Crónica parlamentaria
‘Processisme’, esa lengua
Puigdemont cuenta con el mejor lenguaje político disponible en el mercado peninsular. Y no hay tantos: PNV, PP y el ‘processista’, sin duda, el mejor del Top-3
Guillem Martínez 30/09/2016
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Resumen de lo publicado. Ayer Puigdemont cogió una Hoja de Ruta, obsoleta, nacida para consumo interno y jamás aplicada, le grapó un referéndum y la prolongó un añito más. Hasta que, todo apunta a ello --la política, como cualquier otro uso humano, es, básicamente, costumbre--, vuelva a ser otra Hoja de Ruta obsoleta, nacida para consumo interno y no aplicada. ¿Puigdemont es un genio? No soy médico, pero yo diría que, en todo caso, cuenta con el mejor lenguaje político disponible en el mercado peninsular. Y no hay tantos. A mí me salen tres.
El del PNV, el del PP y el del Procés. Sobre el del PNV, je n’en connais pas. Sobre el del PP, siendo exitoso, es solo la sombra de la sombra del lenguaje que poseía antes del 11M y el 15M, una construcción demoledora, infalible, que acotaba los marcos libertad y democracia. Ahora, al parecer, acota solo el marco orden y/o patria. Con menos juego de piernas, pero con cierta efectividad, a juzgar por los resultados en circunscripciones donde nadie le chulea la cosa patria. Pero el lenguaje processista es, sin duda, el mejor del Top-3. Por lo que se merece un párrafo, que se inicia después de este punto y aparte. Alehop.
El lenguaje processista toca el culo, como quiere y cuando quiere, a los marcos Catalunya, democracia y libertad, por lo que puede situar fuera de ellos a quien no quiera o no se deje. Es tan poderoso que, en fin, evita incluso hacer políticas al respecto de lo que dice, de tal manera que, posiblemente, solo es un lenguaje. Sustituir la acción por el lenguaje es, por cierto, la fantasía sexual para cualquier político planetario. De hecho, las únicas políticas reales que ha amparado ese lenguaje no han sido indepes, sino de austeridad y economía creativa. Lo que puede conducir a la idea de que el Processisme no es necesariamente independentismo. Carece de obra legislativa al respecto, al menos, y ha posibilitado la aparición de un independentismo nuevo, jamás visto en ninguna parte del mundo mundial, que consiste, básicamente, en autoproclamarlo, como sucede con el barcelonismo, por ejemplo. Para ser del Barça, en fin, no es necesario jugar en el equipo, estar en la junta, ver los partidos o, ni siquiera, querer que gane la Champions. El lenguaje processista toca el culo, como quiere y cuando quiere, a los marcos Catalunya, democracia y libertad.
Ha creado, vamos, una identidad política sustentada en el lenguaje, en una manifestación anual en la que se confirma y renueva el lenguaje y, hasta ahora, en poco más. Que se dice rápido. Otra originalidad: no es un lenguaje de un solo partido. Lo comparten varios partidos, varios medios e individualidades periodísticas, y una porción importante de la sociedad, que lo consume con avidez. Eso supone una absoluta novedad en el género. Y aún posee otra originalidad, tal vez la mayor: más que el Estado --en este caso, la Gene; la Gene, al fin y al cabo, no es una ONG--, o los partidos, en su creación ha participado una organización civil, la ANC, sin lugar a dudas el fenómeno político-institucional más importante de las últimas décadas y un fenómeno a estudiar. Es un engranaje que une pueblo --vigilen el palabro “pueblo”; cuando lo escuchen, en Catalunya, Madrid, Murcia o Ulán Bator, cambien, si pueden, de acera; es un intento de evitar el término sociedad, más contradictorio y abierto-- con sus instituciones, en un momento en el que las instituciones se estaban quedando al raso, por temas de corrupción, distanciamiento y degradación democrática --como era el caso de la Gene; por un tubo, por cierto--. De hecho, la ANC, si atendemos a su obra y no a su autodefinición, es un ente institucionalista, de cohesión en torno a las instituciones, antes que indepe. Durante un tiempo, a un sector de Podemos le dieron para el pelo non-stop por fantasear con crear un lenguaje posperonista, importado de América. Mientras le daban para el pelo, nadie atendió que esa institución y ese lenguaje estaban naciendo, de manera improbable, en una pequeña región de Europa. Y que posibilitarían que, en una situación de final de Régimen, se viviera un momento inaudito de cohesión con lo viejo --partidos, políticos y mentalidades viejas-- en, lo dicho, un final de Régimen.
