Crónica parlamentaria
Montar una escena
El Congreso es, sobre todo, el lugar de la perpetua escenificación de la unidad de cada partido, todos indiscutiblemente hermanados e indisolubles
Miguel Ángel Ortega Lucas Madrid , 2/02/2017
Pablo Iglesias, durante su intervención el 1 de febrero en el Congreso.
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Que el Congreso de los Diputados es un escenario teatral, más que político, es algo que ya hemos advertido aquí demasiadas veces desde el inicio de la legislatura. Según se levante el sol o caigan picas en San Jerónimo, según se aburran las cariátides allá en lo alto o bostecen los ujieres en las tribunas (¿con qué carajo soñarán los ujieres, mientras hablan los dueños de todo esto?), el hemiciclo puede ser un corral de comedias, un montaje de zarzuela o un teatro callejero; una función de marionetas, un esperpento, un circo, una obra del absurdo o –más frecuentemente– una sátira ignorante de serlo, y por ello nada graciosa (aquí las carcajadas acaban congeladas en una mueca cruel sin solución.)
Pero también es, sobre todo, el lugar de la perpetua escenificación de la Unidad, con mayúsculas. De la utópica línea que trata de dividir la realidad en colores, como en aquellos dibujos escolares en que el cielo era indiscutiblemente azul, los árboles absolutamente verdes, el sol rabiosamente amarillo. Así las fichas de parchís de esta función; así el mapa semicircular de Risk desplegado ante la ciudadanía para que nadie se confunda en el telediario: cada cual en su color, y cada color como un ente abstracto, sólido e indisoluble levantado sobre Ideas, Principios y Valores; no sobre pobres diablos llenos de dudas como usted y yo. Los miembros de cada grupo político, o especie biológica, salen a los escaños como sale un equipo al campo: dejándose en el vestuario sus inquinas personales porque están en juego el título y el sueldo. Como esas parejas que, después de discutir toda la tarde, se recomponen impolutos para el baile al anochecer, “Y no me vayas a montar una escena”, amenaza en la puerta, él o ella, justo antes de salir.
El Parlamento es, sobre todo, el lugar de la perpetua escenificación de la Unidad, con mayúsculas
En la primera sesión de control al Gobierno de 2017, Antonio Hernando, primer espada del PSOE ante la ausencia de Pedro Sánchez, desenvaina la ídem de madera ante Mariano Rajoy, hablando en nombre de la indiscutible unidad blanquiroja del socialismo: cual si Pedro Sánchez, en vez de estar de never-ending tour por los pueblos de España, como Bob Dylan, y haciéndoles la cama, se hubiera escaqueado un momento al baño.
Hernando (cuyo avatar interpretado por José Mota en Nochevieja será imposible obviar a partir de ahora cada vez que le veamos) comienza dirigiéndose al presidente del Gobierno como si él mismo, y los 84 diputados del PSOE, metidos en la misma cama, no hubieran podido pegar ojo en toda la noche a cuenta de las 75 víctimas del accidente del Yak-42, el avión militar estrellado en 2003 y que supuso la consagración política del estadista Federico Trillo. “Un avión que jamás debió despegar”, dijo Hernando: “es injusto que hablemos de accidente porque aquello se pudo evitar”. “Uno de los hechos más vergonzantes de nuestra democracia, un fraude” y un insulto para las familias de los militares muertos, que “recibieron desprecio y amenazas”. Todo ello para exigir a Mariano Rajoy que pidiera perdón en nombre del Gobierno, “por dignidad”, como ya lo hizo la actual ministra de Defensa, Cospedal, en la comisión de investigación de hace unas semanas.
Entonces, Mariano Rajoy (el mismo Mariano Rajoy que lleva siendo presidente del Gobierno cinco años marianos, y del PP antes del año 2003), se levanta de su asiento y dice “congratularse” por el interés de Hernando en este asunto: “uno de los hechos más terribles de nuestra historia”, haciendo “suyas” las palabras de Cospedal. “Ha causado gran dolor, no sólo a las víctimas, y por eso quiero que esta intervención empiece rindiéndoles un homenaje”. “Ayer escuché a las víctimas, compartí sus sentimientos, les dije que no hay consuelo posible pero que el objetivo es que este tipo de acontecimientos no se vuelva a repetir”. Sus compañeros de partido (de ecosistema) asentían con los ojos brillantes, unánimes, conmovidos.
