSOE aproximarse a C’S y al PP en una suerte de pacto de estabilidad y alternancia
Miguel Pasquau Liaño 28/09/2016
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“Cisma” es una palabra fuerte y dura que seguramente está rondando en estas horas de la tarde del miércoles por la sede de Ferraz y en las redacciones de los periódicos, porque en este mismo instante hay discusión sobre si Pedro Sánchez sigue siendo secretario general, o si ha dejado de serlo como consecuencia de una extrañísima interpretación del art. 36 de los estatutos del partido que propugnan los “rebeldes”. Pero el posible cisma duraría poco, porque el conflicto no va a resolverse en el terreno de las interpretaciones jurídicas hasta abocar a un partido con dos legitimidades contrapuestas. El cisma, de existir, sería transitorio. Pero hay una palabra más fuerte, una palabra hasta ahora prohibida en la retórica de las disputas internas de los partidos, que puede estar empezando a escribirse en el futuro próximo del PSOE: la palabra “escisión”.
Lo políticamente correcto es dirimir las disputas por procedimientos democráticos dentro de cada partido, y estar dispuesto a asumir las derrotas comprometiéndose a apoyar con lealtad al rival o al planteamiento que resulten ganadores, sea cual fuere la naturaleza de la disputa que se entabló: de liderazgo, ideológica o de estrategia. Esa es la tesis de un Pedro Sánchez arrinconado: pongamos encima de la mesa el “debate” (las comillas son malintencionadas) que se está librando por debajo de ella, tomemos una decisión y comprometámonos a que una vez tomada, el partido hable “con una sola voz”. Así lo ha dicho por escrito en respuesta al calculadísimo y desleal ataque de Felipe González de esta mañana: con su iniciativa de convocar primarias y Congreso Federal “se pretende dar cauce a un debate de fondo que lleva tiempo instalado en la organización, tomar decisiones colectivas y, una vez que se haya debatido y decidido entre todos y todas, conseguir que el PSOE hable con una sola voz".
Esa es la tesis de un Pedro Sánchez arrinconado: pongamos encima de la mesa el “debate”.
¿Una sola voz? Eso es posible cuando se tiene poder, o cuando no se tiene en absoluto. El PP, por ejemplo, puede hablar con una sola voz enriquecida por matices corales. Pero en otras situaciones la “única voz” del partido sólo podría ser confusa, porque cada concreción en el discurso sería un desgarro para los discordantes. El PSOE no está ahora en condiciones de hablar con una sola voz, porque la voz es la expresión del alma, y el alma del PSOE está absolutamente dividida, sin más pegamento que la fidelidad a una historia común de militancia. Hay un PSOE con poder territorial que no va a renunciar a sus posibilidades de mantenerse en su posición hegemónica en sus territorios, y hay otro PSOE en caída libre hacia la irrelevancia que se ahoga en el discurso homogéneo de estabilidad nacional e institucional. Fernández-Vara puede acoplarse a la voz de Susana Díaz y de García Page, pero no me imagino al PSC, o al Partido Socialista de Euskadi, o al de Castilla y León y Galicia haciendo de coro para el estribillo durante mucho tiempo más. Por eso creo que la pretensión de Sánchez es ilusoria: es posible que la única voz se prolongase un tiempo si Sánchez pierde el reto; pero si lo ganase, las discrepancias no sólo no se apaciguarían, sino que el PSOE tendría que hacer frente a un riesgo cierto de escisión.
El PSOE no está ahora en condiciones de hablar con una sola voz, porque la voz es la expresión del alma, y el alma del PSOE está absolutamente dividida
Pero hablemos de escisión, ya que ellos, los políticos, huyen de esa palabra. ¿Cuál sería el momento idóneo para que una parte de la militancia de un partido generase una escisión en el mismo? Preguntas así son incómodas para un partido, y por eso tienen que hacerse desde fuera. Y desde fuera la respuesta podría ser que el momento idóneo llega cuando dentro del partido hay disputas ideológicas mayores que las que se tienen con los partidos rivales. Es decir, cuando dentro de un partido pugnan dos proyectos incompatibles que merecerían diferenciarse de cara a una oferta electoral. O cuando cunde la sensación de que determinadas posiciones políticas están "secuestradas" por una o varias organizaciones que no son capaces de proponerlas a tumba abierta por cuestiones "de partido" o porque no hay ninguna “única voz” organizada para proponerlas.
