CONTROVERSIAS | NUEVAS IDENTIDADES POLÍTICAS EN EUROPA
Sobran los expertos
En los discursos anti ‘establishment’, los especialistas son vistos como parte del sistema. Se apela a la emoción, la épica, el miedo y la nostalgia y se imponen los oradores y los demagogos
Héctor Fouce 1/02/2017
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En el punto álgido de la campaña del referéndum sobre la salida del Reino Unido en la Unión Europea, el ministro de Justicia y cabeza visible de los conservadores a favor del Brexit, Michael Gove, afirmó categóricamente que “la gente de este país ya ha tenido bastantes expertos”. Gove estaba siendo acusado de copiar las tácticas de desinformación de Donald Trump: la campaña del Brexit afirmaba que cada semana el Reino Unido enviaba a Bruselas 350 millones de libras [unos 400 millones de euros], que servirían para financiar mejor al NHS (la seguridad social británica) una vez se cortasen los lazos con la Unión Europea. Así lo proclamaba el autobús rojo en el que Gove, Boris Johnson, Nigel Farage y otros líderes hacían campaña pro Brexit. Gove denostaba las opiniones de la Oficina Nacional de Estadísticas y de la mayor parte de los economistas británicos, amparado en la incapacidad de los economistas para prevenir la crisis financiera, pero no fue capaz de sustentar sus afirmaciones, a pesar de que algunos economistas británicos defendían la salida de la UE y habían publicado sus cálculos en la prensa.
A la manera de la neolengua de Orwell, las mentiras son disfrazadas con un término más elegante, los hechos son ignorados y las opiniones se presentan como verdades contrastadas
La desconfianza, cuando no el desprecio, hacia los expertos forma parte de esa nueva identidad política que emerge tras el referéndum de junio en el Reino Unido. Una identidad sustentada no solo en el discurso nacionalista de UKIP, sino también en el giro del discurso del Partido Conservador bajo el liderazgo de Theresa May que puede ser, como afirmaba Javier López Alós en el primer artículo de esta serie parafraseando la opinión de Thatcher sobre Blair, la verdadera herencia política de UKIP tras el referéndum. En noviembre, Glyn Davies, diputado conservador, publicó en Twitter un mensaje: “Personalmente, nunca he considerado a los académicos como expertos. No tienen experiencia en el mundo real”. Las respuestas de la comunidad universitaria no se hicieron esperar: usando el hashtag #realworlacademics, profesores e investigadores respondieron a Davies, bien haciendo burla de su concepción del mundo real, bien apelando al impacto económico de la investigación en el PIB. Otros señalaron la ironía de que un diputado, desde su torre de marfil y su onerosa cuenta de gastos, presuma de estar más cercano al mundo real que un profesor de universidad.
Sonora fue también la polémica entre Arron Banks, uno de los principales financiadores de la campaña pro Brexit, y la historiadora de Cambridge Mary Beard. Bank publicó en Twitter un comentario en el que afirmaba que el Imperio Romano fue destruido por la inmigración. Beard, una de las mayores autoridades mundiales sobre la historia de Roma, conocida además por sus trabajos de divulgación, respondió con el mismo tono con el que se responde a un estudiante que no ha hecho sus deberes: “Creo que debes leer un poco más sobre la historia de Roma antes de explicarnos las razones de su caída. HECHOS, chicos!”. Fue entonces cuando Banks explicó que eso es lo que él había aprendido en la escuela; cuando Beard le pidió que citase a los autores en cuya autoridad se amparaba, reclamando que las razones de la caída de Roma son un tema que requiere de conocimiento experto, Banks citó la serie de televisión Yo Claudio (“aunque el libro era mejor”) y la película Gladiator. “Tú no tienes el monopolio de la historia”, reclamó Banks ante la profesora de Cambridge, premio Princesa de Asturias de Humanidades en 2016.
Son tres ejemplos que evidencian un nuevo clima intelectual, en el que los hechos importan menos que las historias y que las opiniones. “Puedes tener un punto de vista muy definido, pero no tienes el conocimiento necesario”, replicaba Beard en su disputa con Banks. Apelar al conocimiento experto, en estos tiempos, es un signo de elitismo e implica el rechazo al diálogo en el que se basa la democracia. “Pero la democracia es un sistema de gobierno, no denota un estado de igualdad. Tener los mismos derechos no implica tener las mismas habilidades, talentos o conocimientos”, afirma Tom Nichols en su defensa de los expertos.
Los expertos son identificados, así, con la tecnocracia que ha impulsado las políticas neoliberales contra las que se rebelan los discursos de Donald Trump o Marine Le Pen
Que posverdad haya sido elegida la palabra del año dice mucho de los tiempos en los que nos movemos. A la manera de la neolengua de Orwell, las mentiras son disfrazadas con un término más elegante, los hechos son ignorados y las opiniones se presentan como verdades contrastadas. Con estas bases, el necesario diálogo democrático está siempre limitado, desprovisto de toda apelación al mundo real, mientras que, de forma paradójica, se reprocha a los especialistas su escaso conocimiento de la realidad. En este contexto, explica Nichols, “no estar de acuerdo es insultar. Corregir a otro es ser un “hater”. Y negarse a reconocer puntos de vista alternativos, aunque sean fantásticos o estúpidos, es ser intolerante”.
