La carrera hacia la Casa Blanca
Crónica de un debate presidencial (II)
Simon R. Doubleday Nueva York , 25/09/2016
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Como pudiera haber dicho Karl Marx, un fantasma recorre la política estadounidense: el fantasma del islam. En el debate presidencial en la Universidad de Hofstra, este lunes 26 de septiembre, Donald Trump puede regresar a su infame intento de exorcizar este fantasma mediante la prohibición de entrada a inmigrantes musulmanes “hasta que sepamos qué diablos está pasando”. Es probable que Hillary Clinton le desafíe en estos posicionamientos, proyectando una visión más positiva hacia los inmigrantes musulmanes y mexicanos. Pero también va a intentar desterrar el recuerdo de su apoyo a la invasión de Irak en 2003, y va a eludir preguntas incómodas sobre su labor proactiva –y contraproducente– a favor de un cambio de régimen en Libia. De hecho, tratará de tejer una narrativa que oculte hechos incómodos acerca de la larga historia de intervenciones agresivas de Estados Unidos en Oriente Medio. En realidad ambos candidatos se nutren de la supresión del conocimiento y la memoria.
Según argumenta Ala Alryyes, profesor de literatura inglesa en Queens College (Nueva York), los principales medios de comunicación en los EE.UU. han generado una cultura de la amnesia en relación con el mundo islámico. Los eventos que llaman la atención del país –la ocupación de Irak, el ascenso del Daesh, o los recientes atentados con bomba en Nueva York y Nueva Jersey– están descontextualizados de forma rutinaria. La historia está eclipsada por el sensacionalismo, y borrada por noticias inmediatas. Pocos estadounidenses, sugiere Alryyes, poseen algún conocimiento sobre la serie de guerras que sacudieron Afganistán, o sobre los intereses petroleros que se unen a los Estados Unidos a Arabia Saudita. La islamofobia --irracional, agresiva y generadora de temores-- tiene su origen en un problema todavía más fundamental: la “islamo-ignorancia”.
En contraste con España, donde la historia de al-Andalus se ha convertido en una parte integral de la memoria nacional, no hay una narrativa nacional en los EE.UU. que incluya a los musulmanes, dice Alryyes. Aunque la mayoría de los estadounidenses no son islamófobos, el islam representa una incógnita. Los políticos y los canales de televisión de derechas, como Fox News, se alimentan de este vacío de conocimiento. “Aproximadamente el 70% de las personas en los Estados Unidos no conoce a ningún musulmán”, explica Hussein Rashid, fundador de una empresa de consultoría centrada en conocimiento cultural. Oriente Medio sigue siendo también una región desconocida. A pesar de la presencia de Siria en las noticias, pocas personas saben cómo colocarla en el mapa, lamenta una estudiante siria-estadounidense en la Universidad de Hofstra. El hecho de que su familia sea cristiana provoca más sorpresa todavía; la gente asume que todos los sirios (aunque no sepan dónde queda el país) son musulmanes (aunque no sepan exactamente qué significa esto).
No hay una narrativa nacional en los EE.UU. que incluya a los musulmanes
Bajo las controvertidas reglas de la Comisión de Debates Presidenciales, el tercer candidato presidencial, Gary Johnson, cuya respuesta a un periodista -- “¿Qué es Alepo?”-- provocó sorpresa y conmoción internacional, no participará en el debate de Hofstra el lunes 26. A pesar de su ausencia, para muchos profesores y estudiantes de Hofstra, la idea de que la universidad proporcione un escaparate para tal ignorancia les parece alarmante y que está en clara disonancia con el papel fundamental que debe desempeñar una universidad. A sugerencia del grupo universitario NAACP (National Association for the Advancement of Colored People) y del Hofstra Campus Feminist Collective, se desplegará una gran pancarta con cientos de firmas y con el slogan: “Valoramos el conocimiento, no la ignorancia. Comunicar, no silenciar”.
