La guerra de Erdogan contra las mujeres
El Estado turco se ensaña con total impunidad con las militantes kurdas que componen uno de los movimientos más fuertes y radicales del mundo. Europa, mientras tanto, mira hacia otro lado
DILAR DIRIK (OpenDemocracy) 23/11/2016
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“Resistiremos y resistiremos hasta que ganemos”, coreaba Sebahat Tuncel antes de que media docena de policías le cerrara la boca por la fuerza, la arrastrara por el suelo y la detuviera a principios de noviembre.
Hace nueve años, una caravana con pancartas de victoria, eslóganes festivos y flores esperaba a la salida de la cárcel a Tuncel para acompañarla a ocupar su escaño en el Parlamento, un puesto para el que había sido elegida mientras todavía cumplía condena. Tuncel, que ahora está de nuevo en la cárcel, es una más entre las docenas de políticos kurdos del Partido Democrático de los Pueblos (HDP, por sus siglas en turco) o del Partido Democrático de las Regiones (DBP, por sus siglas en turco), que han sido arrestados por las fuerzas de seguridad turcas desde octubre, como consecuencia de las operaciones antiterroristas que inició el presidente Erdogan contra aquellos que disputan su gobierno autoritario. Esta campaña ofensiva es el resultado del fallido golpe de Estado que tuvo lugar en julio, y supone un incremento de las hostilidades en la guerra que libra el Estado contra el movimiento kurdo desde el verano de 2015, y que puso fin a un proceso de paz que duraba ya un año y medio. Al igual que las brigadas antiterroristas alemanas de la década de 1980 recibieron la consigna “¡Disparad a las mujeres primero!”, la tóxica masculinidad del Estado ha evidenciado su carácter, a raíz de esta declaración de guerra contra las mujeres. La fuerza del movimiento feminista kurdo militante supone una amenaza para el sistema. Sebahat Tuncel no es el único caso.
A finales de octubre, detuvieron a Gültan Kisanak. Fue la primera mujer coalcaldesa de la municipalidad metropolitana de Diyarbakir y es una antigua diputada que en la década de 1980 pasó dos años en la infame prisión de Diyarbakir, donde sufrió atroces formas de tortura, como por ejemplo ser obligada a vivir en una caseta de perro llena de excrementos porque se negaba a decir “soy turca”. Poco después de su detención, también fue arrestada de manera violenta Ayla Akat Ata, exdiputada y ahora portavoz del Congreso de Mujeres Libres (KJA, por sus siglas en turco), la coordinadora feminista más importante de Turquía y Kurdistán, que se encuentra entre las 370 organizaciones civiles que el gobierno declaró ilegales en noviembre. Durante su mandato parlamentario, fue hospitalizada en diversas ocasiones como resultado de la violencia policial y ha sobrevivido a varios intentos de asesinato.
El Estado hipermasculinizado describe a las mujeres kurdas en términos de “malas mujeres”, putas sin vergüenza y violadoras del núcleo familiar
Selma Irmak está entre las diputadas que fueron elegidas mientras se encontraban en prisión, en la que cumplía una condena de más de 10 años por cargos de terrorismo, y en la que llevó a cabo varias huelgas de hambre. Gülser Yildirim cumplía una sentencia de 5 años antes de las elecciones. Leyla Birlik, otra diputada, permaneció todo el tiempo con los civiles a los que el ejército disparó con armas de fuego durante la campaña de confinamiento, y fue testigo de brutales e innumerables asesinatos de civiles a manos del ejército. Su cuñado, Haci Lokman Birlik, activista y realizador, fue ejecutado por el ejército en octubre de 2015: ataron su cadáver a un vehículo del ejército y lo arrastraron por las calles de la ciudad. Algunos miembros del ejército lo filmaron y enviaron el vídeo a Leyla Birlik con un mensaje: “Ven a recoger a tu cuñado”.
La lista sigue. Los turcos hemos elegido a esas valientes mujeres para que nos representen. No obstante, a pesar de haber sido elegidas por más de cinco millones de personas, hoy en día son prisioneras políticas.