“El declive del experto es un rechazo no sólo del conocimiento, sino de las formas en las que aprendemos y acumulamos información. Fundamentalmente, es un rechazo a la ciencia y a la racionalidad”, continúa Nichols. Y, al tiempo, es la negación de las reglas de la discusión racional, entre ellas la distinción fundamental entre hechos y opiniones, entre verdades demostrables y ficciones no verificables.
Intelectuales y élites
¿De dónde surge este desprecio a los expertos por parte de las nuevas identidades políticas? Si atendemos a los resultados del referéndum del Brexit, parece obvio que la demografía del experto es la del remainer. Las personas con mayores niveles educativos y mayores niveles de renta votaron en su mayoría por la continuidad. La metrópoli cosmopolita que es Londres, así como Oxford y Cambridge, votaron por permanecer en la Unión Europea. Los cuatro principales partidos y buena parte de las empresas, bancos y la City de Londres apostaban por la permanencia. Y buena parte de sus argumentos venían a apoyarse en las opiniones de expertos, que de este modo se alineaban con el establishment. Frente a esta alianza, personajes como Farage (y Trump en el contexto americano) se presentan como alternativas, outsiders que rechazan alinearse con las posiciones dominantes.
Mientras que desde la izquierda se intentaba convencer a los potenciales votantes con datos, la derecha había comprendido que lo importante es ganarse el corazón de los votantes
Los expertos son identificados, así, con la tecnocracia que ha impulsado las políticas neoliberales contra las que se rebelan los discursos de Donald Trump o Marine Le Pen, que prometen proteccionismo económico, control de la inmigración y abandono del multilateralismo. Como ha señalado Esteban Hernández, en nuestra época cuando un país no es gestionado eficazmente (según los parámetros neoliberales), se coloca a un tecnócrata al frente (mientras que en el siglo pasado se colocaba a un militar). Y, como en el caso italiano, esos expertos llamados a gestionar un país al margen de ideologías no hacen otra cosa que aplicar políticas de austeridad que perjudican a las clases más populares y alimentan su rabia hacia el sistema.
Muchos han señalado que la posverdad es una forma elegante de llamar a la mentira. La alta circulación de noticias falsas en la campaña de las elecciones estadounidenses y el grosero uso de las cifras en la campaña del Brexit son buenos ejemplos. Pero el rechazo al conocimiento experto tiene sus raíces en un rasgo del comportamiento social que ya advirtió George Lakoff en su clásico panfleto No pienses en un elefante. Mientras que desde la izquierda se intentaba convencer a los potenciales votantes con datos, la derecha había comprendido que lo importante es ganarse el corazón de los votantes, apelar a sus emociones y sentimientos morales, definiendo el marco del discurso en sus propios términos. “Los meros hechos no te dejan el camino expedito. Tienes que reconfigurar los marcos en que se discuten los asuntos, antes de que los hechos puedan resultar significativos y hacerse contundentes”. Como señala Guillermo Fernández Vázquez en su análisis del discurso proteccionista de Marine Le Pen, “el discurso del Frente Nacional conecta con el Make America Great Again de Donald Trump o el ‘Nuevo Día de la Independencia’ que presidió la campaña británica en los días previos al Brexit. El punto decisivo es que todos estos discursos convocan a un pueblo a hacer cosas grandes; y además le piden que lo haga estando juntos”.
Las nuevas identidades políticas articulan un discurso que se opone al establishment y los expertos son vistos como parte integrante del sistema. El lenguaje político de este momento se centra en apelar a “la ciudadanía para recuperar colectivamente todo aquello que se siente a la vez como importante y amenazado”. Es la descripción del discurso de Marine Le Pen, pero encaja también con el discurso de Podemos o del Brexit. Se apela a la emoción, a la épica, al miedo y a la nostalgia. Es la época de los oradores y los demagogos, difícilmente la del experto con su arsenal de datos y técnicas que prometen explicar el mundo en términos objetivos.
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Orgullosas
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad. ¿Quieres decir algo? + Déjanos un comentario Es cierto lo que dice Jesus Diaz... los "economisteros" no son expertos cientificos. Asi lo afirma un economista, nada menos que Alberto Nadal
"... se organizó la teoría económica alrededor de una misión sacrosanta: demostrar que el mercado libre y sin regulación tenía propiedades benéficas para todos. Mientras se abandonaba la vía analítica de una ciencia normal... "
http://www.jornada.unam.mx/2016/07/13/opinion/026a1eco Hace 7 años 9 meses Creí que con "expertos" se refería a científicos y otras gentes que saben mucho de algo, y algo de todo. Pero no; se refiere a economisteros. Gente que no sabe nada de nada. Hace 7 años 9 meses
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