A continuación tomó la palabra desde su escaño Pablo Iglesias, con corbata esta vez (¿se lo recordó Errejón antes de salir?), para preguntar al presidente qué medidas tiene pensado el Gobierno asumir por la escalada del precio de la luz. Rajoy se puso didáctico, como tanto le gusta (“Usted sabe que la factura tiene dos partes, además de los impuestos; una la fija el mercado, la otra el Gobierno, el 42%”; el Gobierno lleva sin tocar su parte “tres años”; el porcentaje correspondiente al mercado se ha disparado porque “el petróleo ha subido una barbaridad”, y el gas natural, y el carbón; si no fuera por el Gobierno estaríamos hablando de unas facturas más altas aún; etcétera).
Iglesias le respondió con un programa-concurso: “Le voy a proponer cinco medidas” que podría adoptar el Gobierno; “y usted me contesta si les parece bien o no les parece bien”. Éstas eran llevar a cabo una auditoría de los costes de generación de la electricidad, gravar fiscalmente los beneficios de las compañías nucleares e hidroeléctricas, recuperar la gestión pública de estas últimas “para que no se especule con el agua embalsada”, suprimir el impuesto al sol y bajar el IVA de la luz. A Rajoy, como era de esperar, no le gustaron cuatro, y la otra tampoco. E Iglesias culminó con otra pregunta que no esperaba respuesta alguna: “Le voy a preguntar también si no les parece impresentable que haya miembros de su partido que aún se sienten en consejos de administración” de empresas eléctricas.
Tomó la palabra desde su escaño Pablo Iglesias para preguntar al presidente qué medidas tiene pensado el Gobierno asumir por la escalada del precio de la luz
Íñigo Errejón aplaudió calurosamente la intervención de su compañero de partido y secretario general, Pablo Iglesias. Pablo Iglesias e Íñigo Errejón llevaban ya un rato muy calurosamente sentados el uno al otro. Íñigo Errejón, Pablo Iglesias, Irene Montero, Tania Sánchez, etcétera, también sueñan calurosamente todos los días con los mismos Valores, Principios e Ideas de color morado. Pablo Iglesias e Íñigo Errejón se cuentan los sueños, desvelados, en mitad de la noche, como Epi y Blas.
Luego habló Albert Rivera, que recordó a Rajoy el “saqueo de las cajas de ahorro” por valor de “41.000 millones de euros del bolsillo de los españoles”, a lo largo de esos años felices en que nadie parecía preguntarse adónde iba el dinero y de dónde venía. Y Rajoy –ya había respondido mucho a Hernando e Iglesias– respondió, como si estuviera respondiendo, hablando de cómo el Gobierno había tenido que reestructurar la banca para que ahora no estemos como en Grecia. (En Ciudadanos, por cierto, ya han salido varios aspirantes al trono de Rivera, pero éste puede respirar aún dentro de sus trajes impecables; precisamente porque casi nadie lleva esos trajes en su partido.)
Después habló Joan Tardá, de ERC; evidentemente de Cataluña y del referéndum por la independencia que piensan celebrar “por mucho que ustedes se empeñen” en lo contrario. Ellos era el Gobierno del PP y quien le escuchaba era la vicepresidenta, Soraya Sáez. Ésta levantó y bajó alternativamente el micrófono para contestarle como si fuera un bastón de mariscal, con flema napoleónica, con botonadura de luto y un pelo que va apuntando, sin hacer mucho ruido, a lo Margaret Tathcher. Lo fulminó consecutivamente en las réplicas con una contundencia de Oscar (o sea, de Meryl Streep), y el gallinero del PP aplaudió encantado.
También, sí, Dolores Cospedal. Porque ambas comparten partido –Ideas, Valores, Principios; quizá también Esencias de Channel nº 4–. Sin mirarla, como siempre, como una esfinge rubia y ciega, Cospedal aplaudía de perfil a su compañera del alma del partido, compañera.
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Escriba. Nómada. Experto aprendiz. Si no le gustan mis prejuicios, tengo otros en La vela y el vendaval (diario impúdico) y Pocavergüenza.
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Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad. ¿Quieres decir algo? + Déjanos un comentario Si teatral es el congreso de los diputa dos, ni te cuento los medios de comunicación, sobre todo cuando el director teatral es el tal cebrian. Vease si no el espectáculo montado por el susodicho para ocultar lo que es un "golpe de estado" y de timon, con cambio de rumbo hacia la derecha empresarial y política, camuflada bajo siglas como psoe, pp, ciu, ciutatans.... para atraer a mas votantes y que todo continue como esta. Aprovecahndo para ello al grupito de chaepas que rodean al niño pijo perrejon. Ese es el interés común de perrejon y el hombre que maneja los hilos.
Salud. Hace 7 años 11 meses
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