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Que levante la mano al que le guste que le pongan en evidencia. Ya, ninguna mano alzada. A mí tampoco. Por eso recuerdo aquella vez que una jefa con escasas (por no decir nulas) dotes para la empatía se acercó a mi sitio en la redacción y me rompió la página que había escrito en mil pedazos. Imposible olvidar mi rubor, el bochorno, y los murmullos de alrededor. También recuerdo aquella vez que otra persona puesta por encima de mí en la jerarquía de un periódico decidió que para echarme una bronca no bastaba con meterme en una sala. Solas ella y yo. Decidió que varios miembros de mi sección escucharan los agravios y ya de paso compararnos entre nosotros. Sí, justo lo que te dicen cuando estás educando a niños. Que no compares.
Ustedes se preguntarán a qué viene esto. Haciendo un caso escrupuloso a nuestro lema, ése que dice que estamos orgullosos de llegar los últimos a las últimas noticias, acabo de leer el artículo de la bronca entre Pablo Iglesias e Íñigo Errejón. Y no voy a entrar a hacer análisis político porque para eso hay gente mucho más lista que yo en CTXT y en otros medios. Pero ay, amigos, una es fan de la semiótica desde pequeña, y en el artículo se mencionaba que Iglesias, el noi del leño, agarró por los hombros a su número dos. Una tiene sus debilidades confesables y muchos de ustedes saben que a Errejón le tengo listos plato de sopa y cobijo por si quiere que lo adopte, igual que saben que Pedro Sánchez, alias Pedro el Reguapo, tiene también todas mis devociones una tras una. Incluso ahora, que se nos ha hecho runner, siendo yo una sedentaria militante.
Se puede pensar que Iglesias y Errejón olvidaron que estaban en el hemiciclo pagado por todos ejerciendo de portavoces de sus votantes y pensaron que estaban en el patio de la Complutense, jugando a ser Kenickie y Caracráter en Grease (abtenerse los menores de 40) pero sin carrera de coches de por medio. Pero ambos son lo suficientemente listos como para dejarse llevar por lo visceral así como así, uno posando con una chimenea de fondo y abrazado a un tronco, y otro poniendo poses como si fuera su perfil en Meetic. A ver, no. Pero Pablo, tú sigues siendo el rey, y lo de coger por los hombros, si es que no nos engañan los colegas de la prensa, es un poco rafahernandesco (sin necesidad de pasar por el Toni2). Relaja un poco, querido.
Han pasado varias semanas desde la última vez que escribí y, como en los buenos culebrones, si te pierdes un par de capítulos te das cuenta de que algo ha cambiado. He visto a Inda enfadado (vale, esto es lo de siempre) y en Sálvame Deluxe destapando la historia de Bárbara Rey y el Emérito (como dice mi amigo José Confuso, las cintas están en Totana, Eduardo), a Losantos innovando en los apelativos (a Sáenz de Santamaría la llama Virreineta y a Montoro Murciégalo) y a Corcuera en 13TV dando lecciones al nuevo PSOE. También he visto a Trump poner patas arriba a medio planeta con sus decisiones y a Amancio Ortega revalidar su título como el hombre más rico del país. Como dice José Fernando Leal, autor del ránking que publica el diario El Mundo, “son Amancio Ortega y 199 acompañantes”. Que sigue siendo el rey, Pablo. Él y no tú. Y a Íñigo ni tocarlo.
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Es periodista, especializada en economía. Ha trabajado en Actualidad Económica, Qué y El Economista. Pertenece al Consejo Editorial de CTXT. Madre conciliadora de dos criaturas, en sus ratos libres, se suelta el pelo y se convierte en Norma Brutal.
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Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad. ¿Quieres decir algo? + Déjanos un comentario Pues eso, que si te gusta Sánchez como político, normal que prefieras a Íñigo. Que te aproveche maja. Vaya m de artículo Hace 7 años 9 meses
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