Crónica Parlamentaria
Make Catalonia great again
La ‘intelligentsia processista’ dibuja lo de Trump como una oportunidad para el Procés. Los futuribles que se van perfilando –nacionalistas, reaccionarios, socialistas– parece que quieren también un muro que nos separe de nuestros mexicanos
Guillem Martínez Barcelona , 13/11/2016
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Hola. Miércoles. Parlament de Catalunya. Hace la tira, por cierto, esto era una fortaleza militar. Cuando Barcelona era Belfast, cualquier revolución consistía en intentar tomar esta fortaleza. Mi intento favorito es el de 1843. Los insurgentes republicanos hicieron su intento más serio. Se organizaron como nunca, construyeron escaleras de madera y vinieron a toda leche contra el muro de esta fortaleza, cantando un himno que se habían inventado, que se llamaba La Campana. Lamentablemente, por un error, habían construido las escaleras un par de metros más bajas que las murallas. Cayeron como piojos. No supieron, en fin, leer su época. Su lectura erró por dos metros. De lo que se desprende que saber leer tu época es algo poco probable, que cuesta un huevo, si bien te va la vida en ello.
Hoy, en estas paredes, sucede un poco lo mismo. Y en todo el arco parlamentario. Lo que es un indicativo de que esta época no la entiende ni su padre. Carece de lectura, incluso, el bando gubernamental, que en principio lo tiene más fácil. Un gobierno planetario, en fin, puede ir tirando sin una lectura de las escaleras. Sólo necesita una lectura de la muralla. Pues bien, hoy, ni eso. Al menos, eso es lo que se desprende de la lectura gubernamental sobre la noticia del día, que viene a dificultar más la lectura de la época. Trump ha ganado en los USA. Y nadie sabe leerlo aún en los USA y en Europa. Quizás, las mejores lecturas vienen de Rusia y China. Es un momento de cambio del orden internacional. Es decir, una gran oportunidad para China y para Rusia en caso, como ha asegurado Trump en campaña, de que los USA hagan un go home, esa cosa que no hacen desde el presidente Wilson.
Trump incorpora aspectos que todo el mundo en este parlamento, o en cualquier otro, observa como paisaje familiar y asumible
La verdad es que cuesta un huevo leer el "trumpismo". Trump incorpora aspectos que todo el mundo en este parlamento, o en cualquier otro, observa como paisaje familiar y asumible. Yo qué sé. La cosa business friendly, la primacía de la cosa empresa sobre la cosa Estado, el nacionalismo como respuesta a la pérdida de soberanía del Estado frente a la empresa y las instituciones transnacionales. Pero Trump también incorpora, para liarla, otros aspectos novedosos. Incluso, revolucionarios –la derecha, en fin, es lo único revolucionario que nos queda en la plaza–. Por lo que sea, lo revolucionario/rupturista es algo que asumen los trumps, ante la imposibilidad de acceso a la pomada de los sanders. En la duda --y con esto empieza propiamente esta crónica que arrancaba con escaleras mal calculadas--, el Presi Puigdemont empezaba el día con un tuit en el que venía a lamentarse, en voz alta, del nuevo sign of the times que suponía la cosa Trump. A lo largo de la jornada, la intelligentsia processista --políticos de medio pelo/medio pelo alto, así como el Benemérito Cuerpo Armado Processista de Tertulianos y Opinadores--, fue dibujando lo de Trump como una oportunidad. Para el Procés. Tras esa avalancha de avaladores del "trumpismo", el Presi hizo otro tuit, viendo con mayor simpatía la brutalidad. Todo esto es un indicativo de los futuribles del Procés, esa cosa sin movimiento y que, al parecer, en esta segunda convocatoria de referéndum, acabará también como el rosario de la aurora. Los futuribles que se van perfilando para salir de esa espiral de fracaso parecen ser nacionalistas y reaccionarios. Un go home como una casa. Un intento de leer la época con culpables, con un muro que nos separe de nuestros mexicanos y con la búsqueda en el presente de un pasado que nunca existió como meta. Los cuerpos, en fin, caen del lado del que se inclinan. Y el Procés, cuando abre la boca, en ocasiones dibuja un inquietante frentismonacional. Y una época que aún no verbaliza.