Algunos estudiantes todavía confían en la capacidad de la universidad para desafiar prejuicios como el de confundir los términos islam y terrorismo. En una mesa redonda sobre la islamofobia, que tuvo lugar en el décimo piso de la biblioteca de Hofstra esta semana y fue muy concurrida, una de las ponentes, Fatimah Mozawalla, estudiante de segundo año, llevaba puesto su hiyab con orgullo: “es mi micrófono”, afirma, “me amplifica la voz”. Reitera que el auto-denominado Estado Islámico no es en absoluto ninguna organización religiosa, sino un movimiento político que manipula la ideología religiosa. Cita un principio coránico: el que mata a un hombre injustamente, es como si hubiera matado a toda la humanidad. “Aunque todavía queda mucho trabajo por hacer, creo que el cambio es posible”.
La estudiante cristiana de Siria comparte su esperanza en la educación, viéndola como un contrapeso frente al poder de los medios de comunicación a la hora de forjar la percepción pública de Oriente Medio. “¿Y qué pasa con las historias que no se cuentan?”, se pregunta. “¿Quién las va a contar?”. El aula puede ofrecer ese antídoto.
Sin embargo, la profundidad de la hostilidad hacia los musulmanes ha dejado a algunos educadores en estado de desesperación. Para Hussein Rashid, la retórica de Trump es profundamente perturbadora: "En los debates presidenciales, tiene que salir a relucir su intención de prohibir la entrada de inmigrantes a un país fundado por inmigrantes. No se trata sólo de islamofobia, sino de racismo con mayúsculas". Rashid admite que él está perdiendo la esperanza. "Lo que hemos visto este año en Nueva York son hombres asesinados, mujeres apuñaladas, otras mujeres quemadas con fuego. No estoy seguro de que si alguien tiene en su corazón intentar quemar vivo a otro ser humano, la formación pueda servir de algo".
La profundidad de la hostilidad hacia los musulmanes ha dejado a algunos educadores en estado de desesperación
Otros están de acuerdo en que la solución debe ser tan profunda y tan generalizada como el propio problema social, y que va más allá del aula de clase. Hace poco hablé con Isma Chaudhry, presidenta del Centro Islámico de Long Island, en Westbury (Nueva York), y profesora contratada en Hofstra. Los devotos de su mezquita son muy diversos. Incluye hombres y mujeres cuyas familias proceden del sur de Asia y muchas partes de Oriente Medio (Siria, Egipto, Irak, Arabia Saudita), o del Reino Unido. Como profesional de la medicina y oriunda de Pakistán, Chaudhry se inspira en la herencia abierta y cosmopolita de al-Andalus. Pero su mezquita ha sido atacada en repetidas ocasiones: ha aparecido con ventanas rotas, ha habido camiones que traspasaron los jardines de la entrada, y los niños camino a la mezquita han sido objeto de expresiones de odio.
Para Chaudhry, la solución se encuentra en un proceso colectivo de auto-examen cultural y compromiso humano que abarque todo el país. Según ella, los Estados Unidos tiene que encontrar un espacio para el islam moderado, en el que los jóvenes musulmanes puedan asumir abiertamente su identidad, mientras que los no musulmanes puedan mostrarse abiertos hacia la presencia de la cultura, la comida y la religión musulmana. Aplaude la reciente decisión del alcalde de la ciudad de Nueva York, Bill de Blasio, de que el calendario de las escuelas públicas de la ciudad respete las festividades musulmanas de Eid al-Adha y Eid al-Fitr.
Chaudhry verá atentamente por televisión el debate presidencial el lunes día 26. Ambos candidatos, en su opinión, saben que será peligroso abordar la cuestión del islam y saben también que sus pronunciamientos al respecto pueden arrastrarles hacia la derrota electoral. Sin embargo, no les quedará otra alternativa: la inmigración, el terrorismo y la política estadounidense hacia Oriente Medio serán temas inevitables.
Como pudiera haber dicho Karl Marx, un fantasma recorre la política estadounidense: el fantasma del islam. En el debate presidencial en la Universidad de Hofstra, este lunes 26 de septiembre, Donald Trump puede regresar a su infame intento de exorcizar este fantasma mediante la prohibición de entrada a...
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