Crónica parlamentaria
La “ultraperificidad” de nuestras vidas
El Congreso respalda una primera propuesta que reprueba la reforma laboral del PP. También admite a trámite un nuevo texto autonómico para Canarias
Miguel Ángel Ortega Lucas Madrid , 14/12/2016
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Soplaba ayer cierta brisa morena, a las cuatro de la tarde, desde las tribunas superiores del Congreso; ese lugar reservado a visitas guiadas, invitados de excepción y románticos plumillas que aún prefieren escuchar in situ las intervenciones aunque no se esté dirimiendo allí una coronación, un golpe de Estado o una performance de las Femen.
Pero no era menor el tema: se trataba de admitir a trámite una reforma del estatuto de autonomía canario. De ahí la brisa cálida, casi céfiro, procedente de los representantes del parlamento insular, y sus juveniles compañías. Son jornadas de tiros largos para los gobiernos regionales, que asisten con una solemnidad de encuadre para la Historia a la escalinata y los leones. El encuadre tiene luego la eternidad de un selfie y los tiros resultan más cortos que los de Tejero, pero qué más da; la cuestión es estar, como esos pensionistas que en las jornadas de puertas abiertas, como el pasado Día de la Constitución, salen en la tele contentísimos de usurparle el sitio al presidente del Gobierno. (Luego, sólo por el recuerdo campechano de haber estado allí, “mecachis en la mar”, le votan otra vez.)
Estaban las autoridades canarias en la tribuna, gentes guapas del PSOE canario y de Coalición Canaria y hasta canarios del PP, canarias tostadas y pajarinas, para respaldar una propuesta (adivina, adivinanza) pergeñada por Coalición Canaria y el PSOE, y respaldada finalmente por el PP. Su objetivo sería dar nuevas vías de autogobierno a dicha autonomía, y hasta se llegó a mencionar algunas de ellas, concretas, referentes al servicio aéreo y marítimo. Seguro que el proyecto recoge temas de enjundia. El problema es que, cuando hay banderas de por medio, la letra de la canción queda aún más desdibujada que de costumbre por los cánticos folclóricos de la esdrújula retórica patriótica.
La ultraperificidad. Dice el Preámbulo del documento: “La lejanía y la insularidad han determinado el carácter de los canarios y las peculiaridades de sus principios institucionales con el reconocimiento de la ultraperificidad como elemento modulador e inspirador del autogobierno”. Lo cual “implica el reconocimiento” de algunos principios tales como “la consolidación de la sociedad canaria en el marco de la Constitución”, “la reafirmación de las islas, de los cabildos y de sus municipios como entidades básicas dotadas de autonomía” o “el fortalecimiento de la cohesión de los canarios, facilitando su vocación como eslabón entre Europa, América y África, contribuyendo a la paz y a un orden internacional más justo”.
La propuesta de reforma podría establecer también la descendencia directa de los canarios de la Atlántida, o la ubicuidad trina del periodista Juan Cruz, y a todo el mundo le parecería bien: más allá de la solvencia política del documento (no estamos aquí para ponderar tal cosa), la burocracia parlamentaria suele internarse en estos bosques de filfa para no dejar ver los árboles del bosque escondido más allá –que es el que más nos interesa, y el que nos acaban talando mientras allá a lo lejos todos cantan, a lo lejos.
Ana María Oramas, la diputada de Coalición Canaria en el Congreso (Grupo Mixto), entonó varias odas de su tierra dirigiéndose emocionada hacia la mencionada tribuna superior, como Marisol, y añadiendo al debate el decisivo “concepto del canario como atlántico fronterizo”. [¿Se levantarán los canarios pensando, lo primero de todo, en que son “atlánticos fronterizos”?; ¿entonarán versos autóctonos y fronterizos, como Oramas, ante el espejo, antes de irse a trabajar, o no trabajar?].
Melissa Rodríguez (Ciudadanos), canaria de dulzura implacable, subió para casi armar una pira con el documento de marras y denunciar que “el sistema electoral de Tanzania es más proporcionado que el de Canarias”, donde “gobierna la tercera fuerza en votos pero la primera en escaños”. También apuntó “el récord en listas de espera en sanidad” y que los escolares canarios están en último lugar del ranking español en el informe PISA. Meri Pita, canaria de Podemos, vio las cartas de Rodríguez y subió una: Canarias, dijo, tiene “los sueldos y las pensiones más bajas de todo el Estado, uno de los índices de paro más altos”, con la mitad de la ciudadanía sin empleo en las islas. “Éste es el país de Coalición Canaria con su socios del PSOE y del PP después de un cuarto de siglo. Coalición Canaria, más que un partido, es un consejo de administración”.
La medida se admitió a trámite, con los votos favorables de PSOE, PP y C.C. (también del PNV). Más allá del caso concreto y del resultado, sirve la cosa para volver a escuchar, ahí a lo lejos, un soniquete inquietante: de gobernar otros en Canarias, ¿sería el mismo texto igual de maravilloso para los unos, igual de inadmisible para los otros?
La última reforma laboral del PP es inadmisible para el PSOE, según explicó más tarde en la tribuna Rafael Simancas, que defendió una proposición no de ley (es decir, sin mayor alcance todavía, y de largo recorrido en caso de seguir curso) con el objetivo último de “sustituirla por un nuevo estatuto de los trabajadores que recupere la estabilidad, la calidad laboral y los salarios dignos” [aprobada finalmente con los votos a favor de Podemos y la abstención de Ciudadanos]. “La reforma laboral del PP fracasó: fracasó para los trabajadores españoles” pero no para una negociación colectiva “a favor del patrón”, con despido libre, mini-jobs, falsos contratos, eliminación de subsidios, etcétera. “Esto es lo que hay que derogar, por un nuevo estatuto de los trabajadores sin fraudes y sin explotación”.
Simancas es uno de los oradores más sólidos del hemiciclo –nunca da vergüenza ajena escucharle, lo cual le emparenta aquí con Chesterton–; parece buena persona, y aquella humillación del tamayazo, cuando los dos pájaros migratorios del PSOE de Madrid a los nidos de Aguirre le quitaron la presidencia de esa autonomía, le dejaron en los ojos un titilar de lágrima que le hace aún más abrazable. Pero quizá por eso, también, le hacen los de su grupo hablar tanto: es capaz de llevar a los oyentes a la ultraperificidad de la memoria política reciente. De modo que tras su intervención tanto Toni Roldán, de Ciudadanos, como Yolanda Díaz, de Podemos, le recordaron el historial de reformas laborales del PSOE.
Le confrontó, por parte del PP, Gerardo Camps Devesa, para quien la oposición “retuerce los números hasta límites insospechados”. A continuación afirmó que hoy existe en España una tasa de trabajo indefinido del 74%”. También “más empleo estable y de calidad” [que con Zapatero, quería decir; éste lleva camino de convertirse en una referencia en el PP mayor aún que Manuel Fraga]. Y terminó Devesa, coronándose, con unas frases de Claudio Sánchez Albornoz: “(...) Prefiero cabalgar la parda mula del buen sentido que el purasangre de la imaginación desenfrenada”. Porque todos vivimos en la ultraperificidad de nuestra misma mismidad.
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Miguel Ángel Ortega Lucas
Escriba. Nómada. Experto aprendiz. Si no le gustan mis prejuicios, tengo otros en La vela y el vendaval (diario impúdico) y Pocavergüenza.
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