Otro aspecto de las últimas semanas que dibuja una lectura dificultosa de la realidad es la cosa desobediencia. Sin duda, y tal como está el patio, la única vía rentable del Procés. Y, por lo que sea, la más gaseosa. El Estado está recurriendo a la vía penal para frenar la cosa Procés, en lo que es una erosión para el Estado. En contrapartida, hay más persecución de la desobediencia que, propiamente, desobediencia. Las últimas incorporaciones al pack desobediencia, por ejemplo, consisten en la Presi del Parlament y dos cargos municipales de la CUP. Sobre la Presi: en una democracia, no se puede --o, snif, no se debería-- acusar de desobediencia a ningún parlamentario por delitos de opinión o de intención. Que, en ausencia de leyes determinantes sobre autodeterminación en este Parlament --como es el caso--, son lo que hay. Los cargos municipales, a su vez, son un concejal de Vic y la alcaldesa de Berga, acusados también por desobediencia por chorradas como colgar una bandera indepe. En un territorio en el que, por otra parte, es un paisaje común. Esto, con el tiempo, significará, lo dicho, una erosión absoluta en el Estado. Ningún Estado puede cazar moscas a cañonazos, sin que eso afecte más a los cañones que a las moscas. Pero también --y he aquí la dificultad para leer la época--, se está produciendo una erosión en el Procés. A saber: en el caso de la alcaldesa de Berga, por ejemplo, la policía que acudió a detener a la persona que colgó una banderita fueron los Mossos. Un indicativo de que nunca habrá referéndum en Catalunya pues, hasta los Mossos, ejerciendo de poli judicial, podrían impedirlo. Por otra parte, la alcaldesa desobediente, a su vez, también ha multado en su municipio --la multa es la moderna represión-- a varios ciudadanos anarquistas, por cambiar por su cuenta --y riesgo, es decir, por desobedecer-- los nombres de varias calles de curas por los de diversos nombres del primer gran motín anarquista de la II República, que fue por aquella zona. Un lío. Y un indicio de que la cosa Procés tiene miedo a la desobediencia. A que se le escape de las manos. A que, como el palabro desobediencia indica, tenga más de una dirección posible.
Parece claro que el PSC desaparecerá de las instituciones del PSOE, sin llegar a tener, por otra parte, un grupo parlamentario propio
Aprovechando que estoy en el Parlament, hablo con diversos sociatas. Sinopsis: la cosa está malita. El Sanchecidio aún no se sabe si es una lectura de la época, o su ausencia. En la duda, parece ser que es una escalera varios metros más pequeña. Sea como sea, la relación PSC-PSOE --la próxima casilla en este conflicto de recentralización-- ha quedado muy abierta. Es decir, chunga. Parece claro que el PSC desaparecerá de las instituciones del PSOE, sin llegar a tener, por otra parte, un grupo parlamentario propio. Ahora mismo, está en un limbo/no se sabe qué relación tienen PSC y PSOE. Tanto PSC como PSOE tienen claro que el PSC debe de ser el PSOE en Catalunya --que, a pesar de ese acuerdo, haya tan mal café, indica que en el socialismo estatal está pasando algo raro, grave y difícil de verbalizar; un cambio de época, del que, al parecer, no se tienen muchas lecturas--, pero no se descarta ninguna escenografía que selle esa intención. No se descarta, incluso, que el PSC no sea percibido como suficientemente PSOE, por lo que aparezca en el mapa electoral catalán una Regional del PSOE, de mutuo acuerdo con el PSC. O no. Un lío en el peor momento para el PSC, cuando el Procés se dispone a agonizar, y no puede esgrimir la carta del federalismo light, porque ni siquiera ese es admitido en un PSOE que, por lo visto, también quiere muros para sus mexicanos.
Creo que eso es todo. Ah, no, que también hubo pleno. Lo resumo. Fue el pleno habitual, en el que no se acaban de ver murallas ni escaleras. Se habló de un Estado corrupto y, a la vez, se dotó a la policía de más poder para defenderlo.
La época es inapelable. La leas o no, avanza.
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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