Las políticas ultraconservadoras del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, por sus siglas en turco), bajo el mando de Erdogan, han hecho que la violencia contra las mujeres en Turquía haya crecido en los últimos 15 años. No solo algunos miembros destacados del gobierno, entre ellos el mismísimo Erdogan, rechazan con frecuencia la igualdad entre mujeres y hombres, y promueven actitudes que normalizan la cultura de la violación, de la violencia sexista y de la misoginia, sino que además el AKP ha sido responsable de manera explícita de ataques físicos contra las mujeres y el colectivo LGTBI. Ese Estado hipermasculinizado no solo acusa de manera colectiva a la comunidad kurda de separatismo, terrorismo o conspiraciones contra el gobierno, sino que además describe a las mujeres kurdas en términos de “malas mujeres”, putas sin vergüenza y violadoras del núcleo familiar.
A lo largo de la historia, el Estado turco ha empleado la violación y la tortura sexual, incluidas las pruebas de virginidad post mortem, para disciplinar y castigar el cuerpo de las mujeres, tal y como describe Anja Flach en su libro Frauen in der Kurdischen Guerilla, que no tiene traducción del alemán. En las cárceles, las mujeres sufren cacheos íntimos que las humillan sexualmente. Hace poco, algunos soldados desnudaron los cadáveres de mujeres militantes kurdas y publicaron las imágenes en los medios sociales. Otro vídeo salvaje mostraba al ejército turco disparando en la cabeza a mujeres guerrilleras y cómo las despeñaban luego por un barranco. En el vídeo se observaba que los rifles utilizados eran modelos G3 alemanes, lo que ilustra la complicidad occidental con estos crímenes de guerra.
Mientras que algunas de estas atrocidades se cometieron de manera secreta durante la década de 1990, compartir imágenes en los medios sociales es una estrategia nueva que busca desmoralizar la resistencia de las mujeres y demostrar el poder del gobierno. Estos métodos se asemejan a los que emplea el Estado Islámico al otro lado de la frontera y violan todas las convenciones de guerra existentes. Abusar sexualmente de una activista que osa enfrentarse a la hegemonía masculina tiene como objetivo machacar su fuerza de voluntad e impedir que su activismo continúe. Los ataques contra las mujeres políticas tienen que enmarcarse dentro de este mismo contexto.
A lo largo de la historia, Turquía ha empleado la violación y la tortura sexual, incluidas las pruebas de virginidad ‘post mortem’, para disciplinar y castigar el cuerpo de las mujeres
Mucho antes de que los principales medios turcos estuvieran en el punto de mira, unas reporteras de JinHa, la primera agencia de noticias de Oriente Próximo gestionada solo por mujeres, fueron atacadas. Las empleadas de JinHa, comprometidas con aplicar un enfoque explícitamente feminista a su trabajo, se dedicaban a exponer los crímenes de Estado bajo una perspectiva de género. Hoy en día, JinHa es ilegal y varias de sus miembros están en la cárcel.
El HDP es el único partido progresista opositor que todavía mantiene en Turquía una agenda secular, diversa, ecológica y en favor de las minorías, las mujeres y los derechos LGTB. El porcentaje de mujeres afiliadas al partido es el más alto del país con una gran diferencia. Incluso sin el sistema copresidencial, una política del movimiento de liberación kurdo que garantiza el liderazgo compartido entre hombres y mujeres, la mayoría de las alcaldesas están en las regiones kurdas. Gracias a una lucha que lleva décadas librándose, y a que el líder kurdo ahora en prisión, Abdullah Öcalan, lo impulsó fervientemente, hoy en día el papel activo de las mujeres en la política de Kurdistán es algo normal.
Las mujeres del HDP y del DBP no personifican las ideas burguesas que promulgan la política representativa y el feminismo corporativo. Casi todas las mujeres políticas que están siendo atacadas hoy en día han cumplido condenas de cárcel y han sufrido violencia policial, tortura sexual, intentos de asesinato o alguna otra forma de violencia por parte del Estado. En las protestas contra el gobierno y el ejército siempre están en primera fila.