Bueno. Todo esto viene a cuento de que es el segundo día de la cuestión de confianza. Hablan los grupos parlamentarios, les contesta el Presi, por lo que la cosa puede servir para observar cómo, recurriendo a su vez al lenguaje antes que a la política, el Presi va a ganar por KO.
Empieza la tunda con Arrimadas, de C's --su partido comparte, básicamente, lenguaje con el PP; tiene, quizás, más elaborados las imágenes y los marcos que envuelven el conflicto lingüístico--. Arrimadas no aporta novedades a anteriores discursos --el Procés es una ocurrencia que viene a ocultar la inexistencia de políticas sociales, de las que C´s, por otra parte, no puede hablar, por ausencia de lenguaje--. La novedad es el tono. Ayer, de hecho, Puigdemont ofreció un referéndum con pregunta, fecha, quorum y negociación del resultado pactados con el Estado. Es decir, un referéndum para perderlo, un punto final, o un cambio de velocidad espeluznante en el Procés. Un chollo, que no será aceptado por el Estado, pues carece de lenguaje no para asumir, sino tan solo para discutir sobre plurinacionalidad, que es lo único que le supondría aceptar el referéndum. Aun así, la Cámara ha interpretado que lo de Puigdemont es una petición de negociación, que en el caso de Arrimadas ha significado, lo dicho, la incorporación de un tono de buen rollo, que desarticula un tanto el único poderío lingüístico de C´s. La mala milk en cuando aparece el tema territorial.
Habla Iceta, mientras los golpistas bombardean el Palacio de la Moneda de Ferraz. Aun así, uno de los pocos líderes territoriales ofrece a Puigdemont un marco de negociación y una reforma federal --tan improbable como el Procés--, a cambio de su apoyo a un gobierno socialista en Madrid. Cuando acaba de decir eso, por cierto, la agencia EFE lo cuelga en la red, y la cuenta Twitter del PSOE de Castilla La Mancha lo retuitea como prueba de que, sic, “se confirman las sospechas: Sánchez tenía un plan oculto para pactar con independentistas que quieren romper España”, y como indicio de que amplias extensiones, cargadas de futuro, del PSOE, carecen de un lenguaje diferenciado del PP. En cierta manera, la propuesta de Iceta, que podría tener algún valor sexy --sexy moderado; Iceta, que posee el lenguaje para plantear la posibilidad de un referéndum, no puede utilizarlo, por ausencia de esa capacidad en el PSOE--, queda invalidada por los compañeros del metal manchego.
Habla Iceta, mientras los golpistas bombardean el Palacio de la Moneda de Ferraz.
Rabell de CSQEP. Utiliza el tono que utilizó Arrimadas. También ha interpretado la propuesta de Puigdemont como una búsqueda de pista de aterrizaje. El referéndum lo es. Posibilita el encuentro entre processistes y federalistas. En otro Procés interminable, pues el referéndum es irrealizable en el país favorito de la Divina Providencia, más ahora, como ilustran las aportaciones intelectuales del PSOE de Castilla La Mancha. Si bien el Procés posee un lenguaje cachas, no lo posee un Procés federalista, que queda engullido, ñam, en la respuesta de Puigdemont.
