Editorial
Kalimera, Europa (Buenos días, Europa)
2/02/2015
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Grecia sufre desde hace cinco años los efectos de una política económica de severa austeridad, encaminada a obtener el excedente necesario para reembolsar el pesado fardo de su deuda pública. A diferencia de otros países de la Zona Euro, allí no se ha debatido si estimular la oferta o la demanda. En Grecia, sencillamente, no se ha hablado de estímulos.
Las políticas de austeridad puestas en práctica en el país que desde hoy se dispone a liderar Alexis Tsipras han sido diseñadas con una lógica contable sorprendentemente simplista. Se consideró, bajo el supuesto ceteris paribus (todo lo demás permanece constante), que una reducción del gasto público combinada con un incremento de los ingresos conduciría necesariamente a un superávit presupuestario suficiente. El problema, como la realidad muestra, es que nada de todo lo demás ha permanecido constante.
Las políticas de austeridad no solamente no han sido eficaces en la consecución del objetivo para el que fueron diseñadas, sino que han dejado tras de sí una economía devastada. En 2008 la deuda pública griega se situaba en el 109% del PIB. Hoy alcanza el 176%. Entre ambas fechas, la renta per capita en paridad de poder de compra (teniendo en cuenta el efecto de los precios) ha disminuido un 20%. Para hacernos una idea de lo que esto significa, los españoles hemos perdido en el mismo periodo un 9% de nuestra renta per capita.
Grecia acaba de elegir en unos comicios históricos al primer jefe de Gobierno europeo abiertamente anti austeridad. Tsipras sabe que el problema de la deuda griega necesita una nueva manera de afrontarlo y que el crecimiento debe ser la piedra angular de un nuevo tiempo. Sabe también que abandonar la Eurozona sería catastrófico para la economía griega. Es cierto que una hipotética devaluación del dracma favorecería las exportaciones en el corto plazo, al tiempo que encarecería las importaciones energéticas y tecnológicas, pero sobre todo multiplicaría su deuda en la misma proporción que la nueva moneda se devaluase (las deudas están nominadas en euros, no lo olvidemos). Sin mencionar el coste político de esta alternativa, tanto para Grecia como para Europa.
John Milios, responsable económico de Syriza, ya ha enviado una propuesta a los gabinetes de Jean-Claude Juncker, Valdis Dombrovskis y Jyrki Katainen para reestructurar la deuda griega. Fuentes oficiosas de la Comisión Europea explican a CTXT que Syriza ha propuesto una renegociación de la deuda por tercios, a partes iguales entre haircut (quita), maturities (extensión del plazo) y cumplimiento de los acuerdos en vigor. Además, Syriza rechaza, según esas fuentes, aplicar nuevas reformas estructurales que impliquen recortar las prestaciones sociales.
Las negociaciones se anuncian duras. Eurostat no olvida que Grecia falseó sus cuentas durante años y que el origen de la deuda pública helena, a diferencia de otros casos como el español, no reside en un trasvase de deuda privada a deuda pública sino en una administración pública sobredimensionada, ineficiente y poco celosa del rigor presupuestario.
La cuestión de fondo es que Grecia es una economía que todavía necesita encontrar su lugar en la Zona Euro. El desafío es enorme, pero Alexis Tsipras cuenta a su favor con la evidencia inapelable de que lo de antes ya no sirve.
Grecia sufre desde hace cinco años los efectos de una política económica de severa austeridad, encaminada a obtener el excedente necesario para reembolsar el pesado fardo de su deuda pública. A diferencia de otros países de la Zona Euro, allí no se ha debatido si estimular la oferta o la demanda. En Grecia,...
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