Ya sé que construir un partido es complicado (que se lo digan a Podemos), y que en el mercado electoral también funcionan las marcas y los “packs”, entre otras cosas por las servidumbres del sistema electoral mayoritario, así como para facilitar la actividad publicitaria. Eso hace que la oferta deba simplificarse y que el ciudadano, al votar, no tenga más remedio que aceptar en el pack elegido productos que no está dispuesto a consumir. Eso hace también que en general los discordantes de un partido no se atrevan a saltar fuera del barco en un bote salvavidas que no le conduciría a ninguna parte. Pero empiezo a tener la sospecha de que en el actual momento político, uno de los más importantes factores de bloqueo (tanto en esta Legislatura como en la anterior) es la dichosa “única voz” a que se siente obligado cada partido y cada grupo parlamentario.
Uno de los más importantes factores de bloqueo es la dichosa “única voz” a que se siente obligado cada partido y cada grupo parlamentario
¿No es verdad que en este momento, dentro del PSOE, hay diferencias más grandes que las que pueden tenerse normalmente con los partidos ideológicamente “contigüos”? ¿No creen que Fernández-Vara e Ibarra, si fueran capaces de olvidar el pasado identitario (es decir, la historia de su militancia socialista), se encontrarían más cómodos en un proyecto político compartido con Cifuentes y Núñez Feijóo que con Iceta, Elorza o Pérez-Tapias? ¿No parece que Errejón, o algunos de los suyos, podrían entenderse mejor al formular un proyecto político con éstos últimos que con buena parte de la izquierda anticapitalista y “siempreperdedora” de Podemos? No estoy haciendo una propuesta, ni menos aún un vaticinio, sino un ejercicio de imaginación política con la finalidad de entender mejor algunas de las cosas que están sucediendo. ¿No creen, por ejemplo, que una amplia franja de votantes estaría encantada con una escisión en el PSOE y otra en Podemos, seguida de una fusión de sus áreas colindantes? Ya me dirán si no sería deseable que pudiera votarse, en libre competencia con otras, una opción socialdemócrata “fuerte”, abierta al derecho de autodeterminación con condiciones pactadas, republicana, europeísta, decididamente enfrentada al capitalismo “de amiguetes” y al poder ventajista de las élites, más empeñada en recomponer un pacto social que en romper el marco. Quizás cuarto y mitad del PSOE y medio Podemos podrían construir una alternativa con mayor cohesión interna que las que ahora mismo PSOE y Podemos ofrecen por separado. Como también la otra parte del PSOE, acaso mayoritaria entre sus barones y minoritaria entre sus militantes, podría aproximarse a Ciudadanos y al Partido Popular en una suerte de pacto de estabilidad y alternancia en el marco del modelo social, económico, nacional y constitucional vigente sin más retoques que los imprescindibles. (Lo que no sé, lo confieso, es en cuál de los dos proyectos, entonces, encajaría ideológicamente Pedro Sánchez y su equipo).
Pero esto probablemente no lo veremos, porque, como he dicho, las marcas son las marcas, y el océano no se atraviesa a nado sino en barco, y los barcos no se toman ni se cambian en alta mar salvo en caso de naufragio. Lo que es cierto es que hay algo que diferencia a los partidos de los ciudadanos: los partidos sufren vértigo ante la palabra escisión; los ciudadanos, en absoluto. Una escisión tiene costes, pero esos costes son fundamentalmente organizativos. Quizás, pasado el revuelo, encontraríamos ventajas netamente democráticas, de libre competencia entre posiciones políticas desamortizadas durante el tiempo en que la pertinaz entropía convirtiese otra vez, como continuamente hace, lo nuevo en viejo.
El diccionario de la RAE define el término escisión como “rompimiento”. Pero para el término “escindir” incluye una acepción científica que añade un matiz interesante: “romper un núcleo atómico en partes, con la consiguiente liberación de energía”. Pues eso.
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Miguel Pasquau Liaño
(Úbeda, 1959) Es magistrado, profesor de Derecho y novelista. Jurista de oficio y escritor por afición, ha firmado más de un centenar de artículos de prensa y es autor del blog 'Es peligroso asomarse'. http://www.migueldeesponera.blogspot.com/
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