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“Se evitó el golpe, pero una junta militar se ha alzado con el poder”
Alegato de Ahmet Şik, uno de los periodistas más destacados de Turquía, acusado de propaganda terrorista por una docena de tuits y cinco artículos de prensa
Ahmet Şik 1/02/2017
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Las autoridades turcas detuvieron el pasado 29 de diciembre de 2016 a Ahmet Şik, uno de los periodistas de investigación más conocidos del país. La Fiscalía le acusa de “insultar públicamente a la República de Turquía, a los órganos judiciales, militares y policiales” y “hacer propaganda de una organización terrorista”, el ilegalizado Partido de los Trabajadores del Kurdistán y el movimiento del clérigo islamista Fethullah Gülen. La imputación se basa en una docena de mensajes de Twitter, cinco artículos para el diario de oposición Cumhuriyet y unas declaraciones públicas en un acto del Parlamento Europeo.
Sik ya estuvo encarcelado en 2011 por publicar un libro, The Imam's Army [El ejército del Imam], crítico con el movimiento Hizmet, liderada por el clérigo Fethullah Gülen, al que el Gobierno turco culpa del fracasado intento de golpe de Estado del pasado julio. En esas fechas este movimiento aún era un aliado clave del presidente turco Recep Tayyip Erdoğan.
Reproducimos el discurso con el que Şik se ha defendido ante el tribunal.
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Rechazo las acusaciones que se han proferido en contra de mí. El objeto de la investigación afecta a mis actividades profesionales o, lo que es lo mismo, periodísticas. Se ha intentado presentar como delitos los artículos y entrevistas que realicé en el pasado. Las publicaciones que hice en las redes sociales también han sido añadidas al expediente del caso con el objetivo de reforzar los cargos que se me imputan. Algo parecido sucedió durante la conspiración que tuvo lugar hace cinco años.
En esa época, el término que acordaron los dos cómplices que compartían el poder (el movimiento gulenista y el partido AKP) fue el de Ergenekon. Cualquier oponente que estuviera en su punto de mira, fuera quien fuera, sería etiquetado como Ergenekon y enviado a prisión. Cuando estos dos cómplices, el movimiento gulenista y el AKP, comenzaron sus luchas de poder para ver quién se apoderaba del Estado, el resultado fue el golpe del 15 de julio, que produjo un sangriento desenlace.
Desde el primer día de mi carrera profesional hasta hoy, he luchado por hallar la verdad, ya que creo que la gente tiene derecho a conocerla
El intento de golpe no tuvo éxito. Sin embargo, si lo hubiera tenido, el resultado habría sido similar a lo que estamos observando ahora. Podemos resumir la situación actual con la siguiente frase: “Se evitó el golpe, pero aun así una junta militar se ha alzado con el poder”. El término que se usa actualmente es FETÖ (NdE: un acrónimo que significa “Organización terrorista Fethullaista”, que se basa en el nombre de pila de Fethullah Gülen). Hasta hace poco, el partido en el poder hizo la vista gorda cuando se trataba de los crímenes de sus cómplices, incluso hasta el punto de ayudarlos y respaldarlos políticamente. Ahora, ese mismo partido, junto con los bufones mediáticos que intentaron legitimar su tiranía, ha comenzado a etiquetar al movimiento gulenista con el nombre de FETÖ, porque tiene miedo hasta de usar su verdadero nombre.
Está claro que el AKP es el responsable principal de reetiquetar el movimiento gulenista con el nombre de FETÖ. De hecho, la primera persona que debería ser llevada a juicio es el presidente de la República, Recep Tayyip Erdoğan, porque ha dicho: “¿Qué es lo que pediste y no te concedimos?” y “Yo también los he ayudado enormemente, que Dios y mi país me perdonen”. Si el país le perdonará o no, depende de lo que decida el país; si Dios perdonará sus pecados o no, escapa a este mundo; sin embargo, el deber de un juez que se declara independiente, imparcial y justo es investigar a cualquier sospechoso que admita un crimen. La judicatura es responsable de enjuiciar a un partido y a su líder por haber compartido el poder con una banda de contraguerrilla, una organización mafiosa sacralizada que utilizó la religión como herramienta, y por haber instigado sus crímenes.
Nadie tiene el derecho de procesar a periodistas por sus actividades profesionales. He trabajado como periodista durante 27 años. Desde el primer día de mi carrera profesional hasta hoy, he luchado por hallar la verdad, ya que creo que la gente tiene derecho a conocer la verdad y que el deber del periodista es hacérsela saber (gracias a que las personas que la poseen han confiado en él) sin distorsión y sin traicionar la confianza que se ha depositado en él. En ese sentido, si he distorsionado la verdad, no deberían ser los tribunales quienes cuestionaran mis actividades profesionales, sino los lectores, los espectadores o, en otras palabras, la gente.
Nunca he tenido ninguna relación con ningún partido, organización o estructura similar, ya se la considere legal o ilegal. A lo largo de mi vida profesional he luchado con mi periodismo por informar de manera crítica sobre todos y cada uno de los gobiernos, independientemente de su color político, y lo he hecho lo mejor que he sabido. En definitiva, conseguí gracias a mis actividades periodísticas ser el malo de todas y cada una de las etapas de gobierno, y lo considero un orgullo.
En este sentido, es cierto, pertenezco a una organización: se llama la verdad. Es verdad que hay un poder en el que confío y son las personas, que en mi opinión deben conocer la verdad.
Gracias a mis actividades periodísticas conseguí ser el malo de todas y cada una de las etapas de gobierno, y lo considero un orgullo
En un pasado no muy lejano, fuimos testigos de cómo se gestó el ridículo complot que ahora mismo se está escenificando. En ese momento, mis actividades profesionales también fueron objeto de una investigación. Fui el blanco de algunos elementos de la banda del movimiento gulenista que se había infiltrado en la policía y en la judicatura. Además del apoyo de los fiscales, de la policía y de los jueces, esta banda contaba con el apoyo de partidarios que ostentaban cargos en los medios de comunicación, que respaldaron al partido dirigente (el AKP) y que respaldaron sin límites todos los crímenes que cometieron. Sus mercenarios mediáticos señalaban el objetivo, la policía urdía la trama, su fiscal emitía la orden de arresto y su juez nos arrebataba nuestra libertad.
El gobierno, que era el representante político de esta organización, con sus ministros y diputados, siempre se escudaba en la misma mentira, la misma que se puede observar en todas las dictaduras: “No son periodistas, son terroristas”. Hoy en día, se está escenificando un escenario similar, aunque quiero incidir sobre el hecho de que, y esto es importante recordarlo, la mayoría de los mercenarios que me tuvieron en su punto de mira: los policías que urdieron la trama, los fiscales y jueces que ordenaron mi detención y los miembros del tribunal que fingieron juzgarme, ahora están también ellos bajo arresto. En cuanto a aquellos sobre los que se hizo la vista gorda, están considerados prófugos.
La lección que podemos extraer de todo esto es la siguiente: nadie puede aferrarse al poder para siempre. Nunca permanecerá en manos de nadie, ni permanecerá en manos de aquellos de los que ha cegado la arrogancia, ni en las de aquellos que, ebrios de poder, se permiten todo tipo de ilegalidades.
Lo que dije a las puertas de la cárcel el 12 de marzo de 2012, la noche que me pusieron en libertad, fue: “Una nueva vida surgirá de toda esta opresión y tiranía, una vida que temen los que están en el poder, pero con la que nosotros soñamos y por la que seguiremos luchando”.
Hoy repito las mismas palabras.
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