Las mujeres son también actores significativos en el proceso de paz que iniciaron en marzo de 2013 Abdullah Öcalan y el gobierno turco. En todos los encuentros que tuvieron lugar en la cárcel de la isla de Imrali hubo mujeres presentes. En 2014, Öcalan sugirió que la representación de las mujeres se hiciera por organizaciones, en lugar de hacerlo de manera individual, y así es como Ceylan Bagriyanik participó en las reuniones como representante del movimiento feminista. La declaración de Dolmabahçe, la primera declaración conjunta emitida por las partes en conflicto, incluía la liberación de las mujeres entre los diez puntos necesarios para garantizar una paz y justicia duraderas. El gobierno y los medios de comunicación fueron incapaces de entender por qué insistía tanto el movimiento kurdo en la importancia de incluir la liberación de la mujer dentro del proceso de paz.
Los organismos internacionales, sobre todo la Unión Europea, han fallado al pueblo kurdo en su intento de apaciguar a Erdogan
Hoy en día, nos enfrentamos a un castigo colectivo por superar la barrera electoral más alta del mundo, que obliga a cualquier partido político nacional a obtener al menos un 10% de los votos para poder ocupar un escaño en el Parlamento. Están arrasando nuestras ciudades, asesinando a nuestros seres queridos, quemándolos vivos, bombardeándolos, disparándoles o golpeándoles hasta la muerte. Están borrando para siempre nuestro patrimonio cultural y nuestro medio ambiente, arrastrando a nuestros diputados por las calles, reemplazando a nuestros alcaldes por administradores gubernamentales contra nuestra voluntad, censurando nuestros medios y bloqueando nuestras redes sociales. Al destruir toda posibilidad de permitirnos participar de manera pacífica y legal en la política, delimitada por un marco democrático, Turquía no deja a los kurdos otra opción que no sea la autodefensa. Los organismos internacionales, sobre todo la Unión Europea, han fallado al pueblo kurdo en su intento de apaciguar a Erdogan. En otras palabras, los gobiernos occidentales apoyan la eliminación sistemática de uno de los movimientos feministas más fuertes y radicales del mundo.
La filosofía del movimiento feminista kurdo propone que todos los organismos vivos tienen mecanismos de defensa, como, por ejemplo, la rosa y sus espinas. Esta doctrina no se limita al sentido físico únicamente, sino que incluye la creación de estructuras autónomas de autogobierno que sirvan para organizar la vida social y política. Emplear la autodefensa para proteger la identidad propia de los ataques del gobierno es posible en parte gracias a la construcción de organismos políticos autosuficientes.
En una época en que el ejército expone los cadáveres desnudos de mujeres en las redes sociales, y en que las funcionarias electas son objeto de abusos y torturas por parte del gobierno capitalista y patriarcal, las mujeres contraatacan para demostrar que los hombres no tienen potestad para definir su honor, sencillamente porque el honor de una mujer no se encuentra entre las piernas, sino que radica en nuestra resistencia, en la cultura de resistencia que marcaron las pioneras de nuestro movimiento. Este honor lo defienden nuestras políticas hoy encarceladas.
La copresidenta del HDP, Figen Yüksekdag, envió este mensaje desde la cárcel: “A pesar de todo, no podrán consumir nuestra esperanza o acabar con nuestra resistencia. Ya sea desde la cárcel o desde fuera, el HDP y nosotras somos la única opción para conseguir que Turquía sea libre y democrática. Por ese motivo nos tienen tanto miedo. No permitáis que la desmoralización se apodere de vosotras, ni bajéis la guardia, ni permitáis que flaquee vuestra resistencia, ni una sola de vosotras. No olvidéis que este odio y agresión tiene su origen en el miedo. Sin ninguna duda, el amor y la valentía acabarán saliendo victoriosos”.
Traducción de Álvaro San José.
Este texto está publicado en openDemocracy.
“Resistiremos y resistiremos hasta que ganemos”, coreaba Sebahat Tuncel antes de que media docena de policías le cerrara la boca por la fuerza, la arrastrara por el suelo y la detuviera a principios de noviembre.
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