Empieza el festival Albiol/PP. Y empieza bien. Uno de los usuarios de un lenguaje propagandístico, decodificado por Lakoff, empieza decodificando el lenguaje del Procés, a lo Lakoff, un tipo del que, por otra parte, Albiol no ha oído hablar en su vida . “Ustedes solo crean relato”. Dice. Grande. Luego va y el discurso se le escapa de las manos. Sin citar a la bicha, pilla el DeLorean, retrocede una década y le sale el lenguaje de cuando ETA y el marco orden frente al caos. Aun así, también desarticulado por la propuesta de ayer, y con todo el buen rollo que puede --que siendo mucho, es muy poco--, ofrece --en nombre, al parecer, del Gobierno-- diálogo en el tema de financiación, reconocimiento cultural y de la realidad catalana --ojo, es mucho más de lo que puede incorporar su lenguaje, por lo que lo más probable es que no sea cierto--. En su respuesta, Puigdemont se lo come con patatas.
Habla Anna Gabriel. Un lenguaje propio. Y difícil. Y críptico. Todo en él es ideología, autoformulación y engarce de temas en el que definirse ideológicamente. Cuesta un huevo entenderlo. Es decir, encontrar los hilos de discurso entre tantos discursos. Bajo ese aspecto de lenguaje comunicativamente ruinoso fluye un lenguaje con, supongo, un alto poder de cohesión para la comunidad CUP, que está protagonizando una legislatura contradictoria --quizás, fruto de la confusión del independentismo de izquierdas con el Processisme, que no es necesariamente independentista ni de izquierdas--, si bien sus tensiones internas parecen ser, progresivamente, menores. Creo entender que, referido al caso que nos ocupa, ofrece a Puigdemont paz por territorios, una preferencia por el referéndum unilateral, antes que por el pactado --no sabemos cómo se hace uno u otro, por otra parte--, y apoyo en esta cuestión de confianza, si bien no necesariamente en los futuros presupuestos. Puigdemont, en su respuesta, ubica la CUP en el campo de los sospechosos de ser enemigos del Procés, es decir, de Catalunya. Y de forma rapidita.
Sin citar a la bicha, pilla el DeLorean, retrocede una década y le sale el lenguaje de cuando ETA y el marco orden frente al caos.
Finalmente, toma la palabra Jordi Turull, de JxS. No solo no es necesario que diga algo, sino que no tiene nada que decir. Pero, en lo que es un ejercicio de poderío lingüístico, hace de poli malo --es decir, se ubica en el otro extremo del carácter ecuménico que ha emitido hoy el Presi--, y reparte leña a todo el abanico parlamentario. Puede. Y, en política, se hace lo que se puede. Exhibe con ello, por si no había quedado claro, la más efectiva máquina lingüística disponible en la política peninsular.
Acaba la cosa. Votación. Puigdemont gana la cuestión de confianza --(JxS + CUP)--. Y, lo dicho, otro año, que es mucho cuando no se tiene qué decir, pero sí muchas maneras de decirlo. Ha anunciado que convocará elecciones si pierde la próxima votación de presupuestos --sobre noviembre--. Pero es poco probable. Se supone que la CUP los votará, o se caerá del campo semántico Procés. Si no los vota, tampoco pasaría nada. Se colarían los del año anterior. Los presupuestos, en fin, son irrelevantes en una autonomía intervenida, como es el caso. Son importantes solo para demostrar la hegemonía lingüística y prolongarla. Un sistema propagandístico solo existe y es efectivo en el poder. Fuera de él resulta humorístico, como ha demostrado, otra vez, Albiol.
Hasta la semana que viene, amiguitos.
Resumen de lo publicado. Ayer Puigdemont cogió una Hoja de Ruta, obsoleta, nacida para consumo interno y jamás aplicada, le grapó un referéndum y la prolongó un añito más. Hasta que, todo apunta a ello --la política, como cualquier otro uso humano, es, básicamente, costumbre--, vuelva a ser otra Hoja de Ruta...
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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